“Yo os
bautizo con agua… Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”
13 DE
DICIEMBRE
DOMINGO
TERCERO DE ADVIENTO
DOMINGO
GAUDETE
1ª Lectura:
Sofonías 3,14-18
El Señor se
alegra con júbilo en ti.
Responsorial:
Isaías 12,2-6: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.
2ª Lectura:
Filipenses 4,4-7
El Señor está
cerca.
PALABRA DEL
DÍA
Lucas 3,10-18
“La gente preguntó a
Juan: “¿Entonces, qué hacemos?”. Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se
las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos, y le preguntaron: “Maestro, ¿qué
hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido”. Unos
militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No hagáis
extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contestaos con la
paga”. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan
el Mesías; él tomó la palabra y digo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero
viene el que puede más que yo; y no merezco desatarle la correa de sus
sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano el
bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja
en una hoguera que no se apaga”. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al
pueblo y le anunciaba el Evangelio”.
Versión para
América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer
entonces?".
El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al
que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto".
Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le
preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?".
El les respondió: "No exijan más de lo estipulado".
A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros,
¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no
hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo".
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban
si Juan no sería el Mesías,
él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua,
pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de
desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en
el fuego.
Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger
el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible".
Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al
pueblo la Buena Noticia”.
REFLEXIÓN
Hoy es el domingo Gaudete, el domingo del “júbilo”. El
motivo de júbilo es éste que formula San Pablo: “El Señor está cerca”. “El
Señor será el rey de Israel, en medio de ti”, ha dicho el profeta. “Qué grande
es en medio de ti el Santo de Israel”, hemos cantado en el salmo. Nosotros, en
el tiempo de Adviento, estamos a la espera de las fiestas de Navidad que se
acercan. Aunque sabemos bien que mientras lo esperamos, él ya está entre
nosotros, en nuestro interior, de cada uno y de la comunidad eclesial. Lo
esperamos porque ya está; vendrá porque ya está aquí. Es así como lo hizo la
primera vez.
El prefacio II de Adviento, propio de estos últimos días
antes de Navidad, lo canta: “A quien todos los profetas anunciaron, la Virgen
esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después
entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al
misterio de su nacimiento”.
La pregunta de la gente a Juan sigue siendo la pregunta
de hoy ante la encarnación de Dios en nosotros: ¿qué hacemos nosotros? Y Juan
contestará con firmeza: hay que compartir lo que se tiene; hay que vivir
practicando la justicia; hay que considerar a todos como hermanos, sin
aprovecharse de nadie. Hay que hacer lo que ya hacía Juan. Hay que preparar así
la venida del Reino.
Aunque él sabe muy bien las dificultades para poder
conseguirlo; él sólo puede exhortar a ello, sólo puede bautizar con agua, sólo
puede pedir todo el esfuerzo de la persona. Es la preparación necesaria para el
bautismo verdadero que él no puede dar. Ésta es misión del Mesías: “Él os
bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
La buena nueva, por tanto, que Juan anunciaba al pueblo
no responde tanto a la pregunta inicial que le han formulado, ¿qué hacemos
nosotros? La buena nueva de verdad responde a la pregunta: ¿cómo tenemos que
ser? Porque tenemos que ser criaturas nuevas y esto sólo puede hacerlo el
Espíritu de Dios. Sólo él nos puede dar el don de la conversión y puede hacer
de este mundo un lugar donde reine la justicia que Juan predica.
El pueblo estaba en expectación. Nosotros también tenemos
que ayudar a que todos puedan vivir expectantes y esperando, porque sólo
entonces tiene pleno sentido llevarles la buena nueva. Y como Juan tendremos
que aprender a hacer ver a todo el mundo y a decir muy alto que nosotros no
somos la buena nueva porque esta salvación sólo nos puede venir de Dios que
quiere salvarnos porque éste es su poder. Él es la Buena Nueva también para el
hombre de hoy.
ENTRA EN TU
INTERIOR
REPARTIR CON EL QUE NO TIENE
La Palabra del Bautista desde el
desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio
de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta:
¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando
escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista no les propone ritos
religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer
cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más
humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más
justa, digna y fraterna.
Lo más decisivo y realista es abrir
nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren.
El bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su
simplicidad y verdad: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no
tiene; el que tenga comida, haga lo mismo”. Así de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas
palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad
vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos
llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros
frigoríficos repletos de comida?
Y ¿Qué podemos decir los cristianos
ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los
ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y
esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más
humanos?
Mientras nosotros seguimos preocupados,
y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos
damos cuenta de que vivimos “cautivos de una religión burguesa”.
El cristianismo, tal como nosotros
lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar.
Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de
Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la
solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso, hemos de valorar y
agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este
“cautiverio”, comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando
un estilo de vida más sencillo, austero y humano,
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIO
Juan Bautista proclamaba en voz alta lo que muchos sentían en aquel
momento: hay que cambiar; no se puede seguir así; es necesario volver a Dios.
Según el evangelista Lucas, algunos se sintieron cuestionados por su
predicación y se acercaron al Bautista con una pregunta decisiva: ¿qué podemos
hacer?
Por muchas llamadas de carácter
político o religioso que se escuchen en una sociedad, las cosas solo empiezan a
cambiar cuando hay personas que se atreven a enfrentarse a su propia verdad,
dispuestas a transformar su vida: ¿qué podemos hacer?
El bautista tiene las ideas muy claras. No les invita a acudir al
desierto a vivir una vida ascética de penitencia, como él. Tampoco les anima a
peregrinar a Jerusalén para recibir al Mesías en el templo. La mejor manera de
preparar el camino a Dios es, sencillamente, trabajar por una sociedad más
solidaria y fraterna, menos injusta y violenta.
Juan no habla a las víctimas, sino
a los responsables de aquel estado de cosas. Se dirige a los que tienen “dos
túnicas” y pueden comer; a los que se enriquecen de manera injusta a costa de
otros; a los que abusan de su poder y de su fuerza.
Su mensaje es diáfano: no os
aprovechéis de nadie, no abuséis de los débiles, no viváis a costa de otros, no
penséis solo en vuestro bienestar: “el que tenga dos túnicas, que dé una al que
no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo”. Así de simple. Así de claro.
Aquí termina nuestra palabrería.
Aquí se desvela la verdad de nuestra vida. Aquí queda al descubierto la mentira
de no pocas formas de vivir la religión. ¿Por dónde podemos empezar a cambiar
la sociedad? ¿Qué podemos hacer para abrir caminos a Dios en el mundo? Muchas
cosas, pero nada tan eficaz y realista como compartir lo que tenemos con los
necesitados.
ORACIÓN
Señor, ten piedad de tu Iglesia que a menudo
carece de la fuerza de una presencia comprometida en la historia.
Señor, ten piedad de nuestras
comunidades, muchas veces reacias a dejarse llevar por la fuerza de tu
Espíritu.
Señor, ten piedad de todos
nosotros, por el desconocimiento que tenemos de Cristo y del Evangelio.
Señor, ten piedad, por la manera
que tengo de encubrir mi pereza para interpretar tu Palabra aplicándola a mi
vida diaria.
Ser, ten piedad, por la responsabilidad que
me corresponde en fomentar la injusticia, la mentira y la división.
Expliquemos
el Evangelio a los niños
Imágenes de
Fano
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