10 DE DICIEMBRE
LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
PALABRA DEL DÍA
Lucas 5,17-26
“Un día estaba Jesús enseñando, y estaban
sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de
Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron
unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de
introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde
introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las
losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él,
viendo la fe que tenían, dijo: -“Hombre, tus pecados están perdonados.” Los
escribas y los fariseos se pusieron a pensar: -“¿Quién es éste que dice
blasfemia? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?” Pero Jesús, leyendo sus
pensamientos, les replicó: -“¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más
fácil: decir “tus pecados quedan perdonados”, o decir “levántate y anda? Pues,
para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar
pecados –dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y
vete a tu casa.” Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la
camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. Todos
quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: “Hoy
hemos visto cosas admirables”.
REFLEXIÓN
Es curioso, que al enfermo que viene
pidiendo curación, Jesús le diga: “Tus
pecados están perdonados” Pero más curiosos y escandalizados, se debieron
sentir los fariseos y maestros de la ley que estaban allí.
El hecho de que el paralítico cogiera su
camilla y se fuera a su casa, bendiciendo a Dios, es signo de que sus pecados
habían sido perdonados. Para la mentalidad judía, toda enfermedad era fruto del
pecado personal o heredado de los padres.
Jesús cura perdonando, y perdona curando.
La escena es un relato de manifestación divina. Jesús es Dios, se revela como
Dios, pero como el Dios que perdona, que tiene poder para perdonar, porque para
eso vino, no para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él.
Jesús se auto revela como Dios que tiene
poder para perdonar pecados, esa potestad la trasmitió el Señor resucitado a su
Iglesia cuando dijo a los apóstoles: “Recibid
el espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados”
(Jn 20,22s). La comunidad eclesial es la depositaria y mensajera del perdón de
Dios para el hombre pecador; función que ejerce en el sacramento de la
reconciliación o penitencia. Anunciar el perdón de los pecados en un mundo
secularizado como el nuestro, que parece haber perdido la conciencia del
pecado, es constatar la existencia del mismo y la necesidad que el hombre tiene
de ser perdonado, salvado y regenerado.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Una comunidad que se presenta como
reconciliadora y como signo del perdón de Dios debe estar primero reconciliada
con ella misma, sus miembros entre sí y todos con Dios. Desgraciadamente el
pecado es una realidad siempre posible en la Iglesia, comunidad santificada por
el Señor, pero compuesta de hombres y mujeres que fallan muchas veces.
Por eso debemos ser una comunidad de
conversión continua y de perdón fraterno
ilimitado, hasta setenta veces siete. El perdón de Dios se supedita al que
nosotros otorgamos a los demás, como dijo también Jesús en la parábola del
deudor insolvente y despiadado: “¿No
debías tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti”?
(Mt 18,33).
ORACIÓN
Gracias, Señor, porque estoy viendo tus
maravillas, tu misericordia, tu perdón. Gracias porque estoy experimentando,
que tú no quieres la muerte del pecador sino que cambie de conducta para que
viva. Gracias, porque sé, que no has venido a condenar sino a salvar, a dar la
vida en rescate por todos.
Quiero reconciliarme contigo, Señor.
Quiero reconciliarme con mis hermanos. Te doy gracias, porque me lo pones en
bandeja, porque al ofrecerme tu perdón, me das la oportunidad de perdonar, no
una, sino setenta veces siete. Amén
11 DE DICIEMBRE
MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
PALABRA DEL DÍA
Mateo 18,12-14
“Nuestro Padre del cielo; no quiere que se pierda
Ninguno de estos pequeños”
“En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
-“¿Qué os parece? Suponed que un
hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja Las noventa y nueve en
el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se
alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Lo mismo vuestro Padre del cielo:
no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”.
REFLEXIÓN
“Como un pastor apacienta el rebaño”. La imagen del pastor, frecuente en
la biblia, evoca la persona de Jacob caminando al paso de las ovejas. En esta imagen
se había inspirado el profeta Ezequiel para estigmatizar a los jefes de Israel
que desatendían el gobierno del pueblo, en lugar de poner a su servicio sus
competencias (Ez. 34). El profeta anunciaba también que Dios mismo vendría a
ponerse al frente del rebaño y buscaría la oveja descarriada en los lugares
altos de los cultos paganos.
En Dios fuerza, poder y cariño, van
juntos. Dios es el Dios de la ternura. Es la ternura que sale en busca de la
oveja perdida.
Para Dios todos somos importantes, todos somos amados, no importa que
nos perdamos a veces, somos alguien importante para él.
Ese Dios grande y poderoso que podemos
contemplar en el A.T., en zarza que arde sin consumirse, en columna de fuego,
en mar que se abre, es al mismo tiempo el Dios de la ternura, de la
misericordia y de la compasión, el que no margina ni rechaza a nadie, como los
fariseos y letrados, en el fondo el motivo de esta parábola, más claro en
Lucas: “Al ver los fariseos y letrados
que los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo, murmuraban
entre ellos: Este acoge a los pecadores y como con ellos” (Lc 15,2ss).
Pero precisamente para ellos vino: “No necesitan médicos los sanos sino los
enfermos”.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Creo, Señor, que nunca he sido
consciente de tu ternura, creo que nunca he sido consciente de qué aún
caminando por cañadas oscuras, perdido y desesperado, tú sales en mi busca.
¿Por qué no he descubierto antes que tú no quieres que me pierda? ¿Por qué no
he descubierto antes la alegría que tú sientes cuando me arrepiento?
La verdad es, que si llego a descubrir tu ternura, tu misericordia, me
habría perdido intencionadamente, para experimentar como sales en mi busca, me
encuentras y me cargas amorosamente sobre tus hombros.
ORA EN TU INTERIOR
“Consolad a mi pueblo, dice Dios”. Sí, Señor, tú consuelas a tu pueblo. ¿Me he parado a
pensar en tu ternura? Tú no quieres que uno solo de tus humildes se pierda;
como un pastor apacientas tu rebaño. La Escritura nunca dejó de expresar lo
inexpresable, tu ternura, maravillosamente unida a tu poder. Sí, Señor, ahora
sé que el Dios que viene y que alza victorioso su callado, es también el Pastor
que lleva en brazos los corderos y cuida las ovejas.
ORACIÓN
Sí, Padre, te alabo, te bendigo,
te doy gracias, mis labios cantan las maravillas que haces en mí. Tú cuidas de
la tierra, tú llenas los abismos que separan a los hombres, tú trazas y abres
caminos, los caminos que llevan a la vida, en este laberinto de soledades en el
que estamos. Abre tu mano, Señor, y sácianos de tus favores. Amé
12 DE DICIEMBRE
MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE
ADVIENTO
PALABRA DEL DÍA
Mateo 11,28-30
“En aquel tiempo, exclamó Jesús:
“Venid a mí todos los que estáis
cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de
mí que soy manso y humilde de corazón,
y
encontraréis vuestro descanso.
Porque mi yugo es llevadero
y mi carga ligera.”
REFLEXIÓN
“El da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del débil”. Nos recuerda el profeta Isaías en
la primera lectura. Y haciendo eco al profeta, Jesús habla para todos los que
están alejados de Dios. Los escribas, al haber hecho extremadamente pesada la
ley del Sinaí, prácticamente habían alejado de ella a la gente sencilla, que ya
no podía encontrarse a sí misma. Jesús va a lo esencial, y descarga de
obligaciones inútiles a los humildes. Su mandamiento es sencillo y, por tanto,
la carga que resulta de él es ligera.
El alcance de la invitación evangélica de
hoy por Jesús: “Venid a mí todos los que
estáis cansados”, se extiende también más allá del cumplimiento de su ley
moral. Cansados y agobiados son todos los que sufren en la vida por cualquier
causa, es decir, somos todos.
Es necesario a veces hacer un alto en el
camino y tomarse un tiempo de descanso en el trabajo diario que nos agobia.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Me gustaría, Señor, cargar con tu
yugo suave y experimentar la ligereza de tu carga para poder ir a ti.
Ciertamente estoy cansado, agobiado, pero ¿de qué? ¿de quién? No sé, Señor, no
sé.
Pero porque tu yugo es llevadero y tu
carga ligera, acudo a ti con el corazón abierto a la esperanza para que me
colmes de gracia y de ternura, porque hoy más que nunca, necesito tu aliento y
consuelo.
Quiero percibir, Señor, el dolor de los
demás, los sufrimientos de los demás, para que me pesen menos mis propios
dolores y sufrimientos. Ven, Señor, para aquellos que sufren, para los
cansados, los agobiados, los doblados y vencidos por la vida, para los
desesperanzados y descorazonados por el peso de las cargas, para los alejados
de ti por el pecado. ¡Ven, Señor Jesús!
ORACIÓN
Por los hombres
aplastados por el peso de su miseria, ven, Jesús, manso y humilde de corazón.
Por los hombres desanimados por el peso
de la ley, ven, Mesías de los humildes y los sencillos.
Por los hombres alejados de Dios por
despecho y hastío, ven, Jesús, rostro del
Padre. Amé.
13 DE DICIEMBRE
JUEVES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
PALABRA DEL DÍA
Mateo 11,11-15
“El más grande de los nacidos de mujer….”
“Dijo Jesús a la gente: “Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más
grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos
es más grande que él. Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace
violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los
profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan, él es Elías, el que
tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que
escuche”.
REFLEXIÓN
El santo de Israel, el Dios de la
ternura, repatriará a los israelitas desde la cautividad babilónica. Para eso
obrará maravillas a favor de su pueblo, convirtiendo el desierto en vergel y la
estepa en manantial, donde podrán beber hasta saciarse los pobres e indigentes.
También en el desierto se alzó la voz de Juan, el precursor inmediato del mesías.
La figura señera del
Bautista comienza hoy a cobrar relieve en el paisaje expectante del adviento,
hasta el punto de que será central en el evangelio diario desde hoy hasta el
día 16 de diciembre inclusive. Comienza la etapa del Precursor, a quien sigue
acompañando hasta ese día en la primera lectura otra figura del adviento:
Isaías. Ambos profetas encarnan la espera del adviento precristiano.
Pero la personalidad
del Bautista –en el umbral mismo del Nuevo Testamento, aunque sin traspasarlo-
es tan acusada que merece mención especial de Jesús: “Os aseguro que no ha nacido de mujer otro más grande que Juan el
bautista”. Y luego añade: “Aunque el
más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.
“Desde
los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre
violencia y los esforzados se apoderarán de él”. Esta
frase enigmática, difícil de entender, recuerda a Miqueas 2,13: “El que abre camino subirá delante de ellos;
lo abrirá, traspasarán la puerta y saldrán por ella; su rey pasará delante de
ellos, Yahvé a su cabeza” Jesús es el rey-mesías, y los que se adhieren a
él se apoderarán del reino por la fuerza.
El Reino de los cielos sufre
violencia… ¿Habrá sido para escapar a la rudeza de estas palabras evangélicas
por lo que siglos enteros de insipidez espiritual han venido dándole una
interpretación exclusivamente moral?... Para entrar en el reino hay que hacer
muchos sacrificios… ¡sacrificios morales, interiores, ascéticos! La
interpretación se queda un poco corta.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
En Isaías leemos: “Los pobres y los indigentes buscan agua, y
no la hay; su lengua está reseca de sed”. ¿No es un escándalo que la
violencia de la fe sea tan lenta en socorrerlos? Porque el reino de Dios no es
un salón destinado a almas piadosas; es un desierto a través del cual marcha
Dios a la cabeza de los desterrados para conducirles a la libertad. ¡Qué
violencia hay en él! ¿Y qué fuerza no comunica a su pueblo, insignificante
“gusanito”, del que ha hecho un afilado rastrillo con el que triturar los
montes y reducir las colinas a paja menuda? Dios se llama a sí mismo
“redentor”, y ese título suena a anuncio de combate
El combate de Dios
que transforma el desierto en jardín frondoso… Combate del hombre, en nombre de
Dios, que transforma la indigencia del pobre en dignidad humana. Quizá en esto
consista esa “violencia del reino”… Pues, si es cierto que “el más pequeño en
el reino de los cielos es más grande que el mayor de los profetas”, ¿no es
cierto también que la dignidad que el hombre tiene a los ojos de Dios nos llama
al combate del amor? ¡De un amor que nada tiene de dulzón!
ORA EN TU INTERIOR
La violencia del
reino en su lucha contra las fuerzas del mal tampoco es una guerra fuera de
nuestras fronteras personales, más bien la batalla tiene lugar primeramente
dentro de cada uno de nosotros. El apóstol Pablo lo constata dramáticamente: “El bien que quiero hacer, no lo hago; y el
mal que no quiero hacer, eso es lo que hago… Percibo en mi cuerpo un principio
diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón y me hace prisionero
de la ley del pecado que está en mi cuerpo. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me
librará de este ser mío, presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, y le doy gracias” (Rom 7,21ss)
ORACIÓN
Nos alegra, Señor, el saber que
eres Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, pero
también comprometido a fondo con tu pueblo oprimido.
Hoy te pedimos por
los sedientos de vida y dignidad, y por los profetas que luchan en pro de la esperanza;
aumenta su fe valiente y fortalece la nuestra vacilante, apremiándonos con el
ansia de tu amor y tu justicia.
Danos la fuerza y
energía del Reino para entrar en él, el talante de los esforzados que se
comprometen a fondo. Así avanzaremos decididos por el camino de la conversión
que tú esperas de nosotros en este tiempo de adviento.
14 DE DICIEMBRE
VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
PALABRA DEL DÍA
Mateo 11,16-19
…”los hechos dan la razón a la sabiduría de Dios”
En aquel tiempo, dijo Jesús a la
gente:
-“¿A quién se parece esta
generación?
Se parece a los niños sentados en
la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado;
hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado.”
Porque vino Juan, que ni comía ni
bebía, y dicen: ·Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y
dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores.”
Pero los hechos dan razón a la
sabiduría de Dios.”
REFLEXIÓN
A cada día le basta su inquietud. Hoy
duelo; mañana boda. No se puede bailar de la mañana a la noche; hay un tiempo
para tocar la flauta y un tiempo para darse golpes de pecho. Un tiempo para el
profeta del desierto y un tiempo para beber el vino de la fiesta. Cada día es
una invitación de Dios, y su palabra es lo bastante rica para alimentar las
horas de las lágrimas y las horas de la risa. Pero, debido a nuestro invencible
espíritu de contradicción lo perdemos todo.
No podemos conformarnos con lo mismo, la
ley del mínimo esfuerzo no vale, la ambigüedad en la cuerda floja, queriendo
contentar a Dios y al mundo es la mejor manera de fracasar.
Necesitamos sacudirnos la confortable
seguridad de la ambigüedad hipócrita para que, bajo el soplo del Espíritu,
experimentemos en el Adviento la aventura de Dios, su llamada a la conversión,
la urgencia cristiana de lo nuevo y del amor que se inaugura.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Señor, tú eres el que debes venir. Yo te
he buscado donde no estabas, pues quería otros signos. Pero hoy ya sé que es tu
palabra la que me arrastra cada vez que me perturba y me llama a la aventura
siempre nueva que acabará solo con el fin de los tiempos.
Quiero abrirme a tu gracia, y con
espíritu generoso, colaborar contigo en la construcción de un mundo más humano
y más fraterno.
Hoy mi oración a ti, Padre, comienza con
una humilde confesión: soy sordo a tu voz, ciego a tu luz e impermeable a tu
Espíritu de amor. Y lo peor es que todavía me justifico con pretextos.
Ven, Señor, a curarme de la hipócrita
ambigüedad que malogra y arruina mi seguimiento de Cristo. Enséñame hoy a vivir
y juzgar según tu sabiduría para evitar el capricho infantil de los
descontentos.
Para vencer mi rutina, hazme experimentar
la urgencia de una decidida conversión a tu Reino. Así no frustro tu designio
sobre mí.
ORACIÓN
Padre Santo, déjame alimentarme con los
manjares de amor que Jesús nos trae. Seré después su testigo. Repartiré amor a
manos llenas. Donde haya odio, discordia, división, pondré amor. Donde haya
indiferencia, frialdad, pasividad, encenderé hogueras de caridad con tu gracia.
Amén.
15 DE DICIEMBRE
SÁBADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
PALABRA DEL DÍA
“…el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos…”
“Cuando bajaban de la montaña,
los discípulos preguntaron a Jesús:
-“¿Por qué dicen los escribas que
primero tiene que venir Elías?”
Él les contestó:
-“Elías vendrá y lo renovará
todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo
trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de
ellos.”
Entonces entendieron los
discípulos que se refería a Juan, el Bautista”.
REFLEXIÓN
Están bajando del monte de la
transfiguración, los discípulos preguntan a Jesús, como tantas veces, y Jesús
responde, como tantas veces: “Elías ya
vino y no lo reconocieron…” Así también el Hijo del hombre va a padecer a
mano de ellos. Entonces se dieron cuenta que se refería a Juan.
La palabra de hoy es una lección para
nosotros. El Adviento nos prepara a la venida de Jesús; nuestra espera es
corta, comparada con la expectación mesiánica del pueblo de Dios, que no lo
reconocieron cuando vino a ellos: “Vino a
su casa y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11).
También hoy viene por medio de sus
·profetas”. Son los hombres y mujeres, que poseídos del Espíritu de Dios, aman
a los hermanos, sirven a la renovación y al rejuvenecimiento del pueblo de Dios
y viven consumidos por el hambre y la sed de justicia y fraternidad entre los
hombres.
En la vida de Elías no hay más que fuego.
Su palabra quema como una antorcha; hace descender el fuego del cielo y es
llevado a él en un carro tirado por corceles de fuego. Un día dirá Jesús: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y
ojalá estuviera ya ardiendo!”. Arderá, ¡pero con el fuego del amor llevado
hasta el extremo! La pasión por Dios se trocará en pasión del Hijo del hombre,
crucificado.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
No hay, Señor, más fuego que el del amor.
Pero debo guardarme de apagar su ardor llamando amor a lo que no es sino
tibieza. Aquí tengo a un rey que dice a una muchacha: “Pídeme lo que quieras y te lo daré…” Y aquí tengo también a un
hombre que dice a Dios: “No se haga lo
que yo quiero, sino lo que quieres tú…” ¡Cuando el amor se convierte en
debilidad y cobardía, el fuego está a punto de extinguirse! Pero el amor renace
cuando un hombre se entrega a Dios con una voluntad que purifica todas las
cosas en el fuego de la pasión. Quiero ser, Señor, con tu ayuda, un apasionado.
ORA EN TU INTERIOR
Reconozco, Señor, que no sé mirar con tus
ojos los hechos de la vida, la historia y los acontecimientos. Ayúdame a
descubrirte a ti y tu querer divino en todo, para que no te trate conforme a mi
antojo.
Pon, Señor, en mis labios la verdad de tu
palabra; y enciende en mi corazón el fuego de la pasión con que Cristo entregó
su vida por amor a mí para enseñarme lo que cuesta amar con sinceridad.
Despiértame, Señor, para que cuando
llegue Cristo me encuentre velando en oración y cantando tu alabanza.
ORACIÓN
Pon, Señor, en mis labios una palabra de
verdad, fiel hasta el final.
Pon en mi corazón el fuego de la pasión
con la que tu Hijo Jesús entregó su vida para hacerme saber el nombre y el
precio del amor. Amén.
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