“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito
el fruto de tu vientre!
23 DE DICIEMBRE
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO
1ª Lectura: Miqueas 5,1-4
Salmo 79: “Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve”
2ª Lectura: Hebreos 10,5-10
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,39-45
“Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho
el Señor se cumplirá.”
“Unos días después, María se puso
en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. En cuando Isabel oyó el saludo de María, saltó la
criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en
grito: -“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis
oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
Versión para Latinoamérica, extraída de la biblia del
Pueblo de Dios
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un
pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
REFLEXIÓN
RASGOS DE MARÍA
La
visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al
Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una
atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a
colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José
está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.
María
que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo
gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos
que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de
advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.
María,
“la madre del mi Señor”. Así lo
proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los
seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste
es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca
separan a María de Jesús. Son inseparables. “Bendecida
por Dios entre todas las mujeres”, ella nos ofrece a Jesús, “fruto bendito de su vientre”.
María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque “ha creído”. María es grande no
simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la
llamada de Dios a ser Madre del salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha
guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en
práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.
María,
la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en
su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María
evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva
consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto
evangelizador.
María,
portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su
Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: “Alégrate…el Señor está contigo”. Ahora,
desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia
la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es
para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.
José Antonio Pagola
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Este Hijo de las entrañas de María
es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador. Y viene a nosotros con vestido de
humildad y de ternura. Él es nuestra paz, como dice el profeta Miqueas: “éste será nuestra paz”.
Deseemos su venida.
Esperémoslo con todo el alma. Esforcémonos en hacer la voluntad de Dios,
preparemos nuestro corazón para poderle acoger mejor. Esto es el Adviento, esto
es la Navidad. Esperémoslo con el deseo de María. Pidámosle a María que nos
ayude a esperarlo.
La carta a los
Hebreos pone en labios de Jesús estas palabras: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Digámoslo también
nosotros. Digámoslo con Jesús. Sepámoslo decir en cualquier circunstancia.
Nuestra vocación cristiana es agradar al Padre del cielo con un canto de
agradecimiento.
ORA EN TU INTERIOR
Ahora podemos acercarnos a María,
la que lleva en su seno a Jesús, y descubrir por qué es proclamada feliz, la
más feliz, por su prima Isabel, otra pobre de espíritu que supo abrir su seno
estéril al proyecto del Señor.
María, mujer pobre materialmente y
pobre en su corazón humilde, no es solamente la “madre del Salvador”. Hoy la
liturgia nos la presenta como el prototipo del hombre creyente que espera al
salvador; un salvador que no viene de fuera, sino que nace en ese Belén
interior que escucha el oráculo del profeta: Porque de ti, aunque pequeño y
humilde, saldrá el salvador… cuando la madre dé a luz…
Belén y María se unen
porque están bajo el mismo signo de la humildad y de la pobreza de corazón…,
esa pobreza que es fuerza para hacer cosas grandes.
También nosotros, los
atormentados hombres del siglo veintiuno, vivimos un momento de oscuridad y
desazón, pero no podemos cruzarnos de brazos “para que Dios obre”. O Cristo
nace dentro de la comunidad, comunidad que se hace Cristo, o no habremos
entendido nada lo que significa celebrar Navidad después de más de dos mil años
del nacimiento histórico de Jesús en algún lugar de Palestina.
ORACIÓN
Con el gozo de los sencillos, como
Isabel y María, queremos alabarte, señor, cada día con júbilo nuevo. El ejemplo
de fe de María nos impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntanos la
fe. Necesitamos también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido
es felicidad doblada.
Despierta tu poder,
Señor, y ven a salvarnos. Visítanos con tu salvación, “oh sol que naces de lo
alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los
que viven en tinieblas y sombra de muerte”.
Expliquemos el Evangelio a los niños
imágenes de Fano
imágenes de Fano
Imagen proporcionada por Catholic.net
COMIENZA
EL TIEMPO DE NAVIDAD
Después
de la celebración del Adviento, celebramos el tiempo de la Navidad: desde la
víspera, 24 de diciembre, hasta el domingo siguiente al 6 de enero, la fiesta
del Bautismo del Señor.
Hay un ritmo unitario en todas estas semanas, un
movimiento único que va desde el Adviento hasta la Epifanía. Es el mismo
acontecimiento, la Venida del Señor, que se prepara en ambiente de espera y que
luego se celebra en su inauguración de Navidad y en sus primeras manifestaciones
solemnes. En realidad, las tres palabras vienen a significar lo mismo.
Adviento, Navidad, Epifanía: Venida, Nacimiento, Manifestación.
Navidad y Epifanía están inseparablemente unidas. Podemos
decir que celebra dos aspectos del mismo misterio.
La Navidad surgió en Occidente. La Epifanía, en Oriente.
Pero ambas, muy pronto, fueron aceptadas y celebradas, como la fiesta de la
aparición del Hijo de Dios.
En la Navidad es el misterio de la encarnación del Hijo
de Dios y su nacimiento el que se acentúa y celebra. La atención se centra en
este Niño que nos ha nacido: Dios que se ha hecho hermano nuestro y ha querido
ser de nuestra familia.
En la Epifanía celebramos la manifestación de su
divinidad, su carácter de Salvador y Dios: tanto en la presentación de los
magos de Oriente como en el Bautismo del Jordán y en el milagro de Caná.
La Navidad insiste en su cercanía humana: ha nacido como
un niño.
La Epifanía, en la visibilidad gloriosa de su divinidadad.
Hermano nuestro. Pero a
la vez, Dios y Salvador. Un Dios que viene. Que está. El Dios-con-nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario