lunes, 31 de diciembre de 2012

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

 

 “En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

MARTES 1 DE ENERO 2013
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
JORNADA MUNDIAL  DE ORACIÓN POR LA PAZ
1ª Lectura: Números 6,22-27
Salmo 66: “El Señor tenga piedad y nos bendiga”
2ª Lectura: Gálatas 4,4-7
PALABRA DEL DÍA
Lucas 2,16-21

“En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de su concepción”.

Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,
y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción”.

REFLEXIÓN

            Jesús fue el nombre escogido por el cielo para designar al Mesías. Sabemos toda la fuerza que tiene este nombre bendito. Decir Jesús puede ser para nosotros la mejor bendición. Con el nombre de Jesús nos protegemos. Con el nombre de Jesús confesamos nuestra fe, porque estamos confesando  que en Jesús, Yahvé nos salva. Con el nombre de Jesús rezamos, pero siempre que se haga desde el espíritu: “Porque nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! Sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Con el nombre de Jesús evangelizamos, porque “no hay otro nombre por el cual el hombre pueda ser salvado” (Hch 4,12).
Sólo una mirada agradecida y suplicante a María. Toda la gracia y la bendición de Dios pasó por ella. Ella colaboró activamente con su docilidad y su entrega, con su acogida y disponibilidad, con la fuerza de su fe y de su amor. Fue siempre: “La mujer dócil a la voz del Espíritu… la que supo acoger como Abrahán la voluntad de Dios” “Esperando contra toda esperanza”.  La bendecida por el Señor.
“El Señor te bendiga y te proteja,
Ilumine su rostro sobre ti
Y te conceda su favor;
El Señor se fije en ti
Y te conceda la paz” (Núm 6,22ss)
            Cada año, cada día, cada instante necesitamos la bendición de Dios: que ilumine su rostro sobre nosotros, que nos proteja y nos conceda su favor, que no parte sus ojos de nosotros, esos ojos grandes que envuelven en amor y que penetran hondo, pacificando.
            Dios bendice desde el principio: “Y los bendijo Dios”. Bendice Dios para que vivamos y para que seamos felices en nuestra tarea. Bendición es el deseo de Dios expresado en palabras buenas. Pero la palabra que dios dice, se cumple. Cada palabra suya es como un beso de amor creativo. Dice, por ejemplo: ¡vive!, y el hombre empezó a ser. Dice: ¡no temas!, y se acabaron los miedos. Dice: ¡paz!, y la alegría nadie nos la puede quitar. Dice: ¡Espíritu!, y empezamos a renacer. ¡Bendícenos hoy, Señor!

 
 

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

Lucas concluye su relato del nacimiento de Jesús indicando a los lectores que «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón». No conserva lo sucedido como un recuerdo del pasado, sino como una experiencia que actualizará y revivirá a lo largo de su vida.

No es una observación gratuita. María es modelo de fe. Según este evangelista, creer en Jesús Salvador no es recordar acontecimientos de otros tiempos, sino experimentar hoy su fuerza salvadora, capaz de hacer más humana nuestra vida.

Por eso, Lucas utiliza un recurso literario muy original. Jesús no pertenece al pasado. Intencionadamente va repitiendo que la salvación de Jesús resucitado se nos está ofreciendo “HOY”, ahora mismo, siempre que nos encontramos con él. Veamos algunos ejemplos.

Así se nos anuncia el nacimiento de Jesús: “Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador”. Hoy puede nacer Jesús para nosotros. Hoy puede entrar en nuestra vida y cambiarla para siempre. Con él podemos nacer a una existencia nueva.

En una aldea de Galilea traen ante Jesús a un paralítico. Jesús se conmueve al verlo bloqueado por su pecado y lo sana ofreciéndole el perdón: “Tus pecados quedan perdonados”. La gente reacciona alabando a Dios: “Hoy hemos visto cosas admirables”. También nosotros podemos experimentar hoy el perdón, la paz de Dios y la alegría interior si nos dejamos sanar por Jesús.

En la ciudad de Jericó, Jesús se aloja en casa de Zaqueo, rico y poderoso recaudador de impuestos. El encuentro con Jesús lo transforma: devolverá lo robado a tanta gente y compartirá sus bienes con los pobres. Jesús le dice: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Si dejamos entrar a Jesús en nuestra vida, hoy mismo podemos empezar una vida más digna, fraterna y solidaria.

Jesús está agonizando en la cruz en medio de dos malhechores. Uno de ellos se confía a Jesús: “Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. Jesús reacciona inmediatamente: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. También el día de nuestra muerte será un día de salvación. Por fin escucharemos de Jesús esas palabras tan esperadas: descansa, confía en mí, hoy estarás conmigo para siempre.

Hoy comenzamos un año nuevo. Pero, ¿qué puede ser para nosotros algo realmente nuevo y bueno? ¿Quién hará nacer en nosotros una alegría nueva? ¿Qué psicólogo nos enseñará a ser más humanos? De poco sirven los buenos deseos. Lo decisivo es estar más atentos a lo mejor que se despierta en nosotros. La salvación se nos ofrece cada día. No hay que esperar a nada. Hoy mismo puede ser para mí un día de salvación.

José Antonio Pagola (En Eclesalia)
 
 
 
 
ORA EN TU INTERIOR CON EL PADRE NUESTRO DE LA PAZ
Y ahora, una vez que tú estás bendecido, dedícate a bendecir. Si Dios ha puesto su luz en ti, irradia. Si Dios te ha pacificado, siembra la paz. Así como Dios nos ama para que nos amemos, Dios nos bendice para que bendigamos, para que lleguemos a ser una bendición. Que cuando te acerques a otro, sienta que sale de ti una irradiación benéfica y pacificadora. Y cuando alguien se acerque a ti, que tú le acojas entrañablemente y le digas bien, le digas cosas buenas, bonitas, y pueda volver gozoso. Y si tú no te atreves a bendecir, dile eso: que Dios te bendiga, pero de verdad.
PADRE que miras por igual a todos tus hijos a quienes ves enfrentados.
NUESTRO: de todos, sea cual sea nuestra edad, color o lugar de nacimiento.            
QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, y en la tierra, en cada hombre, en los humildes y en los que sufren.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE pero no con el estruendo de las armas, sino con el susurro del corazón.
VENGA A NOSOTROS TU REINO, el de la paz, el del amor. Y aleja de nosotros los reinos de la tiranía y de la explotación.
HÁGASE TU VOLUNTAD siempre y en todas partes. En el cielo y en la tierra. Que tus deseos no sean obstaculizados por los hijos del poder.
DANOS EL PAN DE CADA DÍA que está amasado con paz, con justicia, con amor. Aleja de nosotros el pan de cizaña que siembra envidia y división.
DÁNOSLE HOY porque mañana puede ser tarde, la guerra amenaza y algún loco puede incendiarla.
PERDÓNANOS no como nosotros perdonamos, sino como Tú perdonas.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN de almacenar lo que no nos diste, de acumular lo que otros necesitan, de mirar con recelo al otro.
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes proporcionadas por Catholic.net
 


 

 

 

               


sábado, 29 de diciembre de 2012

SEGUNDA SEMANA DE NAVIDAD

 



“Yo os bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia"



SEGUNDA SEMANA DE NAVIDAD
MIÉRCOLES 2 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Juan 1,19-28

“Este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: “Tú, ¿quién eres?. Él confesó sin reservas: “Yo no soy el Mesías”. Le preguntaron: “¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?” Él dijo: “No lo soy”, “¿Eres tú el profeta?”. Respondió: “No”. Y le dijeron: “¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?”. Él contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías. Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: “entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”. Juan les respondió: “Yo os bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando”.

REFLEXIÓN

“Yo no soy el Mesías” Muy lúcido hay que ser acerca de uno mismo para hacer esta observación, pues han surgido tantos falsos mesías y tantos agitadores de esperanzas frustradas en cada época histórica que resulta tentador atribuirse la palma del profetismo cuando uno es sincero en sus ambiciones de servir a la humanidad.
De lo que se trata en definitiva, es de reconocer en Jesús al Hijo de Dios al que “ni el ojo vio ni el oído oyó”, al Dios más allá de toda luz. Si permanecemos ajenos a la locura de amor de la creación, resulta incomprensible el enigma evangélico: fue porque Dios “amó tanto al mundo” por lo que le dio a su Hijo único. En él ve Dios al hombre. Y en él ve el hombre a Dios. Pues existe una connivencia de Dios con el hombre fundada en esta extraordinaria noticia: el infinitamente grande se une al infinitamente pequeño. La humildad del hombre, sacado de la tierra, es la imagen y semejanza de la gloria de Dios.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

Tú no eres un Dios extraño: te llamas Dios-con-nosotros. He tocado a tu Hijo con mis propias manos y he reconocido en él la verdad de mi esperanza humana.
Dios y Señor mío, guárdame en la humildad de la fe y haz que mi comunión contigo sea a través de tu Hijo amado y hermano mío, Jesucristo.
Tú eres más grande que mi corazón y conoces todas las cosas: ¡Señor, infúndeme tu Espíritu! Para quién viva en el amor, el temor desaparece para siempre: ¡Señor, infúndeme tu Espíritu!
Tú me has amado primero: ¡Señor, infúndeme tu Espíritu!

ORA EN TU INTERIOR

                Señor, quiero preguntarme quién soy, y tener las ideas tan claras como el Bautista: “Yo no soy el Mesías”.
            Quiero meditar tus misterios en mi corazón y como María, tu Madre, irlos guardando para hacerlos vida en mi vida, para irme, cada día, acercándome más a ti
            ¡Bendito seas por Jesucristo, el primogénito de tu amor, en quien soy hijo tuyo!.
            Te doy gracias por la palabra recibida de él como promesa de vida: “Quién permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él”.
            Guárdame, Señor, en la fe y en el amor, para que mi comunión con tu Hijo sea también comunión contigo. Amén.

ORACIÓN

            Señor, Jesús, yo sé que tú estás muy cerca de mí, dentro de mí. Y también sé que a veces apenas te hago caso, como si no te conociera. Allana el camino, derriba las colinas del orgullo, del desamor, que me impiden verte y amarte en los hermanos, en ellos estás tú, como me dice la fe.
            Gracias, Señor, porque me diste un año en que abrir a tu luz mis ojos ciegos.

JUEVES 3 DE ENERO
SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
PALABRA DEL DÍA
Juan 1,29-34

“Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que veía hacia él, exclamó:
-“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”.
Y Juan dio testimonio diciendo:
-“He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

REFLEXIÓN

En la revelación cristiana tiene una gran importancia, la mirada y los  ojos: “He visto al Espíritu que bajaba del cielo y se posaba sobre él”, dice el Bautista. Y el apóstol Juan, por su parte, dice: “Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.
Pienso en la bienaventuranza: “¡Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Pureza y visión se reclaman mutuamente. Si el mundo “no nos conoce, es porque no conoció a Dios”: Dios permanece para él oculto, cubierto, disimulado, por falta de una mirada capaz de ver lo invisible a través de lo humano y contingente.
Cuando el Bautista señala  a Jesús, está viendo; sin embargo, no hay en ello ningún fenómeno extraordinario. Es la simple realidad, pero comprendida, contemplada en su profunda unidad. Juan fue un ser de una pureza perfecta: percibió la manifestación del Espíritu donde otros no veían nada. Bien pudiera ser que todavía hoy estuviera la fe en lucha con el mismo requerimiento.

ENTRA EN TU INTERIOR

                Dios nos ama gratuitamente porque quiere, porque es amor, porque ver reflejada en nosotros la imagen de su Hijo; y nos ama con el mismo amor con que ama a Jesús, su unigénito. De ese amor que nos hace hijos adoptivos de Dios, se deriva todo lo demás. No tenemos que “comprar” el cielo a base de merecimientos. Él nos lo ofrece gratis, como un padre, porque somos sus hijos. La única condición que nos pone es responder a su amor y vivir como hijos suyos.

ORA EN TU INTERIOR

            Hoy, Señor, el Bautista te señala como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Título mesiánico de Jesús que recuerda al siervo del Señor, según el profeta Isaías, y al cordero pascual sacrificado por la liberación del pueblo.
            Sé, Señor, que mi adopción filial por ti en Cristo es un hecho real y ya presente que me hace recordar las palabras del apóstol: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para que nos llamemos hijos de Dios, pues ¡lo somos!... Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”. Por eso podemos llamar a Dios “Padre nuestro”, como tu Hijo nos enseñó.

ORACIÓN

 Bendito seas, Dios y Padre, que has querido llamarme hijo tuyo y me engendras cada día en tu Hijo Jesús, nacido de ti. Te ruego que infundas en mí tu Espíritu, a fin de que cada día pueda llamarte Padre.
Tu Hijo Jesús tiene el Nombre-sobre –todo-nombre, el salvador, el Cordero de dios que quita el pecado del mundo. En esta fiesta del nombre de tu Hijo, proclamo Jesús es júbilo para mi corazón, melodía para mis oídos, miel para mis labios, esplendor para mi mente, esperanza para mi vida.

“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo…”
VIERNES 4 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Juan 1,35-42


 
 
“En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: -“Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
-“¿Qué buscáis?”
Ellos le contestaron:
-“Maestro, ¿dónde vives?”
Él le dijo:
-“Venid y lo veréis”
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, encuentra primero a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías” Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas”.

REFLEXIÓN

Si ayer en la primera lectura se afirmaba nuestra condición de hijos de Dios, hoy se desciende a las consecuencias vitales de tal filiación: “Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque el germen de Dios permanece en él”. Los hijos de Dios se reconocen por la justicia, es decir, en el lenguaje bíblico: por la rectitud y fidelidad, así como por el amor a los hermanos. Exactamente como Jesús.
El evangelio nos muestra la gozosa experiencia que viven los primeros discípulos del Señor y cómo la comunican a los demás: “Hemos encontrado al Mesías, dice Andrés a su hermano Simón Pedro.  Igualmente, el cristiano de hoy ha de ser mensajero de una noticia similar para sus hermanos los hombres.
Ser cristiano hoy es ser testigo entre los hombres, nuestros hermanos, de la fe en Jesucristo resucitado, salvador del mundo. Como testigos, hemos de mostrar en nuestra vida de bautizados, de creyentes y de redimidos que Jesús ha vencido el pecado en nuestra propia vida

ENTRA EN TU INTERIOR

¡Dichoso el cristiano que no se cansa de mirar a Jesucristo! Quedará fascinado. Y, pase lo que pase, siempre volverá a su primer amor, pues la mirada de Cristo es la mirada infinitamente amorosa de Dios al hombre, a todo hombre. Quiero recordar hoy, Señor, el último diálogo de Pedro con Jesús, después de aquella noche imposible en que el discípulo creyó que podría volver a sus redes: -“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” –“¡Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo!”. Cuando se ha nacido de Dios, no se puede decir más que eso. El que ha nacido de Dios está embarcado en el amor. Yo quiero nacer de ti, Señor, quiero nacer de tu amor, de tu misericordia, de tu perdón y de tu gracia.

ORA EN TU INTERIOR

            Señor, Jesús, Hijo amado del Padre, tú me ofreces tu vida como un tesoro inestimable.
Hazme sentir el arrebato del verdadero discípulo; haz que lo deje todo, lleno de gozo, para seguirte a ti siempre.
Tú eres la luz, Señor, Jesús, y quien te recibe tendrá la luz de la vida y descubrirá los caminos de la vida verdadera.


SÁBADO 5 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA 
Juan 1,43-51

“Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

“En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: “Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret”. Natanael le replicó: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. Felipe le contestó: “Ven y verás”. Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”. Natanael le contesta: “¿De qué me conoces?”. Jesús le responde: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Natanael respondió: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Jesús le contestó: “¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores”. Y le añadió: “Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”.

REFLEXIÓN

                Con estas palabras, Jesús se autoproclama la puerta del cielo. Algunos rabinos interpretaban el sueño de Jacob diciendo que “los ángeles saltaban y brincaban por encima de Israel y le reconfortaban, pues  se dijo: Israel, en quién yo me glorificaré”. Relacionaban así la visión del patriarca con los cantos del siervo paciente (Is.42). Pero, al poner la figura del Hijo del hombre en lugar de Israel, Juan establece una interesante relación: en efecto, el Hijo del hombre fue glorificado exactamente igual que el siervo y Dios fue glorificado en él. Al morir en la cruz, Jesús realizó la misión, confiada al siervo, de reagrupar a Israel e iluminar a las naciones. A partir de entonces quedó tendido un puente entre el hombre y Dios.
            La respuesta a Natanael cierra el testimonio y abre el libro de los “Signos”, que ilustrará la visión de los cielos nuevos.
            ¡Natanael! Un hombre recto, un modelo en su género… Un escriba. Bajo su higuera, escudriña minuciosa y fielmente el bien y el mal. Ciertamente no es un espíritu a lo inesperado, sino que tiene muy claras sus propias ideas, aunque, eso sí, no sabe mentir. ¡Cuántos “profesionales” de la religión se le parecen…! Pero al menos Natanael se fía de Felipe.
            ¡Pues así son nuestras vidas! Escudriñamos el bien y el mal para saber hasta dónde llegará el amor, para definir sus límites y sus exigencias. Somos honrados y, sin embargo, nos sentimos incómodos en nuestro corazón, que tarde o temprano nos acusa. Por querer vivir el amor sin dejar que su fuente nos vivifique, ya no nos atrevemos a estar confiadamente delante de Dios. Y es preciso que un día alguien nos mire y nos diga: “¡Te conozco!”. El nos conoce con su corazón y nos lleva más allá, hasta la visión de la fuente, donde todo se vuelve posible, porque todo está bañado en Dios.

ENTRA EN TU INTERIOR

                No basta con amar; hay que amar con el ímpetu del amor de Dios. ¿Cuál es, pues, esa asombrosa visión que se me promete, sino la del Dios Amor, que engendra a su Hijo y me da el Espíritu? Entonces, quien ha visto así la fuente no busca sino amar, y amar a corazón abierto; ignora las vacilaciones de su corazón, demasiado humano, y vive con confianza. Sabe que ha pasado de la muerte a la vida. Testigo de otro mundo, está en paz. Cesa de escudriñar el bien y el mal, para dejar correr la fuente a través de él, “más allá del bien y del mal”… Lo cual no es una fórmula blasfema más que para quienes nunca han sentido sobre sí la mirada de fuego del Hijo del hombre, muerto por amor y resucitado por el Amor.
            Amar al hermano es lo propio y característico del discípulo de Cristo. Jesús, tú me enseñaste la unión indivisible del amor a Dios y al prójimo, sin exclusivismos de ninguna clase. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos si os amáis unos a otros” (Jn 13,34s).

ORA EN TU INTERIOR

Así es mi vida, Señor. Escudriño el bien y el mal para saber hasta dónde llegará el amor, para definir sus límites y sus exigencias. Soy honrado y, sin embargo,  me siento incómodo en un corazón, que tarde o temprano me acusa. Por querer vivir confiadamente delante de ti. Y es preciso que un día alguien me mire y me diga: “¡Te conozco!”. Tú me conoces con tu corazón y me llevas más allá, hasta la visión de la fuente, donde todo se vuelve posible, porque todo está bañado en ti. Hazme, Señor, testigo de tu  amor. Amén.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

 

-¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?


DOMINGO 30 DE DICIEMBRE

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LA PAZ

1ª Lectura: Eclesiástico 3,3-7.14-17

Salmo 127: “Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.

2ª Lectura: Colosenses 3,12-21

PALABRA DEL DÍA

Lucas 2,41-52

“Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. El les contestó: -¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.


Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados".
Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
Ellos no entendieron lo que les decía.
El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres”.





REFLEXIÓN

                Podemos, a pesar de la crisis y de las amenazas de todo tipo a que ha sido sometida, familia, afirmar que sigue siendo el valor más cotizado, porque la familia es un canto a la vida, porque es una razón segura de esperanza, porque es forja de personalidad y telar de convivencia, porque es el pilar más seguro de la sociedad.
            Hay, por desgracia, culturas de muerte: desde la violencia asesina a la práctica del aborto, desde la venta de armas a la injusticia que origina miseria, paro y pobreza… En la familia se cree y se cultiva la vida. Se toca ese misterio, que viene de fuente muy lejana. Uno se da cuenta de que la vida es algo que nos trasciende; no somos señores de la vida, sino transmisores; no somos fuente, sino canal, y también un poquito de vaso. Uno se da cuenta de que ésta es la vocación fundamental, que nada gratifica tanto como crear vida, vehicular la vida, cuidar y cultivar la vida.
            ¿Qué es, qué significa para los padres un hijo? Sí, una vida nueva, algo que no existía y ahora es, una prolongación de sí mismos, pero es, sobre todo, un misterio, es una respuesta afirmativa al amor, es un reto y una tarea que la Vida encomienda, es un gran Sí a nuestra razón de ser.
            La familia es fruto de una lejana atracción. Fue posible porque hubo una llamada que hizo a dos personas salir de sí mismas en busca de un proyecto común. Fue un camino apasionante, pero no fácil, porque había que vaciarse de sí, para dar cabida al otro. El matrimonio significa una pascua, se muere a sí mismo para que viva el otro, una pascua de amor.
            Los esposos son arquitectos de su propia casa. La construyen sobre la roca del amor, para que pueda hacer frente a todos los vientos y tempestades que sobrevengan. No la construyen sobre la arena movediza de la pasión o la ilusión o el interés (Mt 7,24-27). La casa se va levantando sobre varias columnas.          
  • Fidelidad, que significa una renovación continuada del Sí y que origina confianza creciente y transparencia constante.
  • Generosidad, que se manifiesta en el regalo de cada día, en el servicio de cada día, en la entrega de cada día. No importa tanto las cosas grandes y costosas, sino el gesto sencillo, el detalle pequeño, pero hecho con mimo, con intensidad.
  • Paciencia, sin límites, porque ¿Quién no tiene su debilidad, su equivocación, su cansancio, su olvido? ¿Quién no tiene su rareza, su manía, su capricho y tontería? ¿Quién no se cansa de lo mismo, de la monotonía, de lo que se repite, aunque sea muy bueno?
  • Respeto, porque el amor nunca puede ser absorbente o dominante. La persona, por muy amada que sea, no es cosa, sino misterio. El amor será respetuoso y humilde, para favorecer el crecimiento del otro en su verdad, en sus valores y características propias.
Cada una de estas columnas debe tener su adorno, su gracia, y es precisamente la alegría, el sentido del humor, el saber relativizar los problemas. El amor, en verdad, tiene “gracia”, en el doble sentido del humor y de santidad.
Conviene advertir que la construcción es permanente, que la casa no se termina nunca de rematar. Y es necesario tener en cuenta lo del salmo 126: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
 
 
 
JORNADA POR LA FAMILIA Y POR LA VIDA
Hoy nos interesa contemplar a la familia en sí misma, en su naturaleza, en sus raíces,  que llegan hasta Dios, en su misión, en su misterio.
            Comunidad de vida y amor: Tres sustantivos esenciales, creadores, definitivos. Estas tres grandes dimensiones de la familia son las que realmente definen lo humano y las que más nos acercan a Dios. Con estas tres columnas se puede construir, un mundo nuevo.
            Comunidad, el único lugar en el que el hombre se salva y se realiza. No puede llegar el hombre a ser libre y auténtico, a ser persona, si no es a través de la apertura y la integración con el otro. La comunidad es la que nos salva de la soledad, de la marginación, del individualismo, de la autosuficiencia y la autocomplacencia, actitudes todas que conducen a la tristeza y la esterilidad del corazón.
            La comunidad a la vez nos poda y enriquece. Nos poda el instinto egoísta y narcisista, que se repliega en sí mismo. Nos enriquece, haciéndonos crecer en acogida, en comunión, en responsabilidad y compromiso, en fecundidad y creatividad.
            Vida, el don más grande, el milagro permanente, el río que no cesa de fluir. En la familia la vida se recibe, se crea y se cultiva. La vida puede tener nombre de hijo, y es lo que más llena y gratifica. No hay nada comparable en la vida como la experiencia de dar nueva vida. Ya no morirás del todo. La vida puede tener también nombre de colaboración, de servicio, de superación, de comunión. La vida puede estar en la ayuda mutua, en el compromiso mutuo, en poner en común las penas y las alegrías cotidianas, los fracasos y los logros permanentes, las preocupaciones y esperanzas de cada día.
            Amor, la energía más grande, la canción más hermosa, el hijo que une todo el tejido familiar. Lo más delicado y lo más fuerte, lo más sencillo y lo más importante, lo más exigente y lo más gratificante. El amor es el perfume invisible del hogar, su fuerza secreta.
            El amor es lo que realmente une y da vida, el secreto de la libertad y de la dicha. El amor en la familia lleva a poner al otro por encima de sí, a dar con generosidad y darse en gratuidad, a vivir en colaboración y en comunión. En la familia es donde se ama sin buscar ser amado.
            Es el lugar donde el amor se aprende por contagio, donde lo extraordinario resulta normal.



Una familia diferente

Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia inspirada en Jesús?
La familia, según él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón a ser “una sola carne”, compartiendo su vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.
Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia.
El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto, una experiencia decisiva.
En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que vive abierta a la familia humana.
Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Señor, sé, que la gracia le viene a la familia de su relación contigo y de su apertura a la redención de Cristo, tu Hijo. Esta fiesta de la familia, que se celebra dentro del misterio que es la encarnación de tu Hijo Jesucristo. Si hace unos días miraba a Belén como capital de la paz y fuente de salvación, hoy tengo que mirar a Nazaret como la patria de la familia. Nazaret es punto de referencia obligado para cuantos, como yo, quieren vivir en comunidad de vida y amor.
            Hoy, Señor, recuerdo a la Sagrada Familia, pero tengo que decir que toda familia es sagrada. Hay en todas las familias algo de ti, algo de tu misterio. Toda familia humana hunde sus raíces en ti. De ti recibe la gracia. Tú, Señor, bendices constantemente a la familia, la fortaleces en las dificultades, la ayudas a estar más unida, le das crecimiento y fecundidad.
ORACIÓN
·         Quiero orar por la Iglesia, esposa de Cristo, santa e inmaculada, para que sea la gran familia de los hijos de Dios.

·         Quiero orar por todos los pueblos de la tierra para que, superando diferencias y rivalidades, se unan más con lazos de solidaridad y fraternidad.

·         Quiero orar por todas las familias, para que, creciendo en el amor, estén abiertas a la vida.

·         Quiero orar, Señor, especialmente, por las familias que sufren a causa de la pobreza, el paro, la enfermedad de algunos de sus miembros, para que encuentren la ayuda solidaria que necesitan.
·         Quiero orar por las familias que viven en crisis por falta de entendimiento, de diálogo y de amor, para que, guardándose fidelidad, prevalezca en ellos lo que les une.

·         Finalmente, Señor, quiero orar por todos los hombres y mujeres del mundo y por todas nuestras familias para que seamos testigos de tu amor en el mundo.
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
 
 
 

 

 
Imágenes proporcionadas por Catholic.net