“No temas, pequeño rebaño; porque
vuestro Padre
Ha tenido a bien daros el reino.”
11
DE AGOSTO
XIX
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©
1ª Lectura: Sabiduría
18,6-9
Salmo 32: “Dichoso el
pueblo que el Señor se escogió como heredad”
2ª Lectura: Hebreos
11,1-2-8-19
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
12,32-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No temas,
pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended
vuestros bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro
inagotable en el cielo, donde no se acercan los ladrones ni la polilla. Porque
donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la
cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que
su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. Dichosos los
criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se
ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entrada la
noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si
supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un
boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos
penséis, viene el Hijo del Hombre. Pedro le
preguntó: -Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? El
Señor le respondió: -¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo
ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus
horas? Dichoso el criado a quién su amo al llegar lo encuentre portándose así.
Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado
piensa.: “Mi amo tarda en llegar, y empieza a pegarles a los mozos y a las
muchachas, a comer y beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el día
y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los
que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y está dispuesto a
ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo
digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá;
al que mucho se le confió, más se le exigirá”.
Versión
para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes
ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas
que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se
acerca el ladrón ni destruye la polilla.
Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su
corazón.
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas
encendidas.
Sean como los hombres que esperan el regreso de su
señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra
velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará
sentar a la mesa y se pondrá a servirlo.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes
del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué
hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del
hombre llegará a la hora menos pensada".
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la
dices para nosotros o para todos?".
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel
y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle
la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre
ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus
bienes.
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en
llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a
comer, a beber y a emborracharse,
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo
castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no
tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto,
recibirá un castigo severo.
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable,
será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y
al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.”
REFLEXIÓN
Dos breves comparaciones de Jesús aluden a la necesidad
de vigilar constantemente, sobre todo en los momentos más críticos de la vida.
Cuando el joven dueño de la finca vuelva, avanzada la noche, después de haber
celebrado su boda, los criados han de estar atentos para recibirle con los
honores que corresponda. La misma vigilancia ha de mantener toda persona que sospeche
que puede ser asaltada de noche por un ladrón.
De la misma manera sucederá con el Hijo del Hombre;
llegará como el novio o el ladrón en cualquier momento, en el más crítico,
cuando uno menos se lo imagine. Entonces, no queda más remedio que estar
preparados. Feliz el hombre que nunca baja su guardia.
La parábola alude a que el hombre no es el dueño absoluto
de su vida, sino tan sólo un administrador. En efecto, hemos recibido la vida
de Dios, una vida que se relaciona con los demás miembros de la comunidad
humana. Por lo tanto, ni cabe la pereza ni el derroche. Estamos en el mundo
cumpliendo un servicio, que si es servicio al Reino de Dios, es por eso mismo,
servicio a la humanidad. De ahí la responsabilidad histórica de cada hombre.
La pereza es el pecado “profesional” del hombre: es
negarse a ser más hombre, a crecer interiormente, a dar más, a soportar más a
la comunidad. También es negarse o limitarse en la propia capacitación, tanto
en el plano individual como en el familiar, profesional, cultural, etc.
La bondad del hombre no radica en el slogan “no hacer mal
a nadie”, sino en vivir intensamente la vida como un servicio positivo a la
comunidad, de la misma forma que nosotros somos alguien porque otros hicieron
algo positivo por nosotros.
Ante la pregunta de los apóstoles, Jesús subraya que cada
hombre debe administrar su existencia de tal modo que pueda sentirse
responsable de su vida. Y no puede haber responsabilidad cuando otros organizan
nuestra vida, o cuando hacemos algo sin saber por qué ni para qué. Entonces
caemos en la postura de Marta, ahogada bajo el yugo de las cosas o de las
circunstancias o de la estructuras.
Por eso, el juicio del Señor no se dará solamente al
final de la vida, sino que se va realizando en la medida en que el hombre se
enfrenta consigo mismo y juzga sus actos según su proyecto, proyecto
fundamental que justifica su paso por la tierra. No somos niños pequeños que
esperan el último día de clase para saber si hemos aprobado o nos han
suspendido. Un cristiano maduro tiene que adquirir la capacidad para sentirse
aprobado o reprobado por su propia conciencia en la medida que se siente bien o
mal consigo mismo. En esta fidelidad a uno mismo está el secreto de la
vigilancia cristiana. El que no es capaz de asumirla, debe ser vigilado por
otros que asumen su responsabilidad y deciden por él. Es hora de que los
cristianos nos liberemos de la tutela y de la vigilancia “de nuestros padres y
mayores” –en un sentido amplio- para asumir la plena responsabilidad de nuestra
vida.
Esta es la gran tarea de la educación cristiana,
educación liberadora, y es, por lo mismo, tarea de nuestras celebraciones
litúrgicas que también tienen que ser liberadoras.
ORA EN TU INTERIOR
LOS NECESITAMOS MÁS QUE NUNCA
Las primeras
generaciones cristianas se vieron muy pronto obligadas a plantearse una
cuestión decisiva. La venida de Cristo resucitado se retrasaba más de lo que
habían pensado en un comienzo. La espera se les hacía larga. ¿Cómo mantener
viva la esperanza? ¿Cómo no caer en la frustración, el cansancio o el
desaliento?
En los evangelios encontramos diversas
exhortaciones, parábolas y llamadas que sólo tienen un objetivo: mantener viva
la responsabilidad de las comunidades cristianas. Una de las llamadas más
conocidas dice así: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas». ¿Qué
sentido pueden tener estas palabras para nosotros, después de veinte siglos de
cristianismo?
Las dos imágenes son muy expresivas. Indican
la actitud que han de tener los criados que están esperando de noche a que
regrese su señor, para abrirle el portón de la casa en cuanto llame. Han de
estar con «la cintura ceñida», es decir, con la túnica arremangada para poder
moverse y actuar con agilidad. Han de estar con «las lámparas encendidas» para
tener la casa iluminada y mantenerse despiertos.
Estas palabras de Jesús son también hoy una
llamada a vivir con lucidez y responsabilidad, sin caer en la pasividad o el
letargo. En la historia de la Iglesia hay momentos en que se hace de noche. Sin
embargo, no es la hora de apagar las luces y echarnos a dormir. Es la hora de
reaccionar, despertar nuestra fe y seguir caminando hacia el futuro, incluso en
una Iglesia vieja y cansada.
Uno de los obstáculos más importantes para
impulsar la transformación que necesita hoy la Iglesia es la pasividad generalizada
de los cristianos. Desgraciadamente, durante muchos siglos los hemos educado,
sobre todo, para la sumisión y la pasividad. Todavía hoy, a veces parece que no
los necesitamos para pensar, proyectar y promover caminos nuevos de fidelidad
hacia Jesucristo.
Por eso, hemos de valorar, cuidar y agradecer
el despertar de una nueva conciencia en muchos laicos y laicas que viven hoy su
adhesión a Cristo y su pertenencia a la Iglesia de un modo lúcido y
responsable. Es, sin duda, uno de los frutos más valiosos del Vaticano II,
primer concilio que se ha ocupado directa y explícitamente de ellos.
Estos creyentes pueden ser hoy el fermento de
unas parroquias y comunidades renovadas en torno al seguimiento fiel a Jesús.
Son el mayor potencial del cristianismo. Los necesitamos más que nunca para
construir una Iglesia abierta a los problemas del mundo actual, y cercana a los
hombres y mujeres de hoy.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Como creyentes, nuestra forma de estar en el mundo es la
de ser testigos de una experiencia de encuentro con el crucificado resucitado:
Jesús está vivo. Y los que nos miran nos han de ver como, los buscadores de una
vida coherente con esa experiencia, que la explicitamos en los ambientes que
vivimos y en las tareas que realizamos y que algunos de los que están a nuestro
lado acogen esa buena Noticia y se disponen a vivirla.
Esto supone hoy, en el contexto de una nueva ciudad cada
día más anónima, secularizada e indiferente ante las grandes preguntas de
sentido y aplastada por los medios de comunicación manipuladores y aplastantes
del protagonismo de las personas, la creación de un nuevo marco de comunidades
creyentes.
ORACIÓN FINAL
Dios
todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros
corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia
prometida.
Expliquemos
el Evangelio a los niños
Imágenes
proporcionadas por Catholic.net
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