“Todo el que es de la
verdad escucha mi voz”
22 DE NOVIEMBRE
XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO (B)
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO,
REY DEL UNIVERSO
ÚLTIMO DOMINGO DEL AÑO
LITÚRGICO
1ª Lectura: Daniel 7,13-14
Su dominio es eterno y no
pasa.
Salmo 92: “El Señor reina,
vestido de majestad”
2ª Lectura: Apocalipsis
1,5-8
El príncipe de los reyes de
la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
LECTURA DEL DÍA
Juan 18,33-37
“En
aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: -¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le
contestó: -¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Pilato le
contestó: -¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han
entregado a mí; ¿qué has hecho? Jesús le contestó: -Mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no
cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilato le dijo:
-Con que, ¿tú eres rey? Jesús le contestó: -Tú lo dices: soy rey. Yo para eso
he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo
el que es de la verdad escucha mi voz”.
Versión para América Latina
extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“Pilato
volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el
rey de los judíos?".
Jesús
le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de
mí?".
Pilato
replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te
han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?".
Jesús
respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este
mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera
entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí".
Pilato
le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo
dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar
testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
REFLEXIÓN
Hoy es el último domingo del año
litúrgico. El próximo domingo empezaremos un nuevo año con el tiempo de
Adviento, marcado con un sello extraordinario, “el Año Jubilar de la
Misericordia”. Y para terminar el presente año, hoy, hacemos una conmemoración
especial con la “Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo”.
De hecho, la fiesta de hoy es como
una especie de resumen: con una afirmación y un deseo. La afirmación consiste
en decirnos que nos hemos reunido en comunidad cada domingo a lo largo del año,
y que Jesús ha sido el centro de todas nuestras celebraciones, y es el centro
de la vida de nuestra comunidad. Y el deseo es para decirnos hoy que debemos
darle a Jesús más terreno en nuestra vida y en nuestro corazón, para que cada
día pueda iluminar más y mejor todos los rincones de nuestra persona y de nuestra
comunidad. Decirle a Jesús que le debemos dar más terreno en nuestra vida
quiere decir sencillamente que queremos que él mande, que él gobierne más
nuestra vida. Y decirle que tiene que gobernar, utilizando una metáfora de
nuestro mundo, quiere decir que debería ser nuestro único rey.
Lo que nos
pasa, a veces, es que tenemos la tentación de creer que Jesús nos gobernaría
mejor si, en vez de tenerlo en nosotros, nos mandase desde fuera. Es como
pensar que, si la sociedad en la que vivimos fuese mucho más cristiana, lo
tendríamos más fácil. ¿Cuántas veces hemos pensado que nuestra fe depende de
nuestro contexto social o político? Esta tentación nuestra, también la tuvo
Jesús. Recordad que esta tentación de poder y dominio del mundo, externamente,
es la que mejor resume las tres tentaciones que tuvo Jesús en el desierto, al
inicio de su vida pública, antes del bautismo de Juan en el Jordán. Y, de
hecho, es una tentación que acompaña a Jesús durante toda su vida pública, cada
vez que la multitud le sigue sólo por lo que consigue de él, desde la
multiplicación de los panes hasta los innumerables milagros, y siempre es para
hacerle rey o para creer en él como rey.
Ni al final de su vida, se escapa
Jesús de esta pretensión. De hecho, el pueblo de Israel, en tiempo de Jesús,
vivía bajo la ocupación romana y esperaba que alguien, en nombre de Dios, como
Mesías, le salvase de esta dominación y lo librase, lo condujese hacia una
etapa de soberanía y así volviesen a la época de máximo esplendor de Israel, la
del gobierno del rey David. La esperanza mesiánica del pueblo de Israel pasada,
pues, por la restauración de la monarquía, y no sólo esperaban al Mesías, sino
que esperaban también al Rey de Israel. Por eso la pregunta de Pilato a Jesús
no es, ni mucho menos, inocente, sino que tiene una gran carga política.
¡Pilato es la última tentación de Cristo! Pero esta tentación aun persiste
entre nosotros.
Confundir a
Jesús con los poderes y los reinos de este mundo ha sido algo habitual en
nuestra historia, tanto la eclesial como la historia de la humanidad. Y aun lo
es, por culpa de nuestra eterna tentación de poder. Por eso Jesús nos ha dicho
hoy en el evangelio que su reinado “no es de este mundo”. Por lo tanto, dicho
esto, no podemos organizar la comunidad de Jesús como si se tratase de un reino
terrenal. Así como tampoco podemos usar el mensaje de Jesús como si se tratara
de un programa más al organizar los reinos de este mundo. Se nos reclama
equilibrio. Mucho equilibrio. El mismo que tuvo Jesús. No podemos hacer de
Jesús un rey como los reyes terrenales. Ni tampoco podemos hacerle rey sin
relación con el mundo. Jesús no debe
reinar en la tierra, como hacen nuestros reyes y gobernantes, sino que
debe reinar claramente en nosotros, que es donde se cuecen las verdades.
Jesús no quiere gobernar por la
fuerza, por eso no tiene ejército alguno, quiere gobernar desde el servicio y
desde el trono de la cruz, por eso se presenta “como el testigo de la verdad”,
para que le obedezcamos, no por la fuerza, sino por el convencimiento, por la
“verdad” o porque “escuchamos su voz”. Es así como Jesús quiere entrar en
nuestras vidas.
ENTRA EN TU INTERIOR
EXAMEN ANTE EL TESTIGO DE LA
VERDAD
Dentro del proceso en el que se va
a decidir la ejecución de Jesús, el evangelio de Juan ofrece un sorprendente
diálogo privado entre Pilato, representante del imperio más poderoso de la
tierra y Jesús, un reo maniatado que se presenta como testigo de la verdad.
Precisamente, Pilato quiere, al
parecer, saber la verdad que se encierra en aquel extraño personaje que tiene
ante su trono: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús va a responder exponiendo
su verdad en dos afirmaciones fundamentales, muy queridas al evangelista Juan.
“Mi reino no es de este mundo”. Jesús no es rey al estilo que Pilato puede
imaginar. No pretende ocupar el trono de Israel ni disputar a Tiberio su poder
imperial. Jesús no pertenece a ese sistema en el que se mueve el prefecto de
Roma, sostenido por la injusticia y la mentira. No se apoya en la fuerza de las
armas. Tiene un fundamento completamente diferente. Su realeza proviene del
amor de Dios al mundo. Pero añade a continuación algo muy importante: “Soy rey…
y he venido al mundo para ser testigo de la verdad”.
Es en este mundo donde quiere
ejercer su realeza, pero de una forma sorprendente. No viene a gobernar como
tiberio sino a ser “testigo de la verdad” introduciendo el amor y la justicia
de Dios en la historia humana.
Esta verdad que Jesús trae consigo
no es una doctrina teórica. Es una llamada que puede transformar la vida de las
personas. Lo había dicho Jesús: “Si os mantenéis fieles a mi Palabra…
conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Ser fieles al Evangelio de
Jesús es una experiencia única pues lleva a conocer una verdad liberadora,
capaz de hacer nuestra vida más humana.
Jesucristo es la única verdad de la
que nos está permitido vivir a los cristianos. ¿No necesitamos en la Iglesia de
Jesús hacer un examen de conciencia colectivo ante el “testigo de la Verdad”?
¿Atrevernos a discernir con humildad qué hay de verdad y qué hay de mentira en
nuestro seguimiento a Jesús? ¿Dónde hay verdad liberadora y dónde mentira que
nos esclaviza? ¿No necesitamos dar pasos hacia mayores niveles de verdad humana
y evangélica en nuestras vidas, nuestras comunidades y nuestras instituciones?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
¡Qué diferente ha de verse la
realidad desde un trono y desde una cruz! El trono de Jesús fue la cruz. Vivió
tan adentro de la historia, tan en el fondo de ella, que terminó donde
terminaban los esclavos y los malditos. En una cruz. Y, desde entonces, será
desde ese trono-cruz desde donde gobernará e impartirá justicia. Será su
gobierno el de la paz, y su justicia será la del amor sin medida. ¿cabe un
reino más universal.
Es, desde entonces, cuando todos
los “crucificados” de la historia podrán mirarlo y reconocerse en Él y, en su mirada,
encontrar el aliento y la esperanza. Podrán saber que la desgracia no durará
mil años, que el llanto y la tristeza serán un día recuerdos del pasado y que
en su lugar habrá cantos y alegría. El rey que murió en la cruz cambió el curso
de la historia para siempre. La maldición dejó su sitio a la bendición porque
Él es “el alfa y la omega”, “el que es y era y ha de venir” (Ap 1,8).
ORACIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que
quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo, haz que
toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y
te glorifique sin fin. Amén.
Expliquemos el Evangelio a
los niños
Imágenes de Fano
Imagen para colorear.
Cristo Rey, su corona los pobres.
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