miércoles, 26 de diciembre de 2012

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

 

-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?


DOMINGO 30 DE DICIEMBRE

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LA PAZ

1ª Lectura: Eclesiástico 3,3-7.14-17

Salmo 127: “Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

2ª Lectura: Colosenses 3,12-21

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,41-52

“Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. El les contestó: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.


Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres”.





REFLEXIÓN

                Podemos, a pesar de la crisis y de las amenazas de todo tipo a que ha sido sometida, familia, afirmar que sigue siendo el valor más cotizado, porque la familia es un canto a la vida, porque es una razón segura de esperanza, porque es forja de personalidad y telar de convivencia, porque es el pilar más seguro de la sociedad.
            Hay, por desgracia, culturas de muerte: desde la violencia asesina a la práctica del aborto, desde la venta de armas a la injusticia que origina miseria, paro y pobreza… En la familia se cree y se cultiva la vida. Se toca ese misterio, que viene de fuente muy lejana. Uno se da cuenta de que la vida es algo que nos trasciende; no somos señores de la vida, sino transmisores; no somos fuente, sino canal, y también un poquito de vaso. Uno se da cuenta de que ésta es la vocación fundamental, que nada gratifica tanto como crear vida, vehicular la vida, cuidar y cultivar la vida.
            ¿Qué es, qué significa para los padres un hijo? Sí, una vida nueva, algo que no existía y ahora es, una prolongación de sí mismos, pero es, sobre todo, un misterio, es una respuesta afirmativa al amor, es un reto y una tarea que la Vida encomienda, es un gran Sí a nuestra razón de ser.
            La familia es fruto de una lejana atracción. Fue posible porque hubo una llamada que hizo a dos personas salir de sí mismas en busca de un proyecto común. Fue un camino apasionante, pero no fácil, porque había que vaciarse de sí, para dar cabida al otro. El matrimonio significa una pascua, se muere a sí mismo para que viva el otro, una pascua de amor.
            Los esposos son arquitectos de su propia casa. La construyen sobre la roca del amor, para que pueda hacer frente a todos los vientos y tempestades que sobrevengan. No la construyen sobre la arena movediza de la pasión o la ilusión o el interés (Mt 7,24-27). La casa se va levantando sobre varias columnas.          
  • Fidelidad, que significa una renovación continuada del Sí y que origina confianza creciente y transparencia constante.
  • Generosidad, que se manifiesta en el regalo de cada día, en el servicio de cada día, en la entrega de cada día. No importa tanto las cosas grandes y costosas, sino el gesto sencillo, el detalle pequeño, pero hecho con mimo, con intensidad.
  • Paciencia, sin límites, porque ¿Quién no tiene su debilidad, su equivocación, su cansancio, su olvido? ¿Quién no tiene su rareza, su manía, su capricho y tontería? ¿Quién no se cansa de lo mismo, de la monotonía, de lo que se repite, aunque sea muy bueno?
  • Respeto, porque el amor nunca puede ser absorbente o dominante. La persona, por muy amada que sea, no es cosa, sino misterio. El amor será respetuoso y humilde, para favorecer el crecimiento del otro en su verdad, en sus valores y características propias.
Cada una de estas columnas debe tener su adorno, su gracia, y es precisamente la alegría, el sentido del humor, el saber relativizar los problemas. El amor, en verdad, tiene “gracia”, en el doble sentido del humor y de santidad.
Conviene advertir que la construcción es permanente, que la casa no se termina nunca de rematar. Y es necesario tener en cuenta lo del salmo 126: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
 
 
 
JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA
Hoy nos interesa contemplar a la familia en sí misma, en su naturaleza, en sus raíces,  que llegan hasta Dios, en su misión, en su misterio.
            Comunidad de vida y amor: Tres sustantivos esenciales, creadores, definitivos. Estas tres grandes dimensiones de la familia son las que realmente definen lo humano y las que más nos acercan a Dios. Con estas tres columnas se puede construir, un mundo nuevo.
            Comunidad, el único lugar en el que el hombre se salva y se realiza. No puede llegar el hombre a ser libre y auténtico, a ser persona, si no es a través de la apertura y la integración con el otro. La comunidad es la que nos salva de la soledad, de la marginación, del individualismo, de la autosuficiencia y la autocomplacencia, actitudes todas que conducen a la tristeza y la esterilidad del corazón.
            La comunidad a la vez nos poda y enriquece. Nos poda el instinto egoísta y narcisista, que se repliega en sí mismo. Nos enriquece, haciéndonos crecer en acogida, en comunión, en responsabilidad y compromiso, en fecundidad y creatividad.
            Vida, el don más grande, el milagro permanente, el río que no cesa de fluir. En la familia la vida se recibe, se crea y se cultiva. La vida puede tener nombre de hijo, y es lo que más llena y gratifica. No hay nada comparable en la vida como la experiencia de dar nueva vida. Ya no morirás del todo. La vida puede tener también nombre de colaboración, de servicio, de superación, de comunión. La vida puede estar en la ayuda mutua, en el compromiso mutuo, en poner en común las penas y las alegrías cotidianas, los fracasos y los logros permanentes, las preocupaciones y esperanzas de cada día.
            Amor, la energía más grande, la canción más hermosa, el hijo que une todo el tejido familiar. Lo más delicado y lo más fuerte, lo más sencillo y lo más importante, lo más exigente y lo más gratificante. El amor es el perfume invisible del hogar, su fuerza secreta.
            El amor es lo que realmente une y da vida, el secreto de la libertad y de la dicha. El amor en la familia lleva a poner al otro por encima de sí, a dar con generosidad y darse en gratuidad, a vivir en colaboración y en comunión. En la familia es donde se ama sin buscar ser amado.
            Es el lugar donde el amor se aprende por contagio, donde lo extraordinario resulta normal.



Una familia diferente

Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia inspirada en Jesús?
La familia, según él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón a ser “una sola carne”, compartiendo su vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.
Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia.
El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto, una experiencia decisiva.
En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que vive abierta a la familia humana.
Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Señor, sé, que la gracia le viene a la familia de su relación contigo y de su apertura a la redención de Cristo, tu Hijo. Esta fiesta de la familia, que se celebra dentro del misterio que es la encarnación de tu Hijo Jesucristo. Si hace unos días miraba a Belén como capital de la paz y fuente de salvación, hoy tengo que mirar a Nazaret como la patria de la familia. Nazaret es punto de referencia obligado para cuantos, como yo, quieren vivir en comunidad de vida y amor.
            Hoy, Señor, recuerdo a la Sagrada Familia, pero tengo que decir que toda familia es sagrada. Hay en todas las familias algo de ti, algo de tu misterio. Toda familia humana hunde sus raíces en ti. De ti recibe la gracia. Tú, Señor, bendices constantemente a la familia, la fortaleces en las dificultades, la ayudas a estar más unida, le das crecimiento y fecundidad.
ORACIÓN
·         Quiero orar por la Iglesia, esposa de Cristo, santa e inmaculada, para que sea la gran familia de los hijos de Dios.

·         Quiero orar por todos los pueblos de la tierra para que, superando diferencias y rivalidades, se unan más con lazos de solidaridad y fraternidad.

·         Quiero orar por todas las familias, para que, creciendo en el amor, estén abiertas a la vida.

·         Quiero orar, Señor, especialmente, por las familias que sufren a causa de la pobreza, el paro, la enfermedad de algunos de sus miembros, para que encuentren la ayuda solidaria que necesitan.
·         Quiero orar por las familias que viven en crisis por falta de entendimiento, de diálogo y de amor, para que, guardándose fidelidad, prevalezca en ellos lo que les une.

·         Finalmente, Señor, quiero orar por todos los hombres y mujeres del mundo y por todas nuestras familias para que seamos testigos de tu amor en el mundo.
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
 
 
 

 

 
Imágenes proporcionadas por Catholic.net



 

 


 




 
 







 


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