jueves, 28 de marzo de 2013

PASCUA DE RESURRECCIÓN






30- 31 de Marzo
SÁBADO SANTO DE LA SEPULTURA DEL SEÑOR
VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
Lecturas del Antiguo Testamento
·         Génesis 1,1-2,2
-          Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
·         Salmo 103
·         Génesis 22,1-18
-          El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
·         Salmo 15
·         Éxodo 14,15-15,1
-          Los Israelitas en medio del mar, a pie enjuto.
·         Salmo: Éx 15,1-18
·         Isaías 54,5-14
-          Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.
·         Salmo 29
·         Isaías 55,1-11
-          Venid a mí y viviréis, sellaré con vosotros alianza perpetua.
·         Salmo: Is. 12,2-6
·         Baruc 3,9-15.32
-          Caminad a la claridad del resplandor del Señor.
·         Salmo 18
·         Ezequiel 36,16-28
-          Derramaré sobre vosotros un agua pura y os daré un corazón nuevo.
·         Salmo 41
Lectura del Nuevo Testamento
·         Romanos 6,3-11
-          Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
·         Salmo 117

PALABRA DE LA VIGILIA
Lc 24,1-12
“El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar”. Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y a los demás. María Magdalena, Juana y María la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose vio las vendas por el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido”.
 
 
 

31 de Marzo
DOMINGO DE PASCUA DE LA
RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
1ª Lectura: Hechos 10,34.37-41
Salmo117: Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
2ª Lectura: Colosenses 3,1-4
PALABRA DEL DÍA
Jn 20,1-9
“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.



Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado.
Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro
y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.
Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea:
'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'".
Y las mujeres recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás.
Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles,
pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido”.

REFLEXIÓN
                ¿Crees en la resurrección? La fe en la resurrección no es producto de un deseo, un sueño o una añoranza, es fruto de un encuentro con el Resucitado. Quizá no lo haya visto ni palpado, pero lo he experimentado. Puedo recibir de mis padres y catequistas la enseñanza y la doctrina, pero no basta. Mi fe será viva, no enseñada, cuando de algún modo haya experimentado la presencia viva de Jesús. Sólo así podré ser testigo de la Pascua.
            De algún modo una sensación de presencia, una palabra, una fortaleza, una alegría, una providencia, una esperanza, un amor… pero no como virtud, sino como fruto del Espíritu de Jesús.
            La resurrección. Es el triunfo de la vida. La muerte es nuestro gran interrogante y nuestro angustioso horizonte. Humanamente hablando es muy difícil superar este miedo “mortal”. La muerte se presenta como disolución y corrupción, como silencio y vacío, como nada. “El abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la fosa”, dice Isaías.
            Esta paz y este gozo ante la muerte es fruto de la resurrección. El espíritu de Dios ha podido convertir la corrupción en floración, la disgregación en principio de unificación, el vacío en plenitud, la nada en nueva creación y la soledad absoluta en encuentros de comunión. La muerte, pues, no es el final de la vida, sino el paso, el principio de nueva vida. La muerte ya te puede alabar y los que bajan a la fosa seguirán esperando en tu fidelidad. Creer en el Resucitado es poder decir: “Cristo, vida mía”.
Es el triunfo del amor. Es pura coherencia, porque la vida consiste en amar. Se nos dijo que el amor es fuerte como la muerte, ahora sabemos que el amor es más fuerte que la muerte. Bastaría escuchar el himno triunfal de Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?... Estoy seguro que ni la muerte ni la vida…, ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom 8,35.38-39).
            Es el triunfo de la esperanza. Ahora la esperanza se siente aún más segura y más cargada de razones. Ahora se puede creer en nuevas utopías y mirar al futuro con más optimismo. Ahora sabemos que el final no será la desgracia, sino la gracia; no el dolor, sino el gozo, no la injusticia o la opresión, sino la liberación.
            El triunfo de la santidad. La Pascua de la Resurrección significa el triunfo de la gracia. Los pecados quedaron ya clavados en la cruz o enterrados en el sepulcro. También nosotros, por la fe y por el Bautismo, resucitamos a una vida nueva. “Celebramos la Pascua, no con la levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad) sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad”.
            El triunfo de la alegría. “La única tristeza es la de no ser santo”.  Cristo resucitado irradia su paz y su alegría dondequiera se manifieste. La paz y la alegría  van siempre juntas. “Paz con vosotros… Y ellos se alegraron de ver al Señor” Pedro matiza y califica esta  alegría pascual: “Rebosando de alegría inefable y gloriosa”, que procede de la fe en el Resucitado y del amor del resucitado, que nos amó primero. La mayor alegría es sentirse amado.
            No es una alegría barata. Es una alegría que es don del Espíritu. No proviene de la santificación de los sentidos, sino del encuentro con el Señor. Aunque no le hayamos visto, él se nos ha manifestado en fe y amor.
            La alegría, naturalmente, está reñida con el temor. Cuando Jesús resucitado se acerca, se alejan  huyendo los temores. “No temas. No temas. Soy yo” No está reñida con  el sufrimiento, “aunque seáis afligidos con diversas pruebas”.

ENTRA EN TU INTERIOR



Misterio de Esperanza
Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.
Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados para siempre.
Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen en pateras llegar a su verdadera patria.
Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: “Entra para siempre en el gozo de tu Señor”.
Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un “Dios oculto” del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.
Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.
Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.
Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las “huellas” que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.
Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: “Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida”. Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado.
José Antonio Pagola

 
ORA EN TU INTERIOR
                Abre tus puertas a Jesús resucitado. Él quiere penetrar también en tu corazón. Ábrele tu corazón. Él quiere hablarte. Entonces tu corazón se irá encendiendo con su palabra. Él quiere partir el pan contigo. Entonces te llenarás de vida nueva. Él quiere exhalar sobre ti su Espíritu. Entonces te llenarás de fuerza santa y de alegría.
            ¿Sientes más paz y alegría? Entonces es que Cristo ha resucitado.
            ¿Sientes más fuerza espiritual? Entonces es que Cristo ha resucitado.
            ¿Sientes más paciencia y mansedumbre? Entonces es que Cristo ha resucitado.
            ¿Sientes más seguridad, más luz? Entonces es que Cristo ha resucitado.
            ¿Sientes más amor a los hermanos? Entonces es que Cristo ha resucitado.
ORACIÓN FINAL
                Te bendecimos, Padre, por la resurrección de Jesús, mientras peregrinamos como pueblo tuyo por el desierto, atisbando la aurora y saludando nuestra liberación. Es la nueva humanidad que nace en Cristo resucitado, el hombre nuevo, el viviente, el vencedor de la muerte.
            Según su mandato, queremos ser testigos del evangelio y demostrar con nuestra vida que el amor es posible.
            Vence con tu gracia nuestros miedos y cobardías. Haz que reconozcamos a Jesús, y quedaremos asombrados de lo que su espíritu puede realizar en y por nosotros. Amén.
 
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
imágenes proporcionadas por Catholic.Net
 
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario