domingo, 23 de febrero de 2014

2 DE MARZO: VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO A





“No podéis servir a Dios y al dinero”.

2 DE MARZO

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

1ª Lectura: Isaías 49,14-15

Yo no te olvidaré.

Salmo 61

Descansa solo en Dios, alma mía.

2ª Lectura: 1 Corintios 4,1-5

El Señor pondrá al descubierto los designios del corazón.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 6,24-34

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Dijo Jesús a sus discípulos:

Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.

Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?

Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?

¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?

¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.

Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.

Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!

No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'.

Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.

Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.

No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción”.

 

REFLEXIÓN

            El evangelio de hoy prosigue la lectura del Discurso evangélico del Monte en el que Jesús proclama las actitudes fundamentales del discípulo para asimilar el nuevo talante del Reino de Dios que Jesús anuncia, pasaje de gran belleza literaria, Jesús define la actitud del cristiano ante el dinero y la subsistencia material que en él se fundamenta. Parece, esta actitud, un eco de la bienaventuranza primera: la de los pobres de espíritu y de hecho.

            “Nadie puede estar al servicio de dos amos… No podéis servir a Dios y al dinero”. Realmente es incompatible el servicio satisfactorio a dos señores. El Dios de la revelación es un Dios “celoso”, como se afirma con frecuencia en el Antiguo Testamento, especialmente en los Salmos y el Pentateuco; por tanto, no admite rival. Pero resulta que el dios dinero, también es totalizante; y cuando se apodera del corazón del hombre destrona cualquier otra deidad.

            Jesús propone la opción a seguir: servir al Señor, abandonándose a su providencia amorosa de Padre. Idea que apoya en dos preciosas imágenes de la naturaleza: Si los pájaros y los lirios del campo son objeto del cuidado de Dios que provee gratuitamente a su subsistencia, cuanto más lo será el hombre que vale mucho más.

            Una doble invitación nos propone Jesús:

            “No os agobiéis por la vida, el alimento y el vestido”. Hasta cuatro veces se excluye en el texto la preocupación angustiosa por el sustento diario. El aviso se dirige tanto al rico a quien le sobre y que puede ser esclavizado por la obsesión del tener, como al pobre a quien le falta y que igualmente puede ser avasallado por la psicosis de penuria. Ya sabe nuestro Padre del cielo que tenemos necesidad de todo eso.

            “Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”. Esta conclusión responde a la actitud básica del cristiano, seguidor de Cristo. Mediante la opción prioritaria por Dios y su Reinado amoroso en nuestra vida y en nuestro mundo, establecemos la jerarquía de valores querida por Jesús. En el primer lugar de nuestras prioridades ha de estar Dios. Así el resto, cada cosa, ocupa su lugar apropiado.

            El Señor no dice buscad “únicamente”, sino buscad “sobre todo” el Reino de Dios; con lo cual no excluye lo demás, pero lo coloca en un segundo plano. Jesús es realista y no un soñador ebrio de poesía, trinos y flores. El sabe que nosotros no somos pájaros o lirios, y que necesitamos ganarnos la vida con diligencia y trabajo; pero descubriendo a cada paso la providencia de Dios y confiándonos totalmente al Padre, sin angustias obsesivas por la adquisición de cosas.

            Al final de nuestra escucha de la Palabra se impone un examen personal y comunitario, orientado a la conversión de actitudes, mentalidad y conducta conforme al criterio y ejemplo de Cristo. ¿Quién es el dios a quien sirvo? Nos urge una opción al dilema inicial: No podéis servir a Dios y al dinero… Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.

La propuesta de Jesús es clara. Dejemos de ser siervos del dinero y esclavos de nosotros mismos, para servir al Señor con alegría y libres de la angustia y de la fiebre posesiva. Confiados en su Providencia, repitamos la oración del Señor: venga a nosotros tu Reino, y danos hoy nuestro pan de cada día.

ENTRA EN TU INTERIOR

LO PRIMERO

«Sobre todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Las palabras de Jesús no pueden ser más claras. Lo primero que hemos de buscar sus seguidores es “el reino de Dios y su justicia”; lo demás viene después. ¿Vivimos los cristianos de hoy volcados en construir un mundo más humano, tal como lo quiere Dios, o estamos gastando nuestras energías en cosas secundarias y accidentales?

No es una pregunta más. Es decisivo saber si estamos siendo fieles al objetivo prioritario marcado por Jesús, o estamos desarrollando una religiosidad que nos está desviando de la pasión que llevaba él en su corazón. ¿No hemos de corregir la dirección y centrar nuestro cristianismo con más fidelidad en el proyecto del reino de Dios?

La actitud de Jesús es diáfana. Basta leer los evangelios. Al mismo tiempo que vive en medio de la gente trabajando por una Galilea más sana, más justa y fraterna, más atenta a los últimos y más acogedora a los excluidos, no duda en criticar una religión que observa el sábado y cuida el culto mientras olvida que Dios quiere misericordia antes que sacrificios.

El cristianismo no es una religión más, que ofrece unos servicios para responder a la necesidad de Dios que tiene el ser humano. Es una religión profética nacida de Jesús para humanizar la vida según el proyecto de Dios. Podemos “funcionar” como comunidades religiosas reunidas en torno al culto, pero si no contagiamos compasión ni exigimos justicia, si no defendemos a los olvidados ni atendemos a los últimos, ¿dónde queda el proyecto que animó la vida entera de Jesús?

Tal vez, la manera más práctica de reorientar nuestras comunidades hacia el reino de Dios y su justicia es comenzar por cuidar más la acogida. No se trata de descuidar la celebración cultual, sino de desarrollar mucho más la acogida, la escucha y el acompañamiento a la gente en sus penas, trabajos y esperanzas. Compartir el sufrimiento de las personas nos puede ayudar a comprender mejor nuestro objetivo: contribuir desde el Evangelio a un mundo más humano.

En su primera encíclica, Juan Pablo II, recogiendo una idea importante del Concilio Vaticano II, nos recordó a los cristianos cómo hemos de entender la Iglesia. Lo hizo de manera clara. “La Iglesia no es ella misma su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento”. Lo primero no es la Iglesia, sino el reino de Dios. Si queremos una Iglesia más evangélica es porque buscamos contribuir desde ella a buscar un mundo más humano.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
Hoy Jesús nos dice: Os preocupáis mucho por el mañana. No os inquietéis tanto. Vivid e hoy, con toda la intensidad que podáis. Cada día tiene su carga y su afán. No acumuléis el de hoy y el de mañana. Vive el presente, y deja el resto para mañana; el ahora es lo que importa. Cada “ahora”, una gracia, una caricia, una llamada y una bendición de Dios.

¿Crees en Dios? Entonces, ¿por qué temes?

¿Sabes que Dios es tu Padre? Entonces, ¿por qué no confías?

¿Sabes que Dios se define como amor? Entonces, ¿por qué no te sientes amado?

¿Recibiste el Espíritu Santo? Entonces, ¿por qué estás triste?

¿Te sabes templo de Dios? Entonces, ¿por qué te sientes solo?

¿Comes mi pan partido? Entonces, ¿por qué no vives en comunión?

¿Sabes que te amé hasta el fin? Entonces, ¿por qué no vives en amor?

¿Sabes que doy la vida por ti? Entonces, ¿por qué temes la muerte?

¿Crees que el Reino de Dios está cerca? Entonces, ¿por qué te duermes o te desanimas? ¿Por qué no adelantas el reino?

¿Rezas el Padrenuestro? Entonces, ¿por qué no compartes tu pan?, ¿y por qué no perdonas de corazón?

¿Sabes que Dios no se cansa de perdonar? Entonces, ¿por qué te agobian la culpa y los pecados?

 

 


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