sábado, 16 de marzo de 2013

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA - QUINTA SEMANA DE CUARESMA



5ª SEMANA DE CUARESMA
SEMANA DE LA VIDA
La quinta semana de cuaresma es la semana de la vida. El Evangelio, como el de los dos domingos precedentes, se puede tomar de la semana quinta de cuaresma del ciclo A, la resurrección de Lázaro.
            Los textos de esta quinta semana nos presentan el combate de Jesús con sus enemigos. Los enemigos son aquellos que se tienen por fieles a la ley de Moisés. La ley de Moisés se convierte, para ellos en su ley, en escudo y acusación contra Jesús. Por tener a Moisés y querer ser fieles a él, desprecian y olvidan a Jesús. Un intento de fidelidad que se convierte en infidelidad.
            Jesús se presenta como vencedor de la muerte: vence la muerte que ha eclipsado a su amigo Lázaro; saca de la muerte a la mujer adúltera, a la que todos querían apedrear. Aplicando la ley al pie de la letra, los que se tienen por justos condenan a muerte; superando la ley con generosidad divina, Jesús libra de la muerte a la mujer. Jesús es el que viene a salvar y dar vida a quienes estaban perdidos.
            La vida suscita una provocación: los enemigos de Jesús no soportan la vida y toda su actuación se encaminará a quitar la vida a Aquel que da la vida. Muerte y vida entablan un gigantesco combate. Al final, la vida triunfará, no sin antes pasar por el combate.
            El episodio de Lázaro  y el relato de la mujer adúltera son la clave de interpretación de esta semana. Su proclamación no debería faltar en alguna de las diversas celebraciones.
            “Yo soy la resurrección y la vida”, dice Jesús; quien crea en mí, aunque muera, vivirá. Creer en el Amor absoluto es esperar que el amor esté “garantizado” en algún sitio. Es esperar que la vida “renazca de él”. Más allá del final, o cuando llega el final, el amor comienza dando vida. El amor es una corriente que no muere.
            Los catecúmenos y los bautizados ya pueden abrirse a la esperanza y confiarse totalmente a Dios.
            La semana termina con un “listo para sentencia”: “No tenéis idea; no calculáis que antes que perezca la nación conviene que uno muera por el pueblo… Desde aquel día estuvieron decididos a matarlo.



“El que esté libre de pecado, que le tire la primera piedra…”
 

17 DE MARZO
QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

 
1ª Lectura: Isaías 43,16-21
Salmo 129: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
2ª Lectura: Filipenses 3,8-14

PALABRA DEL DÍA
Juan 8,1-11
“Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”. Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “el que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?”. Ella contestó: “Ninguno, Señor”. Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”.

Versión para Latinoamérica, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".
Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".
REFLEXIÓN
            En la recta final ya de nuestro itinerario cuaresmal, las lecturas de hoy nos hablan de novedad, de renovación, de caminar adelante con esperanza. Es la alegría de la Pascua, de la vida nueva, que vislumbramos ya al final del camino. Muy apropiada en este sentido es la 1ª lectura, en la que el profeta Isaías anuncia el retorno del exilio: “No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?”. En medio del desierto y de la soledad, el Señor abrirá un camino, ríos en el yermo, para que avance y beba su pueblo. El salmo evoca también esta vida renovada: no es un sueño, es una realidad. Los llantos y las lágrimas se han convertido en alegría, gritos y risas. “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. También nosotros avanzamos por un camino que a menudo comporta cruz, pero con la esperanza de la resurrección. Es el camino de Jesús, el camino de la muerte a la vida que también nosotros nos disponemos a compartir, incorporados a él.
            Otra vez un evangelio, que nos habla de la misericordia de Dios. El estilo de Dios, bien representado en Jesús, es completamente distinto que el de los escribas y los fariseos. Para ellos, todo eran acusaciones, murmuraciones, rencores, insidias, legalismos, condenas… Por dos veces dice que Jesús se inclinó y escribía con el dedo en el suelo. Es una imagen significativa de la actitud de Jesús, que “pasa” de aquella gente, a los que ni quiere escuchar. Para Jesús, lo único importante es la persona: liberarla, perdonarla, salvarla. Jesús da la vuelta a los argumentos de los fariseos: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”, Evidentemente, todos se fueron escabullendo, “empezando por los más viejos”. Los acusadores se han convertido en acusados.
            Aquellos que condenaban a la mujer pecadora, los que la querían matar lapidándola, lo decían y lo querían hacer en nombre de la Ley de Moisés, o sea, en nombre de su fe, de su religión, en definitiva en nombre de Dios. Y este tema tiene una gran actualidad, ya que hoy en día seguimos viendo grupos extremistas, fanáticos que matan en nombre de Dios, en nombre de la religión que sea, en nombre de una pretendida justicia divina. Es evidente que esto no puede ser. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y que viva.
            El texto del evangelio contrapone una vez más dos espíritus y dos actitudes: lo viejo y lo nuevo, la ley y el amor; o, como dice Pablo, “la justicia que viene de los hombres con la que viene de la fe de Cristo, la que viene de Dios…”.
Aparentemente Jesús está entre la espada y la pared. Se lo arrincona contra la ley para que opte ciegamente por ella condenando así a una mujer adúltera. “Debes elegir –se le dice- entre salvar la ley o salvar al pecador.” Jesús no duda un instante y opta por el hombre, así sea un hombre pecador y enfermo. El resto es fácil de comprender: los garabatos en la tierra, el desafío que ahora él mismo lanza a sus acusadores para que dejen correr la ley y apedreen, si así les place, a la mujer; la desbandada general de los “justos”, el silencio de la mujer.
El final es simple y tierno: una mujer pecadora “se levanta” y comienza a recorrer el camino de la libertad, libre de la ley y libre del pecado. Ya no caben dudas: lo nuevo está brotando…
Jesús subraya fuertemente la auténtica actitud del cristiano: condenar el pecado (“en adelante no peques más”) y salvar al pecador (“tampoco yo te condeno”).

De ninguna manera es blando ante el pecado, pues éste destruye y esclaviza al hombre, y, por lo mismo, debe ser denunciado y destruido dentro del mismo hombre. Desgraciadamente la palabra “pecado” ya poco nos dice y, en todo caso, viene cargada con recuerdos de un viejo catecismo fundado en el cumplimiento de normas y preceptos, con sanciones y castigos, y la imagen de un Dios justiciero y terrible.
Pero a falta de otra palabra más adecuada, descubrimos con el evangelio que “pecado” significa todo aquello que atenta contra nuestra dignidad de hombres. El pecado nos impide crecer y madurar, nos avergüenza y humilla. Envidia, celos, agresión, delación, violencia, perversiones, injusticias, odio…, son todas facetas de una misma y única realidad que corroe el corazón del hombre, anula sus proyectos y destruye su historia.

ENTRA EN TU INTERIOR

            Una vez que Jesús ha sopesado bien la carga, ahora se dispone a quitársela a la mujer. Jesús miró ahora a la mujer asustada y agobiada. Mira a la mujer con toda la fuerza de su amor misericordioso. Ella comprendió; enseguida dejó de llorar, dejó de temer. Y empezó a sentirse aliviada.

            Entonces Jesús, el único que podía haber tirado la piedra, cuando ya estaba la mujer sola, dijo bien alto, para que oyeran todos, también los ausentes, también los hombres de todos los siglos: “Mujer, yo tampoco te condeno”. Una palabra liberadora, una palabra misericordiosa, una palabra del cielo. Y la mujer empezó otra vez a llorar, pero de emoción y alegría. Y empezaría a entonar un canto agradecido a la misericordia.

                No es difícil imaginar las consecuencias que hubiera tenido una sentencia condenatoria de Jesús contra la mujer, si le hubiera tirado alguna piedra. Todo fanatismo, toda crueldad, toda inquisición, toda pena de muerte, todo terrorismo político, toda guerra religiosa, hubieran sido justificados.

            “Yo tampoco te condeno”. Ya había confesado Jesús que no había sido enviado “para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,17). No ha venido a castigar pecadores, sino a salvarlos. En cuanto a los pecados, él cargará con todos.

            Esta palabra es el triunfo de la misericordia, una verificación de la enseñanza del hijo pródigo. Si el Padre castigaba con besos y banquetes, Cristo castigaba quitando condenas. Ni el Padre ni Cristo pedían cuentas. Las cuentas todas las pagará Cristo. Y es una palabra novedosa: no tanto el amor a la ley, sino la ley del amor.

ORA EN TU INTERIOR

                Jesús quería a los pecadores, no al pecado. El pecado es en sí mismo un castigo. “El que comete pecado es un esclavo”, dirá Jesús un poco más adelante (Jn 8,34). No hace falta que nadie le condene, él mismo se condena. Todo pecado origina dependencia y tristeza. Y Jesús nos quiere libres y dichosos. Así, hace a la mujer una corrección fraterna. La corrección es buena, si nace del amor; buena y necesaria.

            Seguro que la mujer aprendió bien la lección, no tanto por el peligro, sino porque miró los ojos de Jesús, como le pasó a Pedro.

            Y de lo que sí estamos ciertos es que esa mujer jamás, jamás se atrevería a condenar a nadie. Aprendió de Jesús a ser humilde, a comprender a los demás, a no juzgar ni condenar. Nunca se atrevería a tirar piedra alguna. Aprendió en Jesús la misericordia.

ORACIÓN FINAL

                Señor Jesús, compasivo y misericordioso, defensor de los débiles y salvador de los pecadores. Aleja de mi corazón todo juicio y condenación. Hazme participe de tu compasión. Y ábreme el oído: “Anda y en adelante no peques más, porque puedes poner en peligro tu fe”.

Expliquemos el evangelio a los niños.
Imágenes proporcionadas por Catholic.net



 
 
EVANGELIO DE LIBRE ELECCIÓN
 
LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
 
(V DOMINGO DE CUARESMA CICLO A)

 
 
 

“Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”.

 

17 de Marzo

5º DOMINGO DE CUARESMA

(Proclamamos hoy las lecturas del 5º Domingo de Cuaresma del ciclo A, para no repetir el evangelio mañana Lunes)

1ª Lectura: Ezequiel 37,12-14

Salmo 129: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

2ª Lectura: Romanos 8,8-11

PALABRA DEL DÍA

Jn 11,1-45

“En aquel tiempo, un tal Lázaro de Betania, la aldea de Marta y de María, había caído enfermo. Las hermanas le mandaron un recado a Jesús, diciendo: Señor, tu amigo está enfermo. Jesús, al oírlo, dijo: -Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: -Vamos otra vez a Judea. Los discípulos replican: -Maestro, hace poco intentaron apedrearte los judíos, ¿y ahora vas a volver allí? Jesús contestó: -¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto, añadió: -Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo. Entonces le dijeron sus discípulos: -Señor, si duerme, se salvará. Entonces Jesús les replicó claramente: -Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora, vamos a su casa. Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás. –Vamos también nosotros y muramos con él. Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba unos tres kilómetros de Jerusalén y muchos judíos habían ido para dar los pésames a las dos hermanas. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: -Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: -Tu hermano resucitará. Marta respondió: -Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dice: -Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: -Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Jesús, viendo llorar a los judíos que lo acompañaban, sollozó y muy conmovido preguntó: -¿Dónde lo habéis enterrado? Le contestaron: -Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería! Pero algunos dijeron: -Y uno que le ha abierto los ojos al ciego, ¿no podía haber impedido que muriera este? Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. Entonces dijo: -Quitad la losa. Marta le dijo: -Señor, ya huele mal, porque lleva tres días. Jesús le dijo: -¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la losa y Jesús, levantando los ojos, dijo: -Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero, lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado. Y, dicho esto, gritó con voz potente: -Lázaro, ven afuera. El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: -Desatadlo y dejadlo andar. Y muchos judíos, al ver lo que había hecho, creyeron en Jesús”.

 

REFLEXIÓN

NUESTRA ESPERANZA

El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Por otra parte, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá… ¿Crees esto?»

Jesús no oculta su cariño hacia estos tres hermanos de Betania que, seguramente, lo acogen en su casa siempre que viene a Jerusalén. Un día Lázaro cae enfermo y sus hermanas mandan un recado a Jesús: nuestro hermano «a quien tanto quieres» está enfermo. Cuando llega Jesús a la aldea, Lázaro lleva cuatro días enterrado. Ya nadie le podrá devolver la vida.

La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver los sollozos de su amiga, Jesús no puede contenerse y también él se echa a llorar. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. ¿Quién nos podrá consolar?

Hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos puede curar.

Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de viejos y viejas, cada vez con menos espacio para los jóvenes, un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que anhelamos es una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras, una vida plenamente dichosa para todos.

Hoy vivimos en una sociedad que ha sido descrita como “una sociedad de incertidumbre” (Z. Bauman). Nunca había tenido el ser humano tanto poder para avanzar hacia una vida más feliz. Y, sin embargo, nunca tal vez se ha sentido tan impotente ante un futuro incierto y amenazador. ¿En qué podemos esperar?

Como los humanos de todos los tiempos, también nosotros vivimos rodeados de tinieblas. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo hay que morir? Antes de resucitar a Lázaro, Jesús dice a Marta esas palabras que son para todos sus seguidores un reto decisivo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto vivirá… ¿Crees esto?»

A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Sólo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte. Sólo en él encontramos una esperanza de vida más allá de la vida.

José Antonio Pagola

 

ENTRA EN TU INTERIOR

                Sólo, desde esta actitud, comprendemos quién es Jesús en la historia del mundo. De pie, delante del muerto, grita con fuerte voz: Hombre, sal de la tumba y ven, pues, tienes que caminar mucho todavía. El mundo avanza y crece, las sociedades evolucionan, la Iglesia se reforma, el cristianismo adopta nuevas formas de existencia, los  cristianos se abren a una mentalidad distinta. Desata tu cuerpo y despréndete de cuanto te impide ser un hombre libre: deja las ataduras tradicionales con que las sociedades amortajan a sus víctimas para que vivan sin hablar, para que tengan pies y no caminen, brazos y no actúen, ojos y no vean. Si crees en Dios, cree en la vida. Si crees en el Espíritu, ponte a andar. La muerte está dentro de ti; la muerte eres tú mismo en cuanto te niegas a vivir…

            Lázaro es el símbolo anticipado del mismo Jesús. También él dormirá en la cruz, y su muerte será la ocasión para que se manifieste el poder del Dios de la vida. Por eso Lázaro y Jesús son como el signo anticipado de eso a lo que todos debemos aspirar: vivir, aquí y ahora, con la nueva vida del Espíritu. Que la vida, es decir, la regeneración y la transformación de las estructuras muertas, florezca como una primavera que no sabe de retornos: que muestra sus flores para que aparezcan los frutos.

ORA EN TU INTERIOR

                No podemos llamarnos cristianos si no vivimos conforme al espíritu de Cristo que da muerte al pecado bajo todas sus formas y nos introduce a la justicia de Dios, expresión de la totalidad de la salvación que debe hacerse carne en la historia.

            La muerte de Lázaro pone al descubierto la muerte de una sociedad sumergida en el miedo y en la desesperanza. Jesús lo resucita como signo de que la obra de Dios tiende necesariamente a devolver al hombre el más preciado de sus dones: la vida. La fe en Cristo hoy nos hace renacer para que caminemos sin mordazas ni ataduras, como hombres libres.

ORACIÓN FINAL

                “Cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, sabréis que yo soy el Señor. Os infundiré mi espíritu y viviréis: os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago”.

            Hermanos: esta palabra del Señor hoy se cumple en nosotros. Dios lo dice y lo hace. Que su palabra sea también la nuestra. Amén.

 

 

 

¡COMIENZA LA SEMANA DE LA VIDA!


18 DE MARZO
Lunes de la Quinta Semana de Cuaresma
PALABRA DEL DÍA
(Para no repetir el evangelio del Domingo, se elige el de libre elección)
Juan 8,12-20
“En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar a los fariseos: <<Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida>> Le dijeron los fariseos: - <<Tú das testimonio de ti mismo, tu testimonio no es válido.>> Jesús les contestó: -<<aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo y adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre.>> ellos le preguntaban: -<<¿Dónde está tu Padre?>> Jesús contestó: -<<Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.>> Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora”.
REFLEXIÓN
Jesús nos da una definición de Él mismo, que llena de sentido la vida de quienes, a pesar de nuestras deficiencias, le queremos seguir: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12). La persona de Jesús, sus enseñanzas, sus ejemplos de vida son luz que ilumina toda nuestra existencia, tanto en las horas buenas, como en las de sufrimiento o contradicción.
¿Qué quiere decir esto? Pues que en cualquier circunstancia en que nos encontremos, ya sea de trabajo, de relación con los otros, en nuestra relación ante Dios, ante las alegrías o las penas... podemos pensar: — ¿Qué hizo Jesús en una situación semejante?; siempre podemos buscar en el Evangelio y responder: — ¡Pues esto mismo haré yo! Precisamente, Juan Pablo II ha incorporado en el Santo Rosario —el “compendio del Evangelio”, como él mismo recuerda— los misterios de la vida pública de Jesús, y los ha denominado “misterios de la luz”. Así, dice el Papa: «Él es quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo del Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de él con sus obras y proclamando sus exigencias».
Jesús es luz; quien le siga «no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12). Como discípulos suyos, el Señor nos invita también a ser luz para el mundo; a llevar la luz de la esperanza en medio de las violencias, desconfianzas y miedos de nuestros hermanos; a llevar la luz de la fe en medio de las oscuridades, dudas e interrogantes; a llevar la luz del amor en medio de tanta mentira, rencor y apasionamiento como vemos a nuestro alrededor.
El Papa señala como telón de fondo de todos los misterios de luz, las palabras de María en las bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5): éste es el camino para que Jesús sea luz del mundo y para que nosotros iluminemos con esta misma luz.
ENTRA EN TU INTERIOR
Los fariseos le preguntan, burlescamente, dónde está su Padre. Naturalmente no se refieren a San José, su padre “legal,” sino al que El constantemente les está alegando ser su padre celestial, y precisamente matizándose aquí que es el que “vosotros decís que es vuestro Dios” (Jn 8:54). La burla la plantean en el terreno leguleyo. ¿Dónde está su Padre? Que venga y que testifique. Ya que para ellos son la materialidad de las personas las que cuentan y no otras formas testificales. Era decirle que su argumento estaba al margen de la Ley y remitido a una zona no jurídica.
La respuesta de Jesús es profunda y contundente. No conocen al Padre, precisamente porque por su obstinación no lo quieren conocer a El como el Enviado y el Hijo de Dios. “¿No crees (le dice a Felipe, que le decía que le mostrase al Padre) que Yo estoy con el Padre y el Padre en mí?” (Jn 14:9.10). Probablemente este tema se vincula por “encadenamiento semita” con el anterior. “El Padre, que mora en mí, hace sus obras”: enseñanzas y milagros (Jn 14:10.11).
La síntesis del relato no dice todo lo que pasó; pero se adivina. Debieron de querer prenderle, como en otras ocasiones, por hacerse así igual a Dios (Jn 10:29-39). Pero “nadie puso en El las manos, porque aún no había llegado su hora,” de muerte y glorificación. La providencia de Dios está en juego, mas esto no excluye la cooperación de Jesús, como en otras ocasiones en que, queriendo prenderlo, “se deslizó de entre sus manos” (Jn 10:39).
ORA EN TU INTERIOR
            Jesús está con el Padre. Y se identifica con él hasta el punto que “conocer a Jesús es conocer al Padre” (Jn 8,19). Es decir, el Padre-Dios se da a conocer en Jesús.
            Si en Jesús conocemos a Dios y encontramos a Dios, eso significa que, en la medida en que nos identificamos con las costumbres de Jesús, con las preocupaciones de Jesús, con sus preferencias y deseos, en esa misma medida estamos haciendo realidad el mundo que Dios quiere. Y por eso, del que hace tal cosa se puede afirmar que es la luz del mundo. Viniendo a lo concreto, esto quiere decir que tantas preguntas sin respuesta, como hay en esta vida, encuentran su solución y su respuesta en la bondad, en la humanidad, en la ética y el estilo de Jesús. Luz del Mundo.





19 de Marzo
Martes de la 5ª Semana de Cuaresma
SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ,
ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

DÍA DEL SEMINARIO
1ª Lectura: 2 Samuel 7,4-5,12-16
Salmo 88: Su linaje será perpetuo
2ª Lectura: romanos 4,13.16-18.22
PALABRA DEL DÍA
Mt 1,16.18-21-24
(También se puede proclamar Lc 2,41-51)

“Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”.
REFLEXIÓN
                En medio del tiempo de Cuaresma se nos ofrece el testimonio ejemplar de un hombre sencillo y justo, san José. Una sencillez que lo engrandece humanamente y una justicia que es regalo del amor de Dios. Ante las iniciativas de Dios cuenta muy poco ser hombre o mujer. Dios llama y cada uno responde de una manera personal y única. Y la humildad transparente de José le lleva a convertirse en ayuda incondicional, en apoyo eficaz y silencioso de María, en un principio, y de María y de Jesús, después y hasta el final de su vida. Un hombre servicial, discreto y sensato. Pero también un hombre de fe sincera y de esperanza firme.
            Ciertamente que el protagonista de las lecturas de hoy no es en realidad José, sino Jesús. Y tanto José como María adquieren relieve e importancia en relación a Jesús.  La vida de todo creyente corre el riesgo de empobrecerse e incluso secarse cuando se vanagloria de sus propias obras olvidando que Dios es la fuente y el origen de todo bien. Pero si se mantiene confiadamente en una postura de dependencia de Dios, aumenta su nobleza interior y su entrega a los demás. Éste es un criterio que orientó la vida de José para poner todas sus cualidades al servicio de Dios y no de una manera abstracta sino concreta, ofreciendo compañía, protección y amor a María y a Jesús. Es entonces cuando la persona, habiendo roto el círculo de su propio egoísmo, se abre a la vida con una actitud cercana y generosa.
            José se consagró a María y a Jesús pasando por encima de su perplejidad, de sus vacilaciones y de sus dudas. Todo esto se desvanece cuando capta que Dios está interviniendo de una manera asombrosa en esa mujer a quien él ama. Y se entrega sin más explicaciones a su nueva tarea de ser padre y esposo. También nosotros necesitamos una mirada limpia de sospecha y de malicia para descubrir la huella de Dios en las circunstancias más ordinarias de nuestra vida. Necesitamos desprendernos de muchos prejuicios para acercarnos a las personas con más cariño y naturalidad. Necesitamos fiarnos más del evangelio para convertirnos en buenos instrumentos de los planes de Dios. Como Jesús, debemos ejercitarnos en saber escuchar la voz de Dios en el evangelio y en la vida y ponernos, de inmediato y sin reservas, a secundar su voluntad.
            José, hombre justo y bueno, es un inmejorable compañero para seguir nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua. Movido por la fe y la esperanza en la Palabra de Dios, José emprende un camino que estará jalonado de contratiempos. En ese camino perseverará siempre cercano a María y a Jesús. Para nosotros es, pues, un ejemplo para no decaer en nuestro trato de amistad con Dios, en nuestra atención solícita a cuantos se cruzan en nuestra vida y en nuestra libertad interior para no dejarnos encadenar por nuestro egoísmo y permanecer así disponibles a secundar lo que Dios nos pide en las situaciones comunes de la vida.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

            El Seminario.
            Hoy es el día del Seminario, este año 2013, con un precioso lema: "Sé de quién me he fiado" (2 Tim 1,12).  La vocación es una semilla que debe ser cultivada. En el Seminario se cultivan las vocaciones sacerdotales. Se comprende que de la mano de José nos acerquemos a los seminarios y a los sacerdotes. Él fue padre y formador de Jesús, el Sacerdote eterno.
            Hoy debemos pedir para que haya muchos santos sacerdotes, pero como Jesús, no en los templos, sino en la vida. El oficio sacerdotal es como el del Pastor: conoce el rebaño, lo guía, lo enseña, lo alimenta, lo defiende, lo mantiene unido, da la vida…, teniendo en cuenta que el rebaño no está compuesto de ovejas, sino de personas llenas de carismas, que tienen también su sacerdocio existencial.

·         El sacerdote es un teólogo y un testigo. Conoce a Dios, no tanto por el estudio cuanto por la experiencia y por la vida.
·         Es una persona de oración y de pasión, unido a Dios y comprometido con los hermanos. Habla a Dios de los hombres y a los hombres de Dios. Cerca de Dios y cerca de los que sufren, misericordioso siempre.
·         Es hombre de profecía y de bendición. Lee los signos de los tiempos, vive en positivo, con esperanza, siempre bendiciendo.
·         Es pastor y servidor. Su autoridad reside en coordinar. Su carisma principal es suscitar carismas y armonizarlos.
·         Evangelizador y liberador de los pobres. Serán sus preferidos, les predica con palabras y con servicios, padece con ellos y camina con ellos.
·         Celebra y vive la eucaristía, parte el pan de Cristo y se hace pan con Cristo. Actualiza la Pascua y vive pascualmente, pasando de la muerte a la vida por amor.
Te pedimos, Señor, por medio de S. José, Patrono de la Iglesia, por nuestros pastores, bendícelos, Señor. Te pedimos por cuantos sienten la llamada al sacerdocio y responden con generosidad. Ayúdalos, Señor. Te pedimos por las familias, los primeros seminarios, para que las bendigas. Señor. Amén

20 de Marzo
Miércoles de la 5ª Semana de Cuaresma
PALABRA DEL DÍA
Jn 8,31-42
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: “·Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Le replicaron: “Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?. Jesús les contestó: “Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; Sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre”. Ellos replicaron: “Nuestro padre es Abrahán”. Jesús les dijo: “Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis, lo que hace vuestro padre”. Le replicaron: “Nosotros no somos hijos de prostituta; tenemos un solo padre: Dios”. Jesús les contestó: “Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pero no he venido por mi cuenta sino que él me envió”.
REFLEXIÓN
                Estamos en la recta final, durante cuatro días, la liturgia nos propone el último alegato de Jesús. El evangelio se ha urdido en torno a la pregunta de Jesús: “vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Ahora que nadie puede engañarse acerca del modo en que va a concretarla, Jesús da su respuesta y acusa: “Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán”.
            Abrahán… Su nombre evoca el riesgo de una marcha que ignora los caminos del itinerario, una fe fundada en una existencia que inventa el camino.  Como el árbol se reconoce por sus frutos, el amor se descubre amando. El espíritu sopla donde quiere, y el que abandona  su soplo no sabe adónde va.
            Abrahán es, además, nuestro padre en la fe. Su cuerpo, marcado ya por la muerte, engendró a un hijo, es decir, la novedad insospechada de una vida inesperada. Por nuestra parte, la fe permanece estéril y no es capaz de crear nada, porque la preservamos y la reducimos a unos hábitos y a unas leyes. Mientras que el amor tiene necesidad de grandes espacios y de un desierto carente de toda señalización, nosotros lo encerramos en templos sin alma.
            “El esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí” Jesús es el hijo legítimo, el único verdadero hijo de Abrahán, porque es el único creyente. Y hoy acusa: “si fuerais hijos de Abrahán, obraríais como Abrahán”.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
                ¿Cómo ser libres y fieles a Dios en un mundo como el actual, que envilece y encadena a la persona masificándola cada vez más, coaccionando su libertad, privándola de los valores fundamentales y presionando su conciencia a base de manipulación ideológica, política, económica, social, publicitaria, consumista y moralmente permisiva? Frente a la gratificación de lo instintivo, solamente el que tiene criterios evangélicos y una fe madura puede mantener inviolada su independencia personal, sabiendo y testimoniando con su vida y conducta que su único Padre y Señor es el Dios de Jesucristo.
                La libertad no se destruye tanto por la presión y la prisión cuanto por el pecado. Los mártires y los santos de todos los tiempos atestiguan la afirmación de Jesús en el evangelio de hoy: “Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

21 de Marzo
Jueves de la 5ª Semana de Cuaresma
PALABRA DEL DÍA
Jn 8,51-59

“En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: “Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre”. Los judíos le dijeron: “Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “quién guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre?” ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?. Jesús contestó: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo si lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría”. Los judíos le dijeron: “No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?”. Jesús les dijo: “Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo”. Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo”.
REFLEXIÓN
Cuando Abrahán estaba físicamente acabado, abocado a la muerte y sin descendiente directo que le heredara, recibe en la alianza con Dios su promesa de ser padre de multitud de pueblos merced a un hijo salido de sus entrañas. Este hijo de la promesa fue Isaac, que Dios le pedirá más tarde en sacrificio para seguir probando su fe. Esta fe creó vida y bendición para el linaje de Abrahán y para todos los pueblos de la tierra gracias al que fue el hijo por excelencia de la promesa: Cristo Jesús, el Mesías de Dios.
                En la lucha entablada entre la muerte y la vida, la fe en Jesús, como la fe en Dios de Abrahán, “que salta de gozo pensando ver el día del Mesías”, es la que derriba el muro de la desesperanza y del sinsentido de la existencia humana para que fluya la vida a raudales. En su misterio pascual de muerte y resurrección, Cristo es la vida nueva de Dios, la bendición y la salvación para todo hombre y todos los pueblos. En Cristo la vida venció definitivamente a la muerte, y su victoria capacita para la vida y la esperanza sin fin a todo el que cree en él.
            El problema, que una vez más, apunta el evangelio se refiere básicamente al conocimiento y la aceptación de la persona de Cristo, a la cual sólo se da alcance por la fe, indispensable para descubrir, a través de los signos y obras que Jesús realizaba, su identidad personal en conexión con el Padre Dios, es decir, su palabra personal no puede menos de revelarlo y glorificarlo en toda su persona y conducta.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
                Al final del evangelio de Juan se dice: “Todo esto fue escrito para que creáis que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20,31). Para creer en Jesús, nuestra vida y nuestra salvación, hay que conocerlo. ¿Qué sabemos nosotros de Jesús?.
            No basta una respuesta estudiada, con la precisión del credo o del catecismo. Saber cosas de Dios no es todavía tener fe. Hace falta el contacto personal con Jesús mediante la escucha de su palabra y la oración; sin olvidar que un camino seguro para encontrar a Jesús es amar a los hermanos, especialmente a los más pobres, en quienes él se encarna. Este día de cuaresma nos urge a profundizar el contacto personal con Cristo mediante el, amor a él y a los demás.
ORACIÓN FINAL
Dios de Abrahán, Dios de los que creen y esperan, te bendecimos por tu Hijo resucitado, Cristo Jesús, el hijo de la promesa y bendición tuya para todos los pueblos. En él brilla la esperanza de nuestro futuro, porque nos dio la victoria definitiva sobre la muerte.
Un mundo nuevo se abre a los que saben creer y esperar, pues todo el que cree en él y guarda su palabra vivirá.


22 de Marzo
Viernes de la 5ª Semana de Cuaresma
PALABRA DEL DÍA
Jn 18,31-42
“En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: “Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?”. Los judíos le contestaron: “No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios”. Jesús les replicó: “¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: Sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quién el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”. Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: “Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad”. Y muchos creyeron en él allí”.

REFLEXIÓIN
                “No queremos lapidarte por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios”. Esta es la acusación que se le imputa; pero Jesús no tiene más respuesta que sus actos. Su vida es su único testimonio. La verdad en el proceso donde lo meten los hombres, solo se puede conocer a través de su vida.
            Jesús nunca ofreció una larga exposición sobre la Encarnación; la vivió, y un día la Iglesia confesará la divinidad del Hijo del hombre, porque habrá hombres que perseveren en la oración, la reflexión, la escucha y el compartir el tiempo suficiente para dar nombre al misterio revelado en la vida de Cristo. Pero los títulos que expliciten la riqueza de su encuentro lo empobrecerán al mismo tiempo. Yo no me salvo porque confiese un título de Jesús, sino porque, en la fe, me sitúo en una relación personal con él. El título está ahí para introducirme en esa relación.
            Eso es lo que Jesús recuerda: “Creed al menos en las obras; ellas hablan de mí”. Todos los discursos no dicen, en definitiva, más que una cosa, lo que los discípulos experimentaron antes y después de Pascua: Dios no abandona al justo. Sólo se puede acceder a la buena nueva de la salvación a través del Amado del Padre. Cuando confesamos que Jesús es Hijo, afirmamos que su persona es la garantía viviente que Dios ha dado al mundo. Cristo es así totalmente, y de un modo único, “de Dios”. Jesús es el Hijo, porque para el Padre lo es todo: su amor, su voluntad, su vida, su ser, su alegría, su reino, su gloria, su nombre.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
                ¿Por qué es rechazado Jesús, por qué lo fue el profeta Jeremías, por qué lo es el cristiano que quiere vivir según el evangelio? Misterio difícil de explicar. Múltiples razones podrían darse. Comencemos por destacar una que resume otras muchas: porque se rechaza la verdad, que suele resultar molesta, como juicio implacable que es de nuestros fallos y errores. Por falta de humildad y sobra de orgullo rechazamos la verdad, que deja al desnudo nuestra innata maldad y nuestro proceder mezquino.
            Para el rechazo de Jesús contó también el misterio y escándalo de la palabra de Dios hecha carne, es decir, debilidad humana. La humanidad de Cristo, en todo igual a la nuestra menos en el pecado, era y es el gran obstáculo para ver su divinidad y la gloria del unigénito del Padre. Si bien sus obras, su vida y su conducta revelaban su origen divino, solamente mediante los ojos de la fe, que es don de Dios y no conclusión obligada de argumentos y raciocinios, se podía y se puede entender el misterio y la persona de Cristo.
ORACIÓN FINAL
Dios y Padre nuestro: tu nombre ha entrado en nuestra historia, y nosotros creemos que las obras de Jesús revelan tu verdadero rostro. Bendito seas, pues cuando él parte el pan, sabemos que tú te das sin medida. Por la vida y la muerte de tu Hijo, gracias te sean dadas ahora y siempre. Amén.

23 de Marzo
Sábado de la 5ª Semana de Cuaresma
PALABRA DEL DÍA
Jn 11,45.47-57
“En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: “¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación”. Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: “Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera”. Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina del desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: “¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?”. Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo”.
REFLEXIÓN
                El último milagro que Jesús acaba de hacer, la resurrección de Lázaro, fue el detonante de su condena a muerte por el sanedrín, que cree ya insostenible la situación religiosa que Jesús está creando en el pueblo, con la consiguiente inseguridad política. “Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el consejo y dijeron:¿Qué estamos haciendo?. Este hombre hace muchos milagros. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación… Y aquel día decidieron darle muerte”, porque, según Caifás, sumo sacerdote aquel año, convenía que uno muriera por el pueblo y que no pereciera la nación entera.
            La actitud oportunista de Caifás que hace suya el sanedrín, está en la línea frecuente de querer manipular a Dios y la religión conforme a los propios intereses. Esto se realiza tanto a nivel institucional como individual. Es una constante histórica, verificada en el caminar multisecular de la Iglesia, la tentación de confundir y mezclar el ámbito religioso y político, supeditando el uno al otro alternativamente.
            Lo más fácil es un cristianismo triunfalista en tiempos de bonanza y acomodaticio en tiempos de adversidad; pero la palabra de Jesús no se casa ni con una ni con otra actitud. Por eso hemos de revisar y ajustar continuamente, tanto en plan comunitario como personal, nuestra conducta e imagen cristianas. Éstas se han de plasmar en una línea firme aunque humilde, valiente pero servicial, incómoda quizás, pero alegre.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
                ¿Estamos preparados para celebrar la pascua del Señor? ¿Hemos entendido que ser cristiano tiene un precio? ¿Hemos renovado nuestra opción bautismal? ¿Hemos hecho realidad en nuestra vida el lema que abría estos cuarenta días: convertíos y creed en el evangelio? Es la última oportunidad para una conversión profunda de fe y de vida.
ORACIÓN FINAL
¿Quién como tú, Señor? Tú siempre te complaces en repartir tu gracia. Tú estableces con nosotros una alianza sellada en la vida entregada de tu Hijo. Él aceptó incondicionalmente tu voluntad salvadora, pero nosotros con frecuencia tratamos de manipular tu evangelio conforme a nuestros intereses. Haz de nosotros tu morada entre los hombres, para que todos sepan que tú eres nuestro Dios. Amén.




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