lunes, 30 de noviembre de 2015

6 y 8 DE DICIEMBRE: SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO Y SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA.


“Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos, elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.
6 DE DICIEMBRE
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
1ª Lectura: Baruc 5,1-9
Dios mostrará tu esplendor.
Salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”
2ª Lectura: Filipenses 1,4-11
Que lleguéis al día de Cristo limpios e irreprochables.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 3,1-6
“Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor…”
 “En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisardo virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos, elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,
bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces todos los hombres verán la salvación de Dios”
REFLEXIÓN
           La misión de Juan el Bautista es colocada por Lucas en un momento histórico bien definido, en el cual acontece algo inesperado: “Dios dirigió su palabra a Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto”. Se trata de un auténtico acontecimiento de la palabra de Dios, que primero reviste con potencia al último de los profetas y luego se hará visible en Jesucristo el Hijo de Dios.
            La llamada de Dios llega al Bautista en el desierto. Lucas acentúa el simbolismo teológico del desierto: es el lugar de la vocación, un espacio en donde los bienes de la creación no pueden seducir alejando de Dios, ni otras voces pueden interferir con la palabra divina.
            Los cuatro evangelios son concordes en aplicar al ministerio de Juan la célebre frase del profeta Isaías: “Una voz grita: en el desierto preparad el camino del Señor”. En Isaías un heraldo proclama el regreso de los israelitas del exilio de Babilonia quienes, precedidos por el Señor, atravesarán el desierto como en una solemne procesión hacia la patria. En el texto hebreo, la frase “en el desierto” aparece en relación con el verbo “preparad”. Se trata de allanar un camino en  medio del desierto.

            En la tradición evangélica, en cambio, la frase de Isaías, tomada de la traducción de los LXX, tiene un sentido distinto: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor”. La voz, es decir, la predicación de Juan, proviene del desierto e invita a un camino de conversión delante de la inminente llegada del Mesías. La voz resuena desde el desierto, pero tiene que alcanzar a toda la sociedad, exhortando a todos a un cambio radical de vida. Con la predicación de Juan desde el desierto, se inicia un nuevo éxodo, que será llevado a término por el Mesías y que no se circunscribe a un camino geográfico en medio de un territorio desértico, sino que se realiza a través de un cambio ético, con el que se expresa la preparación a la realización de las promesas mediante la conversión y el perdón de los pecados.
            La predicación de Juan es un llamado a Israel para que desde el desierto se disponga al éxodo definitivo. Seguir su voz es renovar la alianza, es ponerse en el camino de la novedad de la salvación que Dios otorga. La cita de Isaías, que Lucas pone en boca del Bautista, expresa una idea teológica del tercer evangelista: “Y todos verán la salvación de Dios”. Los ojos de “todos”, sin excepciones ni exclusivismos, se abrirán y podrán contemplar la mano poderosa de Dios que actúa y salva.


ENTRA EN TU INTERIOR
EN EL MARCO DEL DESIERTO
Lucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de los personajes que controlan en aquel momento las diferentes esferas del poder político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada.
Así aparece siempre lo esencial en el mundo y en nuestras vidas. Así penetra en la historia humana la gracia y la salvación de Dios. Lo esencial no está en manos de los poderosos. Lucas dice escuetamente que «la Palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto», no en la Roma imperial ni en el recinto sagrado del Templo de Jerusalén.
En ninguna parte se puede escuchar mejor que en el desierto la llamada de Dios a cambiar el mundo. El desierto es el territorio de la verdad. El lugar donde se vive de lo esencial. No hay sitio para lo superfluo. No se puede vivir acumulando cosas sin necesidad. No es posible el lujo ni la ostentación. Lo decisivo es buscar el camino acertado para orientar la vida.
Por eso, algunos profetas añoraban tanto el desierto, símbolo de una vida más sencilla y mejor enraizada en lo esencial, una vida todavía sin distorsionar por tantas infidelidades a Dios y tantas injusticias con el pueblo. En este marco del desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso del «Bautismo», punto de partida de conversión, purificación, perdón e inicio de vida nueva.
¿Cómo responder hoy a esta llamada? El Bautista lo resume en una imagen tomada de Isaías: «Preparad el camino del Señor». Nuestras vidas están sembradas de obstáculos y resistencias que impiden o dificultan la llegada de Dios a nuestros corazones y comunidades, a nuestra Iglesia y a nuestro mundo. Dios está siempre cerca. Somos nosotros los que hemos de abrir caminos para acogerlo encarnado en Jesús.
Las imágenes de Isaías invitan a compromisos muy básicos y fundamentales: cuidar mejor lo esencial sin distraernos en lo secundario; rectificar lo que hemos ido deformando entre todos; enderezar caminos torcidos; afrontar la verdad real de nuestras vidas para recuperar un talante de conversión. Hemos de cuidar bien los bautizos de nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un «bautismo de conversión».
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
                  Juan recibió la palabra de Dios y ya no pudo callar. La palabra se convirtió en él en grito poderoso: “Una voz grita”. No es que Juan grite, sino que es la voz que grita; ese grito es su identidad. “Tú quién eres”… Yo soy la voz que grita…” La razón de ser de Juan está en esa voz y en ese grito. Grita con la palabra, grita con los gestos, como el bautismo, grita con su comportamiento y su vida, gritará también con su sangre y su muerte.
            La voz de Juan, la voz-Juan, se multiplica en el desierto y en el río exigiendo la conversión, el cambio radical de actitudes; hablará de justicia, de respeto, de caridad. Pero todo su grito podría concentrarse en una sola palabra: Cristo. Todo lo que dice y todo lo que hace es por Cristo y para Cristo. No es un profeta más. La novedad y la grandeza de Juan están en que grita a Cristo, en que anuncia su proximidad, en que levanta la esperanza del Mesías.
            “Lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale”: Nos torcemos cuando nos desviamos de la verdad, cuando vivimos en la mentira, cuando nos dejamos seducir por los halagos del placer o del consumismo. Nos torcemos por el vicio y el engaño. Hay que enderezar nuestros caminos, vivir en la verdad, ser sinceros, transparentes. Hay que evitar los engaños de la seducción, que nos desvían más. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.
•          Que se eleven los baches del subdesarrollo y la pobreza.
•          Que desciendan los montes de la injusticia y el egoísmo.
•          Que se enderecen las curvas de la mentira, las marginaciones y los prejuicios.
•          Que se allanen los senderos de la relación entre los hombres.
•          Que se superen los peligros del odio y la violencia, y se limpien de rencores y desencuentros.
•          Que se igualen y suavicen todos los caminos de los hombres.
“Y todos verán la salvación de Dios”
ORACIÓN
“Y todos verán la salvación de Dios”. Ver bíblicamente es lo mismo que acoger y participar. Si los caminos se allanan, tú salvación, Señor Dios, llegará hasta nosotros y nos regalará su gracia y su amor. Tú vienes siempre por los caminos rectos de la humildad, de la paz, de la pobreza y del amor.
            Tu salvación Señor, es Cristo, tu Hijo. Si nos abrimos a él, nos inundará la salvación y la paz. Si le escuchamos, si le aceptamos, si le amamos, el Mesías nos amará y entrará en nuestra casa y cenará con nosotros, y ya se quedará con nosotros para siempre.
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes de Fano


Imagen para colorear


PREPARA EL CAMINO Y CAMINA


SIGAMOS CONSTRUYENDO LA ESTRELLA



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8 DE DICIEMBRE
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE LA VIRGEN MARÍA
MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
SE ABRE EL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA
Primera Lectura: Génesis 3,9-15.20
Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.
Salmo 97: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Segunda Lectura: Efesios 1,3-6.11-12
Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,26-38
“A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: -“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Y María dijo al ángel: -“¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?” El ángel le contentó: -“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible”. María contestó: -“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.- Y la dejó el ángel”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.”
REFLEXIÓN
            A lo largo de los siglos la Iglesia ha tomado conciencia de que María, “llena de gracia” por Dios (Lc 1,28), ha sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el papa Pío IX: “La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”.
Esta “resplandeciente santidad del todo singular” de la que ella fue “enriquecida desde el primer instante de su concepción” (LG 56), le viene toda entera de Cristo: ella es “redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo” (LG 53). El Padre la ha “bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1,3) más que a ninguna otra persona creada. Él la ha “elegido en él, antes de la creación del mundo para ser Santa e Inmaculada en su presencia por el amor” (Ef 1,4). (Catecismo de la Iglesia Católica, 491-492).
El misterio de la Inmaculada  Concepción quiere decirnos que María fue preservada de toda caída. Dios la llevó siempre sobre sus alas (Dt. 32,11). Ningún bandido la despojó de sus vestiduras y de su dignidad. ¡Tanto amó Dios a su pequeña esclava! María tuvo siempre la fe vigilante y despierta, el amor entregado. María era en todo un fruto del Espíritu.
Podemos decir que en María Adán se levanta por primera vez. Adán empieza a ser restaurado y dignificado en María, hija suya, de su misma naturaleza. En cierto sentido podemos decir que María levanta a Adán.
María está bien levantada. ¿Hasta dónde? Hasta donde Adán quería, hasta el mismo cielo, hasta el mismo Dios. Adán cayó precisamente porque quería ser Dios por sí mismo.
Tropezó en su soberbia, y la caída fue espantosa. Ahora María, y con ella Adán, llega hasta Dios, pero de la mano de Dios, por el camino de la docilidad y la humildad. Cuando ella más se abajaba, Dios más la subía. Cuanto Dios más le pedía, ella más le obedecía.
ENTRA EN TU INTERIOR
            Adán sigue cayendo, por culpa propia o ajena. Cae cuando rechaza a Dios y se endiosa a sí mismo, cae cuando se deja llevar de la violencia o cuando sufre la violencia de los otros, cae por el desamor y la envidia, cae cuando agoniza en la miseria y el subdesarrollo, cae cuando no encuentra trabajo; y cae por la enfermedad, por la soledad, por la depresión y el fracaso; cae por el alcohol, la droga y el sexo, por el dinero y el juego, cae por los accidentes y desgracia, y por la muerte, por toda clase de muertes.
            Cristo está siempre cerca del caído, para acompañarle y levantarle. Y María también está ahí, transmitiendo su energía superadora y su calor maternal ¿No hemos sentido nunca, cuando estábamos en el suelo, la mirada compasiva y la mano delicada de la madre? Ella sigue levantando a Adán con su intercesión y su ayuda, con su cercanía misericordiosa.
            María, levanta a tus hijos caídos. Levántame a mí cuando caiga. Tiéndeme tu mano, como Jesús la tendió a Pedro en el lago. Y dame capacidad y corazón para que yo pueda levantar a los demás.
ORA EN TU INTERIOR
            María nunca tuvo que llorar estas lágrimas amargas, aunque sí tuvo que llorar -¡y sigue llorando!- muchas lágrimas. Las suyas no fueron lágrimas de arrepentimiento, porque nunca gustó de la tristeza radical del pecador. Las suyas fueron –y son- lágrimas cálidas, compasivas. Precisamente, la mejor manera que tiene María de consolar a Eva es llorar con ella. María llora con todos los hijos que lloran, y cuando hace suyas las lágrimas, ellos dejan de llorar.
            María es la consolada con el dulce consuelo del Espíritu. Desde el principio Dios la sonríe y la bendice con bendición entera y radical. Escucharemos los ecos de esta bendición:
-           “Alégrate. María”.
-           “Bendita tú… y bendito el fruto de tu vientre”.
-           “Dichosa tú, que has creído”

-           ”Dichosa me dirán todas las generaciones”.

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