“Dios
mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.”
15 DE MARZO
CUARTO
DOMINGO DE CUARESMA
DOMINGO “LAETARE”
1ª Lectura: 2
Crónicas 36,14-16.19-23
“La ira y la
misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del
pueblo.”
Salmo: 136
Que se me
pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
2ª Lectura:
Efesios 2,4-10
Estando
muertos por los pecados, nos has hecho vivir con Cristo.
EVANGELIO DEL
DÍA
Juan 3,14-21
“Dijo Jesús a Nicodemo:
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca
ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por
él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado,
porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Esta es la causa de la
condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a
la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente
detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus
obras están hechas según Dios.”
Versión para
América Latina, Extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Dijo Jesús:
De la misma manera que
Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el
Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que
creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al
mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera,
sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a
su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
El que cree en él, no
es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el
juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz,
porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal
odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean
descubiertas.
En cambio, el que obra
conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que
sus obras han sido hechas en Dios. “
REFLEXIÓN
A menudo vemos a personas que nos provocan admiración
porque sus vidas son entregadas y comprometidas: aquellos padres jóvenes con
hijos, que trabajan y tienen tiempo para estar con ellos, para jugar, para
ayudarles a hacer los deberes, para enseñarlos a rezar; aquellos que cuidan a
sus padres ancianos en casa o tantos voluntarios y personas que cuidan enfermos
en centros diversos; aquellos que enseñan quién es Jesús, que enseñan a rezar y
a vivir en cristiano, como los catequistas; aquellos que dan la vida en el
sacerdocio o en la vida consagrada; aquellos que organizan actividades
culturales, de ocio para bien de los niños y jóvenes; aquellos voluntarios que
ayudan a los que no pueden avanzar en la vida, como se hace desde Cáritas.
Todos ellos dan vida. Como lo vemos en Ciro, rey de
Persia, que quiere edificar el templo de Jerusalén, después de la destrucción que
la ciudad sufrió por parte de los caldeos. Quiere volver a dar esplendor allí
donde ha habido violencia.
Y es que sabemos suficientemente que el mal engendra más
mal. Nos dice la primera lectura que los sacerdotes y el pueblo imitaban las
abominables costumbres de las otras naciones. Y que acabaron mal.
Si el mal se contagia también lo puede hacer el bien. Por
esto todo el bien que podamos hacer ayudarán a dar vida a nuestro alrededor, a
crear un ambiente favorable a la paz, al servicio, a la alegría, a la fe.
Aunque parezca que no estén de moda, la sencillez, la bondad, la acogida, el
servicio son admirados por la gente de hoy y provocan atracción.
La verdad es que nos sería necesario destacar en el amor,
ya que ésta es la gran característica de Dios. Esta realidad es la que engendra
vida: “Por el gran amor que nos amó, estando nosotros muertos por nuestros
pecados, nos ha hecho vivir con Cristo…”. Es muy cierto, el egoísmo y el
orgullo provocan la muerte espiritual y la destrucción de nuestras vidas y
relaciones.
En cambio, la generosidad de Dios nos ha salvado. Él nos
ha concedido el don de la fe y la salvación ha llegado a nuestras vidas,
sencillamente por su gracia, no por ningún mérito nuestro.
Dios no envió su Hijo para condenar al mundo, sino para
salvarlo. Basta con aceptar esta salvación, esta propuesta de felicidad desde
la fe. Dios no quiere que nadie se pierda, no quiere la tristeza ni el
sinsentido en la vida. Por eso hoy debemos recordar que ya estamos salvados
gracias a Cristo crucificado y Resucitado. La salvación ya ha llegado al mundo,
pero nuestro esfuerzo está en abrir nuestro corazón y dejar que Cristo habite
permanentemente en nosotros, y así vivir en la luz y la verdad.
ENTRA EN
TU INTERIOR
DIOS AMA
AL MUNDO
No es una frase más. Palabras que se pudieran eliminar del Evangelio, sin
que nada importante cambiara. Es la afirmación que recoge el núcleo esencial de
la fe cristiana. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Este
amor de Dios es el origen y el fundamento de nuestra esperanza.
«Dios ama al mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de
conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Este mundo no
recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo envuelve con su amor por
los cuatro costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.
Primero, Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho al
mundo, no sólo a los cristianos. Los investigadores pueden discutir sin fin
sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los teólogos pueden seguir
desarrollando sus teorías más ingeniosas. Sólo quien se acerca a Jesucristo
como el gran regalo de Dios, puede ir descubriendo en todos sus gestos, con
emoción y gozo, la cercanía de Dios a todo ser humano.
Segundo. La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su
presencia en el mundo es recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces
el Vaticano II: la Iglesia «es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el
amor de Dios a todos los hombres». Nada hay más importante. Lo primero es comunicar
ese amor de Dios a todo ser humano.
Tercero. Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo que es
Jesús, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Es
muy peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo un
programa pastoral. Sólo con el corazón lleno de amor a todos, nos podemos
llamar unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por
Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús sino otra cosa: tal vez,
nuestro resentimiento y enojo.
Cuarto. En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y
desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el
mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber
en estos momentos hombres y mujeres buenos, que introducen entre nosotros amor,
amistad, compasión, sensibilidad, justicia y ayuda a los que sufren…? Estos
construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
A veces puede haber personas o actitudes que nos
desorienten y nos lleven por caminos que no conduzcan a la felicidad. Nosotros
tenemos una brújula, una persona, Jesucristo, con el que mantenemos una
relación de amistad. Son luminosas unas palabras del Cardenal Ratzinger, poco
antes de ser elegido Papa, referente a la fe: “Adulta y madura nos da el
criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la
verdad. Hemos de madurar esta fe adulta. Y es esta fe, sólo la fe, la que crea
unidad y se realiza en la caridad”.
En Jesús encontramos, pues, la verdadera medida para
caminar por la vida, la fusión entre la verdad y la caridad. Somos hijos de la
luz cuando vivimos en la verdad. “En la medida en que nos acercamos a Cristo
–decía el cardenal- también en nuestra vida verdad y caridad se funden. La
caridad sin la verdad sería ciega, la verdad sin la caridad sería como un
tambor estridente”. Es necesario encontrar este equilibrio y unir siempre la
verdad y el amor.
ORACIÓN
Señor, Jesús, tú eres la serpiente levantada en el
desierto, a ti tengo que mirar para tener vida, para sanarme de las mordeduras
de las serpientes abrasadoras que son mis pecados y mis miserias.
Dame fuerzas para mirarte en la cruz, sin miedo. Dame
fuerzas para no huir de ella, para no mirar desde lejos temiendo correr la
misma suerte que tú, porque no es el discípulo más que su maestro.
Quiero abrazarla y asumirla, fundirme con ella, como tú
te fundiste para darme la vida y la alegría.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
de Fano.
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