sábado, 12 de enero de 2013

PRIMERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (C)


14 de Enero
 Lunes de la Primera Semana del Tiempo Ordinario (C)
EVANGELIO DEL DÍA
Mc 1,14-20

”Convertíos y creed en el Evangelio”

“Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”. Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: “venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él”.

REFLEXIÓN

            En el evangelio de hoy, distinguimos dos partes: 1ª Un resumen de la predicación inaugural de Jesús. 2ª Narración de las cuatro primeras vocaciones de discípulos por parte de Jesús. “Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios –Marcos es el único en emplear el término evangelio-; y decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de dios: convertíos y creed la buena noticia”. He aquí un sumario o resumen de los muchos de Marcos. Hablar de cumplimiento supone una continuidad que enlaza las diversas etapas de la salvación.
            El motivo por el que Jesús urge a la conversión y a la fe en el evangelio es doble: 1º Porque se ha cumplido el tiempo; y para decir tiempo cumplido o, plazo vencido el texto original griego no emplea el término que designa el tiempo del calendario, sino Kairós (tiempo de gracia, de favor de Dios y de oportunidad de salvación). Como comentaba san Pablo “Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación” (2 Cor 6,2). 2º Porque está cerca el reino de Dios. Jesús mismo es la buena noticia del reino; en su persona, su mensaje y su obra está ya presente la salvación que el reino de Dios trae al hombre. Por eso, “convertíos y creed el evangelio”.
            La segunda parte del texto evangélico relata la vocación de los cuatro primeros discípulos de Jesús, que son dos parejas de hermanos y todos pescadores. Llama la atención tanto la autoridad de Jesús en la llamada, como la respuesta dada por Pedro y Andrés, Santiago y Juan.
            Jesús no quiere comenzar su misión en solitario, por eso comienza a llamar a un grupo de hombres a su seguimiento. El discipulado, recordará más tarde Jesús, incluye una renuncia y una ruptura con todo: familia y posesiones.

ENTRA EN TU INTERIOR
            Como creyentes, como discípulos de Jesús, necesitamos vivir en un perenne estado de conversión; porque ésta es una tarea siempre inacabada, de todo tiempo y para todos. Nunca estaremos suficientemente convertidos a los valores del Reino. Son demasiados los intereses que nos tientan constantemente a desvirtuar e incluso invalidar nuestra respuesta a la consigna del Señor: “Convertíos y creed la buena noticia”. Este imperativo es buena nueva de liberación, esperanza luminosa y transformante, empeño gozoso, don y tarea que hemos de asumir responsable y alegremente con un estilo nuevo de comportamiento personal y comunitario con Dios y con los hermanos.
            Esta radicalidad de la conversión continua al reino de Dios nos pide sensibilidad y una clara opción por los valores del evangelio y los criterios de las bienaventuranzas. Estos se oponen necesariamente a las prioridades del “hombre viejo” que llevamos dentro, en lucha con el “hombre nuevo”, liberado por Cristo.

ORA EN TU INTERIOR

            Te damos gracias, Padre, Señor de nuestras vidas, porque, llegada la plenitud de tu plan salvador, nos hablaste sin intermediarios por tu propio Hijo. Jesús es tu Palabra personal, el reflejo de tu gloria.
            El sonido de tu Palabra es buena nueva de tu amor, evangelio de la salvación universal de tu reino. Hoy nos llama Cristo a la conversión y a su seguimiento. Y el motivo no puede ser más feliz; Dios nos ama, y su Reino está entre nosotros, presente en su persona.
            Se ha cumplido el plazo de tu ternura y misericordia; convierte, Señor, nuestro corazón a tu llamada. (B Caballero).

ORACIÓN

            Señor, me recuerdas que ya se ha cumplido el plazo. Pero tu amor lo prorroga. Ya sé que la conversión ha de ser cada día, como el pan nuestro. Tu reino está cerca, creo en tu Evangelio. ¡Ayúdame cada día a convertirme a ti, a poner mi vida de cara a ti y dar la espalda a los falsos dioses que intentan arrebatarme mi tesoro. La fe!





15 de Enero

Martes de la Primera Semana del Tiempo Ordinario (C)

EVANGELIO DEL DÍA

Mc 1,21-28

“¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”.

“Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaúm, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres; el santo de Dios”. Jesús lo increpó: “Cállate y sal de él. El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este hablar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos le manda y le obedecen”, Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea”.

REFLEXIÓN

            El evangelista Marcos, en la primera parte de su evangelio, muestra con frecuencia a Jesús enseñando al pueblo y a sus discípulos el secreto del reino a base de parábolas. Pero es sobre todo en la segunda parte de su relato donde detalla el contenido de esa enseñanza sobre el reino con temas como el mesías paciente, el mandamiento principal. El hijo de David, el matrimonio indisoluble, la levadura de los fariseos, la escatología, etc.
            En el Evangelio de hoy, a la enseñanza de Jesús sigue la curación de un poseso en la misma sinagoga de Cafarnaúm. Es el primero de los milagros de Cristo, según la tradición sinóptica (cf Lc 4,31ss). Era una manera fehaciente de mostrar su autoridad, incluso sobre los demonios, a quienes la mentalidad judía atribuía las enfermedades mentales, como la epilepsia y la esquizofrenia. Poner término a ese dominio diabólico es obra del poder de Dios que reside en Jesús de Nazaret.
            Jesús no hablaba como los rabinos, que comentaban la Escritura a base de citar autoridades y de casuística atomizada, cargando fardos pesados sobre los oyentes. No; el estilo de enseñar de Jesús era más bien liberador, era el anuncio de una buena noticia para los sencillos. Naturalmente, la gente captó la diferencia por eso le entusiasma “porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad”.
            Es la autoridad que viene del carisma y no del poder; es la autoridad por la que optó Jesús.

ENTRA EN TU INTERIOR

            Lo que demuestra Jesús en su enseñanza y sus obras, es que su autoridad es diferente, porque no se basa en la fuerza, sino en el carisma. Cuando en más de una ocasión sus enemigos lo increpaban: ¿Con qué autoridad haces esto?, él se remitía precisamente al testimonio de sus obras. Ellas probaban sobradamente su identidad mesiánica, que sus adversarios no querían reconocer, cegados por la idea de un mesías poderoso.
            Aquí radica la grandeza de quien vino a servir y a salvar lo perdido. Eso es lo que hace “profeta poderoso en obras y palabras”, como reconocen los discípulos de Emaús. Así lo entendieron los apóstoles a la luz de la fe pascual: “Hombre acreditado por Dios con milagros, signos y prodigios…, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios restaba con él”, como pregonaba el apóstol Pedro. Huelga decir que el estilo de Jesús debe ser nuestro modelo de acción.

ORA EN TU INTERIOR

            Te bendecimos, Padre, porque Cristo Jesús, tu Hijo, basó su autoridad en el amor y no en el poder, en el servicio liberador y no en la opresión.
            En él nos mostraste que es posible ser hombres libres, desposeídos del pecado, señores de nuestro destino, hermanos de los hombres y mujeres de nuestro mundo y solidarios del que sufre.
            Ayúdanos a continuar su misión liberadora del hombre, poseído por los demonios del tener, acaparar y consumir, del egoísmo y la soberbia, la insolidaridad y el desamor.
            Así el anuncio del reino llenará de luz nuestro mundo y viviremos en plenitud, libertad y esperanza segura…

ORACIÓN

            Señor, tú enseñas con autoridad y sanas con poder y con amor. Que jamás me deje seducir por Satanás. Mi único Dios y Señor eres tú, el santo de Diios, a quien estoy indisolublemente unido en el amor y la amistad por el bautismo que me dio la fe.



16 de Enero

Miércoles de la Primera Semana del Tiempo Ordinario (C)

EVANGELIO DEL DÍA

Mc 1,29-39

“Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:

“Todo el mundo te busca”

“Al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar, Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca”. Él les respondió: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”. Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios”.

REFLEXIÓN

            El evangelio de hoy describe la intensa actividad que Jesús desarrolló en Cafarnaúm en el plazo de dos días consecutivos. El evangelista deja constancia de 1º La curación de la suegra de Pedro. 2º. Sanación de multitud de enfermos y endemoniados. 3º. Oración y actividad misionera itinerante de Jesús.
            Las sanaciones milagrosas de Jesús evidencian el poder salvador del reino de Dios, inaugurado y presente en su persona. Pero como señala el evangelista a continuación, ese poder lo tiene Jesús debido a su comunión con el Padre, con quien se mantiene unido en la oración. Es el tercer momento del relato de hoy. “Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso a orar”. Es donde lo encuentra Pedro y sus compañeros a la mañana siguiente; y al encontrarlo le dijeron: “Todo el mundo te busca”. Era como decirle ¿Por qué no capitalizas el éxito popular?.
            Pero Jesús no se deja tentar, la respuesta de Jesús no deja lugar a dudas. Él lo tiene muy claro. “Vamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido. Así recorrió toda galilea predicando en las sinagogas y expulsando demonios”. La salvación de Dios que él trae no tiene fronteras, es para todos sin excepción.

ENTRA EN TU INTERIOR

            Hoy vemos el corazón compasivo de Cristo, solidario con la humanidad doliente. Efectivamente, “él cargó con nuestras dolencias”, dice el evangelista Mateo comentando estas curaciones (8,17). “tenía que parecerse en todo a sus hermanos para ser compasivo… como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella” (Heb 2,27s)

ORA EN TU INTERIOR

            Siguiendo el ejemplo de Jesús, “los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1).

ORACIÓN

            Señor, también yo, como todo el mundo que busca la Verdad y la Vida, te busco a ti. Cura mi fiebre posesiva y ábrela al bien de mis hermanos; que, curado por ti, te sirva en ellos, en quienes te veo a ti con los ojos de la fe.



17 de Enero
Jueves de la Primera Semana de Tiempo Ordinario (C))
EVANGELIO DEL DÍA
Mc 1,40-45

“Si quieres, puedes limpiarme”

“Se acercó a Jesús un leproso suplicándole de rodillas: “si quieres, puedes limpiarme”. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero; queda limpio”. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: “No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés”. Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado, y aun así acudían a él de todas partes”.

REFLEXIÓN

El texto evangélico dice que, antes de realizar la curación, Jesús sintió lástima del leproso. Cada curación nos dice más del corazón compasivo de Jesús que del mismo enfermo. Por algo Jesús había señalado tales curaciones como prueba de la venida del reino, es decir, del amor de Dios al hombre.
El amor no margina a nadie, sino que sale al encuentro del otro como en el caso de Jesús, y no regatea molestias y tiempo, comprensión y cariño. Aunque no hacen ruido, venturosamente no faltan hoy hombres y mujeres que viven para los demás, como hizo Cristo. Hay en el mundo mucha gente que apuesta por los marginados, que a fondo perdido gasta su vida por sus hermanos, saliendo continuamente de sí mismos en busca de los hambrientos y desamparados, emigrantes y parados, ancianos y enfermos, drogadictos y encarcelados, oprimidos y explotados, tristes y abandonados.
            Gracias al soplo y los carismas del Espíritu, hay en el mundo millones de corazones entregados a la apasionante tarea de amar al prójimo y millones de manos activas en la liberación de los pobres; organizaciones humanitarias, misioneros y misioneras del tercer mundo, religiosos y religiosas que sirven a enfermos y ancianos, cientos de miles de sacerdotes y laicos que optan por la pobreza y hacen efectiva la buena nueva de la salvación de Dios a los pobres de este mundo.

ENTRA EN TU INTERIOR

A través de tantos cristianos y en medio de nosotros sigue Cristo curando a los enfermos, abriendo los ojos a los ciegos, limpiando a los leprosos, resucitando a los muertos; en una palabra, haciendo presente en nuestro mundo el amor con que Dios ama al hombre y quiere que nos amemos unos a otros. Hay un Cristo ignorado y que solamente al fin de los tiempos descubriremos en tantos creyentes heroicos que, en situaciones muy duras para su fe, testimonian el evangelio del amor y viven comprometidos a fondo con la liberación humana de toda injusticia y marginación.
            Sumémonos a estos testigos del amor que no margina. Perdemos el tiempo si no amamos y servimos a los demás, porque no encontraremos al Señor más que en aquellos con quienes él quiso identificarse; víctimas del dolor, pobres, marginados y necesitados de la tierra.

ORA EN TU INTERIOR

            Gracias, Padre, porque Jesús, curando a los leprosos, nos mostró que el amor no margina a nadie, sino que regenera a la persona, restableciéndola en su dignidad. Cada sanación de Cristo nos habla de su corazón compasivo y nos confirma en la venida de tu amor y de tu Reino.
            Gracias también por tantos hombres y mujeres entregados a la fascinante tarea de amar a sus hermanos y liberar a los pobres y marginados de la sociedad.
            Sacia su hambre de justicia y sostenlos en su empeño; y a nosotros impúlsanos a seguir el ejemplo de Jesús, sirviendo a Cristo en nuestros hermanos más abandonados.

ORACIÓN

            Señor, si quieres puedes limpiarme; de la lepra de mi egoísmo, de mi orgullo, de mi apatía, de mi pereza, de mi sed insaciable de felicidad al margen de tu voluntad. Pongo oídos a tu Palabra: “Quiero, queda limpio”. Gracias, Señor, por la sanación de mis pecados y por la fe.

18 de Enero

Viernes de la Primera Semana del tiempo Ordinario (B)

Comienza el Octavario de oración por la unidad de los cristianos.

18 – 25 de Enero

EVANGELIO DEL DÍA

Mc 2,1-12

“El Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra

Para perdonar pecados”

“Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaúm, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Unos escribas, que estaban sentados, pensaban para sus adentros: ¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?”. Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y dijo: “¿Por qué pensáis así? ¿Qué es más fácil decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados”, o decirle “levántate, toma la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…” Entonces le dijo al paralítico: “Contigo hablo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Se levantó inmediatamente, tomó su camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: “Nunca hemos visto una cosa igual”.

REFLEXIÓN

            La escena de hoy nos es bien conocida por los evangelios sinópticos. Un hombre paralítico es curado de su enfermedad por Jesús con estas palabras: “Tus pecados quedan perdonados”. Puesto que perdonar pecados es facultad divina, como acertadamente pensaban los entendidos de la ley mosaica allí presentes, Jesús se está manifestando como Dios. Ese poder de perdonar pecados que él tenía y que demuestra venciendo la enfermedad –efecto del pecado, según la mentalidad judía, se lo delegó a sus apóstoles y, en ellos, a la Iglesia, que continúa el perdón de Dios en el sacramento de la reconciliación.

            Este perdón que reconcilia con Dios y con los hermanos supone un proceso de conversión, por el que el hombre y la mujer se reconocen pecadores ante Dios y la comunidad eclesial, rehaciendo seriamente su opción bautismal. Por eso los santos padres llamaron “segundo bautismo” al sacramento de la reconciliación. Es una segunda oportunidad, continuamente ofrecida por Dios de renovarnos en nuestra identidad cristiana.

            Desde hace años se habla del Sacramento de la Reconciliación, como un Sacramento en crisis, al menos en su forma privada o individual, sobre todo entre los jóvenes. ¿Causas? Son múltiples: la rutina que demuestran algunos asiduos frecuentadores de la confesión; la pérdida de conciencia de pecado en muchos sectores de nuestra sociedad, que optan por otros valores diametralmente opuestos a los valores del Reino…

            La dimensión eclesial del perdón de Dios es una de sus características esenciales. Por eso decimos: “Yo confieso ante Dios y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”. Dios nos reconcilia en Cristo, su Hijo, por medio del servicio pastoral de la iglesia. El apóstol Pablo escribía a los fieles de la comunidad de Corinto: “Dios por medio de Cristo nos reconcilió consigo, y nos encargó el servicio de reconciliar… A nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación… Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como Si Dios mismo os exhortara por medio nuestro. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Cor 5,17ss). Son ideas que resalta la primera parte de la absolución sacramental.

 ENTRA EN TU INTERIOR

            A través de los siglos, la Iglesia, ha sido siempre fiel al anuncio del perdón y misericordia de Dios para el hombre pecador. Sublime herencia eclesial que nos viene de Cristo: haber institucionalizado el perdón de Dios mediante un sacramento, el de la reconciliación o penitencia. Frecuentémoslo.

            Pero hay algo que, después de la celebración sacramental del perdón, evidencia la calidad de nuestra conversión personal y delata su profundidad o su superficialidad. Es la vida corriente de cada día. La conversión se manifiesta en la virtud de la penitencia o proceso conversional, que verifica el cambio de actitudes y conducta que vamos operando en la dirección del reino de Dios. De ahí el sentido penitencial o conversional de toda la vida cristiana.

ORA EN TU INTERIOR

            Estamos rotos, Señor, bajo el peso de la culpa. Ayuda a los que paraliza y atenaza el miedo, la mezquindad, el error, la desesperanza y el desamor.

            No hemos vivido a cabalidad nuestra opción bautismal. Pero tú no nos rechazas, sino que nos invitas a levantarnos y caminar al ritmo de tu reino.

            Señor, reconcílianos contigo y con los hermanos para sentarnos de nuevo a tu mesa en la fiesta. Así caminaremos gozosos a la luz de tu rostro, porque tu amor y tu perdón son nuestra fuerza en el duro desierto hacia la patria definitiva.

ORACIÓN

            Señor, tú eres Dios, tú eres amor. Por eso quieres y puedes perdonar mis pecados. Por eso, me quieres y me dices: Tus pecados quedan perdonados, toma la camilla de tu cruz y echa a andar detrás de mí, guiado por la fe.


19 de Enero

Sábado de la Primera Semana del Tiempo Ordinario (C)

EVANGELIO DEL DÍA

Mc 2,13-17

“No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”

“Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él y les enseñaba. Al pasar vio a Leví, el del Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos y le dijo: “Sígueme”. Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían, un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos. Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: “¡De modo que come con publicanos y pecadores!”. Jesús lo oyó y les dijo: “No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

REFLEXIÓN

            Publicanos y pecadores, prostitutas y pastores, bandidos y leprosos eran lo peor de Israel. Precisamente los que contactó Jesús, quien vino a buscar lo que estaba perdido. Es comprensible, pues, la sorpresa de escribas y fariseos al ver a Jesús sentado a la mesa con Leví y sus colegas. El cuadro, es evidente, que les debió chocar y lo comentan con los discípulos de Jesús: ¿De modo que come con publicanos y pecadores?.

            Jesús, que lo había oído, tenía que dar una explicación de su conducta, y lo hizo con meridiana claridad: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores”. Con lo que pone en evidencia a los “justos”.

            Necesitamos vivir la experiencia de la misericordia divina para entender la página evangélica de hoy. No hay descubrimiento más consolador que el comprobar el amor del Señor buscando al pecador incluso en su mismo pecado. Pero este interés de Dios por el pecador no lo exime de responsabilidades, y menos aún de connivencia con el pecado.

            En Jesucristo, el Dios santo vino en busca del hombre pecador para redimirlo. Por eso en el lugar paralelo de Lucas concluye Jesús: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan” (Mc 5,32).

ENTRA EN TU INTERIOR

            Ésa es la respuesta de Jesús a quienes le acusaban de andar con gente de mala fama. La imagen de Dios que Cristo nos ofrece en el episodio de la vocación de Leví el publicano, el futuro apóstol Mateo, es la de un Dios que acepta al hombre en su fragilidad, tal cual es, lo comprende y lo perdona porque lo ama. La única condición es que el hombre y la mujer se reconozcan pecadores y quieran convertirse, abandonando el pecado.

            Así rehabilita Dios al que se convierte, restaurándolo a su dignidad de persona y de hijo suyo, sin interrogatorios ni reproches, sino abriéndolo a la confianza y a la alegría e invitándolo a llevar una vida nueva, propia de quien ha renacido del Espíritu por el perdón y la misericordia.

            Todos tendemos a pensar que el mundo será mejor cuando cambien los demás, de hecho, siempre tenemos la tentación de cambiar a las personas y si pudiéramos intentaríamos cambiar a los más cercanos para acomodarlos a nuestra forma de ser y pensar. Sin embargo, la raíz del mal está dentro de cada uno. Si no reconocemos esto, nada mejorará dentro ni fuera de nosotros, porque nada cambiará.

ORA EN TU INTERIOR

            Te bendecimos, Padre, porque en la vocación de Mateo diste pruebas de creer en el hombre, a pesar de todo. Gracias también porque Jesús permitió que lo acusaran de ser amigo de pecadores. Eso nos consuela y anima.

            Nosotros encasillamos fácilmente a los demás, pero tú brindas siempre la oportunidad de conversión.

            En este día tú nos llamas a cada uno de nosotros sin tener en cuenta nuestros pecados. Haz que la brisa de tu misericordia cree nuestro corazón con la esperanza y el gusto de tu banquete de fiesta, y concédenos un sitio en tu mesa al lado de Jesús.

ORACIÓN

            Señor, no has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores; palabras que me llenan de gozo y de esperanza, porque soy un pecador. Por eso mismo te tengo a ti como salvador y como amigo. Esa amistad irá configurando mi vida con tu palabra y tu ejemplo. ¡Quiero seguirte en el camino de la fe!.

           

           

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