“Quien quiera ser el primero, que sea el
último
de
todos y el servidor de todos...”
DOMINGO 23 DE SEPTIEMBRE
XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª
Lectura: Sabiduría 2,12.17-20
Salmo
53: “El Señor sostiene mi vida”
2ª
Lectura: Santiago 3,16-4,3
PALABRA DEL DÍA
Marcos 9,30-37
“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon
de la montaña y atravesaron Galilea; no querían que nadie se enterase, porque
iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: -El Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los
tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm, y, una vez en casa, les preguntó: -¿De qué discutíais por
el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era
el más importante. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: -Quien quiera
ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y, acercando
a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: -El que acoge a un
niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a
mí, sino al que me ha enviado”.
REFLEXIÓN
Por segunda
vez, Jesús explica a sus discípulos cómo, de acuerdo con lo anunciado por los
profetas, conforme leemos en la primera lectura del libro de la sabiduría,
tiene que ser entregado en manos de los hombres y morir y resucitar al tercer
día. Quiere salir al paso, de una vez, de las falsas expectativas mesiánicas
que se habían ido creando interesadamente entre el pueblo y entre sus
dirigentes, incluso entre sus discípulos.
Los
discípulos no prestan atención, no escuchan; ellos a lo suyo, a lo que les
preocupa más que nada. Desde el principio han ido forjándose una idea demasiado
interesada del futuro de Jesús y, viendo sus milagros y escuchando sus palabras
y disfrutando de la general buena aceptación del pueblo, ya se veían
compartiendo el éxito popular de Jesús. Lo que les importaba era su papel en el
triunfo, sacar el mejor partido posible, ocupar los primeros puestos. Algunos parecían
ya estar adjudicados como el de Pedro, pero quedaban muchos más. Y de eso
discutían, distraídos, cuando Jesús los vuelve a la realidad con una pregunta: ¿de
qué hablabais por el camino? Y se quedaron callados, avergonzados, sin saber
qué decir. Pero Jesús sí que quiere aclarar las cosas: el que quiere ser el
primero de todos, que sea el último de todos, el servidor de todos.
Lo malo
es que, dos mil años después, los nuevos discípulos de Jesús seguimos como los,
primeros: sin enterarnos, sin tomar en serio el Evangelio, enfrascados en
nuestras cosas, en nuestros intereses, en nuestras pequeñas guerras y diferencias, en un discutible forcejeo por
copar los primeros puestos, títulos, dignidades, prebendas. De nada sirve que
Jesús recomiende acoger a los niños, o sea, los débiles; nosotros nos dedicamos
a acoger y agasajar a los grandes, a los que mandan, a las altas jerarquías eclesiásticas,
civiles, políticas y militares. Ellos representan a Dios. Pero Jesús ha dicho
que Él está en los niños, en los débiles, en los que tienen hambre, en los
pobres, en los enfermos.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
Porque
esa es la cuestión. Aceptar de una vez que mandar, reinar, gobernar, presidir,
dirigir, trabajar… todo es servir. Vivir es servir, o sea, convivir, compartir,
comunicar, consensuar, hacer todo y siempre con todos, entre todos, al servicio
de todos, buscando el bien de todos, sin partidismos, sin nepotismos, sin
discriminaciones, sin chantajes contra nadie, ni ventajas sobre los demás.
Todos iguales, todos hermanos en Cristo que dio su vida para que tengamos vida
y la tengamos sobrada y feliz.
ORACIÓN
A veces, Señor, la pequeñez de mi ser criatura me
parece inadecuada e insuficiente para contener mis grandes deseos. Y hago de
todo para acabar con aquellos a quienes advierto como límites a mi necesidad de
expandirme, de “sentirme grande”: ser más que los otros, recibir más que los
otros, contar más que los otros.
Tú sales al encuentro de esta prepotente necesidad de
sobresalir y me propones ponerla al servicio del amor, haciéndome el último de
todos, el siervo de todos, el más pacífico, el más dócil, el más
misericordioso, acogedor con todos.
Envía de lo alto tu Espíritu de sabiduría, para que haga
de mi vida una obra de paz.
No me cansaré de repetir: “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor
de todos”.
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