lunes, 10 de diciembre de 2012

TERCERA SEMANA DE ADVIENTO (C)


17 DE DICIEMBRE
LUNES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO
(FERIA MAYOR)
PALABRA DEL DÍA
Mateo 1,1-17)
“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquím, Aquím a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David  fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce”.
REFLEXIÓN
            Mateo comienza su evangelio con la genealogía de Jesús. Con esto se indica que Jesús es el hombre nuevo, la clave que permite entender la historia de la salvación.
Pero el hombre nuevo no deja de pertenecer al linaje de los hombres mortales.
Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, se convierte así en el molde y la horma del ser humano, para él es el hombre nuevo. Debido a eso, “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio de la Palabra hecha carne. Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir. Cristo, el nuevo Adán, es la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta plenamente que es el hombre al propio hombre, descubriéndole la altura de su vocación.” (L.G. 22)
Al prepararnos a celebrar la encarnación de Cristo, creemos en la humildad de Dios para la divinización del hombre; pues el Hijo de Dios se hace hombre para que éste se convierta en hijo de Dios.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Tras el temblor opaco de las lágrimas, no estoy yo solo.
Tras el profundo velo de mi sangre, no estoy yo solo.
Tras la primera música del día, no estoy yo solo.
Tras la postrera luz de las montañas, no estoy yo solo.
Tras el estéril gozo de las horas, no estoy yo solo.
Tras el augurio helado del espejo, no estoy yo solo.
No estoy yo solo, me acompaña, en vela, la pura eternidad de cuanto amo.
Vivimos junto a Dios eternamente. (Himno litúrgico).
ORACIÓN
            Te pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, el hombre nuevo, en solidaridad con la humanidad pobre, necesitada y amada por ti en su misma limitación y pecado. Tal es el amor inverosímil y gratuito que nos tienes.
            Hacemos nuestro el deseo de la liturgia de hoy: Oh sabiduría, que brotaste de los labios del altísimo, abarcando del uno al otro confín del mundo y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación. Amén.
18 DE DICIEMBRE
MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO
(FERIA MAYOR)
PALABRA DEL DÍA
Mateo 1,18-24
 
“…Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el Profeta: “Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significas “Dios –con-nosotros”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”.
REFLEXIÓN
Si ayer se mencionaba a san José en el árbol familiar de Jesús, como descendiente de David, hoy adquiere su figura un relieve especial en la liturgia de la palabra. Es de las contadas veces que aparece san José en los evangelios. Si éstos hablan poco de María, menos todavía de José. No obstante, ambos son mencionados en el llamado “evangelio de la infancia” de Jesús, donde Mateo da relieve a la figura de José y Lucas a la de María.
Hoy se nos dice que por medio de José entra Jesús en el linaje davídico, y se cumple en Cristo el oráculo mesiánico del profeta Jeremías: el vástago de David se llamará “Dios-es-nuestra-justicia”, es decir, nuestra salvación. Salvador es precisamente el nombre que José pondrá al niño que nacerá de María, su esposa, que ha concebido por obra del Espíritu Santo, como le explica “en sueños el ángel del Señor” a José. Es la expresión bíblica para designar una revelación de Dios a una persona.
La acción creadora del Espíritu es decisiva para dar paso al Emmanuel (Dios-con-nosotros), que encabeza un nuevo pueblo y una humanidad regenerada. Mas, para realizar este plan de salvación, Dios cuenta también con la colaboración humana de María como madre natural, y de José como padre legal del vástago legítimo que viene a tomar posesión del trono de David: Jesús el Mesías.
¿A qué podía obedecer el reparo de José? Conociendo a María, su mujer, ¿cómo dudar de ella? ¡Imposible! Además, sin duda que María, le había puesto al corriente de lo que sucedía. Su reparo, por tanto, no se refería a María, sino a sí mismo. No quiere interferir en los planes del señor, a los que él no da alcance. ¿Cuál era su papel como futuro marido de una mujer a quien Dios había tocado con su Espíritu?
La palabra del ángel del Señor vino a darle seguridad, luz sobre su misión y confianza en Dios. Sería el padre “legal” del hijo de María, venido del Espíritu Santo para salvar al pueblo de sus pecados. La duda fue vencida por la obediencia de la fe. Así es como san José conecta con la dinastía mesiánica: no sólo por razón de  genealogía, sino, y sobre todo, por el dinamismo de la obediencia de su fe, que le impulsa a aceptar una misión oscura y sin brillo especial, pero muy importante en los planes de Dios sobre la salvación humana.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
            “¡José, hijo de David, no temas!” Pero ¿qué podría temer aquel “justo”. No vamos a imaginar que desconfiara de su esposa y sospechara quién sabe qué infidelidad suya… José es un justo, es decir, un hombre que lleva consigo el pensamiento de Dios, la fidelidad de Dios. Lo único que teme es ocupar, junto a María y Jesús, un lugar que sólo correspondería a Dios. El niño viene del Espíritu santo, pero la fidelidad de Dios exige que sea también “hijo de David”…”¡No temas, José! ¡Emprende tu vida al lado de María! ¿Impón un nombre al niño y sé un padre para él!”.
            Sin ceder a la tentación del abandono, el justo José se adentró en la radiante oscuridad del misterio de Dios. Su talla humana se agiganta desde la fe que lo animó. Por eso su figura aparece en el adviento como un prototipo y modelo bíblico de la fe. La vida de cada uno de nosotros, como toda vida, es vocación, proyecto y prueba de Dios; y debe ser también respuesta incondicional al mismo, sin pedirle evidencias, sino fiándonos plenamente de él. Como hizo el bueno de José.
ORA EN TU INTERIOR
            ¿Qué es un padre para un niño, sino una relación vivida día a día, una adopción mutua nunca terminada, un amor en el que pacientemente se forja la libertad del futuro adulto? Jesús experimentó esta relación. Y su nombre mismo la implica: Jesús quiere decir: “Dios-salva”, o también Emmanuel, es decir, “Dios-con-nosotros”. ¿Dios podría estar con nosotros y salvarnos sin pasar por nuestra historia y por nuestras vicisitudes? Jesús no es salvador a golpe de milagro; lo es por su verdadera humanidad. Y, a ese nivel, el lugar de José es insustituible en la historia de la salvación. José… el hombre que adoptó al Hijo de Dios. Esta es su justicia. Esta serán también la nuestra cuando, en el corazón mismo de nuestros amores y de nuestras dudas, vivamos la historia de Dios-con-nosotros, Emmanuel.
ORACIÓN
            Te pedimos por los padres de la tierra, para que acojan a sus hijos como un don de tu gracia.
            Te pedimos por aquellos a quienes llamas a tu servicio, para que se comprometan con fe y con sencillez.

 
19 DE DICIEMBRE
MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO
(FERIA MAYOR)
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,8-20.24-25
“Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: “no temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenaré de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto”. Zacarías replicó al ángel: “¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento”. Días después concibió Isabel, su mujer y estuvo sin salir cinco meses, diciendo: “Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar su afrenta ante los hombres”.
REFLEXIÓN
            Mientras la asamblea del pueblo permanece en oración en el atrio, el sacerdote ha entrado en el Santuario a ofrecer el incienso delante de Dios. ¿Habrá quizá Dios esta tarde? “¡Ah, si rasgaras los cielos y bajases!”· Pero Dios permanece en silencio desde hace mucho tiempo, y parece que la oración de los hombres no asciende a lo inaccesible. El pueblo es estéril: entonces, ¿cuándo volverá la tierra a dar su fruto? El sacerdote es anciano, y se le va la vida sin haber tenido un hijo. Cae la tarde. Pronto se presentará la muerte. Ante el altar, el anciano sacerdote calla.
            “Zacarías, tu mujer Isabel te va a dar un hijo…” ¡Tanta es la turbación del anciano que el ángel tiene la posibilidad de hacer de antemano el elogio del niño que va a nacer! Pero cuando, al fin, toma la palabra Zacarías, lo hace para formular su objeción: “¿Cómo va a ser posible…?” “Verás, Zacarías, todo se hará como Dios acostumbra a hacer, que él hace fecundo el desierto y renueva el corazón del hombre. Dios ha escuchado la oración de su pueblo, pero responde a ella a su manera, conforme a la dimensión de su gracia. El niño se llamará Juan, es decir, “Dios se ha compadecido”. En cuanto a ti, sacerdote escéptico, permanecerás mudo el tiempo que tarde en cumplirse todo según la palabra de tu Dios”.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
            Dios ha roto su silencio. La noche va a dar paso a la luz. Pronto se alzará una voz en el desierto para preparar el camino a la Palabra hecha carne. El dios que mora en las alturas se ha inclinado hacia los pobres, y he aquí lo que hace: “asienta a la estéril en su casa, madre de hijos jubilosos” (Sal 112). El hombre incrédulo queda reducido al silencio, pues, cuando Dios se compadece, sólo la fe puede entonar el canto vespertino. El canto de la salida del sol que se eleva por encima de la noche.
ORA EN TU INTERIOR
            Para recibir el don de Dios hay que abrirse a él con fe generosa y alegre confianza. Ese don de lo alto suscita alegría, y ésta se debe notar en el corazón y en la vida del hombre y de la mujer que son destinatarios de la benevolencia del Señor; un gozo que es el carisma testimonial que hoy necesita nuestro mundo sin esperanza y frustrado en su hambre de felicidad por los falsos sucedáneos de la misma.
            Con el testimonio práctico y efectivo de nuestra fe y conducta hemos de mostrar el camino que conduce a Cristo, para que no se verifique en nosotros la acusación del Bautista a los judíos de su tiempo. “En medio de vosotros está uno a quién no conocéis”.
ORACIÓN
            Que nuestra oración se eleve en tu presencia, Señor, como el incienso, y nuestras manos como la ofrenda de la tarde.
            Habla de nuevo a nuestro estéril corazón, y que suceda con nosotros conforme a tu gracia en la mañana que nos das como el nuevo día, alumbrado en nuestra de.
20 DE DICIEMBRE
JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO
(FERIA MAYOR)
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,26-38
 
“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: -“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?” El ángel le contestó: -“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: -“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.” Y la dejó el ángel”.   
REFLEXIÓN
Escuchamos ya anuncios inmediatos de la Navidad. Nos llegan ecos llenos de entusiasmo y emoción no contenida. Se van concretando lugares del gran acontecimiento esperado.
Todo tiene que estar a punto, termina el tiempo de espera y empiezan las promesas a cumplirse. Hemos ya encendido las cuatro velas de la corona de Adviento, pero me pregunto, si están nuestras lámparas encendidas.
La Anunciación es un misterio que meditamos siempre con asombro. La escena está muy bien pintada y elaborada por Lucas: el mensaje del ángel, las respuestas de María.
Aquí es Dios el que está buscando un templo, no es David el que quiere construirle uno, Dios quiere construirse un templo a su gusto. Quiere construir una casa para su Hijo. Los materiales los encontrará en una joven de Nazaret. Materiales como, disponibilidad, apertura al don de Dios, fidelidad, generosidad, estos materiales solo los puede manejar el Espíritu Santo.
Y esta joven siente en un momento la experiencia de Dios. Un misterio que la quema y la abaja, una palabra que la ilumina y la gratifica.
·         Eres una pobre esclava, pero yo quiero que sea mi hija. Eres virgen, pero yo quiero que tengas un hijo. Eres humana, pero tu hijo será divino.
·         ¿Qué cómo será eso?.
·         Basta que creas, que te abras a la gracia y a la acción del Espíritu. No temas. Dios lo puede todo.
·         Sí, Padre. Soy tu esclava. Hágase en mí.
·         Soy pequeña, tengo miedo. Pero Sí.
·         Me da vergüenza, estoy prometida. Pero Sí.
·         ¿Por qué te has fijado en mí? Hay tantas mujeres que son mejores y más preparadas. Pero Sí.
·         ¿Podré yo responder como Tú quieres? ¿Sabré ser lo que me pides? Pero sí.
Si, María, Madre mía. Tu Sí cambió mi vida, tu Sí cambió la historia, tu generosidad cambió la historia e hizo posible que el cielo se uniera con la tierra en un abrazo luminoso y salvífico.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
(S. Agustín, Serm. 290,4-5)
            “Zacarías busca saber del ángel algo que le permita conocer lo que se le acaba de anunciar, porque él era anciano y la mujer entrada en años, y se le responde: Por no haber creído te quedarás mudo. Se anuncia a la virgen María el nacimiento de Cristo, y, preguntando el modo, dice al ángel: ¿Cómo sucederá eso, pues  no conozco varón? (Lc 1,34). Y el ángel le responde: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lc 1,35). He aquí cómo sucederá lo que desea saber; he aquí cómo dará a luz sin conocer varón; he aquí  cómo el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra. No temas el ardor de la concupiscencia estando a la sombra de tan grande santidad. ¿A qué se debe esto? Si prestamos atención a las palabras, o ambos creyeron, o ambos dudaron, tanto Zacarías como María; pero nosotros sólo podemos escuchar las palabras; Dios puede interrogar también el corazón.
            Queremos comprender, amadísimos, que cuando Zacarías dijo ¿Cómo conoceré eso? Yo soy anciano y mi mujer entrada en años (Lc 1,18), lo dijo no preguntando, sino mostrando su falta de esperanza. En cambio, María al decir: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón? (Lc 1,34) lo dijo preguntando, no porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: Salve, llena de gracia. ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó al hombre para que no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el principio, por la que fueron hechas las cosas, se hace carne: La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14). La Palabra se hace carne, pero uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la Palabra en la carne. ¡Oh gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto”.
ORA EN TU INTERIOR
            El silencio de María se hace aceptación, obediencia y fe. Permitirá que el fruto de Dios crezca en su interior, aportando ella la única participación que Dios puede bendecir: una fe total, humilde y bañada en alegría. David, el antepasado, soñaba con una morada magnífica, gigantesca, digna del Infinito. Pero Dios derriba a los poderosos y despide vacíos a los ricos. Quiere tener su morada entre los pequeños y los humildes. Confía su palabra a quien ha amado el silencio lo bastante como para no confundir dicha palabra con su propio parloteo. Dios necesita nuestro silencio, porque quiere realizar para nosotros lo imposible. ¿Sabremos nosotros acoger a su Espíritu con tanto recogimiento interior como María, la virgen fiel, cuando dijo: “Hágase en mí según tu palabra”?
ORACIÓN
Bendito seas, Señor, en María, la virgen, pues su silencio acogió la inmensidad de tu palabra. Tu Espíritu hizo una alianza con ella, y ella concibió en su corazón al que sostiene el universo.
Disponible al misterio que preparabas desde hacía siglos, ella entregó su vida para servir a tu palabra. Por eso ante ti, oh Dios que exaltas a los humildes, nuestro corazón se desborda de alegría y te bendecimos sin fin.
Bendito seas, Dios y salvador nuestro, pues tu amor engendra al Esperado y nuestra tierra da su fruto en Jesús, tu Hijo. Concédenos conservar estas cosas en nuestros corazones hasta el día en que podamos darte gracias sin fin por los siglos de los siglos. Amén.
21 DE DICIEMBRE
VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO
(FERIA MAYOR)
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,39-45
 
 
 
 
“Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuando Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
REFLEXIÓN
María saluda a su prima, e Isabel se llena del Espíritu Santo. La alegría se desborda, porque viene del Otro, del que entra en el mundo para hacer que nazca la alegría. María, inspirada por el Espíritu que anima a su hijo, canta: Isabel exulta con la alegría del Precursor que aún no ha nacido. ¡Sí! Juan Bautista expresa ya su alegría, aun antes de nacer, pues la alegría nace de la promesa; la alegría se nos da cuando vamos a la vida, como el hijo nace de la esperanza.
Por muchos libros que se escriban, por muchos sermones que se pronuncien, nadie ha hablado más y mejor de María, que Isabel. Nada le gana en densidad, en profundidad  a las palabras inspiradas por el Espíritu de Isabel.
La alegría nace de la promesa. Nos hace mirar hacia adelante, más lejos, en las fe. La mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía, este es el misterio. Por eso, cuando nace la primavera no hay que pensar más en el invierno. Ya Isabel no piensa en el invierno de su esterilidad y de su ancianidad, sino en la primavera cumplida de la promesa. ¡Dichoso el que danza al son de una belleza que sólo la fe puede revelar” Nada hay imposible para Dios.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Con el gozo de los sencillos, como Isabel y María, quiero alabarte, Señor cada día con júbilo nuevo. El ejemplo de fe de María  me impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntame la fe. Necesito también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido es felicidad doblada.
Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarme.
Visítame con tu salvación, ¡oh Sol que nace de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte.”
ORA EN TU INTERIOR
La fe sólo tiene sentido si suscita la vida. La virginidad de María es fecunda. Pero existe una fecundidad distinta de la de la carne, un don de la vida que surge en nosotros cuando entregamos sin reserva nuestras vidas al soplo de Dios. Dichoso aquel en quien habita el Espíritu y un buen día rompe a cantar con fe: “¡Ven, amada mía, muéstrame tu semblante, porque es hermoso!” ¡Dichoso el que danza al son de una belleza que sólo la fe puede revelar!”
ORACIÓN
Cuando tú estás conmigo, Señor, vibra tu Espíritu en mi corazón y exultan mis labios.
Visítame, ven a mí, libera mi vida estéril; haz que pueda recorrer los caminos e invitar a mis hermanos a la alegría que se ha de prolongar por los siglos. Amén
22 DE DICIEMBRE
SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO
(FERIA MAYOR)
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,46-56

 
“En aquel tiempo, María dijo:
-“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres – a favor de Abrahán y su descendencia por siempre.”
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa”.
REFLEXIÓN
Cuando María entró en casa de Isabel, lo primero que escuchó fueron palabras de felicitación, comprendió  el profundo significado de tales palabras, y sus labios se abrieron para magnificar la obra divina. Reconoció que se cumplía en ella la promesa hecha por Dios a Abrahán y, sobre todo, cantó lo que descubría en la historia de su pueblo: Dios está con nosotros, presente en la vida de los hombres en sus luchas: “Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”  
Una muchacha, convertida en madre por la fuerza del Espíritu, entona el canto de la revolución, y el hijo que lleva en sus entrañas será el profeta de semejante conmoción. El himno de los pobres toma cuerpo en María, y el Espíritu repite en ella la conmovedora fidelidad de Dios, que viene a exaltar a los despreciados de la tierra. Dios se inclina hacia su humilde sierva, en adelante todas las generaciones la proclamarán bienaventurada.
“A los hambrientos los colma de bienes” ¡Ah!, María conoce ese hambre, ese deseo, esa pasión de vivir. Sin embargo, no creo que dijera “sí” a Dios porque estaba cansada de luchar. Todo lo contrario, precisamente porque Dios sabía que iba a encontrar en ella un hambre y una sed suficientes, por eso le pidió que llevara en su seno a su Hijo.
Esta es la revolución de Dios. Y a mí me alegra que esta revolución haya empezado por una joven que dijo sí. Yo sé, Señor, que tu revolución va mucho más allá que mi pobre lucha de hombre sin aliento. “A los hambrientos los colma de bienes” “Dichosos los  pobres porque de ellos es el Reino de los cielos”.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
            Según los profetas y el mensaje de Cristo, los nombres que definen al Dios bíblico son santidad, justicia y misericordia. Este último término “misericordia”, en su valor semántico original significa: corazón sensible a la miseria humana. El Dios misericordioso que canta María pone en marcha y activa en presente un proceso histórico, lento pero inexorable, que desbarata el orden viejo e invierte, como hizo Cristo en las bienaventuranzas, el centro de gravedad de los valores sociales. Éstos no serán ya la prepotencia y el orgullo, la explotación y el dominio, sino la pobreza y el vacío de sí mismo, la reconciliación y la paz, la fraternidad y la solidaridad en el vivir y en el compartir.
ORA EN TU INTERIOR
            “La misericordia del señor llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
            El nuevo orden del reino de Dios no se compagina, pues, con ninguna situación de opresión e indignidad humana. El canto testimonial de María inserta al Dios-hecho-hombre entre los humildes, en la conciencia misma de los pobres de Dios, destinatarios preferidos de la salvación mesiánica y del reino que anunció e inauguró Jesús de Nazaret. Cristo resucitado es el rostro vivo del Dios de la liberación, del Dios del gozo “subversivo” de María en su canto profético, del Dios de la esperanza “revolucionaria” de los pobres. Que nos contemos entre éstos últimos.
ORACIÓN
            La pena que la tierra soportaba a causa del pecado, se ha trocado en el canto que brota jubiloso, en labios de María pronunciado.
            El sí de las promesas ha llegado, la alianza se cumple, poderosa: el Verbo eterno baja de los cielos, con nuestra débil carne se desposa.
            ¡Oh misterio que sólo la fe alcanza! María es nuevo templo de la gloria, rocío matinal, nube  que pasa, la luz nueva en su presencia misteriosas.
            A Dios sea la gloria eternamente, y al hijo suyo amado, Jesucristo, el que quiso nacer para nosotros, para darnos su Espíritu divino. Amén. (Himno litúrgico)

No hay comentarios:

Publicar un comentario