domingo, 24 de enero de 2016

31 DE ENERO: IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


“Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra”.
31 DE ENERO
IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
1ª Lectura: Jeremías 1,4-5.17-19
Te nombro profeta de las naciones.
Salmo 70: Mi boca contará tu salvación, Señor.
2ª Lectura: 1 Corintios 12,31-13,13
Quedan la fe, la esperanza, el amor; la más grande es el amor.
PALABRA DEL DÍA
Lc 4,21-30
“Comenzó Jesús a decir en la sinagoga: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: “¿No es este el hijo de José?”. Y Jesús les dijo: “Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”. Y añadió: “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del Profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naaman, el sirio”. Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”.
Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino”.
REFLEXIÓN
            Siguiendo la lectura continuada del evangelio de Lucas, enlazamos con el domingo anterior, cuando Jesús tomó el volumen de Isaías y leyó el pasaje donde está escrito: “el espíritu del Señor está sobre mí… me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres…” Y Jesús añadió su comentario personal: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”. Aquel de quien habla la profecía es él. Jesús se presenta como aquel profeta. Y a la reacción de los habitantes de Nazaret, que tan bien le conocían, primero fue de admiración, pero al poco rato se convirtió en rechazo. Sobre este tema que, como vemos, también podría reflejar nuestra propia situación actual, se nos ha propuesto en la primera lectura, un texto del profeta Jeremías, en el cual éste aparece como un hombre elegido por Dios pero que, como Jesús, deberá soportar el rechazo de su pueblo. Por ello el salmo que sigue, destaca la protección que Dios ofrece a todos sus discípulos para que puedan soportar las condiciones adversas en las que deberán vivir.
            En los domingos ordinarios, la primera lectura trata, habitualmente, el mismo tema que el Evangelio, pero no nos podemos olvidar de la segunda lectura, que aunque toca otro tema, no por eso es secundario o menos importante.

            En los dos domingos anteriores Pablo nos ha hablado de los carismas, que son los dones que Dios concede a cada uno de nosotros, por medio de su Espíritu,  para que podamos ponerlos al servicio de toda la comunidad. Y los dones son diversos. No todos sabemos ni podemos hacerlo todo. Es necesario que tengamos conciencia de ser una comunidad, un cuerpo, en el cual todos los miembros trabajan con una misma finalidad y entre todos lo vamos cubriendo todo. Hoy nos llega aquel texto que hemos escuchado tantas veces, sobre todo en las celebraciones de bodas: el himno al amor.
            Entre todos los dones y carismas que podemos recibir de Dios, hay uno que es el más excelente de todos y, por tanto, lo hemos de valorar más que cualquier otro. Es el único que no sólo sirve durante el tiempo de nuestra permanencia aquí en la tierra, sino que atraviesa la barrera de la muerte y sigue siendo válido incluso en la etapa de nuestra vida en el cielo. Éste es el amor, acerca del cual Pablo enumera algunas de sus características para terminar diciendo: “el amor no pasa nunca”.
            Con tres palabras distintas, designa la lengua griega la palabra amor, según el sentido que se le quería dar: eros (que no aparece nunca en el N.T.), para el amor que cada uno tiene a personas y cosas en proporción a lo que espera obtener de ellas; filía (que solo aparece unas pocas veces en el N.T.), que significa la amistad, y ágape que, contrariamente al eros, significa lo que cada uno está dispuesto a hacer y a dar para hacer felices a aquellos que ama. En el Nuevo testamento siempre aparece ágape. Este es el amor que Cristo predicó. Un amor que está dispuesto incluso al sacrificio, cuando es necesario. Es así como hemos de amarnos unos a otros. Este es el amor que nunca se marchita.
ENTRA EN TU INTERIOR
¿NO NECESITAMOS PROFETAS?
«Un gran profeta ha surgido entre nosotros». Así gritaban en las aldeas de Galilea, sorprendidos por las palabras y los gestos de Jesús. Sin embargo, no es esto lo que sucede en Nazaret cuando se presenta ante sus vecinos como ungido como Profeta de los pobres.
Jesús observa primero su admiración y luego su rechazo. No se sorprende. Les recuerda un conocido refrán: «Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su tierra». Luego, cuando lo expulsan fuera del pueblo e intentan acabar con él, Jesús los abandona. El narrador dice que «se abrió paso entre ellos y se fue alejando». Nazaret se quedó sin el Profeta Jesús.
Jesús es y actúa como profeta. No es un sacerdote del templo ni un maestro de la ley. Su vida se enmarca en la tradición profética de Israel. A diferencia de los reyes y sacerdotes, el profeta no es nombrado ni ungido por nadie. Su autoridad proviene de Dios, empeñado en alentar y guiar con su Espíritu a su pueblo querido cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben hacerlo. No es casual que los cristianos confiesen a Dios encarnado en un profeta.
Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a leer y a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en "presencia alternativa" que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio.
Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que sólo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva pues invita a pensar el futuro desde la libertad y el amor de Dios.
Una Iglesia que ignora la dimensión profética de Jesús y de sus seguidores, corre el riesgo de quedarse sin profetas. Nos preocupa mucho la escasez de sacerdotes y pedimos vocaciones para el servicio presbiteral. ¿Por qué no pedimos que Dios suscite profetas? ¿No los necesitamos? ¿No sentimos necesidad de suscitar el espíritu profético en nuestras comunidades?.
Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio? Un cristianismo sin espíritu profético, ¿no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
          Jesús no es una doctrina que se aprende de memoria pero no nos toca el corazón. Jesús es “alguien” de verdad que camina a nuestro lado, al lado de todo ser humano, y nos ofrece su amistad y su Reino. Jesús sigue siendo hoy el profeta del Reino, y las palabras del profeta Isaías siguen cumpliéndose en él. “Ha sido consagrado para llevar la buena Noticia a los pobres; ha sido enviado a anunciar libertad a los pobres; ha sido enviado a anunciar libertad a los presos, a dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a anunciar el año favorable del Señor” (Is 61,1-2). ¿Cómo resuenan en mí estas palabras?.
Expliquemos el Evangelio a los niños
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El hijo del carpintero crea una nueva humanidad.




domingo, 17 de enero de 2016

24 DE ENERO: III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
24 de Enero
DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA
1ª Lectura: Nehemías 8,2-4.5.8-10
Leían el libro de la Ley, explicando el sentido.
Salmo 18: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
2ª Lectura: 1 corintios 12,12-30
Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,1-4; 4,14-21
“Excelentísimo Teófilo: Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
            En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor” Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros,
tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra.
Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado,
a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con del poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región.
Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".
REFLEXIÓN
            ¿Habéis oído bien, en la primera lectura de hoy, con qué solemnidad el sacerdote Esdras presenta el libro de la Ley y comunica su contenido? ¿Os lo imagináis en pie, encima de una tarima, rodeado del pueblo, que escucha conmovido? La costumbre de leer en público en los actos de culto viene ya de muy antiguo. En el evangelio hemos observado cómo, en tiempo de Jesús, era normal reunirse en las sinagogas en día de fiesta y escuchar de labios de un lector los textos sagrados de la Ley y los Profetas. Nosotros, en la primera parte de la celebración eucarística, estamos haciendo exactamente lo mismo: recordamos los hechos principales de la historia de la salvación en el Antiguo Testamento, oramos con los salmos, y ponemos el acento en los preciosos textos de los evangelios y el resto del Nuevo Testamento. Eso sólo ya justificaría el hecho, después de la mesa de la Palabra, que alimenta y sostiene nuestra fe, tenemos, además, la mesa de la Eucaristía, que nos pone en comunión total con el Señor resucitado.

            Jesús hizo de lector aquel día. Le dieron el libro de Isaías. Jesús, el carpintero de Nazaret, era un asiduo asistente a la lectura bíblica de la sinagoga. Había interiorizado tanto las palabras de algunos textos de Isaías, que después configurarían buena parte de su pensamiento y actuación. Hoy mismo, Jesús confiesa abiertamente que el programa diseñado por el profeta, será su programa. Y como consecuencia, debería ser el nuestro, si queremos considéranos discípulos de Jesús.
            Jesús es judío; conoce la Ley de Moisés, conoce cómo la interpretan los maestros de la Ley; conoce cómo repercute en la vida diaria del pueblo. Jesús se siente y se sabe “ungido” por el espíritu de Dios. En la sinagoga de Nazaret no anuncia la “abolición” de la Ley, nunca lo hizo, sino que anuncia un nuevo tiempo de libertad y de opción preferencial por los más pequeños. Su misión no es la de imponer cargas y sanciones a la gente que ya no podía ni respirar. La misión de Jesús es la de anunciar el “año de gracia de Dios. El ser humano, tantas veces pisado, encuentra en Jesús el servicio de las personas. El  cristiano no es un portador de “coerciones”, sino un “portador de libertad”
ENTRA EN TU INTERIOR
EN LA MISMA DIRECCIÓN
          Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.
         Lucas describe con todo detalle lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente enviado por Dios.
          Sorprendentemente, el texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados. Esto es lo que lee. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor ». Al terminar, les dice : «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».
          El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Ésta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.
          No lo hemos de olvidar. La "opción por los pobres" no es un invento de unos teólogos del siglo veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI: es un deber de la Iglesia "ayudar a que nazca la liberación...y hacer que sea total".
          No es posible vivir y anunciar a Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los excluidos. Si lo que hacemos y proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿A qué Jesús estamos siguiendo? ¿Qué espiritualidad estamos promoviendo? Dicho de manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual?  ¿Estamos caminando en la misma dirección que Jesús?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Jesús entrega el libro y se sienta. Y Lucas anota que “los ojos de todos” en la sinagoga estaban fijos en él (v.21), literalmente: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos”. El cumplimiento se realiza “hoy”. Es el “hoy” de la salvación que en Jesús llega a los oprimidos, los enfermos y pecadores (Lc 2,11; 23,43). La Escritura se realiza “en vuestros oídos” Todos los presentes ven, pero Jesús los invita a escuchar. Es el oído –no la vista- el sentido capacitado para percibir el cumplimiento de la escritura. La escritura se cumple no sólo en la sinagoga, sino en el lugar de la escucha personal. En cada lector del evangelio de Lucas se realiza el hoy de la salvación, el hoy del año de gracia y de liberación inaugurado por Jesús aquel día en Nazaret. Que para nosotros este año  de la gracia de Dios, sea el Año de la Misericordia, que el Espíritu ha suscitado al Santo Padre Francisco para este año 2016.
ORACIÓN
            Señor, el Espíritu que te ungió está sobre ti, y también sobre mí; me ungió en el Bautismo, y me envió al mundo a anunciar tu evangelio como testigo, en mi Confirmación. Y anuncias un nuevo año de gracia: el Año de la Misericordia. ¡Ojalá se cumpla hoy –y todos los días- tu palabra en mi vida y robustezca mi fe!.
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Jesús enrolla los mismos rollos de otra manera.

domingo, 10 de enero de 2016

17 DE ENERO: II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.”
17 DE ENERO
II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Isaías 62,1-5
La alegría que encuentra el esposo con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.
Salmo 95
Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
2ª Lectura: 1 Corintios 12,4-11
El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece.
EVANGELIO
Juan 2,1-11
“En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: “No tienen vino”. Jesús le dice: “Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dice a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”. Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: “Sacad ahora y llevadlo al mayordomo”. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice.: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora”. Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.
Jesús también fue invitado con sus discípulos.
Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino".
Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".
Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga".
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.
"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo
y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.”
REFLEXIÓN
            Por Navidad contemplábamos como “la Palabra se hizo carne”. Dios, que es puro espíritu, se desposa con la humanidad. En todo el Antiguo Testamento va resonando esta idea de la fidelidad conyugal entre Dios y su Pueblo, desde el profeta Oseas. La primera lectura de hoy es una muestra elocuente de ello: “como un joven se casa con su novia, así se desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is  62,5).
            El evangelio, nos presenta el marco de una fiesta de bodas. Cristo, que es uno de los invitados, termina ofreciendo a los novios un extraordinario regalo. Y, a los discípulos y a todos nosotros, un signo maravilloso, para que creamos en él y en su mensaje, y para que intentemos imitar lo que él hizo.
            El Evangelista Juan, a los milagros de Jesús les llama signos. La palabra signo, aunque contiene la realidad del milagro que sucedió, permite sugerir que, más allá del hecho, hay una carga simbólica muy importante. Aquello que sucedió en aquel momento concreto, podrá proyectarse a otras muchas situaciones de futuro. Todo milagro, al principio, sólo tiene fuerte impacto para los que han sido protagonistas del mismo. A los demás, les llega por vía de testimonio. Lo que sucedió aquel día en Caná, al principio sólo causó asombro a los criados que habían puesto el agua y poco después sacaron el vino. Quizá hubo enseguida otros testigos oculares entre los presentes que quisieron comprobar lo sucedido. A partir de ahí, el efecto milagro se fue extendiendo entre los habitantes de aquel pueblo que no participaban en la boda. Después el hecho ya pasó a la predicación habitual de los apóstoles. Finalmente fue consignado en el evangelio para que nosotros, lejanos en el tiempo, pudiéramos acceder a la misma fe de los primeros discípulos, basados en su testimonio.
            Pero si además de creer en el primer milagro de Jesús, damos un paso más y profundizamos en su valor de signo, veremos que, de aquel hecho, emerge una idea luminosa: es posible convertir lo inferior, en algo incomprensiblemente mejor. El signo adquiere el valor añadido de símbolo.
            Aquí es donde entramos nosotros. Pongámonos a pensar en tantas cosas que hay en este mundo que no nos gustan y quisiéramos cambiar. Es verdad que Dios no nos da a todos la capacidad de hacer milagros. Solamente a algunos santos, como aparece en la lista de carismas citados por Pablo en Corintios. A la mayoría de nosotros, nos da otros carismas muy variados, para que entre todos lo hagamos todo con nuestro esfuerzo y la fuerza del Espíritu.
ENTRA EN TU INTERIOR
            En este texto de las Bodas de Caná, tiene un protagonismo especial la presencia de María, porque María concibe la palabra antes en su corazón que en sus entrañas.
Por eso aparece en los momentos más importantes de la vida de su hijo y lo acompañaría en calidad de discípula durante toda su vida.
Durante la vida pública de Jesús, María lo acompaña desde cerca.
Contempla al apóstol que es seguido por la gente y siente compasión de la muchedumbre porque andan extraviados como ovejas que no tienen pastor.
Que multiplica los panes. Que cura a los enfermos. Que echa demonios y resucita a los muertos.
En este camino va adquiriendo un corazón silenciosamente apostólico.
Es en este camino cuando descubre que su Sí a la maternidad en la Anunciación, es un Sí al silencio del camino y un sí a la ofrenda de la cruz.
En este largo camino aparecerá en momentos oportunos, provocando que Jesús aproveche su presencia para lanzar unas maravillosas catequesis a sus discípulos y a sus oyentes.
En el relato de las bodas de Caná, contemplamos una maravillosa faceta de María, la de intercesora.
Y cuanto ha intercedido nuestra Madre por nosotros:
•          Mira Hijo, se les ha acabado el vino de la alegría, están entristecidos prematuramente, llevan demasiado peso sobre sus espaldas y no lo pueden soportar. Y la respuesta del Hijo fue inminente.
-           No te preocupes Madre, que vengan a mí los que soportan cargas pesadas, los que viven sin esperanza , porque mi carga es llevadera y yugo suave.
•          Mira Hijo, se les ha acabado el vino de la felicidad, han perdido lo que más querían.
-           No te preocupes Madre, porque yo soy la resurrección y la vida y el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá.
•          Mira Hijo se les ha acabado el vino del trabajo, no tienen con que alimentar a sus hijos.
-           No te preocupes Madre: Mira los lirios del campo, ni siegan, ni cosechan, ni hilan, y ni Salomón se vistió como uno de ellos. Y mira las aves del cielo, no almacenan en graneros y nuestro Padre del cielo las alimenta, y ellos valen más que los lirios y las aves.
La Virgen sabe mucho de eso, sabe mucho de peticiones, de ruegos, de promesas.
Pero nosotros sabemos también mucho de intercesión, de ruegos escuchados, de promesas cumplidas en nuestra vida.
ORA EN TU INTERIOR
HACED LO QUE ÉL OS DIGA...
No hay mejor palabra que esta y María la vivió en todo momento en fe, en fidelidad, en generosidad y en alegría. Desde su experiencia en su humilde casa de Nazaret eso es lo que hizo toda su vida.
Pidámosle hoy a nuestra Madre, María Santísima, bajo cuyo maternal amparo, el Santo Padre Benedicto XVI, ha puesto el Año de la Fe:
•          Madre mía, ayúdame a decir Sí, ayúdame a ser fiel a la voluntad de Dios en mi vida, ayúdame a ser cristiano auténtico, capaz de amar, de ayudar, de servir y de perdonar, que se me termine el vino viejo para que pueda gozar del vino nuevo de la Pascua.
•          Madre mía, tú me enseñaste el amor en las bodas de Caná y cómo interceder por los demás, ayúdame a hacer lo que tu Hijo me dice.
•          Madre mía, ayúdame a vivir enteramente desprendido de mí mismo, ayúdame a caminar por los estrechos caminos que llevan a la vida, que nunca caiga en la tentación del camino ancho y espacioso.
Enséñanos a todos a hacer lo que él nos diga.
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jueves, 7 de enero de 2016

10 DE ENERO: FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS.


“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”
DOMINGO 10 DE ENERO
FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
1ª Lectura: Isaías 42,1-7
"Mirad a mi siervo, a quien prefiero"
Salmo 28: “El Señor bendice a su pueblo con la paz”
2ª Lectura: Hechos 10,34-38
"Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo"
PALABRA DEL DÍA
Lucas 3,15-22
“En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomo la palabra y dijo a todos: -Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el espíritu santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo; -Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
Juan se resistía, diciéndole: "Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!".
Pero Jesús le respondió: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.
Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".
REFLEXIÓN
            El Bautista habla de manera muy clara: “Yo os bautizo con agua”, pero esto solo no basta. Hay que acoger en nuestra vida a otro “más fuerte”, lleno del Espíritu de Dios: “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
            Son bastantes los “cristianos” que se han quedado en la religión del Bautista. Han sido bautizados con “agua”, pero no conocen el bautismo del “Espíritu”. Tal vez lo primero que necesitamos todos es dejarnos transformar por el Espíritu que desciende sobre Jesús. ¿Cómo es su vida después de recibir el Espíritu de Dios?
            Jesús se aleja del bautista y comienza a vivir desde un horizonte nuevo. No hemos de vivir preparándonos para el juicio inminente de Dios. Es el momento de acoger a un Dios Padre que busca hacer de la humanidad una familia más juta y fraterna. Quien no vive desde esta perspectiva no conoce todavía qué es ser cristiano.
            Movido por esta convicción, Jesús deja el desierto y marcha a galilea, a vivir de cerca los problemas y sufrimientos de la gente. Es ahí, en medio de la vida, donde hemos de sentir a Dios como un Padre que atrae a todos a buscar juntos una vida más humana. Quien no siente así a Dios no sabe cómo vivía Jesús.

            Jesús abandona también el lenguaje amenazador del Bautista y comienza a contar parábolas que jamás se le hubieran ocurrido a Juan.  El mundo  ha de saber lo bueno que  es este  Dios  que busca y acoge a sus hijos perdidos porque solo quiere salvar, nunca condenar. Quien no habla este lenguaje de Jesús no anuncia su buena noticia.
            Jesús deja la vida austera del desierto y se dedica a hacer “gestos de bondad” que el bautista nunca había hecho. Cura enfermos, defiende a los pobres, toca a los leprosos, acoge a su mesa a pecadores y prostitutas, abraza a niños de la calle. La gente tiene que sentir la bondad de Dios en su propia carne. Quien habla de un Dios bueno y no hace los gestos de bondad que hacía Jesús desacredita su mensaje.
            Jesús vivió en el Jordán una experiencia que marcó para siempre su vida. No se quedó con el Bautista. Tampoco volvió a su trabajo en la aldea de Nazaret. Movido por un impulso incontenible comenzó a recorrer los caminos de Galilea anunciando la buena Noticia de Dios.
            Como es natural, los evangelistas no pueden describir lo que ha vivido Jesús en su intimidad, pero han sido capaces de recrear una escena conmovedora para sugerirlo. Está construida con rasgos de hondo significado: “Los cielos se rasgan”: ya no hay distancias; Dios se comunica íntimamente con Jesús. Se oye “una voz venida del cielo: “Tú eres mi Hijo querido. En ti me complazco”.
                Ya no hay distancias; Dios se comunica íntimamente con Jesús. Se oye “una voz venida del cielo”: “Tú eres mi Hijo querido. En ti me complazco”.
            Lo esencial está dicho. Esto es lo que Jesús escucha de Dios en su interior: “Tú eres mío. Eres mi Hijo. Tu ser está brotando de mí. Yo soy tu Padre. Te quiero entrañablemente; me llena de gozo que seas mi Hijo; me siento feliz”. En adelante, Jesús solo lo invocará con este nombre: Abbá, Padre.
            De esta experiencia brotan dos actitudes que Jesús vive y trata de contagiar a todos: confianza increíble en Dios y docilidad incondicional. Jesús confía en Dios de manera espontánea. Se abandona a él sin recelos ni cálculos. No vive nada de forma forzada o artificial. Confía en Dios. Se siente hijo querido.
            Por eso enseña a todos a llamar a Dios “Padre”. Le apena la “fe pequeña” de sus discípulos. Con esa fe raquítica no se puede vivir. Les repite una y otra vez: “No tengáis miedo. Confiad”. Toda su vida la pasó infundiendo confianza en Dios.
ENTRA EN TU INTERIOR
EL ESPÍRITU DE JESÚS
            En tiempos de crisis de fe no hay que perderse en lo accidental y secundario. Hemos de cuidar lo esencial: la confianza total en Dios y la docilidad humilde. Todo lo demás viene después.
Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban “cerrados”. Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.
Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: “Ojalá rasgaras el cielo y bajases”.
Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús con su Espíritu.
Sin ese Espíritu todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece. La fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta. El amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.
Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.
Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús:
No nos hemos de engañar. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
                Son bastantes los hombres y mujeres que un día fueron bautizados por sus padres y hoy no sabrían definir exactamente cuál es su posición ante la fe. Quizá la primera pregunta que surge en su interior es muy sencilla: ¿para qué creer? ¿Cambia algo la vida por creer o no creer? ¿Sirve la fe realmente para algo?
            Estas preguntas nacen de su propia experiencia. Son personas que poco a poco han arrinconado a Dios de su vida. Hoy Dios no cuenta en absoluto para ellas a la hora de orientar y dar sentido a su existencia.
            Dios no les dice nada. Se han acostumbrado a vivir sin él… No experimentan nostalgia o vacío alguno por su ausencia. Han abandonado la fe y todo marcha en su vida tan bien o mejor que antes. ¿Para qué creer?
            Esta pregunta solo es posible cuando uno “ha sido bautizado con agua”, pero no ha descubierto qué significa “ser bautizado con el Espíritu de Jesucristo”.
            ¿Para qué creer? Para vivir la vida con más plenitud; para situarlo todo en su verdadera perspectiva y dimensión; para vivir incluso los acontecimientos más triviales e insignificantes con más profundidad.
            ¿Para qué creer? Para atrevernos a ser humanos hasta el final; para no ahogar nuestro deseo de vida hasta el infinito; para defender nuestra libertad sin rendir nuestro ser a cualquier ídolo; para permanecer abiertos a todo el amor, la verdad, la ternura que hay en nosotros. Para no perder nunca la esperanza en el ser humano ni en la vida.
ORACIÓN
                Jesús, tú vas en la fila de los que acuden a bautizarse, como un pecador más que busca su purificación: estás asumiendo mi lugar, porque soy yo el pecador necesitado de perdón, y tú eres el único Justo. Gracias, Jesús, por tu Bautismo y por mi Bautismo, en el que recibí de tu generosidad mi mayor tesoro.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano





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"Juan con agua... Jesús con fuego"




COMIENZA EL TIEMPO ORDINARIO

domingo, 3 de enero de 2016

6 DE ENERO: SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR.


“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”

MIÉRCOLES 6 DE ENERO
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Primera Lectura: Isaías 60,1-6.
 La gloria del Señor amanece sobre ti.
Salmo 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Segunda Lectura: Efesios 3,2-3ª.5-6.
 Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 2,1-12
“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-“En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
-“Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”
REFLEXIÓN
            La fiesta de la Epifanía es la primera que empezó a celebrarse, después de la Pascua. Una fiesta que conserva toda su fuerza, especialmente en la Iglesia Oriental. Es más que la Navidad. Es la manifestación de Dios en el nacimiento, en la estrella a los Magos, en el bautismo y en las bodas de Caná, los primeros signos de la presencia de Dios entre nosotros.
            Los evangelios de la infancia, tanto en Mateo como en Lucas, tienen claras aperturas a la universalidad. Lucas las pone en labios de Simeón: Cristo es “salvación para todas las naciones, luz para todas las gentes”. Mateo lo plasma en el relato de la estrella –aparece en el lejano Oriente- y los Magos la siguen.

            Dios es para todos. El cielo, a la altura en que se fijan las estrellas, todavía no es propiedad de nadie. Todos pueden ver la estrella y nadie puede apropiársela. Todos pueden gozar con la luz de la estrella, sin que nadie le estorbe. Todos pueden levantar sus ojos y sus pensamientos a la luz de la estrella, sin que nadie lo prohíba. Todos pueden embriagarse de belleza, llenarse de esperanza y encenderse en amor a la luz de la estrella, sin tener que pagar por ello.
            Nos viene bien esta fiesta con aires ecuménicos y con colores brillantes. A pesar de que el mundo se nos ha abierto en todos los sentidos, a pesar de que aún los pueblos más lejanos hoy, en cierto sentido, están cerca, a pesar de que las Iglesias y religiones han progresado en comprensión y apertura, seguimos moviéndonos en un mundo pequeño. Nuestro corazón sigue siendo pequeño, muy pequeño.
            Hoy, día de la Epifanía, de la manifestación amorosa de Dios a todas las gentes, le pedimos al Niño dinamismo ensanchador, la gracia de abrirnos a los límites del mundo.
ENTRA EN TU INTERIOR.
¿A QUIÉN ADORAMOS?
Cayendo de rodillas, lo adoraron.
Los magos vienen del «Oriente», un lugar que evoca en los judíos la patria de la astrología y de otras ciencias extrañas. Son paganos. No conocen las Escrituras Sagradas de Israel, pero sí el lenguaje de las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en marcha para descubrirla. Se dejan guiar por el misterio, sienten necesidad de «adorar».
Su presencia provoca un sobresalto en todo Jerusalén. Los magos han visto brillar una estrella nueva que les hace pensar que ya ha nacido «el rey de los judíos» y vienen a «adorarlo». Este rey no es Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Ésta es su pregunta.
Herodes se «sobresalta». La noticia no le produce alegría alguna. Él es quien ha sido designado por Roma «rey de los judíos». Hay que acabar con el recién nacido: ¿dónde está ese rival extraño? Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y saben que ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en marcha para adorarlo.
Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de su vida: hostilidad y rechazo en los representantes del poder político; indiferencia y resistencia en los dirigentes religiosos. Sólo quienes buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.
Los magos prosiguen su larga búsqueda. A veces, la estrella que los guía desaparece dejándolos en la incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de «inmensa alegría». Por fin se encuentran con el Niño, y «cayendo de rodillas, lo adoran». Después, ponen a su servicio las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos que poseen. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y Señor.
En su aparente ingenuidad, este relato nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?, ¿cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a sus pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?, ¿estamos dispuestos a escuchar su llamada a entrar en el reino de Dios y su justicia? En nuestras vidas siempre hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.

José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
 Hemos visto salir su estrella. Es la primera fase: el encuentro, la llamada, el chispazo, la seducción. Los magos debieron conmoverse al ver salir la estrella. Es la conmoción que sintieron los primeros discípulos que fueron llamados por Jesús. Quiero recordar la expresión de Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador” Es el tiempo de los primeros fervores y los primeros amores. Es la primavera de la vida espiritual.
            Sé, Señor, que la estrella puede ser la familia, la parroquia, la clase, una palabra escuchada y grabada en mi alma. Un testimonio, un pobre, un acontecimiento favorable, un sufrimiento o fracaso, una lectura, una visita… Dios puede manifestarse directamente o puede valerse de muchos signos. Pero si se manifiesta, algo muy grande se enciende en mi alma.
            Una inmensa alegría, que es el fruto de la fidelidad. En cualquier momento vuelve a lucir la estrella, la buena estrella, la fiel estrella. Puede bastar una palabra, como la de Jesús resucitado a la Magdalena. Puede ser un cariñoso reproche. Puede ser una presencia de Dios. Puede ser una bendición o una respuesta a mi llamada. Puede ser una especial providencia o el cumplimiento de mis deseos. Puede ser la palabra de un hermano.
ORACIÓN FINAL
“Los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo
 y participes de la promesa.”
Todos somos exactamente iguales ante Dios.
 Esta es la “buena noticia” sobre Dios, que nos trajo Jesús.
 Si no la he asimilado, estoy fuera del evangelio.
…………………….
El camino para llegar a esa verdad, es desconcertante.
 No será conociendo mejor a los demás como la alcanzarás,
 sino conociéndote a ti mismo y descubriendo lo que hay en ti de Dios.
 Descubriendo que eres uno con Dios,
 encontrarás al otro identificado con Dios.
…………………
 Si los fallos, que ves en el otro, impidieran esa unidad,
 tus fallos la habrían impedido también.
 La grandeza de Dios está en que
 su amor no depende de lo que nosotros somos.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.


Imagen para colorear
“Todo el mundo viene a adorarte!