miércoles, 2 de enero de 2013

SEMANA DESPUÉS DE EPIFANÍA



SEMANA DESPUÉS DE EPIFANÍA
LUNES 7 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Mateo 4,12-25

“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el Profeta Isaías:
-“País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló”-
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.
Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania”

REFLEXIÓN

                En el evangelio de hoy inicia Jesús su ministerio profético a partir del arresto del Bautista por Herodes. Después de su bautismo por Juan y de las tentaciones del desierto, vuelve Jesús a galilea y se establece en Cafarnaúm. Así se cumplió la escritura, anota el evangelista Mateo según su costumbre. País de Zabulón y Neftalí, galilea de los gentiles: el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande (Is 8,23). Comienza la manifestación del mesías no sólo a los judíos, sino también a los paganos que vivían en la zona fronteriza de Galilea.
Convertíos… Palabra familiar… y bastante vilipendiada, por cierto. Quizás porque a cada conversión le sigue una recaída, permanecemos atrapados en nuestras tinieblas. Pero Jesús habla más bien de una re-conversión. Jesús viene a proponer un camino nuevo, una ruta que se adentra en busca de un mundo nuevo. Por eso dice: ¡Seguidme!.
El Evangelio entero supone un camino, un aprendizaje en el que cada mañana significa el descubrimiento de un nuevo horizonte, un auténtico “hoy”. Poco importa quiénes somos. ¡Los pecadores de Galilea tenían las manos callosas, más entusiasmo que constancia y todo por aprender! “Convertíos”: si el Reino de Dios está ahí, hay que salir a anunciarlo por los caminos de los hombres. ¿Qué importancia tiene todo lo demás? Cuando la mañana despunta, hay que rechazar la noche, sin detenerse en las pasadas oscuridades. ¡Reconvertíos! En cada cruce de caminos, hay que llamar a los que buscan la luz y conducirlos a la fuente de la vida. Es decir,  simple y radicalmente, tener fe en Jesucristo y amarnos los unos a los otros, como él nos mandó hacer. Esta es la auténtica conversión.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Conversión: palabra que encierra todo un mundo de novedad y renovación mediante el cambio de mentalidad y conducta. Tema frecuente en todos los profetas, incluido el último de ellos, Juan el bautista. Consigna que no pierde, sino gana actualidad con el paso del tiempo. Empeño de cada día y asignatura pendiente para el discípulo de Jesús.
            La tarea de la conversión que encarece el evangelio de hoy es creer en Dios y amarlo amando al prójimo, como dice la primera lectura. Creer y amar son dos actitudes básicas del cristiano y tan inseparables que san Juan las funde en un solo mandato de Dios: “éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó”.

ORA EN TU NTERIOR

Te bendigo, Señor, porque hoy como ayer sigues manifestándote a todo hombre que sabe leer tus signos. Dame sensibilidad y antenas para captar tu presencia. Tú vienes a mi encuentro en los hermanos y en los momentos que la vida diaria me ofrece.
Me señalas también una tarea definida: conversión personal y comunitaria al Reino de Dios. Líbrame de la ceguera y tinieblas del egoísmo que oscurece mi relación conmigo y los hermanos, y haz que me convierta continuamente a la fe y al amor. Amén.

MARTES 8 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Marcos 6,34-44

 “Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma. Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer”. Él les replicó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le preguntaron: ¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?” Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Cuando lo averiguaron le dijeron: “Cinco, y dos peces”. Él les mandó que hicieran recostarse por grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron; y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces. Los que comieron eran cinco mil hombres”.

REFLEXIÓN

El autor de la primera carta de san Juan sigue exponiendo los criterios para la comunión con Dios, las condiciones para vivir como hijos suyos. Si antes habló de romper con el pecado como primera condición; de guardar los mandamientos, en especial el de la caridad, como segunda; y de la fe que confiesa la encarnación del Hijo de Dios, como tercera; ahora acentúa de nuevo el criterio del amor.
            “Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Aquí el verbo “conocer” tiene la profundidad bíblica de la experiencia y del contacto personal. El conocimiento de Dios, que la fe y el amor dan al creyente, es inmensamente superior al intelectualismo del conocimiento filosófico o gnosis platónica.
            San Juan dice que Dios es amor. He aquí una definición siempre actual y una teología inteligible para el hombre de todo tiempo y lugar. Lógicamente, de la revelación del Dios amor había de brotar el cristianismo-amor de Jesús.
            Decir que Dios es amor es afirmar que no es sólo una persona que ama, sino que es el amor mismo en persona. Por eso, ¿cómo podremos ser hijos nacidos de un Dios que es amor si no amamos nosotros también? ¿Y cómo podremos decir que lo conocemos si no lo amamos a él y a sus hijos, los hombres?

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                La crisis actual del amor tiene mucho que ver con la crisis de fe, porque la fe cristiana es creer en Dios que es el Amor, con mayúscula, y la fuente rebosante e inagotable del mismo. De ahí la afirmación de san Juan: todo el que ama ha nacido de Dios y lo conoce.
            Es el amor quien facilita el conocimiento de las personas y el aprendizaje de las cosas, de las profesiones y de los oficios. En este sentido, cuando una persona ama su trabajo, decimos que tiene vocación para ello; es el amor quien le da la competencia y le ayuda a descifrar misterios inexplicables.
            En el diálogo de la fe que lleva al conocimiento de Dios, es él quien tiene la iniciativa; es decir, es el primero que ama, ofreciendo su amistad y admitiéndonos al círculo abierto de su amor trinitario para hacernos hijos suyos por amor.

ORA EN TU INTERIOR

            San Pablo, que reflexionó mucho sobre todo esto, afirma: “Dios nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo…, y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos. El tesoro de su gracia… ha sido un derroche para con nosotros” (Ef 1,3ss). Por eso, definir a Dios como amor no es una mera gratificación afectiva ni una efusión poética; es una realidad fascinante. En ella se abismaban los santos y los místicos, no como quien se pierde en una soledad sin límites, sino en una vida sin fondo y sin fronteras.

ORACIÓN

            Señor, tú que eres el Dios de la ternura y del amor, abre nuestros ojos para captar tu presencia sorprendente, despierta nuestros sentidos para percibir tu palabra y aumenta nuestro amor para poder conocerla a fondo.
            Tú nos has amado y nos amas sin medida. Concédenos conocerte como tú nos conoces, así podremos amarte como tú nos amas. Y haz que el amor que tú nos tienes lo comuniquemos, compartiendo con los hermanos la eucaristía y la vida.

MIÉRCOLES 9 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Marcos 6,45-52
 

“Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige enseguida la palabra y les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Entró en la barca con ellos y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender”.

REFLEXIÓN

                ¡No temáis! La relación de los discípulos con Jesús no es aún la de amor, confiado y abierto al misterio. Ellos creen estar viendo un fantasma, pues su imaginación sigue estando impregnada de los miedos que atormentan a los hombres mientras no se han encontrado con Dios en un cara a cara abrasador y, sin embargo, bañado en serenidad. No entienden lo que está pasando, porque aún no han penetrado en el corazón del Señor, donde habita intensamente el amor que viene de Dios. Tienen cegado el corazón; por eso permanecen bloqueados en sí mismos. Tienen miedo.
            Hermanas y hermanos, el amor perfecto destierra el temor; quien permanece en el temor no ha llegado a la perfección en el amor. Sin embargo, es preciso decirlo, ¡cuántas angustias e incluso cuántas neurosis originadas por falsos sentimientos religiosos! Dios produce miedo, porque hemos ido en su busca atiborrados de prohibiciones, incómodos dentro de la propia piel, en pos de una seguridad imposible, pues lo primero que habría que hacer sería desbloquear el corazón. Y algunos se obstinan en hablar de un Dios que prohíbe, amenaza, persigue y castiga. El corazón del hombre sólo se puede curar mediante una prolongada relación con Jesús y una confianza inquebrantable en la libertad del amor.
            Tratar con Jesús… Ved como sube a la barca de los discípulos, se sienta simplemente en medio de ellos y anima el viento. Nada excepcional, salvo la presencia del que calma las angustias sin mover un dedo. ¿Quién es? El mismo lo dirá, al hilo de mil encuentros en los que su mirada siempre engendrará la paz y la serenidad. En Jesús, el amor de Dios adquiere verdadero aspecto de amistad, benevolencia y libertad.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                Sí, como veíamos ayer, Dios es amor, el hombre a su vez se define también por el amor, es decir, como un ser hecho para amar y ser amado. Múltiples son las definiciones que filósofos, antropólogos y psicólogos han dado del ser humano. El Concilio Vaticano II lo definió como “misterio de vocación sublime y de miseria profunda” (GS 13,3).
            Si queremos dar una noción del hombre, inteligible para el mundo de hoy, quizá no nos sirva de mucho la de la filosofía aristotélica, a base de género común y especie diferenciada, porque el hombre es un ser creado para amar y ser amado.
            Hermana, hermano, ama y haz lo que quiera… Pero jamás apartes tu mirada de la de Cristo. Y ve con frecuencia a encontrarte con él en el monte, para orar con él. Cada vez te gustará más hacerlo, y… ¡cada vez harás más lo que quieres!

ORA EN TU INTERIOR

            Te bendecimos, Señor, porque tu presencia amigable nos hace pasar de la muerte a la vida por amor, venciendo así nuestros ocultos miedos y ansiedades. Que tu Espíritu nos abra a la aventura de amar a Cristo en cada hermano en quien Jesús se encarna.
            Así alcanzaremos la libertad y la paz de tu ternura, como canta el salmista. El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.
            Para vencer definitivamente nuestros recelos y temores, haznos, señor, testigos convencidos y eficaces de tu amor.

JUEVES 10 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Lucas 4,14-22
 

“El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido…”

“Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándooslo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía puesto los ojos en él. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios”.

REFLEXIÓN

                La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que padecen hombres y mujeres. Nuestro mayor pecado consiste precisamente en cerrarnos al sufrimiento de los demás para pensar en el propio bienestar.
            Jesús se siente “ungido por el Espíritu” de un Dios que se preocupa de los que sufren. Es ese Espíritu el que lo empuja a dedicar su vida entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.
Este programa de Jesús no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más su atención al pecado de las criaturas que a su sufrimiento.
Los cristianos no creemos en cualquier Dios, sino en el Dios atento al sufrimiento humano. Frente a la “mística de ojos cerrados”, propia de la espiritualidad del Oriente, volcada sobre todo en la atención a lo interior, el que sigue a Jesús se siente llamado a cultivar una “mística de ojos abiertos” y una espiritualidad de responsabilidad absoluta para atender al dolor de los que sufren.
Al cristiano verdaderamente espiritual –“ungido por el Espíritu”- se le encuentra, lo mismo que a Jesús, junto a los desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser supremo cuanto el amor a un Dios Padre que lo envía hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado el cardenal Martini, en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de globalizar la atención al sufrimiento de los pobres de la tierra.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                Uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.
            No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
            Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios “reine” entre sus hijos e hijas.
            Pero, ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un “clasismo moral”. La única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede “reinar” en el mundo sino haciéndoles justicia. (José Antonio Pagola).

ORA EN TU INTERIOR

                Hay algo que los cristianos hemos de ver con absoluta claridad: no se puede anunciar ni vivir el evangelio de Jesús si no es desde la defensa de los excluidos y desde la solidaridad con el Sur. No cualquier teología, ni cualquier evangelización, ni cualquier acción pastoral es igualmente fiel al Espíritu de Jesús. La teología es discurso vacío si no lleva la Buena Noticia de Dios a los pobres; la evangelización no es plenamente tal si no denuncia la injusticia que engendra marginación; la pastoral se vacía de contenido cristiano si olvida el servicio a los últimos.
            Los pobres son el gran reto para los que decimos seguir a Jesús. Podemos continuar discutiendo sobre la moral sexual, los preservativos o el sacerdocio de la mujer. Pero el Espíritu de Jesús nos seguirá interpelando a todos desde el sufrimiento de los parados, los pobres o los hambrientos. Sólo él nos puede sacudir de nuestras fáciles “ortodoxias” de derechas o de izquierdas.

ORACIÓN

                Hoy se cumple tu palabra y nos renueva tu Espíritu, Señor, que nuestra vida proclame la paz y la alegría; luz más poderosas que las tinieblas, libertad recibida de tus manos; tú, Dios nuestro, por los siglos de los siglos.
            Haz, Señor, que vivamos cada día como si fuera el primero y el último.

VIERNES 11 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Lucas 5,12-16

“Estando Jesús en su pueblo se presentó un leproso; al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicó: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”. Y enseguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: “Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para darles testimonio”. Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar”.

REFLEXIÓN

                El relato evangélico de hoy: curación de un leproso por Jesús, nos muestra ya en marcha el programa de liberación humana que, como veíamos ayer, expuso Cristo en la sinagoga de Nazaret, conforme al texto del profeta Isaías. Esta curación es, pues, un signo de la llegada del reino de Dios y de su buena nueva, que entran en conflicto con el mal del mundo para vencerlo, liberando al hombre de toda miseria y limitación humana, reintegrándolo a su dignidad y a la comunidad de los redimidos.
            Cuando Jesús se despedía de los suyos, en la oración sacerdotal de la última cena, hablaba así refiriéndose a sus discípulos: “El mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido, Padre, que los retires del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn 17,14s). Desde siempre hay incompatibilidad entre la luz y las tinieblas.
            Practicar el evangelio y las bienaventuranzas de Jesús supone optar por la incomprensión del mundo e, incluso, por su odio persecutorio. El discípulo de Cristo habrá de afrontar zancadillas, juego sucio, represión, cárcel y hasta la muerte por parte de los que abusan del poder y emplean peones a sueldo. Así le pasó al primero y que más ardientemente buscó la verdad y sirvió a la justicia: Jesús de Nazaret. Su suerte la han seguido y seguirán otros muchos. Para todos estos cristianos esforzados y anónimos es la bienaventuranza de la fe que vence al mundo.
            Función de la comunidad creyente y del cristiano es ser conciencia crítica de la sociedad en un equilibrio equidistante tanto del privilegio social, de la alianza con el poder y del triunfalismo temporalista como de la connivencia servil y del silencio cobarde.
            Realmente, se diría que Jesús nos lo ha puesto difícil. Pero él nos ayuda y actúa en nosotros con la eficacia y dinamismo de su Espíritu, que es don,  fortaleza y decisión. Éste es el fundamento de la esperanza de nuestra vocación y misión cristianas, y es también el secreto de nuestra fidelidad a la opción por Cristo y su evangelio.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                Aquel hombre era un leproso, un muerto en vida. Un día observó la presencia de una mancha en su costado; poco tiempo después, la mancha había crecido hasta llegar a invadir su rostro y sus manos, como hace el pecado con el alma. Entonces la sociedad de los hombres, siempre pronta a levantar barreras, lo apartó.
            Viene Jesús y ocupa el lugar del leproso. Carga con el sufrimiento humano, hasta el punto de que los hombres acabarían sacándolo de la ciudad, para arrojarlo al mundo de los muertos. Entonces se verá afluir hacia él a una multitud de hombres de Galilea y de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la otra parte del Jordán y de los países de Tiro y Sidón. Serán enfermos, tullidos, cojos y lisiados. Y a todos curará.

ORA EN TU INTERIOR

            Hermanos, ¿quién vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Al mundo con sus durezas, sus egoísmos y sus leprosos rechazados. Al mundo que cree poder sustraerse a la muerte simplemente con ignorarla. Pero Dios ha dado testimonio contra ese mundo: testimonio de la sangre, vertida por amor; testimonio del agua, manantial vivo en el desierto de los hombres; testimonio del Espíritu, que resucita a los muertos en el nombre del Hijo de Dios. Dios ha dado testimonio contra ese mundo, y hoy nos llama a que seamos nosotros los que demos testimonio. Que nuestra fe en Cristo sea un compromiso al servicio de los hombres que sufren; que nuestra palabra sea cada día más carne y sangre; que abracemos al leproso como a un hermano particularmente amado por Dios. Y que nuestra oración sea el lugar en que confirme nuestra pertenencia a ese Dios hecho carne para la salvación del mundo.

ORACIÓN

                Dios y Padre de todos los hombres, tú nos ha dado a tu Hijo, rostro vivo de tu amor, que compartió en todo nuestra condición humana y cargó con el dolor de los rechazados.
            Te pedimos que nos des una fe viva en su Encarnación, a fin de que también nosotros seamos para nuestros hermanos el rostro y la palabra de tu salvación.

SÁBADO 12 DE ENERO
PALABRA DEL DÍA
Juan 3,22-30

…”Él tiene que crecer y yo tengo que menguar”

“Fue Jesús con sus discípulos a Judea, se quedó allí con ellos y bautizaba. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque había allí agua abundante; la gente acudía y se bautizaba (a Juan todavía no lo habían metido en la cárcel). Se originó entonces una discusión entre un judío y los discípulos de Juan acerca de la purificación; ellos fueron a Juan y le dijeron: “Oye, Rabí, el que estaba contigo bautizando en la otra orilla del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ese está bautizando y todo el mundo acude a él”. Contestó Juan: “Nadie puede tomarse algo para sí, si no se lo dan desde el cielo. Vosotros mismos sois testigos de que yo dije: “Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado delante de él”. El que lleva a la esposa es el esposo; en cambio el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo. Pues esta alegría mía está colmada; él tiene que crecer y yo tengo que menguar”.

REFLEXIÓN

                En el evangelio tenemos el último testimonio del Bautista antes de ser encarcelado por Herodes, sobre el mesías Jesús que él ha anunciado. La misión del precursor, se dice en el prólogo del cuarto evangelio, era dar testimonio de Jesús. Repetidas veces lo hizo en su vida ante todo el mundo, incluidos sus propios discípulos. Y ahora, cuando la figura de Cristo va afianzándose en el pueblo, el Bautista sale al paso de posibles envidias entre sus seguidores respecto del rabí de Nazaret.
            Bellamente define a Cristo como el esposo del nuevo pueblo de Dios y de la humanidad nueva. Y, siguiendo la imagen, se autodefine como “el amigo del novio, que asiste y lo oye, y se alegra con la voz del esposo. Esta alegría mía está colmada; él tiene que crecer y yo tengo que menguar”. Sublime grandeza del mayor de los profetas e incluso de todos los nacidos de mujer, según dijo Jesús de él.
            “Él tiene que crecer y yo tengo que menguar”. Palabras que tienen efectividad incluso en clave meteorológica. Desde el 25 de diciembre, natividad del señor, solsticio de invierno, empiezan a crecer los días y disminuir las noches en las regiones del hemisferio norte; y, en cambio, a partir del 24 de junio, festividad del nacimiento de san Juan bautista, en el solsticio de verano, comienza a disminuir la duración del día a favor de la noche.
            Es ésta una de las referencias bíblicas, frecuente lo mismo en el Antiguo que en el Nuevo Testamento. Dentro de la tradición profética, Oseas fue el primero en hablar de la alianza en términos de esponsales o matrimonio de Dios con su pueblo elegido. Era una bella manera de expresar la experiencia religiosa que supuso para Israel la revelación de un Dios que ama a su pueblo.
            El Señor, que es compasivo y misericordioso y siente ternura por sus fieles, no obstante haber sido traicionado en su amor, toma de nuevo una y otra vez a la esposa infiel, a su pueblo, que se ha prostituido con el politeísmo, y le renueva su alianza de amor, promesa y bendición: “Me casaré contigo en matrimonio perpetuo” (Os 2,21)

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

                Ese hombre que había visto bautizar a Juan y a Jesús se dijo: he ahí a dos competidores. Su corazón estaba endurecido, pues para reconocer en el agua utilizada por Jesús un agua que salta hasta la vida eterna eran necesarios los ojos del corazón.
            Juan tuvo esos ojos. En su discurso reconoció al enviado de Dios, y entonces pasó a ser segundo plano, y se alegró de ello: Jesús era el Esposo.
“Nadie puede arrogarse nada si no se le ha dado del cielo”. ¡Palabra de una fe maravillosa en boca del Bautista! Sólo hay un pecado capaz de conducirnos a la muerte: el de atribuirnos todo a uno mismo sin pedir nada a Dios. Por eso es Juan el santo por excelencia. El mismo define su santidad con una frase: “¡Yo soy el amigo del Esposo!”. Una santidad plena de alegría y de amor. Una santidad que pone al hombre en su lugar, hecho de humildad y de grandeza a un tiempo.
¡Amigo del Esposo! Todo, en la nueva alianza, se anuncia en términos de bodas y de amor, de comunión y de vida. Jesús, el esposo, nos ama hasta entregar su cuerpo por nosotros, para que seamos uno con él. Todo amor lleva su señal, todo amor tiende hacia él. En esta asombrosa alianza todo se transfigura, y cada ser es amado por dios en Jesús, el amado. Ya nadie podrá atribuirse nada que no haya recibido de Dios.

ORA EN TU INTERIOR

                ¿Qué más da que el uno bautice aquí y el otro allá? ¿Qué importa el que éste viva su fe de una manera y aquél la viva de otra? Si cada cual vive como amigo del Esposo, todo es gracia. ¿Es preciso, pues, que dos amigos se parezcan tanto entre sí que resulte difícil distinguirlos? ¿O es menester que uno de ellos prevalezca sobre el otro? La santidad de unos evidencia la santidad de otros, distinta y, sin embargo, la misma, como las notas de una sinfonía que se unen para engendrar una gran obra. ¡Tocad, tambores y cítaras, porque ambos sois necesarios para que la fiesta cante! Ha nacido un mundo nuevo: ¿no escucháis la voz del Esposo? ¡Dichoso el que permanece en vela para las bodas, porque conocerá la alegría de vivir! Pues no hay más que un pecado que conduce a la muerte: el de encerrarse en la tristeza como si Dios no lo hubiera renovado todo en Jesús.

ORACIÓN

                No permitas, Señor, que acaparemos a tu Hijo como si fuera un bien de nuestra propiedad.
            Infunde en nuestros corazones el gozo de dárselo a nuestros hermanos, a fin de que también ellos conozcan esa paz que tú das a aquellos a los que invitas a la alianza de fiesta, en la humildad y en la verdad, en Jesucristo nuestro Señor.

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