“Yo os bautizo con agua… Él os bautizará con
Espíritu Santo y fuego”
16 DE DICIEMBRE
DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO
1ª Lectura: Sofonías 3,14-18
Responsorial: Isaías 12,2-6: “Qué
grande es en medio de ti el Santo de Israel.
2ª Lectura: Filipenses 4,4-7
PALABRA DEL DÍA
Lucas 3,10-18
DOMINGO GAUDETE
“La gente preguntó a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?”.
Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene;
y el que tenga comida, haga lo mismo”. Vinieron también a bautizarse unos publicanos,
y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No
exijáis más de lo establecido”. Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos
nosotros?”. Él les contestó: “No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis
con denuncias, sino contestaos con la paga”. El pueblo estaba en expectación y
todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y digo a
todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo; y no
merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu
Santo y fuego: tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su
trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Añadiendo
otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio”.
Versión
para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“La gente le preguntaba:
"¿Qué debemos hacer entonces?".
El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto".
Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?".
El les respondió: "No exijan más de lo estipulado".
A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo".
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías,
él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible".
Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia”.
El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto".
Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?".
El les respondió: "No exijan más de lo estipulado".
A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo".
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías,
él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible".
Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia”.
REFLEXIÓN
REPARTIR CON EL QUE NO TIENE
La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el
corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más
fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos
hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una
llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista no les propone ritos
religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer
cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más
humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más
justa, digna y fraterna.
Lo más decisivo y realista es abrir
nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren.
El bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad
y verdad: “El que tenga dos túnicas, que
las reparta con el que no tiene; el que tenga comida, haga lo mismo”. Así
de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas
palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad
vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos
llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros
frigoríficos repletos de comida?
Y ¿Qué podemos decir los cristianos
ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los
ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y
esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más
humanos?
Mientras nosotros seguimos
preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del
cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos “cautivos de una religión
burguesa”.
El cristianismo, tal como nosotros lo
vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario,
es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando
nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la
defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso, hemos de valorar y
agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este “cautiverio”,
comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de
vida más sencillo, austero y humano,
José Antonio Pagola
ENTRA Y ORA
EN TU INTERIOR
El Bautista no nos propone ritos
sagrados, tampoco normas ni preceptos. Lo primero no es cumplir mejor los
deberes religiosos, sino vivir de forma más humana, reavivar algo que está ya
en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.
Lo más decisivos es abrir nuestro
corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El
Bautista resume su respuesta con una fórmula genial por su sencillez y verdad: “el que tenga dos túnicas, que las reparta
con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo”.
¿Qué podemos decir ante estas
palabras quienes habitamos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad
vive en la miseria, luchando cada día por sobrevivir, mientras muchos siguen
llenando sus armarios con toda clase de túnicas y tienen sus frigoríficos
repletos de alimentos?
¿Y qué podemos decir los seguidores
de Jesús ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar por
abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia de que vivimos
sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?
ORA EN TU
INTERIO
Juan
Bautista proclamaba en voz alta lo que muchos sentían en aquel momento: hay que
cambiar; no se puede seguir así; es necesario volver a Dios. Según el
evangelista Lucas, algunos se sintieron cuestionados por su predicación y se
acercaron al Bautista con una pregunta decisiva: ¿qué podemos hacer?
Por muchas llamadas de carácter
político o religioso que se escuchen en una sociedad, las cosas solo empiezan a
cambiar cuando hay personas que se atreven a enfrentarse a su propia verdad,
dispuestas a transformar su vida: ¿qué podemos hacer?
El bautista tiene las ideas muy
claras. No les invita a acudir al desierto a vivir una vida ascética de
penitencia, como él. Tampoco les anima a peregrinar a Jerusalén para recibir al
Mesías en el templo. La mejor manera de preparar el camino a Dios es,
sencillamente, trabajar por una sociedad más solidaria y fraterna, menos
injusta y violenta.
Juan no habla a las víctimas, sino a
los responsables de aquel estado de cosas. Se dirige a los que tienen “dos
túnicas” y pueden comer; a los que se enriquecen de manera injusta a costa de
otros; a los que abusan de su poder y de su fuerza.
Su mensaje es diáfano: no os
aprovechéis de nadie, no abuséis de los débiles, no viváis a costa de otros, no
penséis solo en vuestro bienestar: “el
que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene; y el que tenga comida haga
lo mismo”. Así de simple. Así de claro.
Aquí termina nuestra palabrería.
Aquí se desvela la verdad de nuestra vida. Aquí queda al descubierto la mentira
de no pocas formas de vivir la religión. ¿Por dónde podemos empezar a cambiar
la sociedad? ¿Qué podemos hacer para abrir caminos a Dios en el mundo? Muchas
cosas, pero nada tan eficaz y realista como compartir lo que tenemos con los
necesitados.
ORACIÓN
Señor, ten piedad de tu Iglesia
que a menudo carece de la fuerza de una presencia comprometida en la historia.
Señor, ten piedad de nuestras
comunidades, muchas veces reacias a dejarse llevar por la fuerza de tu
Espíritu.
Señor, ten piedad de todos nosotros,
por el desconocimiento que tenemos de Cristo y del Evangelio.
Señor, ten piedad, por la manera que
tengo de encubrir mi pereza para interpretar tu Palabra aplicándola a mi vida
diaria.
Ser, ten piedad, por la
responsabilidad que me corresponde en fomentar la injusticia, la mentira y la
división.
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