“…todo
el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
27
DE OCTUBRE
XXX
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©
Primera
Lectura: Sabiduría 35,12-14.16-18
La
oración del humilde atraviesa las nubes
Salmo
33
Si
el afligido invoca al Señor, él lo escucha
Segunda
Lectura: 2 Timoteo 4,6-8.16-18
Me
está reservada la corona de la justicia
EVANGELIO
DEL DÍA
Lucas
18,9-14
“En aquel tiempo,
dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían
seguros de sí mismos y despreciaban a los demás: -Dos hombres subieron al
templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido,
oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los
demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces
por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se
quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba
el pecho, diciendo: ‘Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste
bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece será
humillado y el que se humilla será enaltecido.”
Versión
para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Y refiriéndose a
algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta
parábola:
"Dos hombres
subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de
pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres,
que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces
por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano,
manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo,
sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy
un pecador!'.
Les aseguro que
este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el
que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
REFLEXIÓN
Desde hace algunos domingos, la Palabra de
Dios nos habla de la importancia de la oración en la vida del cristiano y nos
enseña las cualidades de la oración sincera que surge de la fe.
Jesús
es nuestro maestro y nos enseña a rezar. Él es el modelo, es la persona orante
por excelencia, ya que goza de una comunicación muy próxima con el Padre por el
Espíritu Santo.
Es
el Hijo quien con su oración se dirige a Dios para interceder por todos
nosotros. Por esto, los cristianos, cuando rezamos a Dios lo hacemos en nombre
de Jesús.
Hoy
hemos escuchado al evangelista san Lucas, que es quien más subraya el hecho de
la oración como don del Espíritu Santo. Es el Evangelio en el que más veces
podemos contemplar a Jesús orando. Y es aquí donde el discípulo de Cristo,
contemplándolo y escuchándolo, aprende a rezar.
Y
hoy, más que a la oración de Jesús, asistimos a una enseñanza fundamental en la
vida del cristiano, referida a la vida de oración: la oración auténtica es
confiada, perseverante, llena de amor y de humildad.
Hoy,
precisamente el Evangelio pone el énfasis en la humildad del corazón, virtud
que, a la luz de la gracia de Dios, hace que
nos veamos y nos valoremos tal cual somos, descubriendo nuestras
limitaciones, pero descubriendo también las cualidades que Dios ha depositado
en nosotros. La oración de fe, la oración humilde no consiste en repetir
palabras y decir: “Señor, Señor”, sino en llevar en el corazón la voluntad del
Padre. Jesús decía: “Mi alimento es hacer la voluntad de Dios”.
La
conocida parábola de los dos orantes, el fariseo y el pecador publicano, puede
ser considerada como una síntesis del pensamiento de Jesús acerca del
sentimiento religioso y de lo que constituye una auténtica actitud religiosa.
La
fuerza de la parábola radica en la contraposición de dos actitudes religiosas,
contraposición que subraya cierta radicalidad del mensaje de Jesús. También
podríamos decir que la parábola refleja dos criterios; el criterio de los
hombres y el criterio de Dios, un tema éste favorito en los evangelios
sinópticos, y referido por ejemplo a temas como el amor, el culto, el ayuno, la
justicia etc.
El
fariseo se presenta ante Dios muy seguro de sí mismo, y se presenta con la
carta credencial de sus buenas obras, de sus limosnas, ayunos y oraciones. Por
eso da gracias a Dios: porque no es como las demás personas, porque se
distingue por la santidad, porque ha conseguido, cree él, en vida lo que otros
no llegan ni a vislumbrar. Dios está ciertamente de su lado, porque él es
fuerte, sabe controlarse, domina sus pasiones y no tiene nada que reprocharse.
Y
el caso es, que no podemos decir que el fariseo no fuera sincero; no. El está
convencido de lo que dice. Es santo y se siente santo; y por eso su orgullo es
santo. Era, por ejemplo el orgullo de los judíos ante los paganos a quienes
santamente despreciaban.
La
suya es la santidad de los fuertes, de los que ya no tienen nada que aprender,
de los que lograron la máscara perfecta, esa máscara con la que caminan por la
calle pensando en Dios, pero sin saludar a sus prójimos.
Es
un santo, y por tanto que no se le hable de conversión ni de cambio interior.
Eso es para los pecadores. El está más allá, él es de Dios y sólo escucha lo
que Dios le diga.
Por
eso empieza su oración despreciando a todos los que no son como él: “¡Oh
Dios! Te doy gracias, porque no soy como los demás...”.
Ha
perdido el sentido de la misericordia y del perdón. Por eso Jesús acertó cuando los llamó ,
“ciegos que guían a otros ciegos”.
Da
gracias a Dios y lo hace a partir de su corazón orgulloso, de su cumplimiento
estricto de la ley y los preceptos. Sin embargo, a Dios no le complace esta
actitud. Porque el fariseo cree que tiene el derecho y los méritos suficientes
para ser salvado, Considera a Dios como un contable de virtudes y defectos,
olvidando que la salvación es un don y un regalo de Dios. Y, finalmente, porque
pone la seguridad en sus obras.
El
otro personaje de la parábola es el recaudador de impuestos, el publicano que
aprovecha su puesto oficial al servicio de roma para enriquecerse con la
extorsión de los pobres.
No
es un hombre que acostumbre a rezar ni mucho ni poco. Sabe lo que quiere y no
se preocupa por lo demás. Pero el día que decidió ir al templo para hacer su
oración comprendió que aquello tenía que significar un comienzo de vida nueva y
un cambio radical.
Si
no tenía nada que ofrecer a Dos ni nada de que vanagloriarse como religioso, al
menos se presentaría como era, sin vestido de fiesta, sin esconderse detrás de
una fórmula o de una promesa simulada.
Por
eso este sale del templo justificado y el fariseo no. Salió justificado, porque
se había colocado ante Dios en su justa y exacta posición; simplemente se
mostró como era y desde ese yo pequeño y pecador arrancó su humilde oración.
El
publicano se gana el favor de Dios no porque sea pecador, sino porque reconoce
su pecado y pone su confianza en la bondad y misericordia del Padre que quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. En el
fondo estaba sediento de bondad y amor de Dios.
Esto
debe hacernos pensar y reflexionar sobre nuestra oración. ¿En quién tenemos
puesta nuestra confianza? ¿Somos como el fariseo que se cree autosuficiente
sólo porque cumple? ¿O somos como el publicano que pone la confianza en Dios
porque nos sabemos pecadores, y por eso amados y necesitados de él?.
Sólo
aquel que se acerca dispuesto a recibir al médico de nuestro corazón y del
espíritu, y reconoce con humildad sus limitaciones, puede salir curado de su
condición.
Al
rezar el Padrenuestro pediremos perdón por nuestras culpas y nos
comprometeremos a perdonar a quién nos haya ofendido. Hemos visto como el
fariseo y el publicano fueron simultáneamente al templo a rezar, pero se
sentían distanciados y no formaban comunidad.
El
Señor nos llama hoy y siempre a encontrarnos con Dios y formar una comunidad
que esté unida en la fe, en el amor y en la caridad, superando desigualdades y
creando lazos de unión. Y nos ofrece la Eucaristía como sacramento de amor y de
perdón, como remedio para seguir construyendo comunión cogidos de su mano.
ENTRA EN TU INTERIOR
LA POSTURA JUSTA
Según Lucas, Jesús dirige la parábola del fariseo y el
publicano a algunos que presumen de ser justos ante Dios y desprecian a los
demás. Los dos protagonistas que suben al templo a orar representan dos
actitudes religiosas contrapuestas e irreconciliables. Pero, ¿cuál es la
postura justa y acertada ante Dios? Ésta es la pregunta de fondo.
El fariseo es un observante escrupuloso de la ley y un
practicante fiel de su religión. Se siente seguro en el templo. Ora de pie y
con la cabeza erguida. Su oración es la más hermosa: una plegaria de alabanza y
acción de gracias a Dios. Pero no le da gracias por su grandeza, su bondad o
misericordia, sino por lo bueno y grande que es él mismo.
En seguida se observa algo falso en esta oración. Más
que orar, este hombre se contempla a sí mismo. Se cuenta su propia historia
llena de méritos. Necesita sentirse en regla ante Dios y exhibirse como
superior a los demás.
Este hombre no sabe lo que es orar. No reconoce la
grandeza misteriosa de Dios ni confiesa su propia pequeñez. Buscar a Dios para
enumerar ante él nuestras buenas obras y despreciar a los demás es de
imbéciles. Tras su aparente piedad se esconde una oración "atea".
Este hombre no necesita a Dios. No le pide nada. Se basta a sí mismo.
La oración del publicano es muy diferente. Sabe que su
presencia en el templo es mal vista por todos. Su oficio de recaudador es
odiado y despreciado. No se excusa. Reconoce que es pecador. Sus golpes de
pecho y las pocas palabras que susurra lo dicen todo: «¡Oh Dios!, ten
compasión de este pecador».
Este hombre sabe que no puede vanagloriarse. No tiene
nada que ofrecer a Dios, pero sí mucho que recibir de él: su perdón y su
misericordia. En su oración hay autenticidad. Este hombre es pecador, pero está
en el camino de la verdad.
El fariseo no se ha encontrado con Dios. Este
recaudador, por el contrario, encuentra en seguida la postura correcta ante él:
la actitud del que no tiene nada y lo necesita todo. No se detiene siquiera a
confesar con detalle sus culpas. Se reconoce pecador. De esa conciencia brota
su oración: «Ten compasión de este pecador».
Los dos suben al templo a orar, pero cada uno lleva en
su corazón su imagen de Dios y su modo de relacionarse con él. El fariseo sigue
enredado en una religión legalista: para él lo importante es estar en regla con
Dios y ser más observante que nadie. El recaudador, por el contrario, se abre
al Dios del Amor que predica Jesús: ha aprendido a vivir del perdón, sin
vanagloriarse de nada y sin condenar a nadie.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
SALMO 139
Señor, tú me conoces y me comprendes
que me levante o me siente, Tú lo sabes.
Desde lejos atraviesas lo que pienso
Que camine o que me acueste, Tú lo sabes
mis caminos te son todos familiares.
Aún no asoman las palabras a mi boca
y el Señor las conoce ya completas.
Tú me envuelves por detrás y por delante
Tú has puesto tu mano sobre mí.
¡Prodigio de saber que me desborda
profundidad que no puedo alcanzar¡
¿A dónde iré yo lejos de tu Espíritu?
¿A dónde escaparé lejos de tu Rostro?
Si escalo los cielos, allí estás
si me hundo en el abismo, estás allí.
Si le cojo las alas a la aurora
y me alojo más allá de los mares,
incluso allí, tu mano me conduce
y tu diestra me toma.
Si digo: "que me cubran las tinieblas
y la luz se haga noche sobre mí"
La tiniebla no es tiniebla para Ti
y la noche resplandece como el día.
Eres Tú quien ha formado mis entrañas
quien me ha tejido en el vientre de mi madre.
te doy gracias por tantos misterios
porque soy un milagro, milagro de tus manos.
¡Qué profundos son, Señor, tus pensamientos
qué incalculable tu Sabiduría!
Sondéame, Señor, mira en mi corazón
examina mi alma, comprende mis temores.
Guíame a lo largo del camino
sé mi guardián para la eternidad.
ORACIÓN FINAL
Señor
Dios, que no eres parcial contra el pobre, que escuchas las súplicas del
oprimido y que no desoyes el grito de tu comunidad, envía tu espíritu a
nuestros corazones a fin de que nos presentemos ante ti con un corazón humilde
y sincero.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes
proporcionadas por Catholic.net
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