“Quién este? ¡Hasta el viento y el agua le
obedecen!
21 DE JUNIO
XII DOMINGO
DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura:
Job 38,1-11
Aquí se
romperá la arrogancia de tus olas.
Salmo 106
Dad gracias
al Señor, porque es eterna su misericordia.
2ª Lectura: 2
Corintios 5,14-17
Lo antiguo ha
pasado, lo nuevo ha comenzado.
EVANGELIO
Marcos
4,35-40
“Aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: -Pasemos a la
otra orilla. Ellos dejaron a la gente y le llevaron en la barca, tal como
estaba. Otras barcas le acompañaban. Se levantó entonces una fuerte borrasca y
las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a
punto de hundirse. Jesús estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y le despertaron,
diciéndole: -Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Él se levantó, increpó al
viento y dijo al lago: -¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una
gran calma. Y a Ellos les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis
fe? Ellos se llenaron de un gran temor y se decían unos a otros: -¿Quién es éste,
que hasta el viento y el lago le obedecen?”
Versión para
América Latina, extraída de la biblia del pueblo de Dios
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la
otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así
como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en
la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa
que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar:
"¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran
calma.
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no
tienen fe?".
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros:
"¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".
REFLEXIÓN
No podemos quedarnos en la lectura “milagrosa” de esa
escena insólita: una borrasca tornada súbitamente en bonanza, olvidando que los
evangelios fueron escritos desde la fe y la experiencia pascual de los apóstoles
y primeros cristianos. En el dato hemos de ver también una auto-manifestación
de Jesús como Dios. Y desde aquí pasar a una lectura eclesial del episodio.
Desde siempre la tradición patrística y eclesial vio en el grupo de los
discípulos que reman desesperadamente dentro de la barca zarandeada por la
tempestad, una imagen de la Iglesia. Si no zozobra en las borrascas es porque Jesús va con ella en la travesía,
aunque a ratos no captemos los signos de su presencia por el Espíritu y creamos
que duerme dejándonos solos ante los peligros.
Jesús dormía en la barca, pero más dormida estaba la fe
de sus discípulos. Como con un calco, podemos trasladar la escena a la
situación de la Iglesia, tanto la de los orígenes que pronto conoció la
persecución, como la Iglesia de hoy y de todos los tiempos que camina entre
cansancios y esperanzas hacia Dios. Debido a nuestra poca fe a veces nos
ponemos nerviosos, pero Jesús no falla. El guía siempre a su Iglesia, lo mismo
en tiempo de calma que de crisis y adversidad. Él lo prometió y lo cumple. Yo
estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos. Por eso el poder del infierno
y del mal no hundirá su Iglesia.
Hay momentos de prueba para nuestra fe similares a los de
la tormenta en el lago, para los discípulos. Cuando la tempestad nos azota
despiadada, cuando la Iglesia de Cristo es perseguida, cuando como a Job nos
visita insistentemente el dolor, cuando el mal triunfa y se oscurecen los
valores del bien y de la virtud, cuando sufrimos injustamente, cuando la
pobreza, la enfermedad o la muerte hacen altaneramente acto de presencia en
nuestra vida, cuando en una palabra nos duele el silencio de Dios que parece
estar “durmiendo tranquilo” como Jesús en la barca, surge espontánea la queja
en nuestros labios: Señor, ¿no te importa que nos hundamos?
Solamente desde la fe tienen respuestas estos problemas y
nuestros interrogantes interiores, esos que nos hacemos tantas veces ante las
desgracias y los males que vemos a nuestro alrededor.
Pero solo en la fe está la respuesta. Con Job nos
preguntamos a veces si Dios “se entera” de lo que pasa en este mundo nuestro. Y
Dios habla a Job desde la tempestad, le revela la trascendencia de su ser y de
sus designios, que el hombre ha de acatar con fe sumisa y obediente.
La fe y la esperanza cristianas no defraudan, porque si
Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿ Quién podrá apartarnos
del amor de Cristo? En todo venceremos por Aquel que nos ha amado, y nada podrá
apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rm 8,31-39)
Por eso dice san Pablo en la segunda lectura: “Nos
apremia el amor de Cristo… El murió por todos, para que los que viven, ya no
vivan para sí sino para el que murió y resucitó por ellos… El que vive con Cristo
es creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo”.
En el amor de Dios manifestado en Cristo radica la urgencia
cristiana de lo nuevo, la base más sólida de una respuesta de fe y de amor a
otro amor que nos ha precedido y nos acompaña en todo momento y situación por
delicada e incluso desesperada que pueda parecernos.
ENTRA EN TU
INTERIOR
¿POR QUÉ
SOMOS TAN COBARDES?
«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Estas dos preguntas
que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos,
una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores
de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también
hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el
futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo?
El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra
orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el
territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura
hostil a su religión y creencias.
De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que
sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen
contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la
situación: ¿Qué podrán los seguidores de
Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No sólo está en peligro su
misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo.
Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre
el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan
espantados».
Antes tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin
embargo, algo decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han
podido experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a
preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible.
El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad» y el miedo comienza a apoderarse de nosotros.
No nos atrevemos a pasar a «la otra orilla».
La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da
miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia
atrás para mejor ir adelante.
Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar
una fase nueva en la historia del cristianismo. Sólo se nos pide fe. Una fe que
nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos
comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Estamos sometidos, pues, a las tempestades desencadenadas
por el espíritu del mal, pero, como bravos marineros vigilantes, llamamos al
piloto adormecido. Ahora bien, también los pilotos se encuentran normalmente en
peligro. ¿A qué piloto deberemos dirigirnos entonces? A aquel a quien no
superan los vientos, sino que los manda, a aquel de quien está escrito: “Él se
despertó, increpó al viento y a las olas”. ¿Qué quiere decir que “se despertó”?
Quiere decir que descansaba, pero descansaba con su cuerpo, mientras que su
espíritu estaba inmerso en el misterio de la divinidad.
Jesús había pasado la noche en oración: ¿de qué modo
podía dormir ahora durante la tempestad? Este sueño revela la conciencia de su
poder: todos tenían miedo, mientras que sólo él descansaba sin temor. Pero
aunque duerme su cuerpo, su divinidad vigila y actúa la fe. Por eso dice: “¿Por
qué habéis dudado, hombres de poca fe?”. “Se merecen el reproche, por haber tenido
miedo aun estando junto a Cristo, siendo que nadie puede perecer si está unido
a él. De este modo corrobora la fe y vuelve a hacer reinar la calma.”
ORACIÓN
Padre, fuente de la
vida y fin último de toda criatura, manifiéstanos tu rostro de bondad y
libéranos de nuestros miedos. Concédenos una fe sin fisuras incluso en los
momentos de tempestad, a fin de que seamos capaces de poner nuestra confianza
no en nuestras propias fuerzas, sino en ti, que estás presente junto a nosotros.
Haznos verdaderos discípulos de Jesucristo, que nos ha
revelado tu rostro de padre, y haz que estemos atentos a los signos de su
camino continuo en nuestra historia. Haz que sepamos reconocerle en el amor y
en el testimonio de muchos hermanos. Envíanos tu Espíritu para que nos asista
en la tarea de discernir tu proyecto sobre nosotros, nos ayude a cumplir tu
voluntad, a fin de construir con confianza y paciencia ese mundo nuevo que tú
nos dejas entrever en la resurrección de Jesús.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes de
Fano.
“Con FE no te
hundes”
Para
colorear.
Imagen
proporcionada por Catholic.net
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