SEMANA
DESPUÉS DE EPIFANÍA
LUNES
7 DE ENERO
PALABRA
DEL DÍA
Mateo
4,12-25
“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían
arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en
Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió
lo que había dicho el Profeta Isaías:
-“País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al
otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en
tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte
una luz les brilló”-
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
“Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.
Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y
proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del
pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos
los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados,
lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de
Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania”
REFLEXIÓN
En el evangelio de hoy inicia Jesús
su ministerio profético a partir del arresto del Bautista por Herodes. Después
de su bautismo por Juan y de las tentaciones del desierto, vuelve Jesús a
galilea y se establece en Cafarnaúm. Así se cumplió la escritura, anota el
evangelista Mateo según su costumbre. País de Zabulón y Neftalí, galilea de los
gentiles: el pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande (Is 8,23).
Comienza la manifestación del mesías no sólo a los judíos, sino también a los
paganos que vivían en la zona fronteriza de Galilea.
Convertíos…
Palabra familiar… y bastante vilipendiada, por cierto. Quizás porque a cada
conversión le sigue una recaída, permanecemos atrapados en nuestras tinieblas.
Pero Jesús habla más bien de una re-conversión. Jesús viene a proponer un
camino nuevo, una ruta que se adentra en busca de un mundo nuevo. Por eso dice:
¡Seguidme!.
El
Evangelio entero supone un camino, un aprendizaje en el que cada mañana
significa el descubrimiento de un nuevo horizonte, un auténtico “hoy”. Poco
importa quiénes somos. ¡Los pecadores de Galilea tenían las manos callosas, más
entusiasmo que constancia y todo por aprender! “Convertíos”: si el Reino de
Dios está ahí, hay que salir a anunciarlo por los caminos de los hombres. ¿Qué
importancia tiene todo lo demás? Cuando la mañana despunta, hay que rechazar la
noche, sin detenerse en las pasadas oscuridades. ¡Reconvertíos! En cada cruce
de caminos, hay que llamar a los que buscan la luz y conducirlos a la fuente de
la vida. Es decir, simple y
radicalmente, tener fe en Jesucristo y amarnos los unos a los otros, como él
nos mandó hacer. Esta es la auténtica conversión.
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
“Convertíos, porque está cerca el
reino de los cielos”. Conversión: palabra que encierra todo un mundo de novedad
y renovación mediante el cambio de mentalidad y conducta. Tema frecuente en
todos los profetas, incluido el último de ellos, Juan el bautista. Consigna que
no pierde, sino gana actualidad con el paso del tiempo. Empeño de cada día y
asignatura pendiente para el discípulo de Jesús.
La tarea de la conversión que encarece el evangelio de
hoy es creer en Dios y amarlo amando al prójimo, como dice la primera lectura.
Creer y amar son dos actitudes básicas del cristiano y tan inseparables que san
Juan las funde en un solo mandato de Dios: “éste es su mandamiento: que creamos
en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos
lo mandó”.
ORA EN TU NTERIOR
Te bendigo, Señor, porque
hoy como ayer sigues manifestándote a todo hombre que sabe leer tus signos.
Dame sensibilidad y antenas para captar tu presencia. Tú vienes a mi encuentro
en los hermanos y en los momentos que la vida diaria me ofrece.
Me señalas también una
tarea definida: conversión personal y comunitaria al Reino de Dios. Líbrame de
la ceguera y tinieblas del egoísmo que oscurece mi relación conmigo y los
hermanos, y haz que me convierta continuamente a la fe y al amor. Amén.
MARTES
8 DE ENERO
PALABRA
DEL DÍA
Marcos
6,34-44
“Jesús vio una multitud y le dio lástima de
ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma.
Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado
y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y
se compren de comer”. Él les replicó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le
preguntaron: ¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de
comer?” Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Cuando lo averiguaron
le dijeron: “Cinco, y dos peces”. Él les mandó que hicieran recostarse por
grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces alzó
la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los
discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces.
Comieron todos y se saciaron; y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de
peces. Los que comieron eran cinco mil hombres”.
REFLEXIÓN
El
autor de la primera carta de san Juan sigue exponiendo los criterios para la
comunión con Dios, las condiciones para vivir como hijos suyos. Si antes habló
de romper con el pecado como primera condición; de guardar los mandamientos, en
especial el de la caridad, como segunda; y de la fe que confiesa la encarnación
del Hijo de Dios, como tercera; ahora acentúa de nuevo el criterio del amor.
“Amémonos unos a
otros, ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a
Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Aquí el
verbo “conocer” tiene la profundidad bíblica de la experiencia y del contacto
personal. El conocimiento de Dios, que la fe y el amor dan al creyente, es
inmensamente superior al intelectualismo del conocimiento filosófico o gnosis
platónica.
San Juan dice que Dios es amor. He aquí una definición
siempre actual y una teología inteligible para el hombre de todo tiempo y
lugar. Lógicamente, de la revelación del Dios amor había de brotar el
cristianismo-amor de Jesús.
Decir que Dios es amor es afirmar que no es sólo una
persona que ama, sino que es el amor mismo en persona. Por eso, ¿cómo podremos
ser hijos nacidos de un Dios que es amor si no amamos nosotros también? ¿Y cómo
podremos decir que lo conocemos si no lo amamos a él y a sus hijos, los
hombres?
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
La crisis actual del amor tiene
mucho que ver con la crisis de fe, porque la fe cristiana es creer en Dios que
es el Amor, con mayúscula, y la fuente rebosante e inagotable del mismo. De ahí
la afirmación de san Juan: todo el que ama ha nacido de Dios y lo conoce.
Es el amor quien facilita el conocimiento de las personas
y el aprendizaje de las cosas, de las profesiones y de los oficios. En este
sentido, cuando una persona ama su trabajo, decimos que tiene vocación para
ello; es el amor quien le da la competencia y le ayuda a descifrar misterios
inexplicables.
En el diálogo de la fe que lleva al conocimiento de Dios,
es él quien tiene la iniciativa; es decir, es el primero que ama, ofreciendo su
amistad y admitiéndonos al círculo abierto de su amor trinitario para hacernos
hijos suyos por amor.
ORA EN TU INTERIOR
San Pablo, que reflexionó mucho
sobre todo esto, afirma: “Dios nos eligió
en la persona de Cristo, antes de crear el mundo…, y nos ha destinado, por pura
iniciativa suya, a ser sus hijos. El tesoro de su gracia… ha sido un derroche
para con nosotros” (Ef 1,3ss). Por eso, definir a Dios como amor no es una
mera gratificación afectiva ni una efusión poética; es una realidad fascinante.
En ella se abismaban los santos y los místicos, no como quien se pierde en una
soledad sin límites, sino en una vida sin fondo y sin fronteras.
ORACIÓN
Señor, tú que eres el Dios de la
ternura y del amor, abre nuestros ojos para captar tu presencia sorprendente,
despierta nuestros sentidos para percibir tu palabra y aumenta nuestro amor
para poder conocerla a fondo.
Tú nos has amado y nos amas sin medida. Concédenos
conocerte como tú nos conoces, así podremos amarte como tú nos amas. Y haz que
el amor que tú nos tienes lo comuniquemos, compartiendo con los hermanos la
eucaristía y la vida.
MIÉRCOLES
9 DE ENERO
PALABRA
DEL DÍA
Marcos
6,45-52
“Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús
enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le
adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y
después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la
barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con
que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia
ellos andando sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito,
porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige enseguida la palabra
y les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Entró en la barca con ellos y
amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían
comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender”.
REFLEXIÓN
¡No temáis! La relación de los
discípulos con Jesús no es aún la de amor, confiado y abierto al misterio.
Ellos creen estar viendo un fantasma, pues su imaginación sigue estando
impregnada de los miedos que atormentan a los hombres mientras no se han
encontrado con Dios en un cara a cara abrasador y, sin embargo, bañado en
serenidad. No entienden lo que está pasando, porque aún no han penetrado en el
corazón del Señor, donde habita intensamente el amor que viene de Dios. Tienen
cegado el corazón; por eso permanecen bloqueados en sí mismos. Tienen miedo.
Hermanas y hermanos, el amor perfecto destierra el temor;
quien permanece en el temor no ha llegado a la perfección en el amor. Sin
embargo, es preciso decirlo, ¡cuántas angustias e incluso cuántas neurosis
originadas por falsos sentimientos religiosos! Dios produce miedo, porque hemos
ido en su busca atiborrados de prohibiciones, incómodos dentro de la propia
piel, en pos de una seguridad imposible, pues lo primero que habría que hacer
sería desbloquear el corazón. Y algunos se obstinan en hablar de un Dios que
prohíbe, amenaza, persigue y castiga. El corazón del hombre sólo se puede curar
mediante una prolongada relación con Jesús y una confianza inquebrantable en la
libertad del amor.
Tratar con Jesús… Ved como sube a la barca de los
discípulos, se sienta simplemente en medio de ellos y anima el viento. Nada
excepcional, salvo la presencia del que calma las angustias sin mover un dedo.
¿Quién es? El mismo lo dirá, al hilo de mil encuentros en los que su mirada
siempre engendrará la paz y la serenidad. En Jesús, el amor de Dios adquiere
verdadero aspecto de amistad, benevolencia y libertad.
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
Sí, como veíamos ayer, Dios es amor,
el hombre a su vez se define también por el amor, es decir, como un ser hecho
para amar y ser amado. Múltiples son las definiciones que filósofos,
antropólogos y psicólogos han dado del ser humano. El Concilio Vaticano II lo
definió como “misterio de vocación sublime y de miseria profunda” (GS 13,3).
Si queremos dar una noción del hombre, inteligible para
el mundo de hoy, quizá no nos sirva de mucho la de la filosofía aristotélica, a
base de género común y especie diferenciada, porque el hombre es un ser creado
para amar y ser amado.
Hermana, hermano, ama y haz lo que quiera… Pero jamás
apartes tu mirada de la de Cristo. Y ve con frecuencia a encontrarte con él en
el monte, para orar con él. Cada vez te gustará más hacerlo, y… ¡cada vez harás
más lo que quieres!
ORA EN TU INTERIOR
Te bendecimos, Señor, porque tu
presencia amigable nos hace pasar de la muerte a la vida por amor, venciendo
así nuestros ocultos miedos y ansiedades. Que tu Espíritu nos abra a la
aventura de amar a Cristo en cada hermano en quien Jesús se encarna.
Así alcanzaremos la libertad y la paz de tu ternura, como
canta el salmista. El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por
cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me
sosiegan.
Para vencer definitivamente nuestros recelos y temores,
haznos, señor, testigos convencidos y eficaces de tu amor.
JUEVES
10 DE ENERO
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
4,14-22
“El
Espíritu del Señor está sobre mí,
porque
él me ha ungido…”
“Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y
su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo
alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era
su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron
el libro del profeta Isaías y, desenrollándooslo, encontró el pasaje donde
estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los
cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los
oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”. Y, enrollando el libro,
lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía puesto los
ojos en él. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis
de oír”. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de
gracia que salían de sus labios”.
REFLEXIÓN
La primera mirada de Jesús no se
dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo
primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la
humillación que padecen hombres y mujeres. Nuestro mayor pecado consiste
precisamente en cerrarnos al sufrimiento de los demás para pensar en el propio
bienestar.
Jesús se siente “ungido por el Espíritu” de un Dios que
se preocupa de los que sufren. Es ese Espíritu el que lo empuja a dedicar su
vida entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: “El Espíritu del Señor está
sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena Noticia a los
pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para
dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.
Este
programa de Jesús no ha sido siempre el de los cristianos. La teología
cristiana ha dirigido más su atención al pecado de las criaturas que a su
sufrimiento.
Los
cristianos no creemos en cualquier Dios, sino en el Dios atento al sufrimiento
humano. Frente a la “mística de ojos cerrados”, propia de la espiritualidad del
Oriente, volcada sobre todo en la atención a lo interior, el que sigue a Jesús
se siente llamado a cultivar una “mística de ojos abiertos” y una
espiritualidad de responsabilidad absoluta para atender al dolor de los que
sufren.
Al
cristiano verdaderamente espiritual –“ungido por el Espíritu”- se le encuentra,
lo mismo que a Jesús, junto a los desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza
no es tanto la comunicación íntima con el Ser supremo cuanto el amor a un Dios
Padre que lo envía hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado
el cardenal Martini, en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de
globalizar la atención al sufrimiento de los pobres de la tierra.
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
Uno de los rasgos más escandalosos e
insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una
y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su
actuación.
No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para
todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia
a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad,
los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de
los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida.
Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios
“reine” entre sus hijos e hijas.
Pero, ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los
pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La
posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el
hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un “clasismo moral”. La
única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no
puede “reinar” en el mundo sino haciéndoles justicia. (José Antonio Pagola).
ORA EN TU INTERIOR
Hay algo que los cristianos hemos de
ver con absoluta claridad: no se puede anunciar ni vivir el evangelio de Jesús
si no es desde la defensa de los excluidos y desde la solidaridad con el Sur.
No cualquier teología, ni cualquier evangelización, ni cualquier acción
pastoral es igualmente fiel al Espíritu de Jesús. La teología es discurso vacío
si no lleva la Buena Noticia de Dios a los pobres; la evangelización no es
plenamente tal si no denuncia la injusticia que engendra marginación; la
pastoral se vacía de contenido cristiano si olvida el servicio a los últimos.
Los pobres son el gran reto para los que decimos seguir a
Jesús. Podemos continuar discutiendo sobre la moral sexual, los preservativos o
el sacerdocio de la mujer. Pero el Espíritu de Jesús nos seguirá interpelando a
todos desde el sufrimiento de los parados, los pobres o los hambrientos. Sólo
él nos puede sacudir de nuestras fáciles “ortodoxias” de derechas o de
izquierdas.
ORACIÓN
Hoy se cumple tu palabra y nos
renueva tu Espíritu, Señor, que nuestra vida proclame la paz y la alegría; luz
más poderosas que las tinieblas, libertad recibida de tus manos; tú, Dios
nuestro, por los siglos de los siglos.
Haz, Señor, que vivamos cada día como si fuera el primero
y el último.
VIERNES
11 DE ENERO
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
5,12-16
“Estando Jesús en su pueblo se presentó un leproso; al
ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicó: “Señor, si quieres puedes
limpiarme”. Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”.
Y enseguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y
añadió: “Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que
mandó Moisés para darles testimonio”. Se hablaba de él cada vez más, y acudía
mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía
retirarse a despoblado para orar”.
REFLEXIÓN
El relato evangélico de hoy:
curación de un leproso por Jesús, nos muestra ya en marcha el programa de
liberación humana que, como veíamos ayer, expuso Cristo en la sinagoga de
Nazaret, conforme al texto del profeta Isaías. Esta curación es, pues, un signo
de la llegada del reino de Dios y de su buena nueva, que entran en conflicto
con el mal del mundo para vencerlo, liberando al hombre de toda miseria y limitación
humana, reintegrándolo a su dignidad y a la comunidad de los redimidos.
Cuando Jesús se despedía de los suyos, en la oración
sacerdotal de la última cena, hablaba así refiriéndose a sus discípulos: “El
mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No
te pido, Padre, que los retires del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn
17,14s). Desde siempre hay incompatibilidad entre la luz y las tinieblas.
Practicar el evangelio y las bienaventuranzas de Jesús
supone optar por la incomprensión del mundo e, incluso, por su odio
persecutorio. El discípulo de Cristo habrá de afrontar zancadillas, juego
sucio, represión, cárcel y hasta la muerte por parte de los que abusan del
poder y emplean peones a sueldo. Así le pasó al primero y que más ardientemente
buscó la verdad y sirvió a la justicia: Jesús de Nazaret. Su suerte la han
seguido y seguirán otros muchos. Para todos estos cristianos esforzados y
anónimos es la bienaventuranza de la fe que vence al mundo.
Función de la comunidad creyente y del cristiano es ser
conciencia crítica de la sociedad en un equilibrio equidistante tanto del
privilegio social, de la alianza con el poder y del triunfalismo temporalista
como de la connivencia servil y del silencio cobarde.
Realmente, se diría que Jesús nos lo ha puesto difícil.
Pero él nos ayuda y actúa en nosotros con la eficacia y dinamismo de su
Espíritu, que es don, fortaleza y
decisión. Éste es el fundamento de la esperanza de nuestra vocación y misión
cristianas, y es también el secreto de nuestra fidelidad a la opción por Cristo
y su evangelio.
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
Aquel hombre era un leproso, un
muerto en vida. Un día observó la presencia de una mancha en su costado; poco
tiempo después, la mancha había crecido hasta llegar a invadir su rostro y sus
manos, como hace el pecado con el alma. Entonces la sociedad de los hombres,
siempre pronta a levantar barreras, lo apartó.
Viene Jesús y ocupa el lugar del leproso. Carga con el
sufrimiento humano, hasta el punto de que los hombres acabarían sacándolo de la
ciudad, para arrojarlo al mundo de los muertos. Entonces se verá afluir hacia
él a una multitud de hombres de Galilea y de Judea, de Jerusalén y de Idumea,
de la otra parte del Jordán y de los países de Tiro y Sidón. Serán enfermos,
tullidos, cojos y lisiados. Y a todos curará.
ORA EN TU INTERIOR
Hermanos, ¿quién vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Al mundo con sus durezas, sus
egoísmos y sus leprosos rechazados. Al mundo que cree poder sustraerse a la
muerte simplemente con ignorarla. Pero Dios ha dado testimonio contra ese
mundo: testimonio de la sangre, vertida por amor; testimonio del agua,
manantial vivo en el desierto de los hombres; testimonio del Espíritu, que
resucita a los muertos en el nombre del Hijo de Dios. Dios ha dado testimonio
contra ese mundo, y hoy nos llama a que seamos nosotros los que demos
testimonio. Que nuestra fe en Cristo sea un compromiso al servicio de los
hombres que sufren; que nuestra palabra sea cada día más carne y sangre; que
abracemos al leproso como a un hermano particularmente amado por Dios. Y que
nuestra oración sea el lugar en que confirme nuestra pertenencia a ese Dios
hecho carne para la salvación del mundo.
ORACIÓN
Dios y Padre de todos los hombres,
tú nos ha dado a tu Hijo, rostro vivo de tu amor, que compartió en todo nuestra
condición humana y cargó con el dolor de los rechazados.
Te pedimos que nos des una fe viva en su Encarnación, a
fin de que también nosotros seamos para nuestros hermanos el rostro y la
palabra de tu salvación.
SÁBADO
12 DE ENERO
PALABRA
DEL DÍA
Juan
3,22-30
…”Él tiene que crecer y yo tengo que
menguar”
“Fue Jesús con sus discípulos a Judea, se quedó allí
con ellos y bautizaba. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín,
porque había allí agua abundante; la gente acudía y se bautizaba (a Juan
todavía no lo habían metido en la cárcel). Se originó entonces una discusión
entre un judío y los discípulos de Juan acerca de la purificación; ellos fueron
a Juan y le dijeron: “Oye, Rabí, el que estaba contigo bautizando en la otra
orilla del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ese está bautizando y todo
el mundo acude a él”. Contestó Juan: “Nadie puede tomarse algo para sí, si no
se lo dan desde el cielo. Vosotros mismos sois testigos de que yo dije: “Yo no
soy el Mesías, sino que me han enviado delante de él”. El que lleva a la esposa
es el esposo; en cambio el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con
la voz del esposo. Pues esta alegría mía está colmada; él tiene que crecer y yo
tengo que menguar”.
REFLEXIÓN
En el evangelio tenemos el último
testimonio del Bautista antes de ser encarcelado por Herodes, sobre el mesías
Jesús que él ha anunciado. La misión del precursor, se dice en el prólogo del
cuarto evangelio, era dar testimonio de Jesús. Repetidas veces lo hizo en su
vida ante todo el mundo, incluidos sus propios discípulos. Y ahora, cuando la
figura de Cristo va afianzándose en el pueblo, el Bautista sale al paso de
posibles envidias entre sus seguidores respecto del rabí de Nazaret.
Bellamente define a Cristo como el esposo del nuevo
pueblo de Dios y de la humanidad nueva. Y, siguiendo la imagen, se autodefine
como “el amigo del novio, que asiste y lo
oye, y se alegra con la voz del esposo. Esta alegría mía está colmada; él tiene
que crecer y yo tengo que menguar”. Sublime grandeza del mayor de los
profetas e incluso de todos los nacidos de mujer, según dijo Jesús de él.
“Él tiene que crecer y yo tengo que menguar”. Palabras
que tienen efectividad incluso en clave meteorológica. Desde el 25 de
diciembre, natividad del señor, solsticio de invierno, empiezan a crecer los
días y disminuir las noches en las regiones del hemisferio norte; y, en cambio,
a partir del 24 de junio, festividad del nacimiento de san Juan bautista, en el
solsticio de verano, comienza a disminuir la duración del día a favor de la
noche.
Es ésta una de las referencias bíblicas, frecuente lo
mismo en el Antiguo que en el Nuevo Testamento. Dentro de la tradición
profética, Oseas fue el primero en hablar de la alianza en términos de
esponsales o matrimonio de Dios con su pueblo elegido. Era una bella manera de
expresar la experiencia religiosa que supuso para Israel la revelación de un
Dios que ama a su pueblo.
El Señor, que es compasivo y misericordioso y siente
ternura por sus fieles, no obstante haber sido traicionado en su amor, toma de
nuevo una y otra vez a la esposa infiel, a su pueblo, que se ha prostituido con
el politeísmo, y le renueva su alianza de amor, promesa y bendición: “Me casaré contigo en matrimonio perpetuo”
(Os 2,21)
ENTRA Y ORA EN TU
INTERIOR
Ese hombre que había visto bautizar
a Juan y a Jesús se dijo: he ahí a dos competidores. Su corazón estaba
endurecido, pues para reconocer en el agua utilizada por Jesús un agua que
salta hasta la vida eterna eran necesarios los ojos del corazón.
Juan tuvo esos ojos. En su discurso reconoció al enviado
de Dios, y entonces pasó a ser segundo plano, y se alegró de ello: Jesús era el
Esposo.
“Nadie
puede arrogarse nada si no se le ha dado del cielo”. ¡Palabra de una fe
maravillosa en boca del Bautista! Sólo hay un pecado capaz de conducirnos a la
muerte: el de atribuirnos todo a uno mismo sin pedir nada a Dios. Por eso es
Juan el santo por excelencia. El mismo define su santidad con una frase: “¡Yo
soy el amigo del Esposo!”. Una santidad plena de alegría y de amor. Una
santidad que pone al hombre en su lugar, hecho de humildad y de grandeza a un
tiempo.
¡Amigo
del Esposo! Todo, en la nueva alianza, se anuncia en términos de bodas y de amor,
de comunión y de vida. Jesús, el esposo, nos ama hasta entregar su cuerpo por
nosotros, para que seamos uno con él. Todo amor lleva su señal, todo amor
tiende hacia él. En esta asombrosa alianza todo se transfigura, y cada ser es
amado por dios en Jesús, el amado. Ya nadie podrá atribuirse nada que no haya
recibido de Dios.
ORA EN TU INTERIOR
¿Qué más da que el uno bautice aquí
y el otro allá? ¿Qué importa el que éste viva su fe de una manera y aquél la
viva de otra? Si cada cual vive como amigo del Esposo, todo es gracia. ¿Es
preciso, pues, que dos amigos se parezcan tanto entre sí que resulte difícil
distinguirlos? ¿O es menester que uno de ellos prevalezca sobre el otro? La
santidad de unos evidencia la santidad de otros, distinta y, sin embargo, la
misma, como las notas de una sinfonía que se unen para engendrar una gran obra.
¡Tocad, tambores y cítaras, porque ambos sois necesarios para que la fiesta
cante! Ha nacido un mundo nuevo: ¿no escucháis la voz del Esposo? ¡Dichoso el
que permanece en vela para las bodas, porque conocerá la alegría de vivir! Pues
no hay más que un pecado que conduce a la muerte: el de encerrarse en la
tristeza como si Dios no lo hubiera renovado todo en Jesús.
ORACIÓN
No permitas, Señor, que acaparemos a
tu Hijo como si fuera un bien de nuestra propiedad.
Infunde en nuestros corazones el gozo de dárselo a
nuestros hermanos, a fin de que también ellos conozcan esa paz que tú das a
aquellos a los que invitas a la alianza de fiesta, en la humildad y en la
verdad, en Jesucristo nuestro Señor.
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