martes, 15 de diciembre de 2015

20 DE DICIEMBRE: CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO.


“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
20 DE DICIEMBRE
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO
1ª Lectura: Miqueas 5,1-4
De ti saldrá el jefe de Israel.
Salmo 79: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”
2ª Lectura: Hebreos: 10,5-10
Aquí estoy para hacer tu voluntad.
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,39-45
 “Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuando Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
Versión para América Latina, extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
REFLEXIÓN
            Hoy el evangelio nos presenta un encuentro excepcional, espléndido, de una gran riqueza; un encuentro lleno de fe, de amor y de ternura. Es la imagen de todos los encuentros impregnados por el Espíritu. ¡Qué calidad de vida interior! Es el encuentro de María con su prima Isabel. Lo acabamos de escuchar en el evangelio. ¡Qué felicidad y qué alegría rezuman sus palabras, su abrazo, y sus rostros. Es el encuentro de dos primas.
            El evangelista Lucas nos pinta un precioso cuadro: Isabel escucha el saludo de María y su hijo –Juan Bautista- salta de alegría en su vientre; Isabel, llena del Espíritu, dice a su prima: “Bendita tú entre las mujeres…” Y lo dice “a voz en grito”.
            Creo que por muchos libros que se escriban o muchos sermones que se pronuncien, nada le ganará en densidad y profundidad, a este encuentro.
            Pero Lucas nos hace notar don cosas importantes, la primera es: “Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá…”. María se pone en camino para ponerse al servicio de su prima Isabel, que estéril y anciana, Dios le había concedido el hijo de la promesa, y lo hace “aprisa”, porque el servicio no se puede dejar para mañana; un enfermo que necesita ayuda, un anciano solo que necesita compañía, un angustiado que necesita palabras de consuelo, un hambriento o un sediento de pan, agua y justicia, los necesitan ya. Y la segunda es tan importante como la primera, aunque el texto litúrgico de este domingo no llegue al final del relato: “María se quedó con Isabel unos tres meses, y después volvió a su casa”.

            Si a la hora de servir hay que ir “aprisa” no hay que correr cuando se está sirviendo, el servicio desinteresado y alegre, es pausado y paciente, sin prisas ni carreras.
            ¡Qué alegría! ¡Qué felicidad! ¡El grito, la voz firme, el abrazo! Las dos esperan un hijo –el Hijo de Dios y su precursor- las dos han sido especialmente agraciadas por Dios. Las dos mujeres celebran la alegría divina y el hijo de Isabel se apunta a la fiesta de la felicidad saltando de entusiasmo dentro del vientre de su madre. ¡Qué maravilloso encuentro de familia!
            Las palabras de Isabel, inspiradas por el Espíritu, han pasado a formar parte del Ave María, después de las palabras del ángel también dirigidas a María. Son unas palabras que hemos repetido y repetimos muchas veces. Que nos ayuden también a nosotros a sentir la alegría de la fe. Digámoslas con el mismo espíritu que Isabel. Imaginemos la expresión de estas dos mujeres agraciadas y santas y el júbilo de su corazón. Ojalá que la experiencia cristiana de sentirnos amados por Dios llene de júbilo nuestro corazón, un júbilo que sepamos transmitir a los demás.
            Tengamos muy fija la mirada en nuestro corazón en estas dos mujeres en esta víspera de Navidad. María experimenta en sus entrañas esta viva presencia de su Hijo y espera con ánimo su nacimiento. El corazón de María nos ayuda a esperar a Jesús y desearlo ardientemente. Con Isabel digámosle también:” ¡Bendita tú entre las mujeres…!”
ENTRA EN TU INTERIOR
RASGOS DE MARÍA
            La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.
           María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.
      María, “la madre del mi Señor”. Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. “Bendecida por Dios entre todas las mujeres”, ella nos ofrece a Jesús, “fruto bendito de su vientre”.
         María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque “ha creído”. María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.
            María, la evangelizadora. María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.
            María, portadora de alegría. El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: “Alégrate…el Señor está contigo”. Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.
José Antonio Pagola
 ORA EN TU INTERIOR
            Este Hijo de las entrañas de María es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador. Y viene a nosotros con vestido de humildad y de ternura. Él es nuestra paz, como dice el profeta Miqueas: “éste será nuestra paz”.
            Deseemos su venida. Esperémoslo con toda el alma. Esforcémonos en hacer la voluntad de Dios, preparemos nuestro corazón para poderle acoger mejor. Esto es el Adviento, esto es la Navidad. Esperémoslo con el deseo de María. Pidámosle a María que nos ayude a esperarlo.
            La carta a los Hebreos pone en labios de Jesús estas palabras: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Digámoslo también nosotros. Digámoslo con Jesús. Sepámoslo decir en cualquier circunstancia. Nuestra vocación cristiana es agradar al Padre del cielo con un canto de agradecimiento.
            Ahora podemos acercarnos a María, la que lleva en su seno a Jesús, y descubrir por qué es proclamada feliz, la más feliz, por su prima Isabel, otra pobre de espíritu que supo abrir su seno estéril al proyecto del Señor.
            María, mujer pobre materialmente y pobre en su corazón humilde, no es solamente la “madre del Salvador”. Hoy la liturgia nos la presenta como el prototipo del hombre creyente que espera al salvador; un salvador que no viene de fuera, sino que nace en ese Belén interior que escucha el oráculo del profeta: Porque de ti, aunque pequeño y humilde, saldrá el salvador… cuando la madre dé a luz…
            Belén y María se unen porque están bajo el mismo signo de la humildad y de la pobreza de corazón…, esa pobreza que es fuerza para hacer cosas grandes.
            También nosotros, los atormentados hombres del siglo veintiuno, vivimos un momento de oscuridad y desazón, pero no podemos cruzarnos de brazos “para que Dios obre”. O Cristo nace dentro de la comunidad, comunidad que se hace Cristo, o no habremos entendido nada lo que significa celebrar Navidad después de más de dos mil años del nacimiento histórico de Jesús en algún lugar de Palestina.
ORACIÓN
            Con el gozo de los sencillos, como Isabel y María, queremos alabarte, señor, cada día con júbilo nuevo. El ejemplo de fe de María nos impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntanos la fe. Necesitamos también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido es felicidad doblada.
            Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos. Visítanos con tu salvación, “oh sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y sombra de muerte”.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano



Imagen para colorear.

"El Espíritu nos lleva a servir"

SIGAMOS CONSTRUYENDO LA ESTRELLA

“CONFÍA Y SIRVE”




COMIENZA EL TIEMPO DE NAVIDAD

Después de la celebración del Adviento, celebramos el tiempo de la Navidad: desde la víspera, 24 de diciembre, hasta el domingo siguiente al 6 de enero, la fiesta del Bautismo del Señor.
            Hay un ritmo unitario en todas estas semanas, un movimiento único que va desde el Adviento hasta la Epifanía. Es el mismo acontecimiento, la Venida del Señor, que se prepara en ambiente de espera y que luego se celebra en su inauguración de Navidad y en sus primeras manifestaciones solemnes. En realidad, las tres palabras vienen a significar lo mismo. Adviento, Navidad, Epifanía: Venida, Nacimiento, Manifestación.
            Navidad y Epifanía están inseparablemente unidas. Podemos decir que celebra dos aspectos del mismo misterio.
            La Navidad surgió en Occidente. La Epifanía, en Oriente. Pero ambas, muy pronto, fueron aceptadas y celebradas, como la fiesta de la aparición del Hijo de Dios.
            En la Navidad es el misterio de la encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento el que se acentúa y celebra. La atención se centra en este Niño que nos ha nacido: Dios que se ha hecho hermano nuestro y ha querido ser de nuestra familia.
            En la Epifanía celebramos la manifestación de su divinidad, su carácter de Salvador y Dios: tanto en la presentación de los magos de Oriente como en el Bautismo del Jordán y en el milagro de Caná.
            La Navidad insiste en su cercanía humana: ha nacido como un niño.
            La Epifanía, en la visibilidad gloriosa de su divinidad.
Hermano nuestro. Pero a la vez, Dios y Salvador. Un Dios que viene. Que está. El Dios-con-nosotros.
OS DESEO DE TODO CORAZÓN, UNA
FELIZ NAVIDAD Y UN AÑO NUEVO LLENO DE MISERICORDIA.
 QUE JESÚS QUE HA QUERIDO
PLANTAR SU TIENDA EN MEDIO DE NOSOTROS
OS BENDIGA A TODOS.


No hay comentarios:

Publicar un comentario