OCTAVA
DE PASCUA
Jesús
de Nazaret ha muerto. Un hombre único e incomparable ha sido crucificado. ¿Ha
fracasado su causa por ello? He aquí que al proceso de los hombres responde el
contra-proceso de Dios. Dios mismo toma partido y “firma”, para autentificarlas,
las páginas “escritas” por la vida de Jesús. “A aquel a quien vosotros habéis
crucificado, Dios lo ha resucitado de entre los muertos”. La fe cristiana se
presenta como un juicio solemne, el juicio de Dios.
Algo ha ocurrido durante el tiempo que media entre la
Pascua y el nacimiento de la Iglesia. Algo ha cambiado durante esta Cincuentena
primordial. Los discípulos, enloquecidos y dispersados por el miedo, se han
transformados en ardientes defensores. “¡No podemos dejar de hablar!”. Los apóstoles
han tenido una experiencia que les va a revelar el sentido de la muerte de
Jesús en la cruz. “Era necesario que el Mesías sufriera” era necesario… No es
un fracaso.
La resurrección de Jesús es un “misterio” que no
pertenece al mundo visible y evidente. En un acto divino que nos resulta
inaccesible a no ser por la fe, por los signos de la fe. Aun cuando algunos
acontecimientos (tumba vacía, apariciones) puedan ser como la huella de ese
misterio en nuestra historia, siempre habrá que interpretar estos signos y
buscar su sentido profundo. No basta con que haya una tumba vacía para que el
desaparecido sea proclamado Hijo de Dios y Señor.
Hay que interpretar. Algunos lo hacían de modo deductivo,
sacando la lección de los hechos: a Jesús, dicen, lo ha resucitado Dios. Pero
¿de qué valdría su testimonio si sólo se apoyara en su lógica? Otros se
dedicarán a anunciar al resucitado, y de los acontecimientos nacerán una
predicación y un mensaje. Y otros interpretarán los hechos refiriéndose a la
existencia humana: ¿qué significa para nosotros? Así nació la teología de la
Pascua, es decir, el descubrimiento del sentido salvífico de la muerte y la
resurrección de Cristo.
La afirmación de la resurrección es el núcleo de la
confesión pascual. Decir que Jesús ha resucitado es afirmar un hecho de
naturaleza “escatológica” que tiene una relación determinante con el “fin de
los tiempos”. Es afirmar que, con la resurrección, Jesús está ya instalado en
su función de salvador y juez de la historia humana.
Nuestra existencia no camina hacia la muerte. Jesús es la
prenda y la fuente de nuestra existencia eterna. Victoria de la vida, que no es
empujada hacia un futuro ilusorio, porque es victoria para hoy. La “Pascua” que
vivimos con Cristo nos hace pasar desde ahora a la verdadera vida, que es
comunión con Dios. Desde la mañana de Pascua vivimos en régimen de
resurrección, y “en esta existencia
cotidiana que recibimos de tu gracia ha comenzado ya la vida eterna”.
Esta semana, octava solemne de Pascua, la liturgia va a
repetir un mismo anuncio con múltiples variaciones, pero siempre para decirnos
que “el mundo antiguo ha desaparecido y ha nacido ya un mundo nuevo”.
LUNES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
1
DE ABRIL
• Hechos
2,14.22-33
“Hombres de Judea y los
que residís en Jerusalén, comprended bien lo que ha pasado. Jesús el Nazareno
fue crucificado por manos de los impíos, pero Dios lo ha resucitado y nosotros
somos testigos”. Jerusalén puede continuar con los ritos de la oración y los
sacrificios; nada volverá ya a ser igual. Una comunidad que vive del Espíritu,
va a decir una palabra de gracia y reconciliación, va a realizar unos gestos
que muy pronto dividirán al pueblo judío en lo referente a la ley musaica.
La palabra de Dios está
ya actuando. La Iglesia recibe la enseñanza de los profetas y la confronta con
los acontecimientos.
• Salmo 15: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”.
Salmo de confianza, el
salmo 15 habla de la fidelidad de Yahvé que levanta al justo. La primera
comunidad cristiana lo releyó a la luz de la resurrección de Cristo.
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
28,8-15
“Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro;
impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De
pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: “Alegraos”. Ellas se
acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: “No
tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”.
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y
comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los
ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma,
encargándoles: “Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo
mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros
nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros”. Ellos tomaron el dinero y obraron
conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los
judíos hasta hoy”.
El evangelio de este
lunes de la octava de Pascua, contiene dos episodios relacionados con la
resurrección del Señor. El primero es la aparición de Jesús a María Magdalena y
María la de Santiago, que fueron a visitar su sepulcro. Allí oyeron el anuncio
del ángel: “Jesús, el crucificado, no está aquí, ha resucitado, como había
dicho… Id aprisa a decirlo a sus discípulos”. Es entonces cuando les sale al
encuentro Jesús mismo, que les dice: “Alegraos… No tengáis miedo: id a
comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”.
La segunda parte del
evangelio deja constancia del “invento” sobre el sepulcro vacío de Jesús. Los
sumos sacerdotes y los ancianos compran el silencio y la mentira de los
guardias del sepulcro, únicos testigos directos de la resurrección: “Decid que
sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais…
Y estas historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy”. En esta
reseña sobre la fábula del sepulcro vacío, exclusiva de Mateo, se traduce el
clima conflictivo entre la vieja sinagogas y la joven Iglesia.
MARTES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
2
DE ABRIL
• Hechos 2,36-41
Primeras predicaciones,
primeras conversiones: “A quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido
Señor y Mesías”. Los apóstoles se comportan siempre del mismo modo cuando se
dirigen a la sinagoga. En primer lugar, recuerdan los grandes sucesos de la
historia judía y el mensaje de los profetas. Después presentan la buena noticia
de Jesucristo como cumplimiento de la antigua alianza. Finalmente, concluyen
con una llamada a la conversión y a la fe. Los convertidos son entonces
bautizados en nombre de Jesucristo. De este modo, el bautismo se pone en
relación con el Nombre, es decir, con la persona misma de Jesús resucitado.
• Salmo 32: “La misericordia del Señor llena la tierra”.
El salmo 32, es un himno
en honor de las proezas de la obra divina: “La palabra de Dios es sincera; más
tajante que espada de doble filo…”
PALABRA
DEL DÍA
Juan
20,11-18
“Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco,
sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de
Jesús. Ellos le preguntaban: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella les contesta: “Porque
se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto, da media
vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: “Mujer,
¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
“Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo han puesto y yo lo recogeré”.
Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice “¡Rabboni!”, que significa “¡Maestro!”.
Jesús le dice: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis
hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Diios
vuestro”. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y
ha dicho esto”.
“¡Suéltame, que todavía
no he subido al Padre!”. Cuando, en la cruz, Jesús hubo entregado el Espíritu,
había muerto de amor. Había glorificado a su Padre, y el Padre le había
glorificado a él. Desde entonces pertenece al mundo del espíritu. Sólo los
creyentes, los que aceptan renacer de lo alto y del Espíritu, podrán
reconocerlo.
María llora cuando
regresa ante la tumba. “¡María!”. “¡Maestro!”: los dos nombres son susurrados,
y no sólo los oye el corazón. Llamar por su nombre al hijo que acaba de nacer
es hacerse cargo de él en su mismo nacimiento. “¡María!”. María va a renacer.
Enjuga unas lágrimas que pertenecen al pasado y “se vuelve”.
Sólo entonces reconoce a
Jesús. Había pensado primero en el jardinero, y no estaba lejos de la verdad.
¿Quién es ese jardinero, sino el nuevo Adán a quien el Padre acaba de
devolverle la custodia del paraíso reencontrado?.
MIÉRCOLES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
3
DE ABRIL
• Hechos 3,1-10
Las tres de la tarde,
cerca de la “Puerta Hermosa”, Pedro y Juan suben al templo para la oración. Un
enfermo se les acerca y les pide ayuda. Ellos le dicen: “No tengo no oro mi
plata, pero lo que tengo eso te doy. En nombre de Jesucristo Nazareno, echa a
andar”. Un nombre: es todo lo que tienen para ofrecer.
Pero el pensamiento
antiguo daba una enorme importancia al conocimiento del nombre, pues éste
definía al ser y su función. Conocer el nombre equivalía a poseer el ser, y es
un nombre realmente prestigioso el que los apóstoles revelan al tullido: el
nombre del Ungido del Señor, de quien el profeta Isaías había cantado la
siguiente alabanza: “El Señor me ha ungido; me ha enviado a llevar un gozoso
mensaje a los humillados y a curar a quienes tienen el corazón roto” (Is 61,1).
Cristo es también Siervo…
• SALMO 104: “Que se alegren los que buscan al Señor”.
El salmo 104 repite sin
cesar las maravillas de Dios.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
24,13-35
“Dos discípulos de Jesús iban a una aldea llamada Emaús.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a
caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: “¿Qué
conversación es esa que traéis mientras vais de camino?”. Ellos le contestaron:
“Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante
Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros
jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaran. Nosotros esperábamos
que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que
sucedió esto. Algunas mujeres fueron muy de mañana al sepulcro y no encontraron
su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de
ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron
también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él
no lo vieron”. Entonces Jesús les dijo: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo
que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto
para entrar en su gloria?” Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los
profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de
la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le
apremiaron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de
caída” Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el
pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los
ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: “¿No ardía
nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras?”
Al atardecer del primer
día de la semana, dos hombres van por el camino. Su vida se ha detenido el
viernes precedente, mientras Jesús agonizaba en la cruz. Desde entonces, se han
dicho el uno al otro la antigua maldición: “Maldito el que es colgado” (Dt
21,23). ¿Quién tiene razón: la autoridad legítima que decidió la muerte del
agitador o ese Jesús que reivindicó el título de Mesías? Los dos hombres caminan
con aire sombrío. Pero de golpe pasan del desánimo a la euforia, a una fe
entusiasta en la resurrección.
La Escritura es la
primera clave o vía que Jesús les abre para acceder a la fe en su persona. Los
discípulos no lo han reconocido presente en el caminante que se les une en la
marcha y que parece ignorar todo lo sucedido aquellos días en Jerusalén. Ellos
están desanimados, en la tumba del crucificado quedaron enterradas sus
esperanzas mesiánicas, que no son capaces de resurgir ni con las noticias que empiezan
a correr en su grupo sobre el sepulcro vacío e incluso la resurrección de Jesús anunciada por los
ángeles a las mujeres.
“Entonces Jesús les
dijo: ¡Qué necios y torpes sois para
creer lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías padeciera todo esto para entrar en su gloria? Y
comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Les explicó lo que se
refería a él en toda la Escritura”. Esta lectura cristológica de la Escritura
es el camino que, iniciado por Jesús, seguirá la Iglesia primitiva, como vemos
en los pregones apostólicos de los Hechos; por ejemplo el que leeremos mañana
jueves y que sigue a la curación del lisiado en la Puerta Hermosa del templo
por Pedro y Juan.
La Eucaristía es la
segunda clave cerca ya de la aldea de Emaús, el desconocido hizo ademán de
seguir adelante. Quédate con nosotros, le dijeron ellos, porque atardece y el
día va de caída. Y se dispusieron a cenar juntos. Entonces el Señor, “sentado a
la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció”. Lucas
transcribe aquí exactamente el rito con que Jesús inició la institución de la
eucaristía en la última cena, según leemos en san Pablo y en los tres evangelios
sinópticos.
La comunidad es la
tercera clave. Así lo entendieron los peregrinos de Emaús, que levantándose al
momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con
sus compañeros. Habían aprendido una lección
fundamental, extensiva a todos los cristianos. Cristo resucitado sigue presente entre ellos, en
medio de la comunidad, de una manera nueva y cierta, por la fe que nace de su
palabra y de su pan.
JUEVES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
4
DE ABRIL
• Hechos 3,11-26
¡Combate de la vida y la
muerte! Pilatos pensaba soltar a Jesús, y los judíos rechazaron su propuesta.
Reclamaron el perdón de un asesino para entregar al santo y Justo. Hicieron
morir al Príncipe de la vida, y Dios lo resucitó de entre los muertos. Porque
Jesús se hizo siervo, porque llegó hasta el final el don de sí. Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está por encima de todo nombre.
La curación del enfermo
dejó a la muchedumbre estupefacta y desorientada. Pedro les descubre el sentido
del hecho del que han sido testigos y que tiene a Dios por autor.
TOMÓ EL PAN, PRONUNCIÓ
LA BENDICIÓN, LO PARTIÓ Y
SE LO DIO…
…A ELLOS SE LES ABRIERON
LOS OJOS Y LO RECONOCIERON.
Jesús se hizo servidor y
fue rechazado por todos. Ahí se encuentra el camino auténtico de la conversión:
sólo los que se comprometen en este camino conocerán el tiempo de la
restauración. Se ofrece a Israel un último tiempo. Entonces volverá para tomar
posesión del Reino eterno que Dios le prometió por boca de los profetas.
• Salmo 8: “Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!”.
“¿Qué es el hombre,
Señor, para que te acuerdes de él?”. El salmo 8 es un himno al Dios, creador de
todo, que ha dado el nombre al hombre.
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
24,35-48
“Contaban los discípulos lo que les había pasado por el
camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de
estas cosas, cuando se presenta en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: “¿Por qué
os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis
pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene
carne y huesos, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los
pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
“¿Tenéis ahí algo de comer?” ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo
tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: “esto es lo que os decía mientras estaba
con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y
salmos acerca de mí tenía que cumplirse”. Entonces les abrió el entendimiento
para comprender las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá,
resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la
conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por
Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto”.
Al atardecer del primer
día de la semana. “¡Paz a vosotros!” Paz a los discípulos aún incrédulos. La
paz: un sueño tenaz en el corazón del hombre. Los enemigos se dan la mano, las
armas se callan. Los profetas habían prometido tan a menudo esta paz para “el
tiempo del descanso”… Ahora está ahí, en medio de los apóstoles estupefactos.
Todos los bienes del Reino están ahí.
Jesús en medio de los
suyos… La tradición judía conocía relatos de apariciones de espectros o
demonios: la tradición griega también. Pero Jesús no es un fantasma; no se
aparece un muerto, sino un vivo. Jesús muestra el lugar de los clavos y come un
trozo de pan.
Más aún. Instruye a sus
apóstoles y les explica cómo su muerte y su resurrección dan cumplimiento a las
Escrituras. En efecto, a la Iglesia le gustará repetir los pasajes proféticos y
los salmos que iluminan con una luz nueva la vida de su Señor. Pero pronto
vendrá el Espíritu que lo renovará todo: será la hora de la misión.
VIERNES
DE LA OCTAVA DE PASCUA
5
DE ABRIL
• Hechos 4,1-12
Pedro y Juan instruyen
al pueblo e insisten en decir que Jesús ha resucitado de entre los muertos.
Muchos de los que les escuchaban se convierten, y crece la comunidad de
creyentes. Es más de lo que pueden soportar los sumos sacerdotes, que se
encogen de hombros cuando se les habla de resurrección. Hay que matar al
polluelo en el huerto y desmembrar la secta. Ha llegado para la Iglesia la hora
del testimonio.
“¿En nombre de quién
habéis hecho eso?” -En nombre de Jesús,
pues no se nos ha dado bajo el cielo otro nombre que pueda salvarnos. El
enfermo ha sido salvado en el nombre de Jesús. ¿No es Jesús la piedra rechazada
por los que hoy persiguen a la joven Iglesia, pero elegida por Dios para ser la
piedra angular sobre la que se edifique el nuevo Israel?-.
• Salmo 117: “La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular”.
El salmo 117 pertenece
al género de acciones de gracias individuales. El versículo 12 parece haber
sido interpretado por los judíos como el anuncio de la edificación de la comunidad
escatológica, pero la Iglesia no tardó en aplicarlo a Cristo, fundador del
nuevo pueblo de Dios. Obsérvese el tono antijudío que se desprende de un juego
de palabra arameo que asimila los “arquitectos” a los escribas.
EVANGELIO
DEL DÍA
Juan
21,1-14
“Simón Pedro dice (a Tomás, Natanael, los Zebedeos y otros
dos): “Me voy a pescar”. Ellos contestan: “Vamos también nosotros contigo”. Salieron
y se embarcaron; y aquella noche no pescaron nada. Estaba ya amaneciendo,
cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: “Muchachos, ¿tenéis pescado?” Ellos contestaron: “No”. Él les
dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. La echaron, y no
tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que
Jesús tanto quería le dice a Pedro: “Es el Señor”. Al oír que era el Señor, Simón
Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque no distaba de tierra más que unos
cien metros, remolcando la red con los peces. Al salir a tierra, ven unas
brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús le dice: “traed de los peces
que acabáis de pescar” Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla
la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos,
no se rompió la red. Jesús les dice: “Vamos, almorzad”. Ninguno de los
discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el
señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue
la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de
entre los muertos”.
“No tengas miedo, Simón;
desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10). Por orden de Jesús echaron la
red y sacaron ciento cincuenta y tres peces. Jesús ha glorificado a su Padre, y
ahora el Padre le glorifica a él. Resucitado, realiza la promesa que había
hecho a algunos paganos: “cuando haya sido elevado de la tierra, atraeré a
todos los hombres hacia mí”. Ahora es el tiempo de la misión, y Pedro es su
jefe: ¿No se lanzó al agua al reconocer al Señor, igual que había corrido hacia
la tumba vacía en la mañana de Pascua? Han capturado una enorme cantidad de
peces, y la red no se rompe con el peso de la pesca. Así, contra toda
esperanza, los apóstoles van a congregar a hombres de todas partes en la unidad
de una sola Iglesia. Pero sin Jesús no pueden hacer nada: durante la noche no
habían pescado una sola pieza.
Aunque a primera vista
pueda parecer que falta una de las características de las apariciones de Cristo
resucitado, es decir: el envío misionero, la misión está indicada en el
simbolismo misionero de la barca, la pesca, la red y los peces. Detalles todos
que apuntan a la misión universal de la Iglesia “pescadores de hombres” y que
ahora faenan comunitariamente y en cómo desborda de peces su red.
A todos nosotros se nos
dice hoy: Echad la red, es decir, servid a mi misión redentora entre vuestros
hermanos los hombres. A esta misión nos remite la eucaristía que a diario
celebramos en nuestras comunidades.
SÁBADO
DE LA OCTAVA DE PASCUA
6
DE ABRIL
• Hechos 4,13-21
“¿Qué es justo a los
ojos de Dios: escucharos a vosotros o escucharle a él?”. El tribunal religioso
reprochaba a los apóstoles el que hablen de Jesús, pero ¿podrían actuar de otro
modo? Jesús se ha apoderado de ellos, como pronto se apoderará de Pablo de
Tarso. Ellos le han dado su fe, su corazón, su vida, y el Aliento de Dios les
ha sumergido en su fuego. No existe un contrato entre el resucitado y sus
discípulos, sino una pasión recíproca. Lo que Pedro, Juan y los demás han visto
y oído no pueden callarlo, pues está en juego la salvación del hombre. Lo que
han visto y oído lo anuncian a todos, para que la humanidad entera entre en
comunión con ellos, ya que su comunión es comunión con el Padre y con
Jesucristo.
• Salmo 117 (ver viernes de la octava).
EVANGELIO
DEL DÍA
Marcos 16,9-15
“Jesús, resucitado
al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena,
de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros,
que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo
había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de
ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los
demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando
estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón,
porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: “Id
al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”.
El evangelio
contiene un breve recuento de
apariciones de Jesús resucitado: primero a María Magdalena, después a los dos
discípulos de Emaús y finalmente a los once, cuando estaban a la mesa. Jesús
les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a
los que le habían visto resucitado.
Los estudiosos de los
evangelios coinciden en afirmar, que este final no formaba parte del evangelio
primitivo de Marcos; está redactado con un vocabulario y un estilo diferente
del resto. Se trata más bien de un resumen de los relatos de apariciones que
figuran en los otros evangelios, a los que se ha añadido una serie de alusiones
a determinados acontecimientos referidos en el libro de los Hechos. Su
autenticidad era ya discutida en el siglo segundo.