“Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos, elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido
se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.
6 DE
DICIEMBRE
SEGUNDO
DOMINGO DE ADVIENTO
1ª Lectura: Baruc
5,1-9
Dios mostrará
tu esplendor.
Salmo 125:
“El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”
2ª Lectura:
Filipenses 1,4-11
Que lleguéis
al día de Cristo limpios e irreprochables.
PALABRA DEL
DÍA
Lucas 3,1-6
“Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor…”
“En el año quince del
reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y
Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide,
y Lisardo virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la
Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda
la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de
los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
“Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos, elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido
se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.
Versión para
América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“El año decimoquinto
del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea,
siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y
Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,
bajo el pontificado de
Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en
el desierto.
Este comenzó entonces a
recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión
para el perdón de los pecados,
como está escrito en el
libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del
Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán
rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los
senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces todos los
hombres verán la salvación de Dios”
REFLEXIÓN
La misión de Juan el
Bautista es colocada por Lucas en un momento histórico bien definido, en el
cual acontece algo inesperado: “Dios dirigió su palabra a Juan, el hijo de
Zacarías, en el desierto”. Se trata de un auténtico acontecimiento de la
palabra de Dios, que primero reviste con potencia al último de los profetas y
luego se hará visible en Jesucristo el Hijo de Dios.
La llamada de Dios llega al Bautista en el desierto.
Lucas acentúa el simbolismo teológico del desierto: es el lugar de la vocación,
un espacio en donde los bienes de la creación no pueden seducir alejando de Dios,
ni otras voces pueden interferir con la palabra divina.
Los cuatro evangelios son concordes en aplicar al
ministerio de Juan la célebre frase del profeta Isaías: “Una voz grita: en el
desierto preparad el camino del Señor”. En Isaías un heraldo proclama el
regreso de los israelitas del exilio de Babilonia quienes, precedidos por el
Señor, atravesarán el desierto como en una solemne procesión hacia la patria.
En el texto hebreo, la frase “en el desierto” aparece en relación con el verbo “preparad”.
Se trata de allanar un camino en medio
del desierto.
En la tradición evangélica, en cambio, la frase de Isaías,
tomada de la traducción de los LXX, tiene un sentido distinto: “Una voz grita
en el desierto: preparad el camino del Señor”. La voz, es decir, la predicación
de Juan, proviene del desierto e invita a un camino de conversión delante de la
inminente llegada del Mesías. La voz resuena desde el desierto, pero tiene que
alcanzar a toda la sociedad, exhortando a todos a un cambio radical de vida.
Con la predicación de Juan desde el desierto, se inicia un nuevo éxodo, que
será llevado a término por el Mesías y que no se circunscribe a un camino
geográfico en medio de un territorio desértico, sino que se realiza a través de
un cambio ético, con el que se expresa la preparación a la realización de las
promesas mediante la conversión y el perdón de los pecados.
La predicación de Juan es un llamado a Israel para que
desde el desierto se disponga al éxodo definitivo. Seguir su voz es renovar la
alianza, es ponerse en el camino de la novedad de la salvación que Dios otorga.
La cita de Isaías, que Lucas pone en boca del Bautista, expresa una idea
teológica del tercer evangelista: “Y todos verán la salvación de Dios”. Los
ojos de “todos”, sin excepciones ni exclusivismos, se abrirán y podrán
contemplar la mano poderosa de Dios que actúa y salva.
ENTRA EN TU
INTERIOR
EN EL MARCO
DEL DESIERTO
Lucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de los personajes
que controlan en aquel momento las diferentes esferas del poder político y
religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento
decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y
poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada.
Así aparece siempre lo esencial en el mundo y en nuestras vidas. Así
penetra en la historia humana la gracia y la salvación de Dios. Lo esencial no
está en manos de los poderosos. Lucas dice escuetamente que «la Palabra de Dios
vino sobre Juan en el desierto», no en la Roma imperial ni en el recinto
sagrado del Templo de Jerusalén.
En ninguna parte se puede escuchar mejor que en el desierto la llamada de
Dios a cambiar el mundo. El desierto es el territorio de la verdad. El lugar
donde se vive de lo esencial. No hay sitio para lo superfluo. No se puede vivir
acumulando cosas sin necesidad. No es posible el lujo ni la ostentación. Lo
decisivo es buscar el camino acertado para orientar la vida.
Por eso, algunos profetas añoraban tanto el desierto, símbolo de una vida
más sencilla y mejor enraizada en lo esencial, una vida todavía sin
distorsionar por tantas infidelidades a Dios y tantas injusticias con el
pueblo. En este marco del desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso
del «Bautismo», punto de partida de conversión, purificación, perdón e inicio
de vida nueva.
¿Cómo responder hoy a esta llamada? El Bautista lo resume en una imagen
tomada de Isaías: «Preparad el camino del Señor». Nuestras vidas están
sembradas de obstáculos y resistencias que impiden o dificultan la llegada de
Dios a nuestros corazones y comunidades, a nuestra Iglesia y a nuestro mundo.
Dios está siempre cerca. Somos nosotros los que hemos de abrir caminos para
acogerlo encarnado en Jesús.
Las imágenes de Isaías invitan a compromisos muy básicos y fundamentales:
cuidar mejor lo esencial sin distraernos en lo secundario; rectificar lo que
hemos ido deformando entre todos; enderezar caminos torcidos; afrontar la
verdad real de nuestras vidas para recuperar un talante de conversión. Hemos de
cuidar bien los bautizos de nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un
«bautismo de conversión».
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Juan recibió la palabra
de Dios y ya no pudo callar. La palabra se convirtió en él en grito poderoso:
“Una voz grita”. No es que Juan grite, sino que es la voz que grita; ese grito
es su identidad. “Tú quién eres”… Yo soy la voz que grita…” La razón de ser de
Juan está en esa voz y en ese grito. Grita con la palabra, grita con los
gestos, como el bautismo, grita con su comportamiento y su vida, gritará
también con su sangre y su muerte.
La voz de Juan, la voz-Juan, se multiplica en el desierto
y en el río exigiendo la conversión, el cambio radical de actitudes; hablará de
justicia, de respeto, de caridad. Pero todo su grito podría concentrarse en una
sola palabra: Cristo. Todo lo que dice y todo lo que hace es por Cristo y para
Cristo. No es un profeta más. La novedad y la grandeza de Juan están en que
grita a Cristo, en que anuncia su proximidad, en que levanta la esperanza del
Mesías.
“Lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale”: Nos
torcemos cuando nos desviamos de la verdad, cuando vivimos en la mentira,
cuando nos dejamos seducir por los halagos del placer o del consumismo. Nos
torcemos por el vicio y el engaño. Hay que enderezar nuestros caminos, vivir en
la verdad, ser sinceros, transparentes. Hay que evitar los engaños de la
seducción, que nos desvían más. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.
• Que se eleven los baches del
subdesarrollo y la pobreza.
• Que desciendan los montes de la
injusticia y el egoísmo.
• Que se enderecen las curvas de la
mentira, las marginaciones y los prejuicios.
• Que se allanen los senderos de la
relación entre los hombres.
• Que se superen los peligros del odio y
la violencia, y se limpien de rencores y desencuentros.
• Que se igualen y suavicen todos los
caminos de los hombres.
“Y todos verán la
salvación de Dios”
ORACIÓN
“Y todos verán la salvación de Dios”. Ver bíblicamente es lo mismo que
acoger y participar. Si los caminos se allanan, tú salvación, Señor Dios,
llegará hasta nosotros y nos regalará su gracia y su amor. Tú vienes siempre
por los caminos rectos de la humildad, de la paz, de la pobreza y del amor.
Tu salvación Señor, es Cristo, tu Hijo. Si nos abrimos a
él, nos inundará la salvación y la paz. Si le escuchamos, si le aceptamos, si
le amamos, el Mesías nos amará y entrará en nuestra casa y cenará con nosotros,
y ya se quedará con nosotros para siempre.
Expliquemos
el Evangelio a los niños
Imágenes de
Fano
8 DE
DICIEMBRE
SOLEMNIDAD DE
LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE LA VIRGEN MARÍA
MARTES DE LA SEGUNDA
SEMANA DE ADVIENTO
SE ABRE EL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA
Primera
Lectura: Génesis 3,9-15.20
Establezco
hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.
Salmo 97:
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Segunda
Lectura: Efesios 1,3-6.11-12
Nos eligió en
la persona de Cristo, antes de crear el mundo.
PALABRA DEL
DÍA
Lucas 1,26-38
“A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a
una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel,
entrando en su presencia, dijo: -“Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo.” Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era
aquél. El ángel le dijo: -“No temas, María, porque has encontrado gracia ante
Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el
trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin.” Y María dijo al ángel: -“¿Cómo será eso, pues no conozco
a varón?” El ángel le contentó: -“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la
fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer
se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su
vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril,
porque para Dios no hay nada imposible”. María contestó: -“Aquí está la esclava
del Señor, hágase en mi según tu palabra”.- Y la dejó el ángel”.
Versión para
América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“El Ángel Gabriel fue
enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen que estaba
comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José.
El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y
la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está
contigo".
Al oír estas palabras, ella
quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
"No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un
hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será
llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de
Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Ángel:
"¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Ángel le respondió:
"El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel
concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se
encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible
para Dios".
María dijo entonces:
"Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has
dicho". Y el Ángel se alejó.”
REFLEXIÓN
A lo largo de los siglos la Iglesia ha tomado conciencia
de que María, “llena de gracia” por Dios (Lc 1,28), ha sido redimida desde su
concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado
en 1854 por el papa Pío IX: “La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune
de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por
singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de
Jesucristo, Salvador del género humano”.
Esta “resplandeciente santidad del todo singular” de la que ella fue
“enriquecida desde el primer instante de su concepción” (LG 56), le viene toda
entera de Cristo: ella es “redimida de la manera más sublime en atención a los
méritos de su Hijo” (LG 53). El Padre la ha “bendecido con toda clase de
bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1,3) más que a ninguna
otra persona creada. Él la ha “elegido en él, antes de la creación del mundo
para ser Santa e Inmaculada en su presencia por el amor” (Ef 1,4). (Catecismo
de la Iglesia Católica, 491-492).
El misterio de la Inmaculada
Concepción quiere decirnos que María fue preservada de toda caída. Dios
la llevó siempre sobre sus alas (Dt. 32,11). Ningún bandido la despojó de sus
vestiduras y de su dignidad. ¡Tanto amó Dios a su pequeña esclava! María tuvo
siempre la fe vigilante y despierta, el amor entregado. María era en todo un
fruto del Espíritu.
Podemos decir que en María Adán se levanta por primera vez. Adán empieza
a ser restaurado y dignificado en María, hija suya, de su misma naturaleza. En
cierto sentido podemos decir que María levanta a Adán.
María está bien
levantada. ¿Hasta dónde? Hasta donde Adán quería, hasta el mismo cielo, hasta
el mismo Dios. Adán cayó precisamente porque quería ser Dios por sí mismo.
Tropezó en su soberbia, y la caída fue espantosa. Ahora María, y con ella
Adán, llega hasta Dios, pero de la mano de Dios, por el camino de la docilidad
y la humildad. Cuando ella más se abajaba, Dios más la subía. Cuanto Dios más
le pedía, ella más le obedecía.
ENTRA EN TU
INTERIOR
Adán sigue cayendo, por culpa propia o ajena. Cae cuando
rechaza a Dios y se endiosa a sí mismo, cae cuando se deja llevar de la
violencia o cuando sufre la violencia de los otros, cae por el desamor y la
envidia, cae cuando agoniza en la miseria y el subdesarrollo, cae cuando no
encuentra trabajo; y cae por la enfermedad, por la soledad, por la depresión y
el fracaso; cae por el alcohol, la droga y el sexo, por el dinero y el juego,
cae por los accidentes y desgracia, y por la muerte, por toda clase de muertes.
Cristo está siempre cerca del caído, para acompañarle y
levantarle. Y María también está ahí, transmitiendo su energía superadora y su
calor maternal ¿No hemos sentido nunca, cuando estábamos en el suelo, la mirada
compasiva y la mano delicada de la madre? Ella sigue levantando a Adán con su
intercesión y su ayuda, con su cercanía misericordiosa.
María, levanta a tus hijos caídos. Levántame a mí cuando
caiga. Tiéndeme tu mano, como Jesús la tendió a Pedro en el lago. Y dame
capacidad y corazón para que yo pueda levantar a los demás.
ORA EN TU
INTERIOR
María nunca tuvo que llorar estas lágrimas amargas,
aunque sí tuvo que llorar -¡y sigue llorando!- muchas lágrimas. Las suyas no
fueron lágrimas de arrepentimiento, porque nunca gustó de la tristeza radical
del pecador. Las suyas fueron –y son- lágrimas cálidas, compasivas.
Precisamente, la mejor manera que tiene María de consolar a Eva es llorar con
ella. María llora con todos los hijos que lloran, y cuando hace suyas las
lágrimas, ellos dejan de llorar.
María es la consolada con el dulce consuelo del Espíritu.
Desde el principio Dios la sonríe y la bendice con bendición entera y radical.
Escucharemos los ecos de esta bendición:
- “Alégrate. María”.
- “Bendita tú… y bendito el fruto de tu
vientre”.
- “Dichosa tú, que has creído”
- ”Dichosa me dirán todas las
generaciones”.
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