“Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha. Os
digo que muchos
Intentarán
entrar y no podrán”
25 DE AGOSTO
XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©
1ª
Lectura: Isaías 66,18-21
Salmo
116: Id al mundo entero y proclamad el evangelio.
2ª
Lectura: Hebreos 12,5-7.11-13
PALABRA DEL DÍA
Lucas 12,22-30
“En
aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas
enseñando. Uno le preguntó: -Señor, ¿serán muchos los que se salven? Jesús les
dijo: -Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos
intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la
puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”,
y él os replicará: “No sé quiénes sois.” Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido
y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas.” Pero él os replicará:
“No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.” Entonces será el llanto y el
rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los
profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de
Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el reino de
Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.”
Versión para América
Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Jesús
iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
Una
persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se
salvan?". El respondió:
"Traten
de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar
y no lo conseguirán.
En
cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera,
se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les
responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.
Entonces
comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras
plazas'.
Pero
él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen
el mal!'.
Allí
habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y
a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
Y
vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su
lugar en el banquete del Reino de Dios.
Hay
algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los
primeros y serán los últimos".
REFLEXIÓN
A
medida que Jesús avanzaba hacia Jerusalén, el tema de la entrada al Reino de
Dios se iba agudizando. Para Jesús, se reducía el tiempo disponible para llamar
a la conversión a su propio pueblo, conversión, que junto con el anuncio del
Reino de Dios, no olvidemos, fue el núcleo fundamental de su predicación:
“El
Reino de Dios se acerca, convertíos y creed en el Evangelio...”
También
para los discípulos, se acercaba la hora del gran escándalo de la cruz.
En
este contexto no nos puede extrañar la pregunta que alguien le hizo: “¿Serán
pocos los que se salven?”. Una pregunta pesimista, porque un optimista habría preguntado:
“¿Serán muchos los que se salven?”.
El
tema de la salvación ha sido un tema recurrente dentro de la Iglesia, ha estado
presente en nuestras catequesis, en nuestras predicaciones y en nuestros
cultos, era como si durante nuestro peregrinar por este mundo tuviéramos que ir
acumulando méritos.
De
ahí las exigencias de oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar,
comulgar por Pascua florida y la creencia de que con esto, los nueve primeros
viernes al Corazón de Jesús, los siete domingos de San José o recurrir a este o
aquel santo, nos asegura la salvación.
Contra
esta forma de pensar va Jesucristo en el Evangelio de hoy.
La
respuesta que dio Jesús a aquel típico representante de la religión
establecida, está, en primer lugar, dirigida al pueblo judío como tal, a quien
Jesús le exige que entre, si quiere, por la puerta estrecha, la única que
conduce al Reino.
En
efecto, es inútil pertenecer a la misma raza de Abraham y de Jesús, inútil
practicar el culto y escuchar la Biblia si no se quiere aceptar la conversión
del corazón y el cambio hacia una religión que toque la misma raíz del hombre.
Y
a la inversa: serán los paganos, los extraños, los que se sentarán a la mesa
con los grandes profetas y patriarcas, conforme a los oráculos de los profetas
del exilio, como nos recuerda la primera lectura de hoy: “Yo vendré, dice el
Señor, para reunir a las naciones de toda lengua..., los que nunca oyeron mi
fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones...”
En
segundo lugar, es evidente que al menos el espíritu de la respuesta de Jesús
tiene mucho que ver con los que hoy somos cristianos y nos sentimos parte de la
Iglesia.
Por
algo hoy se nos anuncia esta palabra en una celebración litúrgica que actualiza
aquí y ahora la obra evangelizadora de Jesús.
“Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no
podrán.”.
Hermanas
y hermanos, sin el cambio de vida es todo inútil, podemos decir cómo le decían
las gentes que lo escuchaban y lo seguían: “Hemos comido y bebido contigo y tú
has predicado en nuestras plazas” y la respuesta será dura: “No sé quiénes
sois. Alejaos de mí, malvados”.
Ya
no hace falta discutir quién se salva y quién se condena, o si serán muchos o
pocos los llamados al Reino.
A
quien hoy camina sobre la tierra se le deja su única y máxima preocupación:
abandonar el esquema viejo del pecado y renovar su mente y su corazón.
Es
evidente que Dios tiene múltiples aminos para llegar a cada hombre, esté donde
esté, y llamarlo a una vida más pura y digna. El reino de Dios no tiene
fronteras ni prejuicios ni obstáculos insalvables, y bien puede hacer que los
últimos sean los primeros, y los primeros los últimos.
Tenemos
que elegir la puerta estrecha que nos enfrenta con nuestra propia conciencia,
desnudos de todo aparato mágico o estructuras que pretendan facilitarnos las
cosas.
La
entrada al Reino no es más difícil para unos y más fácil para otros; es tan
fácil o tan difícil –según se mire- como lo es la misma vida de cada uno, con
sus continuas opciones, con sus tentaciones, con sus cambios, con sus choques y
con sus crisis.
La
puerta del reino es la misma vida que se debe construir, paso a paso, creándola
permanentemente, mejorándola, corrigiéndola, animada por el espíritu. Es la
heroicidad del quehacer diario: la del obrero en su trabajo, la del ama de casa
en su trajín diario, la del profesor con sus alumnos, la del enfermo con su
dolor y la del anciano con su soledad.
No
hay gracia fácil y salvación fácil.
Es
mejor vivir fielmente cada día que preguntarnos por quiénes se salvarán.
Es
una puerta estrecha, muy estrecha.
Porque
una puerta estrecha es:
• Poner
la otra mejilla.
• Perdonar
setenta veces siete, perdonar siempre.
• Amar
al enemigo.
• Buscar
antes el interés de los del mal que el propio.
• Hacer
nuestros los problemas, sufrimientos, alegrías y tristezas de los demás.
Es una puerta estrecha,
pero la única posible.
Dios quiere que todos
los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Y la verdad que tenemos
que creer, la vida que tenemos que vivir y el camino que tenemos que recorrer,
es Jesús, Camino, Verdad y Vida.
Tenemos que empezar hoy
a tomarnos a Dios en serio si no lo
hemos hecho ya.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO TODO VALE
Jesús
va caminando hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al
templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades
y aldeas “enseñando”. Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios
es un Padre bueno que ofrece a todos su salvación. Todos son invitados a acoger
su perdón.
Su
mensaje sorprende a todos. Los pecadores se llenan de alegría al oírle hablar
de la bondad insondable de Dios: también ellos pueden esperar la salvación. En
los sectores fariseos, sin embargo, critican su mensaje y también su acogida a
recaudadores, prostitutas y pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia
una relajación religiosa y moral inaceptable?
Según
Lucas, un desconocido interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los
que se salvarán: ¿serán pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿sólo los
justos? Jesús no responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber
cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para
acoger la salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos
por entrar por la puerta estrecha».
De esta
manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una
invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se
recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el
privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente
haber conocido al Mesías.
Para
acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre,
confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos
como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis
juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad
el reino de Dios y su justicia».
Para
entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha»,
hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de
Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9).
Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como
él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.
En este
seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor
de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor
radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero
no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede
cerrar. Sólo nosotros si nos cerramos a su perdón.
José
Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Ocurre a menudo en los evangelios. Jesús no responde
(al menos, aparentemente) a lo que se le pregunta. El que se acerca a Él está
preocupado por la salvación. Posiblemente también (o más) por la suya. Su pregunta tiene que ver con la “cantidad”
¿serán muchos o pocos? Pero Jesús responde, no a esta cuestión de la cantidad,
sino a la de la “cualidad” ¿quiénes serán? La imagen de la puerta estrecha no
significa que los que se salven serán pocos sino que es difícil entender quiénes
serán. Pasar por una puerta estrecha es posible cuan do se tiene paciencia,
incluso en el caso de aglomeraciones, aunque indudablemente. Requiere esfuerzos.
Este es el sentido de las palabras de Jesús. Los que se salven van a ser
precisamente los que los judíos no pensaban que se iban a salvar. Los extranjeros, “los últimos” /”oriente y
Occidente. Norte y Sur”) se van a sentar en la mesa del reino, junto a los
patriarcas, mientras que los que se creen ya salvados por formar parte del
pueblo de la promesa, “los primeros”, se quedarán fuera.
ORACIÓN
Oh
Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo, inspira a tu
pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en
medio de las vicisitudes del mundo,
nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría.
Expliquemos el Evangelio a los
niños.
Imágenes proporcionadas por
Catholic.net
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