martes, 11 de febrero de 2014

16 DE FEBRERO: VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)




“Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.

16 DE FEBRERO

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Eclesiástico 15,16-21

No mandó pecar al hombre.

Salmo 118:

Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

2ª Lectura: 1 Corintios 2,6-10

Dios predestinó la sabiduría antes de los siglos para nuestra gloria.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 5,17-37

“Dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto. Habéis oído el mandamiento: “No cometerás adulterio”. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer. Sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a pasar entero al abismo. Está mandado: “El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio”. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer –excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio-. Sabéis que se mandó a los antiguos: “No jurarás en falso” y “cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.

Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,

deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.

Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.

Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio.

Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.

Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios,

ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.

No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.

Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.”

REFLEXIÓN

            Seguir a Jesucristo, ser su discípulo, es lo más grande y lo más gratificante que nos puede pasar. Pero no es fácil, ni es cómodo. Jesús explica con claridad sus exigencias, incluso parece a veces exagerado, o que pone el acento en la dificultad. No se nos pide mucho, se nos pide todo. Quiere que lo dejemos todo, que nos vaciemos todo, que nos sacrifiquemos del todo. Claro que es para ganarlo todo, para llenarnos del todo.

            En la página evangélica de hoy, nos explica Jesús algunos de los contenidos de su ley. Está en línea con la ley antigua, pero renovada, mejorada. Puede que la letra suene igual, pero la música, el contenido de fondo, el espíritu es nuevo.

            Los fariseos se consideraban unos santos. Cumplían la ley a la perfección. Y no era fácil. Sabemos el yugo insoportable que significaba esa ley. Tenían que tener en cuenta nada menos que 613 preceptos, con sus meticulosas interpretaciones. Era para ponerse enfermo.

            Jesús nos pide una perfección mayor, pero en línea liberadora. “Mi yugo es ligero”, diría. No tantas leyes: que si el sábado, que si el ayuno, que si las purificaciones, que si diezmo… Menos leyes, pero importantes, como la justicia, la tolerancia, la solidaridad, la misericordia. Y si queréis una sola, la ley del amor.

            Tampoco hay que cumplir porque esté mandado, por miedo al castigo, por aparecer perfecto. ¡Cuánta hipocresía! Se cumple con la boca, con las manos, pero no con el corazón. Hay que cumplir porque sale del alma, porque lo necesita el hermano, porque nos lo pide Dios.

            La santidad no depende de la cantidad, sino del espíritu, del Espíritu. No cuántas cosas hacemos, sino cómo y por qué las hacemos, qué amor ponemos en lo que hacemos. Aunque sean menos cosas, aunque sean más pequeñas, aunque sean como dos reales, como la ofrenda de la viuda en el templo, pero hechas con mucha generosidad, con entera gratuidad. La santidad no está en el rigor, sino en el amor.

            Los mandamientos antiguos eran leyes de mínimos, exigencias negativas que no se deben traspasar. No jurar, no robar, no matar, no desear… Bastaba con no hacer mal. El mandamiento de Jesús apunta hacia el máximo, hacia el mayor amor. No es cuestión de no matar, sino de dar la vida. No es cuestión de no vengarse, sino de perdonar. No es cuestión de no odiar, sino de amar al enemigo. No es cuestión de no cometer adulterio, sino de ser fiel en el matrimonio, con amor creciente, hasta el fin.

            Vivir la ley de Dios en su espíritu es preguntarse por cuál es toda la voluntad de Dios sobre la existencia humana, interpretando cada parte o elemento de esa ley desde la perspectiva global y total de la Palabra divina.

            Desde esta perspectiva, bien podemos afirmar que si los cristianos no somos hoy todo el fermento y la sal que debemos ser en el mundo, no es por llevar a la práctica toda la Palabra de Dios según lo dicta el Espíritu, sino precisamente todo lo contrario: por haberla cercenado y por haberla violentado hasta reducirla a una simple fórmula que deja intacto nuestro corazón y nuestras íntimas intenciones. ¿Acaso no nos quedamos tranquilos en nuestra conciencia porque venimos a la misa, cuando el espíritu de la eucaristía va mucho más allá de venir o no venir a escuchar una misa? Pero no sólo el espíritu, sino la misma letra referida a la eucaristía es violentada cuando esta celebración no es un encuentro de hermanos que comen juntos como signo de su servicio a toda la comunidad.

            Muchas son las enseñanzas del evangelio de hoy. Pero no podemos desperdigarnos en todas ellas, sino centrarnos en algunos puntos fundamentales, como los referentes al 5º Mandamiento.

            No matar. Es un mandamiento antiguo. En nuestros tiempos tan modernos ya no haría falta ni nombrarlo. Ya se tiene conciencia de la dignidad de la persona humana. La vida es algo sagrado. ¿Quién se atrevería hoy a atentar contra ella?

            Y, por desgracia, parece que nunca como hoy ha valido tan poco la vida humana. Vidas que se arrebatan por dinero, o niños de la calle que desaparecen sin más. O en nuestros países tan ticos y tan desarrollados, ¿cuánto vale la vida de un anciano?

            ¡No matar! ¡Dios mío!, ¿quién podrá contar las víctimas de las guerras, ¿se pueden contar las que esa guerra genocida sin sentido, se está llevando en Siria?

            Hay también maneras indirectas de matar, o dejar morir responsablemente. Cuando, por ejemplo, se proporcionan medios para matar, como el tráfico de armas, la droga, la eutanasia, el aborto. Cuando no se ofrecen los medios para vivir, no se comparten los alimentos, las medicinas, la cultura.

            La enseñanza de Jesús va más allá. No sólo no matar, no se puede odiar, porque “el que odia en un asesino” (1 Jn 3,15). No sólo no odiar, sino perdonar, reconciliarse y amar al enemigo. No puedes comulgar si no comulgas primero con el hermano que te ha ofendido. No sólo perdonar, sino estar dispuesto a dar la vida por el hermano. Lo dice claramente S. Juan: “En esto hemos conocido lo que es amor, en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1 Jn 3,16). Sobra ya cualquier otro comentario.

ENTRA EN TU INTERIOR

ENTENDER LAS LEYES COMO JESÚS

 Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles a Dios.

 Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos. No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar central en su corazón.

 Jesús busca la voluntad del Dios desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".

 Los fariseos y letrados se preocupan de observar rigurosamente las leyes, pero descuidan el amor y la justicia. Jesús se esfuerza por introducir en sus seguidores otro talante y otro espíritu: «si vuestra justicia no es mejor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios». Hay que superar el legalismo que se contenta con el cumplimiento literal de leyes y normas.

 Cuando se busca la voluntad del Padre con la pasión con que la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que dicen las leyes. Para caminar hacia ese mundo más humano que Dios quiere para todos, lo importante no es contar con personas observantes de leyes, sino con hombres y mujeres que se parezcan a él.

 Aquel que no mata, cumple la Ley, pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece a Dios. Aquel que no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. En estas personas reina la Ley, pero no Dios; son observantes, pero no saben amar; viven correctamente, pero no construirán un mundo más humano.

 Hemos de escuchar bien las palabras de Jesús: «No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud». No ha venido a echar por tierra el patrimonio legal y religioso del antiguo testamento. Ha venido a «dar plenitud», a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo.

 Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre.

 José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            Seguimos escuchando el sermón de la Montaña. No es ley nueva, porque se mantiene en la fundamental de la antigua, pero es ley nueva, porque cambia de espíritu, las exigencias y la motivación. No más exigencias que vienen de arriba, del Sinaí, bajo amenazas de muerte, el temor, sino exigencias que nacen de dentro, del Espíritu, con promesas de dicha y plenitud. Porque ya, Dios, el Padre de la misericordia, nos ha dirigido su última y definitiva palabra, ya no habrá otra que su Hijo amado Jesucristo, Palabra hecha carne de tu carne y de la mía.

 
ORACIÓN
            Te bendigo, Padre, porque el espíritu de las bienaventuranzas de tu Hijo Jesús, nos ha convocado una vez más para ahondar en el sentido de su mensaje, camino verdadero de la vida. Como toda tu palabra, como la Ley y los Profetas, también el evangelio de Jesús es una invitación constante a vivir cada día con más plenitud esta gran aventura de la existencia humana, una aventura cargada de tensiones y de momentos críticos, pero también rebosante de felicidad  cada vez que nuestro corazón se abre con sinceridad a una palabra que da sabor a nuestra vida

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