martes, 29 de octubre de 2013

3 DE NOVIEMBRE: XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (C)



 
 
“El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”

3 DE NOVIEMBRE

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©

1ª Lectura: Sabiduría 11,22-12,2

“Te compadeces, Señor, de todos, porque amas a todos”

Salmo 144

Bendeciré tu nombre por siempre jamás. Dios mío, mi rey

2ª Lectura: 2 Tesalonicenses 1,11-2,2

“El nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él”

EVANGELIO DEL DÍA

Lucas 19,1-10

“En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: -Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguien me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: -Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

Versión para Latinoamérica, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.

Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.

El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.

Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".

Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".

Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".

REFLEXIÓN

            El amor de Dios impregna cada página de las Sagradas Escrituras y de la liturgia cristiana. Y en los textos de este domingo resalta de una manera especial el amor de Dios a todas las criaturas, porque todas encuentran en el amor de Dios su razón de ser.

            Y es que desde que Dios empezó su obra creadora dio lugar a la aventura misma del amor. La aventura maravillosa de ser correspondido, con plena libertad, en el amor. Y así, también al riesgo del amor, al rechazo y a la incomprensión, el rostro doloroso del amor: “Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has creado; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado”, hemos escuchado en la primera lectura, del libro de la Sabiduría.  “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán”, dice Jesús en el evangelio. Pero, en las casas de otros publicanos, ¿aceptarán su amor? Y otras casas de ricos, ¿se convertirán como Zaqueo al amor de Dios?

            Dios nos ha llamado a la vocación cristiana para ser glorificado en nuestras vidas; pero, ¿realmente nuestra vida es un testimonio transparente de su amor? De todas maneras, el amor de Dios es una aventura que enmarca toda la historia humana, desde que el hombre es hombre, el amor de Dios se encuentra sometido a la gran ley, creada por Dios, y que él mismo respeta, de la libertad humana. Y será así hasta el fin del mundo. Así pues, debemos velar, pero al mismo tiempo podemos estar llegando a su plenitud. El amor será, entonces, entronizado en los cielos y la humanidad adorará eternamente el rostro de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

            Así es el amor de Dios. Un amor sin fronteras. No tiene fronteras de tiempo, porque él ama ya ahora en el presente, antes del tiempo y más allá del tiempo. No tiene fronteras de espacio ni de lugar, porque él ha creado el espacio y lo ha llenado con obras surgidas de su mismo amor: el cielo, la tierra, el mar y todo lo que habita en ellos. No está limitado por fronteras de la edad, de la condición social o económica, del estado de vida de cada persona. Porque lo que más cuenta para Dios es que todos somos imagen suya, y a todos nos ama como hijos.

            Dios no ama al ciego de Jericó porque sea pobre, ni a Zaqueo porque sea rico, sino porque ambos son hijos suyos. Zaqueo era un pecador público, un publicano. Era un recaudador de impuestos al que Roma encargaba cobrar las tasas que la autoridad romana imponía.  Un trabajo que se prestaba a cometer injusticias y que los judíos odiaban porque eran compatriotas suyos los que la realizaban. Eran unos traidores.

            Pero esto a Dios no le importa, el pecado no es una derrota de Dios, sino una ocasión para mostrar su amor con un nuevo resplandor. Dios pasa por encima de todos los límites que podemos poner a su amor. Realmente, para Dios la frontera del amor es el amor sin fronteras. Jesús, como a Zaqueo, nos eleva la mirada y se quiere hacer invitar en nuestras casas, en lo más íntimo de nuestro corazón. Jesús hoy también nos quiere encontrar, nos viene a buscar para alojarse en nuestra casa. Y Zaqueo da el primer paso, desea encontrarse con Jesús. Nosotros también tenemos necesidad de encontrarnos con Jesús, de dar este primer paso, de invitarlo a nuestras vidas, con alegría, con el servicio, para poder escuchar así sus palabras: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

ENTRA EN TU INTERIOR

¿PUEDO CAMBIAR?

Lucas narra el episodio de Zaqueo para que sus lectores descubran mejor lo que pueden esperar de Jesús: el Señor al que invocan y siguen en las comunidades cristianas «ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». No lo han de olvidar.


Al mismo tiempo, su relato de la actuación de Zaqueo ayuda a responder a la pregunta que no pocos llevan en su interior: ¿Todavía puedo cambiar? ¿No es ya demasiado tarde para rehacer una vida que, en buena parte, la he echado a perder? ¿Qué pasos puedo dar?


Zaqueo viene descrito con dos rasgos que definen con precisión su vida. Es «jefe de publicanos» y es «rico». En Jericó todos saben que es un pecador. Un hombre que no sirve a Dios sino al dinero. Su vida, como tantas otras, es poco humana.


Sin embargo, Zaqueo «busca ver a Jesús». No es mera curiosidad. Quiere saber quién es, qué se encierra en este Profeta que tanto atrae a la gente. No es tarea fácil para un hombre instalado en su mundo. Pero éste deseo de Jesús va a cambiar su vida.


El hombre tendrá que superar diferentes obstáculos. Es «bajo de estatura», sobre todo porque su vida no está motivada por ideales muy nobles. La gente es otro impedimento: tendrá que superar prejuicios sociales que le hacen difícil el encuentro personal y responsable con Jesús.


Pero Zaqueo prosigue su búsqueda con sencillez y sinceridad. Corre para adelantarse a la muchedumbre, y se sube a un árbol como un niño. No piensa en su dignidad de hombre importante. Sólo quiere encontrar el momento y el lugar adecuado para entrar en contacto con Jesús. Lo quiere ver.


Es entonces cuando descubre que también Jesús le está buscando a él pues llega hasta aquel lugar, lo busca con la mirada y le dice: "El encuentro será hoy mismo en tu casa de pecador". Zaqueo se baja y lo recibe en su casa lleno de alegría. Hay momentos decisivos en los que Jesús pasa por nuestra vida porque quiere salvar lo que nosotros estamos echando a perder. No los hemos de dejar escapar.


Lucas no describe el encuentro. Sólo habla de la transformación de Zaqueo. Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres.     


Tarde o temprano, todos corremos el riesgo de "instalarnos" en la vida renunciando a cualquier aspiración de vivir con más calidad humana. Los creyentes hemos de saber que un encuentro más auténtico con Jesús puede hacer nuestra vida más humana y, sobre todo, más solidaria.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR


“El hijo de Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido”.

Solo lo que está perdido, necesita ser buscado.

 Solo el que se siente enfermo irá a buscar al médico.

 Solo si te sientes extraviado te dejarás encontrar por él.

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 No se trata de fomentar los sentimientos de culpabilidad.

 Tampoco de sentirse “indigno pecador”.

Se trata de tomar conciencia de la dificultad del camino

 y sentir la necesidad de ayuda para alcanzar la meta.

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 Se trata de sentir la ayuda de Dios desde lo hondo de mi ser.

 Pero también de buscar y aceptar la ayuda de los demás,

 que van un poco por delante y saben por dónde debo caminar.

 Si me empeño en caminar en solitario, me perderé en el camino.

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ORACIÓN

            Gracias, Señor, porque tu Evangelio es tan noticia nueva para los pobres como para los ricos, para los explotados como para los explotadores. Es buena noticia para el hombre, cualquiera que sea la forma de su opresión. Paradójicamente, también el rico es un oprimido, quizá con una opresión mucho más inconsciente y sutil; por eso mismo se hace tan difícil, como repite el mismo Jesús, la conversión en el rico opresor.

            Sé que el encuentro contigo siempre cambia, siempre transforma el corazón del hombre, necesito, Señor, que como en casa de Zaqueo, tu Salvación llegue a mi casa, llegue a mi corazón y fecunde toda mi vida

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes proporcionadas por Cathoolic.net


 
 
 
 
 
 
 

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