domingo, 3 de enero de 2016

6 DE ENERO: SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR.


“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”

MIÉRCOLES 6 DE ENERO
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Primera Lectura: Isaías 60,1-6.
 La gloria del Señor amanece sobre ti.
Salmo 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Segunda Lectura: Efesios 3,2-3ª.5-6.
 Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 2,1-12
“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-“En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
-“Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”
REFLEXIÓN
            La fiesta de la Epifanía es la primera que empezó a celebrarse, después de la Pascua. Una fiesta que conserva toda su fuerza, especialmente en la Iglesia Oriental. Es más que la Navidad. Es la manifestación de Dios en el nacimiento, en la estrella a los Magos, en el bautismo y en las bodas de Caná, los primeros signos de la presencia de Dios entre nosotros.
            Los evangelios de la infancia, tanto en Mateo como en Lucas, tienen claras aperturas a la universalidad. Lucas las pone en labios de Simeón: Cristo es “salvación para todas las naciones, luz para todas las gentes”. Mateo lo plasma en el relato de la estrella –aparece en el lejano Oriente- y los Magos la siguen.

            Dios es para todos. El cielo, a la altura en que se fijan las estrellas, todavía no es propiedad de nadie. Todos pueden ver la estrella y nadie puede apropiársela. Todos pueden gozar con la luz de la estrella, sin que nadie le estorbe. Todos pueden levantar sus ojos y sus pensamientos a la luz de la estrella, sin que nadie lo prohíba. Todos pueden embriagarse de belleza, llenarse de esperanza y encenderse en amor a la luz de la estrella, sin tener que pagar por ello.
            Nos viene bien esta fiesta con aires ecuménicos y con colores brillantes. A pesar de que el mundo se nos ha abierto en todos los sentidos, a pesar de que aún los pueblos más lejanos hoy, en cierto sentido, están cerca, a pesar de que las Iglesias y religiones han progresado en comprensión y apertura, seguimos moviéndonos en un mundo pequeño. Nuestro corazón sigue siendo pequeño, muy pequeño.
            Hoy, día de la Epifanía, de la manifestación amorosa de Dios a todas las gentes, le pedimos al Niño dinamismo ensanchador, la gracia de abrirnos a los límites del mundo.
ENTRA EN TU INTERIOR.
¿A QUIÉN ADORAMOS?
Cayendo de rodillas, lo adoraron.
Los magos vienen del «Oriente», un lugar que evoca en los judíos la patria de la astrología y de otras ciencias extrañas. Son paganos. No conocen las Escrituras Sagradas de Israel, pero sí el lenguaje de las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en marcha para descubrirla. Se dejan guiar por el misterio, sienten necesidad de «adorar».
Su presencia provoca un sobresalto en todo Jerusalén. Los magos han visto brillar una estrella nueva que les hace pensar que ya ha nacido «el rey de los judíos» y vienen a «adorarlo». Este rey no es Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Ésta es su pregunta.
Herodes se «sobresalta». La noticia no le produce alegría alguna. Él es quien ha sido designado por Roma «rey de los judíos». Hay que acabar con el recién nacido: ¿dónde está ese rival extraño? Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y saben que ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en marcha para adorarlo.
Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de su vida: hostilidad y rechazo en los representantes del poder político; indiferencia y resistencia en los dirigentes religiosos. Sólo quienes buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.
Los magos prosiguen su larga búsqueda. A veces, la estrella que los guía desaparece dejándolos en la incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de «inmensa alegría». Por fin se encuentran con el Niño, y «cayendo de rodillas, lo adoran». Después, ponen a su servicio las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos que poseen. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y Señor.
En su aparente ingenuidad, este relato nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?, ¿cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a sus pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?, ¿estamos dispuestos a escuchar su llamada a entrar en el reino de Dios y su justicia? En nuestras vidas siempre hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.

José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
 Hemos visto salir su estrella. Es la primera fase: el encuentro, la llamada, el chispazo, la seducción. Los magos debieron conmoverse al ver salir la estrella. Es la conmoción que sintieron los primeros discípulos que fueron llamados por Jesús. Quiero recordar la expresión de Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador” Es el tiempo de los primeros fervores y los primeros amores. Es la primavera de la vida espiritual.
            Sé, Señor, que la estrella puede ser la familia, la parroquia, la clase, una palabra escuchada y grabada en mi alma. Un testimonio, un pobre, un acontecimiento favorable, un sufrimiento o fracaso, una lectura, una visita… Dios puede manifestarse directamente o puede valerse de muchos signos. Pero si se manifiesta, algo muy grande se enciende en mi alma.
            Una inmensa alegría, que es el fruto de la fidelidad. En cualquier momento vuelve a lucir la estrella, la buena estrella, la fiel estrella. Puede bastar una palabra, como la de Jesús resucitado a la Magdalena. Puede ser un cariñoso reproche. Puede ser una presencia de Dios. Puede ser una bendición o una respuesta a mi llamada. Puede ser una especial providencia o el cumplimiento de mis deseos. Puede ser la palabra de un hermano.
ORACIÓN FINAL
“Los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo
 y participes de la promesa.”
Todos somos exactamente iguales ante Dios.
 Esta es la “buena noticia” sobre Dios, que nos trajo Jesús.
 Si no la he asimilado, estoy fuera del evangelio.
…………………….
El camino para llegar a esa verdad, es desconcertante.
 No será conociendo mejor a los demás como la alcanzarás,
 sino conociéndote a ti mismo y descubriendo lo que hay en ti de Dios.
 Descubriendo que eres uno con Dios,
 encontrarás al otro identificado con Dios.
…………………
 Si los fallos, que ves en el otro, impidieran esa unidad,
 tus fallos la habrían impedido también.
 La grandeza de Dios está en que
 su amor no depende de lo que nosotros somos.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.


Imagen para colorear
“Todo el mundo viene a adorarte!



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