“Os aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.”
22 DE MARZO
V DOMINGO DE
CUARESMA
1ª Lectura:
Jeremías 31,31-34
Haré una
alianza nueva y no recordaré sus pecados.
Salmo 50
Oh Dios, crea
en mí un corazón puro.
2ª Lectura:
Hebreos 5,7-9
Aprendió a
obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna.
EVANGELIO DEL
DÍA
Juan 12,20-33
“En aquel tiempo, entre
los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos,
acercándose A Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: “Señor,
quisiéramos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe
fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: “Ha llegado la hora de que sea
glorificado el Hijo del Hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a
sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará
para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí
también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi
alma está agitada, y, ¿qué diré? Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto
he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre”. Entonces vino una voz
del cielo: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. La gente que estaba
allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado
un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: “esta voz no ha venido por mí, sino por
vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a
ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia
mí”. Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.”
Versión para
América Latina,extraída de la biblia del Pueblo de Dios
“Entre los que habían
subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos
que se acercaron a
Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: "Señor, queremos ver a
Jesús".
Felipe fue a decírselo
a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les respondió:
"Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que si el
grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da
mucho fruto.
El que tiene apego a su
vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la
conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme
que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera
servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está
turbada, ¿Y qué diré: 'Padre, líbrame de esta hora'? ¡Si para eso he llegado a
esta hora!
¡Padre, glorifica tu
Nombre!". Entonces se oyó una voz del cielo: "Ya lo he glorificado y
lo volveré a glorificar".
La multitud que estaba
presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían:
"Le ha hablado un ángel".
Jesús respondió:
"Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el
juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y cuando yo sea
levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí".
Jesús decía esto para
indicar cómo iba a morir.”
REFLEXIÓN
En este pórtico de la Pasión, destaca la estampa de Jesús
suplicando al Padre con gritos y con lágrimas. Es otra versión de la noche de
Getsemaní. Impresiona ver a Jesús agitado por la angustia y por el miedo. Nos
impresiona este Jesús que llora y que grita al cielo.
Estamos acostumbrados a fijarnos más en la realidad
divina de Cristo, que casi oscurece y debilita su dimensión humana. Nos parecía
que Jesús sufría menos, porque estaba asistido e iluminado por su divinidad.
Sería superhombre, sobrevolaría las debilidades humanas.
• Los gritos y las lágrimas de Jesús nos
prueban la verdad de su Encarnación. Asume todo lo humano, como un hombre más.
Asume nuestro peso y nuestro barro, nuestras pasiones y nuestras emociones,
nuestras dudas y nuestros miedos. Por eso llora, grita y suplica. Que sí, que
Cristo descendió hasta nuestros más oscuros infiernos.
• Nos prueban la verdad de la
solidaridad. Cristo aprendió a sufrir, se identificó con todos los que han
sufrido y sufrirán, con todos los que han llorado y han gritado, desde el justo
Abel hasta el último caído, víctima del odio o del fanatismo.
• Nos prueban la verdad de la redención.
Si el Hijo de Dios llora, no es sólo para compartir las lágrimas, sino para
quitarles su amargor, convertidas así en aguas de purificación y en riego fecundo.
Unos griegos, que
habían ido a la fiesta, pidieron ver a Jesús. Eran gentiles, y querían ver a
Jesús. No era simple curiosidad, era interés. Querían escuchar sus palabras.
Querían creer en él. Eso ya es un principio de fe. Vendrán muchos de Oriente y
Occidente...
Podría ser motivo de
satisfacción para Jesús. Pero en ese momento Jesús se sintió nervioso. Vio con
claridad que todo se cumplía, que lo suyo tocaba a su fin, que había llegado la
hora. Hora de glorificación, sí, pero hora también de sufrimiento y de muerte.
Será exaltado, sí, pero será también crucificado.
Y Jesús se rompe, se
viene abajo. Mi alma está agitada. Es sacudida por vientos contrarios. Las
luces y las sombras luchan entre sí en su propio campo. El desencanto y la
esperanza; la muerte y la vida, cuerpo a cuerpo, luchando en él.
Entonces Jesús acude al
Padre, como el niño que se siente indefenso. Padre, líbrame de esta hora,
Padre, aparta de mí este cáliz. Es una lucha del hombre con Dios, como aquella
de Jacob en Penuel a lo largo de la noche. Muchas veces la oración es una lucha
con Dios, que mide sus fuerzas con nosotros. Si vence Dios, venceremos también
nosotros. Pero si vencemos nosotros, perderemos todos. Al final, no debe ser
Dios el que haga nuestra voluntad, sino nosotros la suya. No es lo que yo
quiero, sino lo que quieres Tú.
La hora amarga es
pasajera y el Padre hace sentir al Hijo su experiencia de gloria. Esta gloria
es su amor, es el Espíritu Santo. El Espíritu llena a Jesús, lo consuela y
conforta, lo llena de vida y de fruto. Como si le dijera: eres mi Hijo, estoy
contigo, tus sufrimientos tienen sentido, tu sangre será redentora, tu muerte
será principio de nueva vida, será la muerte de toda muerte. Te convertirás en
la Pascua que no pasa, en la luz que no se apaga, en espiga de primavera, en
meta de toda vía, en Resurrección.
Serás elevado sobre la
tierra, pero desde lo alto atraerás a todas las miradas y todos los corazones,
serás señal luminosa y estandarte de salvación, serás fuente abierta de la
gracia y arco iris amistoso; serás medicina de dolores y hoguera de amores,
serás esperanza segura de salvación.
Como sucedió en otras
manifestaciones, los discípulos necesitaban un argumento de fe y una razón para
la esperanza. Cuando lleguen los días oscuros, esta palabra les servirá de luz.
Esto vale para nosotros
cuando nos lleguen las horas difíciles. La Gloria de Cristo, su luz amorosa, se
expande de manera permanente. Llega a todos los que creen en él.
Puede que pasemos mucho
tiempo en la noche y no veamos ni sintamos ni oigamos nada. Las lámparas se nos
apagan, las tinieblas nos penetran y los vientos se vuelven contrarios. Es el
momento de gritar y de rezar. Hasta que desde muy dentro Dios te haga sentir su
presencia y te glorifique. Participarás así de la Pascua de Cristo.
ENTRA EN TU INTERIOR
ATRAIDOS POR EL CRUCIFICADO
Un grupo de «griegos», probablemente paganos, se acercan a los discípulos
con una petición admirable: «Queremos ver a Jesús». Cuando se lo comunican,
Jesús responde con un discurso vibrante en el que resume el sentido profundo de
su vida. Ha llegado la hora. Todos, judíos y griegos, podrán captar muy pronto
el misterio que se encierra en su vida y en su muerte: «Cuando yo sea elevado
sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Cuando Jesús sea alzado a una cruz y aparezca crucificado sobre el
Gólgota, todos podrán conocer el amor insondable de Dios, se darán cuenta de
que Dios es amor y sólo amor para todo ser humano. Se sentirán atraídos por el
Crucificado. En él descubrirán la manifestación suprema del Misterio de Dios.
Para ello se necesita, desde luego, algo más que haber oído hablar de la
doctrina de la redención. Algo más que asistir a algún acto religioso de la
semana santa. Hemos de centrar nuestra mirada interior en Jesús y dejarnos
conmover, al descubrir en esa crucifixión el gesto final de una vida entregada
día a día por un mundo más humano para todos. Un mundo que encuentre su
salvación en Dios.
Pero, probablemente a Jesús empezamos a conocerlo de verdad cuando,
atraídos por su entrega total al Padre y su pasión por una vida más feliz para
todos sus hijos, escuchamos aunque sea débilmente su llamada: «El que quiera
servirme que me siga, y dónde esté yo, allí estará también mi servidor».
Todo arranca de un deseo de «servir» a Jesús, de colaborar en su tarea,
de vivir sólo para su proyecto, de seguir sus pasos para manifestar, de
múltiples maneras y con gestos casi siempre pobres, cómo nos ama Dios a todos.
Entonces empezamos a convertirnos en sus seguidores.
Esto significa compartir su vida y su destino: «donde esté yo, allí
estará mi servidor». Esto es ser cristiano: estar donde estaba Jesús, ocuparnos
de lo que se ocupaba él, tener las metas que él tenía, estar en la cruz como
estuvo él, estar un día a la derecha del Padre donde está él.
¿Cómo sería una Iglesia «atraída» por el Crucificado, impulsada por el
deseo de «servirle» sólo a él y ocupada en las cosas en que se ocupaba él?
¿Cómo sería una Iglesia que atrajera a la gente hacia Jesús?
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
La gloria de Cristo consiste en su amor
entregado hasta el fin. La obediencia del Hijo hasta la muerte es lo que da
gloria al Padre. El Nombre del Padre es glorificado cuando es amado. Y a la vez
el Hijo se cubre de gloria subiendo amorosamente a la cruz. Es la victoria del
amor a Dios y a los hombres, es donde más se ha amado; y no hay más gloria que
la que viene del amor. Por eso, “lejos de gloriarme, sino es en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6,14). En pura teología decimos que la verdadera
Gloria de Cristo es el Espíritu Santo.
ORACIÓN
Rezamos con el Evangelio (Rev. Orar,
nº 155)
Queremos verte, Jesús.
• Es
sólo un deseo, pero cuando los deseos son hermosos nos llevan a ti.
• El
Espíritu es quien hace nacer los deseos en el corazón.
• A
ti, Jesús, te gustan los deseos de quien quiere verte.
• Estás
en las encrucijadas de los caminos por si alguien desvía sus pasos para hablar
contigo.
• Cuando
te encuentras con alguien que te busca, detienes tu camino y lo miras.
• Queremos
verte, Jesús. Queremos conocerte.
• Queremos
tener experiencia de tu amistad y participar de tu vida. Amén
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes de
Fano.
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