martes, 11 de agosto de 2015

15 DE AGOSTO: LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.


“Se llenó Isabel del Espíritu santo y dijo con fuerte voz: ¡”Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”

15 de Agosto
SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA
(PRECEPTO)
1ª Lectura: Apocalipsis 11,19a; 12,1-6.10
Salmo 44: “De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir
2ª Lectura: 1 Corintios 15,20-26
PALABRA DEL DÍA
Lucas 1,-39-56
“En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu santo y dijo con fuerte voz: ¡”Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. María dijo: “Proclama mi alma la grandeza del señor, se alegra mi espíritu en dios, mi salvador; porque ha mirada la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres- a favor de Abrahán y su descendencia por siempre”. María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa”.
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". “
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
REFLEXIÓN
“Declaramos y definimos que es verdad de fe, revelada por Dios, que la inmaculada siempre Virgen María, Madre de Dios, ha sido elevada a la gloria del cielo en cuerpo y alma tras su vida en la tierra”. Con estas solemnes palabras, el 1 de noviembre de 1950, el papa Pío XII proclamaba dogma de fe la Asunción de María: afirmar, pues, que la madre de Jesús, tal como ella fue sobre la tierra, está hoy junto a Dios pertenece, a la fe católica que debemos profesar.
            Y el hecho de que el recuerdo de este misterio haya de hacerse en una celebración festiva debería hacernos comprender la importancia de cuanto afirmamos: lo que hizo Dios con María tras su muerte es motivo hoy de nuestra fiesta cristiana.
            Pero si es fácil captar lo maravilloso que estuvo Dios con María al salvarla de la corrupción del sepulcro y llevarla sin demora consigo al cielo, no lo es tanto vislumbrar qué es lo que ello puede significar para nosotros hoy: ¿qué nos importa a nosotros la suerte de María? ¿De qué nos sirve saberla en el cielo en cuerpo y alma, cuando a nosotros tanto nos pesan aún sobre la tierra el cuerpo y, a veces también, el alma, cuando no vemos salida a la impotencia que sentimos, cuando todos los miembros de muchas familias están en paro, cuando me quitan mi casa, cuando tengo esta enfermedad, este sufrimiento, este dolor intenso? ¿Cuáles pueden ser nuestras razones para celebrar hoy la Asunción de María al cielo?.
            El evangelio hoy, sin mencionar el hecho, nos da, con todo, una pista de solución: lo que hoy motiva nuestra fiesta es el final de una vida que empezó cuando María se atrevió, siendo una niña, a decir sí a Dios y le concedió un lugar en su vida, dejándole un espacio en sus entrañas. A lo largo de su vida, María no dejó de ser madre virgen de Jesús ni dejó de ser sierva obediente de Dios, desde la cuna en Belén, rechazada por sus convecinos, hasta la cruz en Jerusalén, abandonada de los discípulos. María concibió a su hijo en su corazón antes que en sus entrañas.
            María vivió su elección y ejerció su maternidad, manteniéndose siempre fiel al Dios que había engendrado, dado a luz y criado, y cada vez con mayores exigencias y pagando un precio más alto. La Asunción al cielo fue la meta inesperada de la penosa aventura que le procuró el haber tenido al Hijo de Dios como hijo de sus entrañas: la cercanía que mantuvo con Él a lo largo de su vida, que tantas incomprensiones y sufrimientos le deparó, quiso prolongársela Dios, cuando tras su muerte la liberó de la tiniebla y de la corrupción.
            Dios recompensó así a quien había sido por su fe su madre y por su obediencia su sierva. María prestó a Dios su vida y Dios la recuperó para sí, y para siempre, nada más perderla, tras la muerte.
            Quien ha dado algo a Dios, no se verá defraudado. Y María, que había puesto a su disposición no ya cuanto tenía sino, sobre todo y en especial, lo que era, su virginidad, y lo que pretendía ser, su vida familiar, se encontró con la sorpresa de despertarse en su presencia el mismo día de su muerte. Dios, que había sido para María la razón de su vida, Dios, a quien María dedicó toda su existencia, Dios, que se hizo hombre en su vientre, no se dejó ganar en generosidad: la tiene junto a sí, en cuerpo y alma. Y gracias a Dios, la tenemos nosotros ya en el cielo, auxiliándonos en cuerpo y alma.
ENTRA EN TU INTERIOR
RASGOS DE MARÍA
 La visita de María a Isabel le permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.
 María que ha llegado aprisa desde Nazaret se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos posteriormente a partir de advocaciones y títulos más alejados del clima de los evangelios.
 María, «la madre de mi Señor». Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es, antes que nada, la Madre de nuestro Señor. Éste es el punto de partida de toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».

María, la creyente. Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.
 María, la evangelizadora.  María ofrece a todos la salvación de Dios que ha acogido en su propio Hijo. Ésa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no sólo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.
 María, portadora de alegría.  El saludo de María contagia la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera  en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate...el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa     
 José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Todos, y hoy más intensamente que nunca, deseamos vivir, vivir con la dignidad de los hijos de Dios, con un trabajo estable y una vivienda digna donde poder criar y educar a nuestros hijos y darles lo necesario, con los derechos básicos que nos ganamos con nuestro trabajo.
            En María asunta al cielo Dios nos promete que ninguna pena, por pequeña o injusta que sea, dejará de producir gozo, si es vivida en su presencia y no rompe nuestra fidelidad a Él. La vida, este bien tan frágil como menospreciado hoy, no es un callejón sin salida ni puede convertírsenos en un ejercicio continuo de impaciencia, cuando no de desesperación, si recordamos que en su final, si no antes, Él nos espera para recompensar cualquier gesto de bondad realizado y todo esfuerzo de fidelidad.
            Quien, como María, se deja ganar por Dios hoy, ganará a Dios para siempre. Por eso estamos celebrando la Asunción de María: lo que ella goza hoy puede ser mañana nuestro, si hoy hacemos nuestra su entrega a Dios.
            Quiera Dios, que tan estupendo ha sido con María, su sierva, que reconozcamos hoy en la Asunción de María su compromiso de tratarnos a semejanza de ella, si logra que nosotros le tratemos como lo hizo su madre.


ORACIÓN
Señor, me uno a tu inmensa alegría al abrazar a María, cuando llegó al cielo en cuerpo y alma a participar de tu eterna gloria. Vivo con la esperanza de estar contigo y con la Madre, después de mi paso por este valle de lágrimas y de gozo, siguiendo –con tu gracia- su ejemplo de fe, de disponibilidad, de servicio, de amor-
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes de Fano.
 
Imagen para colorear
“El Espíritu nos llama a servir”

 

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