martes, 10 de marzo de 2015

15 DE MARZO: CUARTO DOMINGO DE CUARESMA



“Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.”
15 DE MARZO
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
DOMINGO “LAETARE”
1ª Lectura: 2 Crónicas 36,14-16.19-23
“La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo.”
Salmo: 136
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
2ª Lectura: Efesios 2,4-10
Estando muertos por los pecados, nos has hecho vivir con Cristo.
EVANGELIO DEL DÍA
Juan 3,14-21
“Dijo Jesús a Nicodemo: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.”
Versión para América Latina, Extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Dijo Jesús:
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios. “
REFLEXIÓN
            A menudo vemos a personas que nos provocan admiración porque sus vidas son entregadas y comprometidas: aquellos padres jóvenes con hijos, que trabajan y tienen tiempo para estar con ellos, para jugar, para ayudarles a hacer los deberes, para enseñarlos a rezar; aquellos que cuidan a sus padres ancianos en casa o tantos voluntarios y personas que cuidan enfermos en centros diversos; aquellos que enseñan quién es Jesús, que enseñan a rezar y a vivir en cristiano, como los catequistas; aquellos que dan la vida en el sacerdocio o en la vida consagrada; aquellos que organizan actividades culturales, de ocio para bien de los niños y jóvenes; aquellos voluntarios que ayudan a los que no pueden avanzar en la vida, como se hace desde Cáritas.
            Todos ellos dan vida. Como lo vemos en Ciro, rey de Persia, que quiere edificar el templo de Jerusalén, después de la destrucción que la ciudad sufrió por parte de los caldeos. Quiere volver a dar esplendor allí donde ha habido violencia.
            Y es que sabemos suficientemente que el mal engendra más mal. Nos dice la primera lectura que los sacerdotes y el pueblo imitaban las abominables costumbres de las otras naciones. Y que acabaron mal.

            Si el mal se contagia también lo puede hacer el bien. Por esto todo el bien que podamos hacer ayudarán a dar vida a nuestro alrededor, a crear un ambiente favorable a la paz, al servicio, a la alegría, a la fe. Aunque parezca que no estén de moda, la sencillez, la bondad, la acogida, el servicio son admirados por la gente de hoy y provocan atracción.
            La verdad es que nos sería necesario destacar en el amor, ya que ésta es la gran característica de Dios. Esta realidad es la que engendra vida: “Por el gran amor que nos amó, estando nosotros muertos por nuestros pecados, nos ha hecho vivir con Cristo…”. Es muy cierto, el egoísmo y el orgullo provocan la muerte espiritual y la destrucción de nuestras vidas y relaciones.
            En cambio, la generosidad de Dios nos ha salvado. Él nos ha concedido el don de la fe y la salvación ha llegado a nuestras vidas, sencillamente por su gracia, no por ningún mérito nuestro.
            Dios no envió su Hijo para condenar al mundo, sino para salvarlo. Basta con aceptar esta salvación, esta propuesta de felicidad desde la fe. Dios no quiere que nadie se pierda, no quiere la tristeza ni el sinsentido en la vida. Por eso hoy debemos recordar que ya estamos salvados gracias a Cristo crucificado y Resucitado. La salvación ya ha llegado al mundo, pero nuestro esfuerzo está en abrir nuestro corazón y dejar que Cristo habite permanentemente en nosotros, y así vivir en la luz y la verdad.

ENTRA EN TU INTERIOR

DIOS AMA AL MUNDO
No es una frase más. Palabras que se pudieran eliminar del Evangelio, sin que nada importante cambiara. Es la afirmación que recoge el núcleo esencial de la fe cristiana. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Este amor de Dios es el origen y el fundamento de nuestra esperanza.
«Dios ama al mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Este mundo no recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo envuelve con su amor por los cuatro costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.
Primero, Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho al mundo, no sólo a los cristianos. Los investigadores pueden discutir sin fin sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los teólogos pueden seguir desarrollando sus teorías más ingeniosas. Sólo quien se acerca a Jesucristo como el gran regalo de Dios, puede ir descubriendo en todos sus gestos, con emoción y gozo, la cercanía de Dios a todo ser humano.
Segundo. La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo es recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces el Vaticano II: la Iglesia «es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los hombres». Nada hay más importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios a todo ser humano.

Tercero. Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo que es Jesús, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Es muy peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo un programa pastoral. Sólo con el corazón lleno de amor a todos, nos podemos llamar unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús sino otra cosa: tal vez, nuestro resentimiento y enojo.
Cuarto. En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres buenos, que introducen entre nosotros amor, amistad, compasión, sensibilidad, justicia y ayuda a los que sufren…? Estos construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            A veces puede haber personas o actitudes que nos desorienten y nos lleven por caminos que no conduzcan a la felicidad. Nosotros tenemos una brújula, una persona, Jesucristo, con el que mantenemos una relación de amistad. Son luminosas unas palabras del Cardenal Ratzinger, poco antes de ser elegido Papa, referente a la fe: “Adulta y madura nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad. Hemos de madurar esta fe adulta. Y es esta fe, sólo la fe, la que crea unidad y se realiza en la caridad”.
            En Jesús encontramos, pues, la verdadera medida para caminar por la vida, la fusión entre la verdad y la caridad. Somos hijos de la luz cuando vivimos en la verdad. “En la medida en que nos acercamos a Cristo –decía el cardenal- también en nuestra vida verdad y caridad se funden. La caridad sin la verdad sería ciega, la verdad sin la caridad sería como un tambor estridente”. Es necesario encontrar este equilibrio y unir siempre la verdad y el amor.
ORACIÓN
            Señor, Jesús, tú eres la serpiente levantada en el desierto, a ti tengo que mirar para tener vida, para sanarme de las mordeduras de las serpientes abrasadoras que son mis pecados y mis miserias.
            Dame fuerzas para mirarte en la cruz, sin miedo. Dame fuerzas para no huir de ella, para no mirar desde lejos temiendo correr la misma suerte que tú, porque no es el discípulo más que su maestro.
            Quiero abrazarla y asumirla, fundirme con ella, como tú te fundiste para darme la vida y la alegría.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.

 



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