“¡Bendita
tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
20 DE
DICIEMBRE
DOMINGO
CUARTO DE ADVIENTO
1ª Lectura:
Miqueas 5,1-4
De ti saldrá
el jefe de Israel.
Salmo 79: “Oh
Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”
2ª Lectura:
Hebreos: 10,5-10
Aquí estoy
para hacer tu voluntad.
PALABRA DEL
DÍA
Lucas 1,39-45
“Unos días después,
María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró
en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuando Isabel oyó el saludo de María,
saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a
voz en grito: -“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa
tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
Versión para
América Latina, extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“En aquellos días,
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de
Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el
saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del
Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres
bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que
la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el
niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber
creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
REFLEXIÓN
Hoy el evangelio nos presenta un encuentro excepcional,
espléndido, de una gran riqueza; un encuentro lleno de fe, de amor y de
ternura. Es la imagen de todos los encuentros impregnados por el Espíritu. ¡Qué
calidad de vida interior! Es el encuentro de María con su prima Isabel. Lo
acabamos de escuchar en el evangelio. ¡Qué felicidad y qué alegría rezuman sus
palabras, su abrazo, y sus rostros. Es el encuentro de dos primas.
El evangelista Lucas nos pinta un precioso cuadro: Isabel
escucha el saludo de María y su hijo –Juan Bautista- salta de alegría en su
vientre; Isabel, llena del Espíritu, dice a su prima: “Bendita tú entre las
mujeres…” Y lo dice “a voz en grito”.
Creo que por muchos libros que se escriban o muchos
sermones que se pronuncien, nada le ganará en densidad y profundidad, a este
encuentro.
Pero Lucas nos hace notar don cosas importantes, la
primera es: “Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la
montaña, a un pueblo de Judá…”. María se pone en camino para ponerse al
servicio de su prima Isabel, que estéril y anciana, Dios le había concedido el
hijo de la promesa, y lo hace “aprisa”, porque el servicio no se puede dejar
para mañana; un enfermo que necesita ayuda, un anciano solo que necesita
compañía, un angustiado que necesita palabras de consuelo, un hambriento o un
sediento de pan, agua y justicia, los necesitan ya. Y la segunda es tan
importante como la primera, aunque el texto litúrgico de este domingo no llegue
al final del relato: “María se quedó con Isabel unos tres meses, y después volvió
a su casa”.
Si a la hora de servir hay que ir “aprisa” no hay que
correr cuando se está sirviendo, el servicio desinteresado y alegre, es pausado
y paciente, sin prisas ni carreras.
¡Qué alegría! ¡Qué felicidad! ¡El grito, la voz firme, el
abrazo! Las dos esperan un hijo –el Hijo de Dios y su precursor- las dos han
sido especialmente agraciadas por Dios. Las dos mujeres celebran la alegría
divina y el hijo de Isabel se apunta a la fiesta de la felicidad saltando de
entusiasmo dentro del vientre de su madre. ¡Qué maravilloso encuentro de
familia!
Las palabras de Isabel, inspiradas por el Espíritu, han
pasado a formar parte del Ave María, después de las palabras del ángel también
dirigidas a María. Son unas palabras que hemos repetido y repetimos muchas
veces. Que nos ayuden también a nosotros a sentir la alegría de la fe.
Digámoslas con el mismo espíritu que Isabel. Imaginemos la expresión de estas
dos mujeres agraciadas y santas y el júbilo de su corazón. Ojalá que la
experiencia cristiana de sentirnos amados por Dios llene de júbilo nuestro
corazón, un júbilo que sepamos transmitir a los demás.
Tengamos muy fija la mirada en nuestro corazón en estas
dos mujeres en esta víspera de Navidad. María experimenta en sus entrañas esta
viva presencia de su Hijo y espera con ánimo su nacimiento. El corazón de María
nos ayuda a esperar a Jesús y desearlo ardientemente. Con Isabel digámosle
también:” ¡Bendita tú entre las mujeres…!”
ENTRA EN TU INTERIOR
RASGOS DE
MARÍA
La visita de María a Isabel le
permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes
incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial.
Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de
Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente
ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.
María que ha llegado aprisa desde
Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su
Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han
sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados
del clima de los evangelios.
María, “la madre del mi Señor”. Así
lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los
seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste
es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca
separan a María de Jesús. Son inseparables. “Bendecida por Dios entre todas las
mujeres”, ella nos ofrece a Jesús, “fruto bendito de su vientre”.
María, la creyente. Isabel la
declara dichosa porque “ha creído”. María es grande no simplemente por su
maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser
Madre del salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de
su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su
vocación. María es Madre creyente.
María, la evangelizadora. María
ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su
gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no sólo con sus
gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de
Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.
María, portadora de alegría. El
saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la
primera en escuchar la invitación de Dios: “Alégrate…el Señor está contigo”.
Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María
irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo.
Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Este Hijo de las entrañas de María
es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador. Y viene a nosotros con vestido de
humildad y de ternura. Él es nuestra paz, como dice el profeta Miqueas: “éste
será nuestra paz”.
Deseemos su venida. Esperémoslo con
toda el alma. Esforcémonos en hacer la voluntad de Dios, preparemos nuestro
corazón para poderle acoger mejor. Esto es el Adviento, esto es la Navidad.
Esperémoslo con el deseo de María. Pidámosle a María que nos ayude a esperarlo.
La carta a los Hebreos pone en
labios de Jesús estas palabras: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
Digámoslo también nosotros. Digámoslo con Jesús. Sepámoslo decir en cualquier
circunstancia. Nuestra vocación cristiana es agradar al Padre del cielo con un
canto de agradecimiento.
Ahora podemos acercarnos a María,
la que lleva en su seno a Jesús, y descubrir por qué es proclamada feliz, la
más feliz, por su prima Isabel, otra pobre de espíritu que supo abrir su seno
estéril al proyecto del Señor.
María, mujer pobre materialmente y
pobre en su corazón humilde, no es solamente la “madre del Salvador”. Hoy la
liturgia nos la presenta como el prototipo del hombre creyente que espera al salvador;
un salvador que no viene de fuera, sino que nace en ese Belén interior que
escucha el oráculo del profeta: Porque de ti, aunque pequeño y humilde, saldrá
el salvador… cuando la madre dé a luz…
Belén y María se unen porque están
bajo el mismo signo de la humildad y de la pobreza de corazón…, esa pobreza que
es fuerza para hacer cosas grandes.
También nosotros, los atormentados
hombres del siglo veintiuno, vivimos un momento de oscuridad y desazón, pero no
podemos cruzarnos de brazos “para que Dios obre”. O Cristo nace dentro de la
comunidad, comunidad que se hace Cristo, o no habremos entendido nada lo que
significa celebrar Navidad después de más de dos mil años del nacimiento
histórico de Jesús en algún lugar de Palestina.
ORACIÓN
Con el gozo de los sencillos, como
Isabel y María, queremos alabarte, señor, cada día con júbilo nuevo. El ejemplo
de fe de María nos impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntanos la
fe. Necesitamos también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido
es felicidad doblada.
Despierta tu poder, Señor, y ven a
salvarnos. Visítanos con tu salvación, “oh sol que naces de lo alto, resplandor
de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en
tinieblas y sombra de muerte”.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes de
Fano
Imagen para colorear.
"El Espíritu nos lleva a servir"
SIGAMOS
CONSTRUYENDO LA ESTRELLA
“CONFÍA Y
SIRVE”
COMIENZA EL
TIEMPO DE NAVIDAD
Después de la celebración del Adviento, celebramos el tiempo de la
Navidad: desde la víspera, 24 de diciembre, hasta el domingo siguiente al 6 de
enero, la fiesta del Bautismo del Señor.
Hay un ritmo unitario en todas
estas semanas, un movimiento único que va desde el Adviento hasta la Epifanía.
Es el mismo acontecimiento, la Venida del Señor, que se prepara en ambiente de
espera y que luego se celebra en su inauguración de Navidad y en sus primeras
manifestaciones solemnes. En realidad, las tres palabras vienen a significar lo
mismo. Adviento, Navidad, Epifanía: Venida, Nacimiento, Manifestación.
Navidad y Epifanía están
inseparablemente unidas. Podemos decir que celebra dos aspectos del mismo
misterio.
La Navidad surgió en Occidente. La
Epifanía, en Oriente. Pero ambas, muy pronto, fueron aceptadas y celebradas,
como la fiesta de la aparición del Hijo de Dios.
En la Navidad es el misterio de la
encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento el que se acentúa y celebra. La
atención se centra en este Niño que nos ha nacido: Dios que se ha hecho hermano
nuestro y ha querido ser de nuestra familia.
En la Epifanía celebramos la
manifestación de su divinidad, su carácter de Salvador y Dios: tanto en la
presentación de los magos de Oriente como en el Bautismo del Jordán y en el
milagro de Caná.
La Navidad insiste en su cercanía humana: ha
nacido como un niño.
La Epifanía, en la visibilidad
gloriosa de su divinidad.
Hermano nuestro. Pero a
la vez, Dios y Salvador. Un Dios que viene. Que está. El Dios-con-nosotros.
OS DESEO DE
TODO CORAZÓN, UNA
FELIZ NAVIDAD
Y UN AÑO NUEVO LLENO DE MISERICORDIA.
QUE JESÚS QUE HA QUERIDO
PLANTAR SU
TIENDA EN MEDIO DE NOSOTROS
OS BENDIGA A
TODOS.
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