COMENZAMOS EL TIEMPO SANTO DE LA CUARESMA
LA CUARESMA: TIEMPO DE CONVERSIÓN
Y DE GRACIA.
Os anuncio, hermanas y hermanos, un tiempo favorable,
un tiempo de Gracia y de Salvación.
Empezamos el tiempo santo de la
Cuaresma, tiempo litúrgico fuerte, tiempo espiritual intenso, cuarenta días de
camino hacia la Pascua de Cristo, nuestra Pascua.
Queremos, con la ayuda del Espíritu,
que sea un tiempo de gracia. Un tiempo de conversión, es decir, de renovación,
de rejuvenecimiento, de superación. Un tiempo para crecer, para ser, para amar.
Crecer: en la fe, en la esperanza,
en la caridad, en el conocimiento de Cristo, en el desarrollo de las propias
capacidades y talentos.
Ser: en línea de autenticidad humana
y cristiana. Ser más humanos quiere decir más libres, más responsables, más
justos y solidarios. Ser más cristianos quiere decir ser más conscientes y
consecuentes de lo que confesamos y creemos, estar más compenetrados con los
criterios y actitudes de Jesucristo, identificarnos con él.
Amar: porque éste es el verdadero
camino para el crecimiento y la vivencia cristiana. Somos y creemos en la
medida que amamos. Y amar significa compartir, servir, entregarse. Es un camino
que nunca acabamos de recorrer.
Por eso no es un tiempo triste. Se
trata de un tiempo gozoso. Tiempo de humanización y de divinización. Tiempo de
libertad, de creatividad, de interioridad, de verdad, de crecimiento
espiritual, de rejuvenecimiento.
Tiempo de cambio, de conversión que
te plenifica como persona.
Es tiempo de salvación y de libertad.
Mirad, Dios no está en nuestra
contra. Dios está de parte del hombre y quiere ejercer misericordia con los que
reconocen, con valentía, su realidad más descuidada.
El Señor nos invita a salir de
nosotros mismos y a recorrer un camino insospechado, como lo hizo Abrahán y
todos los que, como él, han puesto su confianza en el Señor.
Un camino de cinco semanas, donde se
nos invita a morir al hombre viejo, como el grano de trigo en la tierra, para
resurgir en espigas de primavera en el tiempo santo de la Pascua, que en
definitiva es hacia donde la Cuaresma nos conduce.
En la primera semana se nos invitará
a caminar hacia un mundo nuevo.
Un mundo que se construye a golpes
de amor y a golpes de gracia, un mundo nuevo que se construye intentando ser
cada día más santos: “Sed santos, como vuestro Padre celestial es santo”.
Esta primera semana nos centra en lo
esencial; santidad y la vida como servicio a los hermanos.
En la segunda semana se nos invita a
recorrer el camino de la misericordia.
Abrir los brazos a todos, acercarnos
a todos y dar cabida a todos es el mensaje de la predicación de Jesús y debe
ser también el nuestro.
En la tercera semana se nos invita a
renovar nuestro bautismo.
La Samaritana va al pozo, como todos
los días, a sacar agua que apague la sed por un momento, y se encuentra con un
agua que “salta hasta la vida eterna”. En el fondo del pozo queda su vida
pasada; en el brocal del pozo se le ofrece el agua nueva que le salva: Jesús de
Nazaret y su palabra
En la cuarta semana es la semana de
la luz, como el ciego de nacimiento, debemos pedir que podamos ver, que se
disipen las tinieblas de nuestros ojos y de nuestra alma.
El ciego de nacimiento es el
personaje que orienta la semana: ver la luz, renacer a la claridad y vivir como
hijos de la luz es el gran mensaje de la semana.
La quinta semana es la semana de la
vida. “Yo soy la resurrección y la vida”, dice Jesús; quién cree en mí, aunque
haya muerto vivirá.
Dios es el Dios de la vida, y en la
persona de su Hijo Jesucristo, ha venido para que tengamos vida y la tengamos
en plenitud.
Esto nos tiene que hacer luchar con
fuerza por todas las víctimas de la cultura de la muerte: los ancianos
abandonados y solos, los niños abandonados por la guerra o por el hambre, los
no nacidos, las mujeres maltratadas. Tantos y tantas sin una vivienda digna,
sin un trabajo estable. Tantos y tantas viviendo, durmiendo, muriendo, en la
calle.
En definitiva, en este tiempo santo
de la cuaresma, se te grita con fuerza: “Levántate y anda”. Cambia el mundo.
Recorre el camino de la misericordia. Revitaliza tu bautismo. Abre los ojos,
ilumínate e ilumina al otro. Vive y defiende la vida.
Sólo así no buscarás más entre los
muertos al que vive.
Un abrazo a todos, y que este tiempo
santo que comenzamos nos rejuvenezca en cuerpo y alma.
Tomás García Torres
SEMANA DE CENIZA
La Cuaresma comienza al son de trompetas. Todo el
pueblo es convocado al ayuno en la Iglesia, asamblea santa. Al final de la
cincuentena pascual, el profeta Joel anunciará la efusión del Espíritu sobre
“toda carne” (Pentecostés). El ayuno de la cuaresma no es una práctica de
penitencia individual, sino una larga celebración en la que la Iglesia convoca
a los hombres para que dejen que el Espíritu renueve sus corazones. Entonces,
del polvo de nuestras cenizas brotarán la vida y la fiesta.
Hoy debemos partir, recuperar
nuestros orígenes nómadas, tomar el camino de la vida. Camino de cruz, hecho de
humildad, desprendimiento interior, justicia y amor al hombre. Camino por el
que la Iglesia va a la búsqueda del Esposo que le ha sido arrebatado, en el
silencio del desierto y la verdad del corazón. Pero la fe sabe que la cruz
anuncia la resurrección y que ninguna noche se prolonga sin desembocar en la
aurora pascual. Los pecadores ya están invitados a la mesa mesiánica por aquel
que ha venido a llamar a los enfermos y no a los sanos.
¿No debería ser nuestro ayuno, en el
sentido estricto del término, un “ayuno eucarístico”, un despojarse de todo
para, al fin, gustar la alegría de la mesa de la reconciliación? Mesa en la que
el Esposo nos da ya el nuevo vino de la fiesta. El cristiano, cuando hace
penitencia, conoce la paz interior de la vida y del perdón y, si va al
desierto, es porque allí puede Dios hablar a su corazón; pero en el silencio, y
en esta ausencia, que es la única que puede abandonar nuestro deseo.
¡Es hermoso ayunar para ti, Dios,
vida nuestra, y dejar que el hambre profundice en nosotros el deseo de un mayor
amor!
Siguiendo a tu Hijo Jesús, iremos al
desierto, y de nuestro despojo de cada día renacerá una humanidad nueva, fruto
de la gracia y la pobreza.
Bendito seas por la mesa del pan
partido, donde son reconciliados los que se dan a ti sin reservas. Y bendito sea el día en que tu
Iglesia conozca con qué ternura la amas mientras camina por los duros senderos
de la cruz.
5 DE MARZO 2014
MIÉRCOLES DE CENIZA
1ª Lectura: Joel 2,12-18
Rasgad los corazones y no las vestiduras.
Salmo 50
Misericordia, Señor: hemos pecado
2ª Lectura: 2 Corintios 5,20-6,2
Reconciliaos con Dios: ahora es tiempo favorable.
1ª Lectura: Joel 2,12-18
Rasgad los corazones y no las vestiduras.
Salmo 50
Misericordia, Señor: hemos pecado
2ª Lectura: 2 Corintios 5,20-6,2
Reconciliaos con Dios: ahora es tiempo favorable.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 6,1-6.16-18
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidad
de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en
cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto,
te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta
rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea
la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar,
entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo
escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no
andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a
la gente que ayunan: Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio,
cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note,
no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre que ve en lo
escondido, te recompensará.
Versión para América Latina, extraída
de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de
los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna
recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas
pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las
calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su
recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo
que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a
ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles,
para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en
lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como
hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les
aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava
tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino
por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”.
REFLEXIÓN
COMENZAMOS LA CUARESMA
Con el Miércoles de Ceniza
empezamos, un año más, la celebración de la Cuaresma. Toda la Iglesia está
invitada a ponerse en camino hacia la Pascua con un corazón nuevo, con un
corazón renovado. Los textos litúrgicos serán nuestra guía, nuestra compañía,
en este tiempo santo. Tenemos que dejarlos hablar, para poder recoger su mensaje
salvífico. Tenemos que estar abiertos a este “tiempo favorable”. Si de verdad
nos implicamos en esta propuesta de conversión, en esta aventura de gracia, si
de verdad nos reconciliamos con Dios, será un camino de liberación y de vida
renovada.
LOS
GRITOS DE LA CUARESMA
Los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece en
este primer día de la Cuaresma, nos invitan a la conversión, a centrarnos en lo
esencial, a preguntarnos por qué, tan a menudo, cosas sin importancia, pasan a
ser importantes en nuestra vida hasta el punto de distraernos de las relaciones
con Dios, con los hermanos, y de descentrarnos a nosotros mismos.
El profeta Joel llama al pueblo a la conversión
interior y sincera, a huir de la ritualidad puramente externa, con frases como
éstas: “Convertíos a mí de todo corazón…” “Rasgad los corazones, no las vestiduras”.
En el salmo, en sintonía con las lecturas,
cantamos: “…por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado…, crea en mí un corazón puro…, renuévame por dentro con
espíritu firme, no me arrojes lejos de tu rostro…”, “no me quites tu Santo
Espíritu”, “devuélveme la alegría de tu salvación…
Pablo describe la salvación como gracia, como don
gratuito que hemos de acoger, y nos invita: “os pedimos que os reconciliéis con
Dios”.
TRES PUNTOS
IMPORTANTES A TENER EN CUENTA
• Piedad auténtica: limosna, oración, ayuno. Esto nos
remarca el texto evangélico de hoy, en la sección central del Sermón de la
Montaña de San Mateo. Aquí Jesús exhorta a una espiritualidad auténtica.
• Cuaresma, tiempo de gracia y de
reconciliación. El protagonismo de este tiempo no lo tienen nuestras obras, por
muy buenas que sean, sino la gracia de Dios. En el centro de la reconciliación
de Dios con el hombre y del hombre con Dios está la obra de Cristo: “Al que no
había pecado Dios lo hizo expiación por nuestros pecados, para que nosotros,
unidos a él, recibamos la justificación de Dios”. Cada uno de nosotros ha de
sentirse acogido por Dios, tal como lo expresa Pablo en este texto, cuando cita
a Isaías 49,8: “en tiempo favorable te escuché, en día de salvación viene en tu
ayuda”. La conclusión que saca el apóstol conviene que tenga eco a lo largo de
toda nuestra vida: “Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la
salvación”.
• Al final, dominando todo el horizonte,
la Pascua. En ningún momento de estos cuarenta días, debemos olvidar la meta a
la que nos conduce: la Pascua. Las oraciones litúrgicas de estos días, van a
incidir en ello: “Que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con
el corazón limpio, a la celebración del misterio pascual de tu Hijo…”,
“…concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, el perdón de los pecados;
así podremos alcanzar, a imagen de tu Hijo resucitado, la vida nueva de tu
reino…”.
Esto es lo que hemos dicho a nuestro Padre Dios
este Miércoles de Ceniza, ahora es una nueva oportunidad, tal como nos ha
recordado Pablo. Cuando se trata de avanzar en la conversión del corazón
partimos del protagonismo del Padre que nos ha regalado su gracia. Es la
gracia, derramada en nuestro corazones con el Espíritu que se nos ha dado, la
que nos capacita para amar tal como Jesús amó, para actuar con misericordia,
para dar ternura, para orar con confianza, para ser sencillos, para perdonar a
quien nos ha ofendido, para reconocer la propia pequeñez, para ayudar con más
desprendimiento, para ser más compasivos con nuestros hermanos más necesitados,
los más pobres, los enfermos, los ancianos, los niños… y tantas y tantas
maravillas, que la gracia de Dios nos permite realizar.
Por tanto una
llamada al arrepentimiento, a convertirnos al Dios del amor y el perdón,
que ha hecho su obra en Jesucristo. Es
un tiempo favorable para la reconciliación, como nos ha recordado Pablo en la
segunda lectura.
La Iglesia nos
propone los tres gestos tradicionales: la oración, el ayuno y la limosna.
Son los signos de la conversión en los
tres ámbitos de nuestra vida.
• LA ORACIÓN: Momento tranquilo de
nuestra comunión con Dios, para escuchar su Palabra y para depositar nuestra
confianza en Él, en un mundo que ignora la oración y se olvida de Dios.
• EL AYUNO: Esfuerzo de austeridad
personal en la comida, en los gastos, en la ostentación exterior, en un clima
social tan inclinado a valorar la riqueza y el poder.
• LA LIMOSNA: Signo de la generosidad
hacia los demás, especialmente a los más necesitados.
Sin olvidar el
acento evangélico: lo que importa es el corazón abierto y sincero: “Cuidad de
no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos…”, hemos escuchado en el evangelio.
Toda la Cuaresma será la
contemplación del camino de Jesús y el impulso para todos nosotros por hacerlo
con él, como aprendizaje de la vida verdadera.
La ceniza de este miércoles es ya
ceniza de resurrección. Dios es capaz de sacar vida de la muerte y resurrección
de las cenizas, como brota la espiga del grano que muere en la tierra.
Este tiempo de Cuaresma es una nueva oportunidad
para aprovechar al máximo la gracia de Dios, y trabajar para que por fin, la
Pascua de la justicia, del amor y de la paz,
llegue a todos. Para que por fin todas las armas se conviertan en rosas,
todas las alambradas de espinas, en setos verdes y floridos, todas las cruces
en luces de la aurora, todos los muros que dividen, en arcoíris, que hombres,
mujeres y niños puedan vivir sin
sobresaltos.
Comencemos, hermanas y hermanos y vivámosla
intensamente, vivámosla como rejuvenecimiento interior, que podamos renacer en
espigas de primavera en la mañana santa de la Pascua.
ENTRA EN TU
INTERIOR
La gracia de Dios nos permite
enternecer nuestros corazones y escuchar la Palabra de Dios. Precisamos, sin
embargo, de una actitud humilde a fin de acoger los dones de Dios, tener
aquella confianza en los hijos que esperan las caricias de sus padres. Nosotros
también esperamos que nos llegue la ternura de Dios, sus caricias manifestadas
en los sacramentos, en su Palabra, en las personas, en los hechos cotidianos,
en los que sufren.
Sé, Señor, que ahora es el momento
de colaborar contigo para hacer posible mi cambio. La Cuaresma quiere
recordarme que tengo que hacer algo, aunque sea poco.
ORA EN TU
INTERIOR
Dar limosna, o lo que es lo mismo, cambiar mi ideal
de tener por el de compartir. Y esto será posible, Señor, si como me dice San
Pablo, comienzo a considerar a los demás, sobre todo a los más pobres y
necesitados, como superiores a mí.
Quiero, Señor, poner amor en todas
las exigencias cuaresmales, aunque sean difíciles, pero sé que si pongo amor,
seguramente se transformarán en momentos de gozo.
ORACIÓN FINAL
(Salmo 50)
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu
inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo
reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo
pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia
tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me
inculcas sabiduría. Rocíame con agua: quedaré limpio; lávame: quedaré más
blanco que la nieve.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente
mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por
dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo
espíritu.
Hazme oír el
gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado
tu vista, borra en mí toda culpa.
6 DE MARZO
JUEVES DESPUÉS DE CENIZA
PALABRA
DEL DÍA
Lc
9,22-25
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El Hijo
del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes
y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Y, dirigiéndose a todos,
dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz
cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá;
pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. ¿De qué le sirve a uno
ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?”
REFLEXIÓN
Después de anunciar Jesús su
pasión, muerte y resurrección, viene a decir a sus discípulos que ser cristiano
tiene un alto precio, no es un título honorífico. He aquí las condiciones para
su seguimiento: “El que quiera seguirme,
que se niegue así mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues
el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi
causa, la salvará”.
Este es el secreto de la Cuaresma,
perder la vida para ganarla, como Cristo, en plena solidaridad con él. Hemos
comenzado el camino hacia la Pascua, Jesús nos dice, que para alcanzar esa meta
con él hemos de renunciar a algo; más aún, hemos de renunciar a nosotros
mismos.
En el horizonte de la Cuaresma hay que situar la Pascua
como meta y punto de referencia. El camino hacia ese objetivo tiene un doble acento sacramental: la
penitencia y el bautismo, Los tres grandes sacramentos de la renovación
cuaresmal son el bautismo, la reconciliación y la eucaristía, porque los tres
son eminentemente sacramentos pascuales.
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
Dios de la vida, mañana siempre amanecida de nuevo, te
pedimos comprender ya al principio de la Cuaresma el secreto del seguimiento de
Cristo, tu Hijo: autorenuncia y sacrificio para ganar la vida con él.
Sabemos que la cruz es semilla de resurrección, de vida;
haz que la llevemos cada día en unión
con Cristo. Preferimos la vida a la muerte, la gloria a la nada. No permitas,
Señor, que sigamos el camino equivocado. Ser cristiano tiene un precio, y lo
pagaremos gustosos.
Haz, Señor, que sepamos profundizar en nuestro bautismo,
que seamos capaces de dar muerte al pecado para vivir para ti.
¡Ayúdanos, Señor, con la fuerza de tu Espíritu!. Amén.
7 DE MARZO
VIERNES DESPUÉS DE CENIZA
PALABRA
DEL DÍA
Mt
9,14-15
“En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a
Jesús, preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en
cambio, tus discípulos no ayunan?”. Jesús les dijo: “¿Es que pueden guardar
luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día
en que se lleven al novio, y entonces ayunarán”.
REFLEXIÓN
EL AYUNO QUE DIOS
QUIERE.
Una
pregunta malintencionada: “¿Por qué
nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no
ayunan?”. Jesús, que había ayunado durante cuarenta días en el desierto,
responde: “¿Es que pueden guardar luto
los amigos del novio mientras el novio está con ellos?”. No se estila
ayunar en las bodas. Jesús es el novio de los esponsales de Dios con su nuevo
pueblo y con la nueva humanidad de los tiempos mesiánicos, inaugurado por el
reino de Dios en la persona de Cristo.
“Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán”, concluye
Jesús. Cuando les falte el novio –alusión probable a la muerte violenta de
Jesús-, entonces ayunarán sus amigos y discípulos. Es decir, el sentido
figurado del ayuno, sufrirán tristeza y desolación, dificultades y persecución
por serle fieles en la misión recibida. Pero
a partir de Jesús, cumplido el tiempo de la espera, el ayuno no tendrá
el mismo significado de antes.
No
olvidemos que el ayuno que el Señor quiere es la conversión a él y al amor de
los hermanos, es el ayuno del egoísmo, compartiendo con los demás lo que se
tiene.
ENTRA EN TU INTERIOR
Aunque se haya mitigado el ayuno
de alimentos, no se ha mitigado el ayuno del vicio y del pecado, de la soberbia
y de la lujuria, de la obsesión de tener y gastar: San Agustín decía; “Para
ayunar de veras hay que abstenerse, antes de nada, de todo pecado”.
Y de acuerdo con el precioso texto
del profeta Isaías que nos ofrece la liturgia hoy, no olvidemos un vicio del
que hemos de ayunar siempre, y más en Cuaresma: la fiebre del consumismo.
Porque es una bofetada a tantos hermanos y hermanas nuestros que padecen
necesidad.
“El ayuno que Dios
quiere es este: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin
techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne”
ORA EN TU INTERIOR
Gracias, Padre, por este tiempo de
conversión, de cambio. Te bendecimos por Cristo, en quién brilla la esperanza.
Te alabamos por el Espíritu que viene a renovarnos en santidad.
Haz, Señor, que comprendamos que el ayuno que a ti te
gusta es compartir lo nuestro con los hermanos que pasan necesidad.
ORACIÓN FINAL
Te pedimos por los que malogran su
vida amontonando cosas: que descubran el valor de la pobreza, que sean capaces
de cambiar el deseo de poseer, de tener, por el anhelo de compartir. Te
encomendamos a los que carecen aún de lo necesario para vivir con dignidad, que
encuentren la ayuda de una mano generosa. Amén.
8
DE MARZO
SÁBADO
DESPUÉS DE CENIZA
PALABRA
DEL DÍA
Lc
5,27-32
“En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado
Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él,
dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran
banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos
y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo:
“¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?”. Jesús les explicó:
“No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores a que se conviertan”.
REFLEXIÓN
Muy de acuerdo con el pensamiento
profético, Jesús desconfía de una religión que coloca el acento en el culto.
Porque un culto vacío no sirve de
nada. Jesús coloca el acento en la misericordia, interpretada como una señal de
acogida para los pecadores. Con su lenguaje, casi permanentemente paradójico,
Jesús elige a los pecadores y rechaza a los justos, como si se empeñara en
escandalizar nuestra sensibilidad.
Aunque el concepto de justo para
nosotros no es el mismo que el de Jesús.
Nos llama la atención en primer
lugar que son los pecadores los privilegiados en el Reino de Dios. Es Leví, un
pecador público, vendido al poder extranjero y extorsionador de su propio
pueblo, quien es llamado para formar parte del grupo apostólico. Y son pecadores
los que se sientan a la mesa con Jesús.
Pero estos pecadores no se trata de
personas que han cometido tal o cual pecado, sino de personas que viven al
margen de las prácticas religiosas reconocidas
por los escribas y fariseos, son los que desafían a la institución
religiosa, mereciendo, por lo tanto, su condenación.
Esta situación los predispone a
revisar su vida con más libertad, viéndose a sí mismos en cuanto personas y no
como meros miembros de una institución religiosa.
Si no nos reconocemos como
pecadores, podremos pertenecer a una institución religiosa, pero no al reino
anunciado por Jesús.
Declararnos pecadores ante Dios
es, simplemente, presentarnos ante él tal cual somos. Aunque pertenezcamos
formalmente a la Iglesia por el bautismo, no consideremos ese lazo jurídico
como un salvavidas o un certificado de buena conducta.
Jesús no sólo llama a los pecadores
a su mesa, sino que deja a un lado a los justos. Llama irónicamente justos a
los que cumplían estrictamente los mandatos de la institución religiosa,
creyendo, por eso mismo, que su salvación estaba asegurada y que Dios debía
sentirse obligado a compensar sus buenos servicios.
Jesús, en el llamado que hace a
Leví, el futuro apóstol Mateo, manifiesta, una vez más, la coherencia de ese Dios
fiel a sí mismo y al hombre. En la alianza definitiva de amor de Dios por el
hombre, sellada en la sangre de Cristo en la cruz y todavía más en su
resurrección quedó de manifiesto la decisión irrevocablemente amorosa del Padre
por salvar al hombre, esto explica la afirmación de Jesús: No he venido a
salvar a los justos sino a los pecadores.
Todos quedamos incluidos en esta
categoría de pecadores, puesto que ninguno de nosotros podemos alcanzar la
salvación por méritos propios. Así que todos somos llamados como Leví a seguir
a Jesús, es decir a convertirnos en
discípulos para aprender a vivir como hijos de Dios.
Esto es lo que nos hace darnos
cuenta que el culto, el ayuno, la misericordia que Dios quiere es otra cosa.
En este aprendizaje de discípulos,
tiene mucho que ver el trato permanente de Dios que nos permite el conocimiento
que él quiere que tengamos de él. Este conocimiento no es meramente conceptual,
no se trata de saber mucho sobre Dios, sino de vivir a Dios en la persona de su
Hijo Jesucristo, con su mismo sentir y su mismo pensar.
Cuando llegamos a un conocimiento
auténtico de Dios es cuando empezamos a pensar como él piensa, a sentir como él
siente, a hablar como él habla, a amar como él ama.
ENTRA
EN TU INTERIOR
“No tienen necesidad de médico los
sanos, sino los enfermos”. Frase que los Fariseos, enfermos terminales de
orgullo, autosuficiencia y desprecio de los demás, no debieron entender como
dicha también para ellos. En todo caso, las afirmaciones de Jesús sobre la
preferencia por los pecadores y marginados de la salvación, como en la parábola
de la oveja perdida, no excluyen la atención y el amor a los demás, a todo el
que con sinceridad de corazón busca y sigue a Dios, si bien entre cansancio y
esperanzas, como hombres y mujeres débiles que son y somos todos.
Jesús provocó intencionadamente el
escándalo de los puritanos tomando partido por “las ovejas perdidas de la casa
de Israel”, para dejar patente la misericordia de Dios, que incita a la
conversión, acoge y perdona al pecador, es decir, a todos los hombres, a todos
nosotros.
En la última cena, Jesús lavará los
pies de los pecadores. Enviado por Dios, sabe muy bien que el mal no cicatriza
al instante, y que los discípulos le
negaron apenas terminada la cena. Pero también sabe muy bien que la salvación
del hombre está en el amor. Y el amor sólo existe si se comparte la condición
del otro, hasta darle una confianza sin medida. Y precisamente esto es lo que
los judíos nunca podrán comprender. Jamás aceptarán comer con los pecadores… entonces,
¿para qué van a la mesa del Señor?
ORA
EN TU INTERIOR
Tú que sigues viniendo a llamar a
los pecadores, líbranos de nuestra suficiencia, abre nuestros ojos al mal que
nos roe.
¡Señor, ten piedad!.
Tú pones la mesa del perdón y
nosotros nos obstinamos en justificar nuestra conducta.
¡Señor ten piedad!
Mira, somos publicanos y pecadores,
pero tu amor nos ha seducido. Queremos vivir contigo.
¡Señor ten piedad!
Dios santo, amor que no falla, mira
nuestro egoísmo y nuestra pereza: ¡perdónanos y danos tu espíritu! Dios
perfecto, misericordia infinita, mira nuestras divisiones y rencores:
¡sosiéganos y danos tu espíritu!
Dios vivo, Palabra de fuego en el corazón del
hombre, mira nuestra oración que te implora: ¡santifícanos y danos tu espíritu!
ORACIÓN
FINAL
Dios de misericordia, gracias por
tu cariño abrumador. Te bendecimos, Señor, porque en la vocación de Mateo diste
pruebas de creer en el hombre, a pesar todo. Nosotros encasillamos fácilmente a
los demás, pero tú brindas siempre una oportunidad de conversión.
En este día tú me llamas también a
mí personalmente. Quiero mejorar en esta cuaresma, quiero soltar lastre para
seguirte con absoluta disponibilidad y alegría. Ábreme, Señor, los ojos para no
excusar mi conducta y enséñame el camino para que siga tu verdad lealmente.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario