lunes, 29 de junio de 2015

5 DE JULIO: XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



“La multitud que lo oía se preguntaba asombrada: -¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado?
5 DE JULIO
DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
1ª Lectura: Ezequiel 2,2-5
Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.
Salmo: 122 “Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
2ª Lectura: 2ª Corintios 12,7-10
Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
PALABRA DEL DÍA
MARCOS 6.1-6
“En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: -¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: -No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.”
REFLEXIÓN
            Son impresionantes los relatos bíblicos de la vocación de los profetas, y en este domingo 14 Ordinario, tenemos, en la primera lectura, la llamada a Ezequiel. El profeta recibe directamente de Dios un mensaje a través del Espíritu que le invade. Esta presencia del Espíritu en el texto se debe probablemente a que en Ezequiel está especialmente vivo el aspecto de la trascendencia divina. A Dios nadie le puede ver el rostro (Ex 33,20) y se comunica con los hombres y mujeres a través de diferentes medios como, por ejemplo, su Espíritu. Es una teología propia de Ezequiel, que a pesar de separar de la esfera humana de algún modo a Dios, tiene una virtud: al subrayar la distancia que existe entre la esperanza y posibilidades humanas, y la voluntad y el poder de Dios, suscita confianza.
            Al contrario que Jeremías e Isaías, Ezequiel no opone resistencia, lo mismo que Pablo en esta segunda parte de la segunda Corintios, una fuerte crisis azota a la comunidad. La autoridad de Pablo es fuertemente cuestionada por unos adversarios del apóstol, y esto amenaza la fe de los corintios y su modo de vida según el evangelio que les había predicado. Pablo, se defiende  reconociendo justo aquello que pone de manifiesto su debilidad, pero hay unas maravillosas palabras, que sirven para tu vida y la mía, cuando no puedes con los problemas y las dificultades que la vida te da a diario: -TE BASTA MI GRACIA; LA FUERZA SE REALIZA EN LA DEBILIDAD-. Estas palabras, deberían animarnos a testificar a Cristo como “el Verbo que existía desde el principio”.
            Los seguidores y las seguidoras de Jesús de Nazaret somos unos afortunados, mejor, unos agraciados por habernos encontrado con Él, haber escuchado su llamada y haber dispuesto de muchas oportunidades para seguirlo, continuando su misión sanadora en el mundo
            Esta misión no es otra que conseguir que todas las mujeres y todos los hombres seamos cada día un poco más libres y, en consecuencia, más felices. Esto no fue sencillo ni fácil para Jesús y por eso tampoco lo es para nosotros.
            Los profetas son personas, hombres y mujeres que, escuchando lo que sucede a su alrededor y cómo eso está afectando no solo a la vida individual sino también a la vida colectiva, la de todas las personas, reflexionan, deciden y actúan con otros de cara a lo que puede ser mejor para todos.
            Jesús “se extrañó de su falta de fe” en su tierra, en aquellos que Él tan bien conocía desde siempre, por eso, denuncia lo que hay, lo que está sucediendo a su alrededor (las personas que más lo están sufriendo) y anuncia –sana- que esto se puede cambiar.
ENTRA  EN TU INTERIOR
NO DESPRECIAR AL PROFETA
El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie. Llega a Nazaret, acompañado de sus discípulos, y nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en otros lugares. Tampoco le presentan a los enfermos de la aldea para que los cure.
Su presencia  solo despierta en ellos asombro. No saben quién le ha podido enseñar un mensaje tan lleno de sabiduría. Tampoco se explican de dónde proviene la fuerza curadora de sus manos. Lo único que saben es que Jesús era un trabajador nacido en una familia de su aldea. Todo lo demás «les resulta escandaloso».
Jesús  se siente «despreciado»: los suyos no le aceptan como portador del mensaje y de la salvación de Dios. Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: «No desprecian a un profeta mas que en su tierra, entre sus parientes y  en su casa».
Al mismo tiempo, Jesús «se extraña de su falta de fe». Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de todo su pueblo. No se esperaba esto de los suyos. Su incredulidad llega incluso a bloquear su capacidad de curar: «no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos».
Marcos no narra este episodio para satisfacer la curiosidad de sus lectores, sino para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.
¿Cómo estamos acogiendo a Jesús los que nos creemos «suyos»? En medio de un mundo que se ha hecho adulto, ¿no es nuestra fe demasiado infantil y superficial? ¿no vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje? ¿no es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora? ¿no tenemos el riesgo de apagar su Espíritu y despreciar su Profecía?
Ésta la preocupación de Pablo de Tarso: «No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de Profecía. Revisadlo todo y quedaos sólo con lo bueno» (1 tesalonicenses 5, 19-21). ¿No necesitamos algo de esto los cristianos de nuestros días?
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
            Nunca debemos conformarnos con las cosas por el mero hecho de que son como las hemos conocido toda la vida; siempre se pueden mejorar para ayudar a las personas que las estemos viviendo en este tiempo. Por ejemplo, el ejercicio de la autoridad a todos los niveles; la forma y el tiempo de trabajo remunerado y la dedicación al trabajo creativo y solidario con personas y colectivos más desfavorecidos, etc. Siempre debemos procurar dejar las cosas mejor que nos las hemos encontrado.
ORACIÓN FINAL
Al tocar la luz del día de mis ojos, Señor, mi corazón se levanta hacia ti en busca de tu mirada.
Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate atento, Señor: sé cercano a mi mano abierta.
Da respuesta a mi pregunta, ayúdame en mi inquietud.
Tú que eres mi Señor, y mi Dios en quien yo confío.
A ti abro mi ser, mis ganas de vivir; de mañana, en tus manos pongo mis miedos; de mañana, en tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda; de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos.
Oye mi voz, Señor, tú que eres bueno, y alienta mi vida que busca en ti luz y calor. (Página central hoja dominical “Eucaristía”)
Expliquemos el Evangelio a los niños.

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domingo, 28 de junio de 2015

29 DE JUNIO: SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO.





“Ahora te digo yo: Tú eres Pedro. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”
29 DE JUNIO
SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
1ª Lectura: Hechos 12,1-11
Ahora sé realmente que el Señor me libró de las manos de Herodes.
Salmo 33
El Señor me libró de todas mis ansias.
2ª Lectura: 2 Timoteo 4,6-8.17-18
Me está reservada la corona de la justicia.
EVANGELIO DEL DÍA
Mateo 16,13-19
“Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
REFLEXIÓN
            Pedro fue el primero de los apóstoles. No el primer en el orden cronológico sí el primero en el grupo de los discípulos. En el evangelio de hoy escuchamos las palabras que el mismo Jesús le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Pedro encabezó el grupo de los apóstoles, y por eso, hasta hoy, el Papa es considerado el sucesor  de Pedro. Simón era un pescador, un hombre sencillo, pero un hombre apasionado, que vio en Jesús a aquel que podía dar sentido a su vida, y por esto lo siguió. Débil como nosotros, vivió la dificultad de reconocer la fe, y negó a Jesús tres veces, pero después también, tal como explica el libro de los Hechos de los apóstoles, dio testimonio de Jesús, hasta entregar la vida, ya que fue encarcelado y murió en Roma.
            Pablo es el otro gran apóstol. Él no conoció a Jesús y, más aún, durante unos años fue un judío perseguidor de cristianos. Todos recordamos cómo Saulo se convierte, descubre la fe en Jesús y pasa a ser el gran apóstol de los gentiles, de los que no eran judíos, el que irá predicando el evangelio por todo el Mediterráneo con sus viajes, con sus cartas. Pablo también acabará encarcelado y mártir en Roma. Sus cartas, con tanta frecuencia proclamadas en nuestras celebraciones, nos ayudan a conocer su carisma y su mensaje. En la segunda lectura escuchamos el testimonio de cómo se sintió llamado y enviado por el mismo Jesús, y la entrega de su vida por la causa del evangelio, con la ayuda de Dios, y con la confianza de que encontrará el premio en la justicia de Dios.
 
            Pedro y Pablo. Los dos grandes apóstoles. Los fundamentos de la Iglesia. La celebración de hoy debe ayudarnos a fortalecer nuestra fe. Pedro y Pablo fueron dos hombres sencillos, cada uno con su historia, con sus debilidades y dificultades, aunque también fueron unos testigos firmes de Jesús, hasta dar los dos la vida en el martirio en Roma. De ellos, de los apóstoles, de Pedro y Pablo, nos viene nuestra fe, que se ha ido transmitiendo de generación en generación y en la unidad de la Iglesia. Nosotros también somos hombres y mujeres sencillos, débiles, que a veces nos cuesta creer y  nos cuesta ser unos auténticos discípulos de Jesús, pero en Pedro y Pablo encontramos un modelo, un ejemplo, un motivo para animarnos, para sentirnos de veras seguidores de Jesús, miembros de su Iglesia. Al mismo tiempo rezamos a Dios por intercesión de Pedro y Pablo: por la Iglesia, por el Papa, por los obispos, por todos los que tienen un carisma de servicio dentro de la Iglesia, por todos los cristianos y cristianas del mundo que nos mantengamos firmes en la fe.
            En el evangelio de hoy escuchamos aquella escena en la que Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Y los discípulos le responden: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Entonces Jesús les dice: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? A lo que Pedro, con convicción, responde: “Tú eres el Mesías el Hijo de Dios vivo”. Hoy Jesús vuelve a preguntarnos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Y cada uno de nosotros tiene que encontrar su respuesta: ¿Quién es Jesús para mí? Ojalá que seamos capaces de responder como Pedro reconociendo que Jesús es el Señor, el Hijo de Dios, aquel que da sentido a nuestra vida, aquel en quien podemos encontrar las raíces más profundas de nuestro ser. Que la profesión de fe de Pedro, y también de Pablo, sea hoy ejemplo y ánimo para que cada uno de nosotros hagamos también nuestra propia y personal profesión de fe.
ENTRA EN TU INTERIOR
EL SERVICIO DE PEDRO       
Jesús conversa con sus discípulos en la región de Cesarea de Filipo, no lejos de las fuentes del Jordán. El episodio ocupa un lugar destacado en el evangelio de Mateo. Probablemente, quiere que sus lectores no confundan las «iglesias» que van naciendo de Jesús con las «sinagogas» o comunidades judías donde hay toda clase de opiniones sobre él.
Lo primero que hay que aclarar es quién está en el centro de la Iglesia. Jesús se lo pregunta directamente a sus discípulos: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde en nombre de todos: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Intuye que Jesús no es sólo el Mesías esperado. Es el «Hijo de Dios vivo». El Dios que es vida, fuente y origen de todo lo que vive. Pedro capta el misterio de Jesús en sus palabras y gestos que ponen salud, perdón y vida nueva en la gente.

 
Jesús le felicita: «Dichoso tú… porque eso sólo te lo ha podido revelar mi Padre del cielo». Ningún ser humano «de carne y hueso» puede despertar esa fe en Jesús. Esas cosas las revela el Padre a los sencillos, no a los sabios y entendidos. Pedro pertenece a esa categoría de seguidores sencillos de Jesús que viven con el corazón abierto al Padre. Esta es la grandeza de Pedro y de todo verdadero creyente.
Jesús hace a continuación una promesa solemne: «Tú eres Pedro y sobre testa piedra yo edificaré mi Iglesia».  La Iglesia no la construye cualquiera. Es Jesús mismo quien la edifica. Es él quien convoca a sus seguidores y los reúne en torno a su persona. La Iglesia es suya. Nace de él.
Pero Jesús no es un insensato que construye sobre arena. Pedro será «roca» en esta Iglesia. No por la solidez y firmeza de su temperamento pues, aunque es honesto y apasionado, también es inconstante y contradictorio. Su fuerza proviene de su fe sencilla en Jesús. Pedro es prototipo de los creyentes e impulsor de la verdadera fe en Jesús.
Este es el gran servicio de Pedro y sus sucesores a la Iglesia de Jesús. Pedro no es el «Hijo del Dios vivo», sino «hijo de Jonás». La Iglesia no es suya sino de Jesús. Sólo Jesús ocupa el centro. Sólo el la edifica con su Espíritu. Pero Pedro invita a vivir abiertos a la revelación del Padre, a no olvidar a Jesús y a centrar su Iglesia en la verdadera fe.

                        José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Todos tenemos que pasar por el proceso de maduración que pasaron Pedro y Pablo. Del aprendizaje de una doctrina a la vivencia hay un gran trecho que todo cristiano debe haber recorrido. Sin ese paso la fe se convierte en pura teoría que ni nos salva ni nos permite ayudar a los demás a salvarse. Tal vez esté aquí la causa de nuestro fracaso a la hora de trasmitir lo que llamamos nuestra religión.
 El paso de la creencia a la vivencia es una tarea que dura toda la vida. Nunca terminamos de dar el paso, porque nos encontramos más a gusto con las seguridades que nos da nuestro Dios fabricado a medida, que la total confianza en el Dios de Jesús que es cosa muy distinta. 
 Tanto Pedro como Pablo eran personas muy religiosas que se encontraban tan a gusto dentro de su judaísmo. Fue el contacto con Jesús, el que desbarató esa seguridad y les hizo entrar en la dinámica de una auténtica relación con ese Dios que es amor.
ORACIÓN
            Señor, en esta fiesta grande de la Iglesia, pones ante mí las gigantescas figuras de tus mayores apóstoles. Miro a Pedro, y evoco tantos pasajes del evangelio en los que destaca su fuerte espontaneidad, siempre en defensa tuya, dando la cara por ti, aunque no siempre acierta y llega a caer negándote: luego viene el arrepentimiento, la entrega total a ti y a tu Iglesia hasta la muerte, en la cruz, como tú; su sangre lava toda su vida. Y Pablo, el perseguidor de la Iglesia, el perseguidor que terminó siendo perseguido por ti y que daría también su vida por ti.
            Dos llamadas grandes a mi conversión personal y a la conversión comunitaria. Haz que sepa responder como él, que ya no sea yo quién viva, sino que tú vivas en mí.

 

lunes, 22 de junio de 2015

28 DE JUNIO: XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


 

“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.”

28 DE JUNIO
XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-24
La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo.
Salmo 29
 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
2ª Lectura: 2ª Corintios 8,7.9.13-15
Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los hermanos pobres.
EVANGELIO
Marcos 5,21-43
“En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se le acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: -¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le contestaron: -Ves como te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”. Él seguía mirando alrededor, para ver quien había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: -Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija se la muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas; basta que tengas fe. No permitió que le acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépitos y qué lloros son estos? La niña no está muerta está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: -Talitha qumi”(que significa: “contigo hablo, niña, levántate”). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar, tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.”
REFLEXIÓN

            Goethe decía: “El milagro, es el niño preferido de la fe”. Por eso Jesús no hacía milagros por puro lucimiento, por fama, por poder o prestigio y mucho menos donde faltaba la fe. La coletilla que acompañaba siempre al milagro era como las del evangelio de hoy, a la mujer que padecía flujos de sangre: “Hija, tu fe te ha salvado”. A Jairo, el jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”.
            La fama de Jesús no tardó en extenderse. Sus palabras sorprendían. Sus prodigios eran comentados. Su perdón no dejaba a nadie indiferente. Su mirada sorprendía, porque miraba amando.  Muy pronto se convirtió en alguien especial que era buscado, esperado y requerido para sanar y cambiar la realidad de sufrimiento que vivían muchas personas: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Quien le tocaba quedaba curado. Quien le escuchaba quedaba transformado. Quien le seguía descubría un horizonte nuevo de vida.
            El Evangelio nos enseña a “tocar la realidad” a entrar en contacto con las personas y las situaciones que viven. Tocar la realidad es sentir que el otro me pertenece, que su vida forma parte de la mía, que su dolor me duele. Un mensaje que supera la solidaridad para convertirse en auténtica experiencia fraterna. Tocar la realidad nos transforma y nos salva.
            La voluntad de Dios es la vida de las personas: “Yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en plenitud”. Su alegría es nuestro bien. Dios apuesta ilimitadamente por nosotros, por nuestro bien y por el bien de todo el mundo. Su proyecto de amor lo vemos en la actividad sanadora de Jesús y en su entrega apasionada y absoluta por cada persona. La alegría y la voluntad de Dios es la felicidad de todos y cada uno de sus hijos.

ENTRA EN TU INTERIOR.
HERIDAS SECRETAS             
No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida en medio del gentío que sigue a Jesús. No se atreve a hablar con él como Jairo, el jefe de la sinagoga, que ha conseguido que Jesús se dirija hacia su casa. Ella no podrá tener nunca esa suerte.
Nadie sabe que es una mujer marcada por una enfermedad secreta. Los maestros de la Ley le han enseñado a mirarse como una mujer «impura», mientras tenga pérdidas de sangre. Se ha pasado muchos años buscando un curador, pero nadie ha logrado sanarla. ¿Dónde podrá encontrar la salud que necesita para vivir con dignidad?
Muchas personas viven entre nosotros experiencias parecidas. Humilladas por heridas secretas que nadie conoce, sin fuerzas para confiar a alguien su «enfermedad», buscan ayuda, paz y consuelo sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables cuando muchas veces sólo son víctimas.
Personas buenas que se sienten indignas de  acercarse a recibir a Cristo en la comunión; cristianos piadosos que han vivido sufriendo de manera insana porque se les enseñó a ver como sucio, humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el sexo; creyentes que, al final de su vida, no saben cómo romper la cadena de confesiones y comuniones supuestamente sacrílegas... ¿No podrán conocer nunca la paz?
Según el relato, la mujer enferma «oye hablar de Jesús» e intuye que está ante alguien que puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de su vida entera. Jesús no habla de dignidad o indignidad. Su mensaje habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora.
La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. No se siente con fuerzas para mirarle a los ojos: se acercará por detrás. Le da vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo físicamente: le tocará solo el manto. No importa. No importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.
Lo dice él mismo. Esta mujer no se ha de avergonzar ante nadie. Lo que ha hecho no es malo. Es un gesto de fe. Jesús tiene sus caminos para curar heridas secretas, y decir a quienes lo buscan: «Hija, hijo, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud».
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            La generosidad es la distinción del creyente. Es la actitud de aquel que ha sentido el amor y la entrega de Jesucristo. Es la actividad de toda la comunidad cristiana, la Iglesia, que se desvive por los favoritos del Evangelio: los necesitados. La generosidad, la solidaridad y el trabajo por la justicia es participación del plan salvador de Dios que sigue actuando hoy. La Iglesia es sacramento de Dios, testimonio de vida, y apuesta por todos. Trabajar por la vida de las personas y hacer presente hoy, con todos, la salvación de Dios. Igualar la realidad para que nadie quede postrado. Compartir los recursos y ayudar a levantar a quien la historia, la vida o el entorno ha dejado por los suelos. En definitiva, repetir lo que hizo Jesucristo.
Dios transforma todo lo que toca. Él quiere la vida y la felicidad de sus Hijos. Nosotros sentimos que nos ama y nos desea. Nuestra respuesta es una vida que piensa en el prójimo y que apuesta por un mundo donde nadie pase necesidad. Aún queda mucho por hacer, pero juntos podemos hacerlo posible.
ORACIÓN FINAL
            Oh Padre, reconocemos que tú has creado todo para la vida: has puesto en nosotros el germen divino de tu creación fecunda. A los esposos, has concedido experimentarlo en el engendramiento de los hijos; a quienes se consagran a tu amor les has entregado la bendición para los pobres de la tierra; a los sacerdotes, el poder del cuerpo roto y de la sangre derramada de tu Hijo. Te pedimos hoy, Señor, que nos hagas una sola cosa en el amor, para que podamos alimentar en la mesa de la eucaristía todo lo que somos: nuestra mente, con el recuerdo de tu vida entregada en la cruz; nuestro corazón, dilatado por tu amor por cada mujer y cada hombre; nuestro cuerpo, consumido por la impaciencia de la caridad activa.
            Y, transformados de este modo, día tras día, a la medida de tu Hijo sacrificado, podremos saborear la bondad infinita de la vida.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imagen de Fano







La tierra, mi niña enferma, du
La tierra, mi niña enferma, duerme. Talita Kumi, ¡despierta!
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martes, 16 de junio de 2015

21 DE JUNIO: XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



 
“Quién este? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!
21 DE JUNIO
XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Job 38,1-11
Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.
Salmo 106
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
2ª Lectura: 2 Corintios 5,14-17
Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
EVANGELIO
Marcos 4,35-40
“Aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: -Pasemos a la otra orilla. Ellos dejaron a la gente y le llevaron en la barca, tal como estaba. Otras barcas le acompañaban. Se levantó entonces una fuerte borrasca y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de hundirse. Jesús estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y le despertaron, diciéndole: -Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Él se levantó, increpó al viento y dijo al lago: -¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. Y a Ellos les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe? Ellos se llenaron de un gran temor y se decían unos a otros: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?”
Versión para América Latina, extraída de la biblia del pueblo de Dios
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".
REFLEXIÓN
            No podemos quedarnos en la lectura “milagrosa” de esa escena insólita: una borrasca tornada súbitamente en bonanza, olvidando que los evangelios fueron escritos desde la fe y la experiencia pascual de los apóstoles y primeros cristianos. En el dato hemos de ver también una auto-manifestación de Jesús como Dios. Y desde aquí pasar a una lectura eclesial del episodio. Desde siempre la tradición patrística y eclesial vio en el grupo de los discípulos que reman desesperadamente dentro de la barca zarandeada por la tempestad, una imagen de la Iglesia. Si no zozobra en las borrascas  es porque Jesús va con ella en la travesía, aunque a ratos no captemos los signos de su presencia por el Espíritu y creamos que duerme dejándonos solos ante los peligros.
            Jesús dormía en la barca, pero más dormida estaba la fe de sus discípulos. Como con un calco, podemos trasladar la escena a la situación de la Iglesia, tanto la de los orígenes que pronto conoció la persecución, como la Iglesia de hoy y de todos los tiempos que camina entre cansancios y esperanzas hacia Dios. Debido a nuestra poca fe a veces nos ponemos nerviosos, pero Jesús no falla. El guía siempre a su Iglesia, lo mismo en tiempo de calma que de crisis y adversidad. Él lo prometió y lo cumple. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos. Por eso el poder del infierno y del mal no hundirá su Iglesia.
            Hay momentos de prueba para nuestra fe similares a los de la tormenta en el lago, para los discípulos. Cuando la tempestad nos azota despiadada, cuando la Iglesia de Cristo es perseguida, cuando como a Job nos visita insistentemente el dolor, cuando el mal triunfa y se oscurecen los valores del bien y de la virtud, cuando sufrimos injustamente, cuando la pobreza, la enfermedad o la muerte hacen altaneramente acto de presencia en nuestra vida, cuando en una palabra nos duele el silencio de Dios que parece estar “durmiendo tranquilo” como Jesús en la barca, surge espontánea la queja en nuestros labios: Señor, ¿no te importa que nos hundamos?
            Solamente desde la fe tienen respuestas estos problemas y nuestros interrogantes interiores, esos que nos hacemos tantas veces ante las desgracias y los males que vemos a nuestro alrededor.
            Pero solo en la fe está la respuesta. Con Job nos preguntamos a veces si Dios “se entera” de lo que pasa en este mundo nuestro. Y Dios habla a Job desde la tempestad, le revela la trascendencia de su ser y de sus designios, que el hombre ha de acatar con fe sumisa y obediente.
            La fe y la esperanza cristianas no defraudan, porque si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿ Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? En todo venceremos por Aquel que nos ha amado, y nada podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rm 8,31-39)
            Por eso dice san Pablo en la segunda lectura: “Nos apremia el amor de Cristo… El murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí sino para el que murió y resucitó por ellos… El que vive con Cristo es creatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo”.
            En el amor de Dios manifestado en Cristo radica la urgencia cristiana de lo nuevo, la base más sólida de una respuesta de fe y de amor a otro amor que nos ha precedido y nos acompaña en todo momento y situación por delicada e incluso desesperada que pueda parecernos.
ENTRA EN TU INTERIOR
¿POR QUÉ SOMOS TAN COBARDES?
«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Estas  dos preguntas  que Jesús dirige a sus discípulos no son, para el evangelista Marcos, una anécdota del pasado. Son las preguntas que han de escuchar los seguidores de Jesús en medio de sus crisis. Las preguntas que nos hemos de hacer también hoy: ¿Dónde está la raíz de nuestra cobardía? ¿Por qué tenemos miedo ante el futuro? ¿Es porque nos falta fe en Jesucristo?
El relato es breve. Todo comienza con una orden de Jesús: «Vamos a la otra orilla». Los discípulos saben que en la otra orilla del lago Tiberíades está el territorio pagano de la Decápolis. Un país diferente y extraño. Una cultura hostil a su religión y creencias.
De pronto se levanta una fuerte tempestad, metáfora gráfica de lo que sucede en el grupo de discípulos. El viento huracanado, las olas que rompen contra la barca, el agua que comienza a invadirlo todo, expresan bien la situación: ¿Qué podrán los seguidores de  Jesús ante la hostilidad del mundo pagano? No sólo está en peligro su misión, sino incluso la supervivencia misma del grupo.
Despertado por sus discípulos, Jesús interviene, el viento cesa y sobre el lago viene una gran calma. Lo sorprendente es que los discípulos «se quedan espantados».
Antes tenían miedo a la tempestad. Ahora parecen temer a Jesús. Sin embargo, algo decisivo se ha producido en ellos: han recurrido a Jesús; han podido experimentar en él una fuerza salvadora que no conocían; comienzan a preguntarse por su identidad. Comienzan a intuir que con él todo es posible.
El cristianismo se encuentra hoy en medio de una «fuerte tempestad»  y el miedo comienza a apoderarse de nosotros. No nos atrevemos a pasar a «la otra orilla».
La cultura moderna nos resulta un país extraño y hostil. El futuro nos da miedo. La creatividad parece prohibida. Algunos creen más seguro mirar hacia atrás para mejor ir adelante.
Jesús nos puede sorprender a todos. El Resucitado tiene fuerza para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo. Sólo se nos pide fe. Una fe que nos libere de tanto miedo y cobardía, y nos  comprometa a caminar tras las huellas de Jesús.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Estamos sometidos, pues, a las tempestades desencadenadas por el espíritu del mal, pero, como bravos marineros vigilantes, llamamos al piloto adormecido. Ahora bien, también los pilotos se encuentran normalmente en peligro. ¿A qué piloto deberemos dirigirnos entonces? A aquel a quien no superan los vientos, sino que los manda, a aquel de quien está escrito: “Él se despertó, increpó al viento y a las olas”. ¿Qué quiere decir que “se despertó”? Quiere decir que descansaba, pero descansaba con su cuerpo, mientras que su espíritu estaba inmerso en el misterio de la divinidad.
            Jesús había pasado la noche en oración: ¿de qué modo podía dormir ahora durante la tempestad? Este sueño revela la conciencia de su poder: todos tenían miedo, mientras que sólo él descansaba sin temor. Pero aunque duerme su cuerpo, su divinidad vigila y actúa la fe. Por eso dice: “¿Por qué habéis dudado, hombres de poca fe?”. “Se merecen el reproche, por haber tenido miedo aun estando junto a Cristo, siendo que nadie puede perecer si está unido a él. De este modo corrobora la fe y vuelve a hacer reinar la calma.”
ORACIÓN
            Padre, fuente de la vida y fin último de toda criatura, manifiéstanos tu rostro de bondad y libéranos de nuestros miedos. Concédenos una fe sin fisuras incluso en los momentos de tempestad, a fin de que seamos capaces de poner nuestra confianza no en nuestras propias fuerzas, sino en ti, que estás presente junto a nosotros.
            Haznos verdaderos discípulos de Jesucristo, que nos ha revelado tu rostro de padre, y haz que estemos atentos a los signos de su camino continuo en nuestra historia. Haz que sepamos reconocerle en el amor y en el testimonio de muchos hermanos. Envíanos tu Espíritu para que nos asista en la tarea de discernir tu proyecto sobre nosotros, nos ayude a cumplir tu voluntad, a fin de construir con confianza y paciencia ese mundo nuevo que tú nos dejas entrever en la resurrección de Jesús.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.
“Con FE no te hundes”

Para colorear.

 
 
Imagen proporcionada por Catholic.net