“Os aseguro que no volveré a beber del fruto de
la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.”
7 DE JUNIO
SOLEMNIDAD
DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
(DÍA Y
COLECTA DE LA CARIDAD)
1ª Lectura:
Éxodo 24,3-8
Esta es la
sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros.
Salmo 115
Alzaré la
copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
2ª Lectura:
Hebreos 9,11-15
La sangre de
Cristo podrá purificar nuestra conciencia.
EVANGELIO DEL
DÍA
Marcos 14,
12-16.22-26
“El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el
cordero Pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos
a prepararte la cena de Pascua?”. Él envió a dos discípulos, diciéndoles: “Id a
la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en
la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la
habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una
sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena”.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había
dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomad, esto es mi
cuerpo”. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se lo dio, y todos
bebieron. Y les dijo: “esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que
beba el vino nuevo en el Reino de Dios. Después de cantar el salmo, salieron
para el monte de los Olivos.”
Versión para
América Latina extra´ñida de la Biblia del Pueblo de Dios
“El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se
inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde
quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a
la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua.
Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice:
'¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis
discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada
con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad,
encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi
Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos
bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza,
que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el
día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de
los Olivos.”
REFLEXIÓN
En el marco de una cena pascual, una cena de despedida,
Jesús adelanta una Pascua nueva en los gestos del pan partido y la copa
ofrecida. En adelante, en vez de matar corderos y derramar su sangre, se parte
y se come el pan, que es el cuerpo de Cristo, Cordero de Dios y se bebe el
vino, que es su sangre.
Es la Pascua de un amor entregado hasta la muerte y
victorioso de la muerte. Es alianza y comunión insuperables.
Con este texto de Marcos y esta fiesta de hoy, no hay más
remedio que reflexionar sobre la Eucaristía, centro y culmen de toda la vida de
la Iglesia, pero dado que hoy, solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo,
celebra la Iglesia el día nacional de caridad, no podemos separar las dos
cosas, no podemos separar la Eucaristía de la caridad.
Porque es en la
Eucaristía donde Jesús se parte y se comparte por nosotros, es en la Eucaristía
donde se nos da en comida, el alimento para el camino. Por eso no se puede separar Eucaristía de
caridad. No somos una ONG. Nuestro ejercicio de la solidaridad y de la caridad
es consecuencia de nuestro ser cristiano, es consecuencia del amor derramado
por Cristo Jesús en nuestros corazones, un Cristo que en el sacramento
eucarístico, se hace alimento para el camino y primicia de vida eterna.
Por eso, compartir con los demás, no es sólo un gesto
solidario, sino también expresión del amor fraterno que, como gracia y favor de
Dios, se ha recibido. Es una forma de manifestar la gratitud a Dios, que nos ha
dado los bienes de este mundo y la gracia de tener el corazón abierto al amor
de los demás.
Así como Él se ha ofrecido en sacrificio bajo la forma de
pan y vino, así debemos darnos nosotros, con fraterno y humilde servicio, a
nuestros hermanos, teniendo en cuenta sus necesidades más que sus méritos, y
ofreciéndoles el pan, o sea, lo más necesario para una vida digna.
ENTRA EN TU
INTERIOR
LA REFORMA DE
LA MISA
Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los
cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonan-do la misa
dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los
siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de
Jesús.
Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que
este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía
el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad
de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil?
¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y
dolor?
La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes
participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad
ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero
¿podrá la misa seguir viva sólo a base de medidas protectoras que aseguren el
cumplimiento del rito actual?
Las preguntas son inevitables. ¿No necesita la Iglesia en su centro una
experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor, que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan
seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria
suya?
¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor
puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en
aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y
para qué vivió y murió Jesús? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como
discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?
Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez
será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con
Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la
Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su
Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa
sino contribuir a la conversión a Jesucristo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
No podemos separar la Eucaristía de la Caridad.
La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento: Si Dios
nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.
La Eucaristía es alabanza de las maravillas de Dios; la
caridad, hace vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he
amado.
La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la
entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve,
dice Pablo en 1 Cor 13.
La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es
coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar
a Dios al que no ve?.
La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida
cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de
Cristo: en esto se conoce que sois discípulos míos, en el amor que exista entre
vosotros. Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.
Esperamos, por la misericordia de Dios,
escuchar en aquel momento, las palabras: “Venid benditos de mi Padre, heredad
el reino que os tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre
y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve denudo y me
vestisteis, enfermo y me visitasteis en la cárcel y vinisteis a verme”. Y
tendremos que responder bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me
diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a
beber la copa de tu sangre. Y los justos irán a la vida eterna.
ORACIÓN
¡Oh Dios! Que en este
admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te
pedimos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu
sangre, que experimentemos, constantemente en nosotros, los frutos de tu
redención.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imagen de Fano
Cuando comulgamos somos sagrario y custodia en la calle.
Para colorear
No hay comentarios:
Publicar un comentario