SEGUNDA
SEMANA DE PASCUA
La fe cristiana no es un adoctrinamiento. Cada cristiano
está llamado a vivir personalmente, con
la experiencia de su vida, la verdad universal que manifiesta la Pascua.
Si la resurrección es el centro de nuestra fe, es porque significa el retorno
de la vida. La vida iba a perderse, y hoy se encamina hacia su plena
realización.
Creer en la resurrección es afirmar que alguien –y
alguien de nuestra historia- está “lleno de vida”. Para siempre. Creer que
Cristo está vivo es plantear para cada hombre el sentido de la vida. Pero creer
en la resurrección es aún más. Es experimentar ya en lo secreto de nuestro
corazón que, en Cristo, hemos vencido a las fuerzas de la muerte, aun cuando
sigan aprisionándonos. Victoria para nosotros; sin duda; pero victoria también
para el mundo. Cuando descubrimos con asombro que hemos sido despertados a la
vida sin término, ese nuestro asombro es buena noticia para la tierra entera,
nos convertimos en la conciencia viva de la que ya le ha sido dada sin que la
propia tierra se diese cuenta.
Y no es que liquidemos alegremente el lado trágico de la
existencia. Al igual que el no creyente, nos vemos enfrentados al absurdo,
abocados al sufrimiento y al vacío. Pero creemos humildemente que ya fluye en
nosotros una sangre nueva. Afirmamos que, desde la mañana de Pascua, hemos
nacido a una vida nueva: “¡El mundo antiguo ha pasado, y ha nacido un mundo
nuevo!”. Creer en la resurrección es apasionarse por la vida. Creer en Jesús es
descubrir todo el amor a la vida que Jesús manifestó en sus palabras y obras.
Es creer en el mundo y hacer lo posible para que el mundo alcance su fin. Creer
en la resurrección es descubrir el poder de la vida que Dios nos hace
experimentar, nuestra vida no camina hacia su perdición: “estad vivos,
auténticamente vivos”, dice Dios. Si creemos en la vida es porque hemos
descubierto en la resurrección de Jesús que el secreto tenebroso del mundo es
la palpitación de un corazón que ama: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su
Hijo único”.
“Señor mío y Dios mío…”
12 DE ABRIL
SEGUNDO
DOMINGO DE PASCUA
DOMINGO DE LA
DIVINA MISERICORDIA
SE ANUNCIA EL
AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA
1ª Lectura:
Hechos 4,32-35
Todos
pensaban y sentían lo mismo.
Salmo 117
Dad gracias
al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Segunda
Lectura: 1 Juan 5,1-6
Todo lo que
ha nacido de Dios vence al mundo.
PALABRA DEL
DÍA
Juan 20,19-31
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban
los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y
en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo
esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegrías al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y
los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó:
“Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el
agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho
días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús,
estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego
dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y
Dios mío!” Jesús le dijo: “¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los, que
crean sin haber visto”. Muchos otros signos, que no están escritos en este
libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que
creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis
vida en su nombre.”
Versión para
América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana,
estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por
temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo:
"¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como
el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban
el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los
perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba
con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al
Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus
manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado,
no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos
en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas
las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con
ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis
manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo,
sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus
discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es
el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.”
REFLEXIÓN
La gran palabra, la buena noticia que nos transmite la Iglesia en este
segundo domingo de Pascua, es que Jesús se hizo y se hace presente en medio de
sus discípulos.
El día de la Pascua nos fijamos más en la resurrección
misma de Jesús y su existencia junto al Padre. El que estaba muerto vive junto
a Dios y en Dios mismo. Todo fue obra del Espíritu vivificante.
Hoy nos fijamos en la presencia de Jesús en nosotros.
Resucitó no sólo para él mismo, sino
para nosotros y por nosotros. Si murió por nosotros, paras redimirnos del
pecado y de la muerte, resucitó para llenarnos de vida y contagiarnos de
inmortalidad.
No se desentendió de nosotros. Podía haberlo hecho por lo
mal que le tratamos. Pero su amor es eterno, supera los tiempos, las
distancias, los obstáculos, las debilidades y las infidelidades. Las ovejas se
dispersaron en el día de la tempestad cruel y sangrienta, pero el buen Pastor
saldrá de nuevo en su busca.
Será tarea del resucitado encender la fe de los
discípulos, unirles en comunión, llenarles de la fuerza y el gozo del Espíritu
y convertirles en testigos y misioneros de su resurrección.
Hoy es también Domingo de la fe. No les fue fácil creer a
los discípulos que habían contemplado la ignominia, la debilidad y la muerte de
aquel en quien habían imaginado como el Mesías de la gloria. De la posible
resurrección no tenían ni idea ni esperanza. “Los vivos son los que te alaban”
(Is 38,19) si acaso podían tener una ligera esperanza de la resurrección final
de los justos, como decía Marta: “sé que resucitará en el último día, en la
resurrección” (Jn 11,24).
Para que sus discípulos y discípulas creyeran Jesús
resucitado se dejó ver, salió a su encuentro, se puso en medio, les explicó el
sentido de las Escrituras, partió con ellos el pan, les echó en cara su falta
de fe.
Son distintas experiencias pascuales, que no hay que
interpretar de manera estrictamente corporal. Todas coinciden en que han
experimentado la presencia viva de Jesús, se han encontrado con Jesús. Él ha
penetrado en sus inteligencias y en sus
corazones, ha tocado lo más hondo de su ser. Por eso empezarán a ser hombres
nuevos. A Jesús ya no lo verán cerca, pero lo vivirán dentro.
Pablo, a quien se debe el relato de las primeras
experiencias pascuales, es un ejemplo deslumbrante de esta transformación. Él
nos la describe apasionadamente.
La fe pascual brota
siempre de este encuentro con Jesús resucitado; y él toma siempre la
iniciativa, como vemos en Pablo y en todas las apariciones del Señor. Por eso
cuando hablamos de la fe pascual, no pensamos en un dogma, sino en un
acontecimiento.
Pero la comunidad necesita del perdón, que es hijo de la
caridad. Jesús resucitado es comprensivo y perdona; incluso inaugura la cultura
del perdón: A quienes perdonéis… Es el triunfo de la misericordia.
Hoy es el Domingo del perdón y de la misericordia. Porque
Cristo resucitado perdonó a sus amigos y a sus enemigos. No tomó venganzas ni
impuso penitencias, si acaso penitencias de amor y exigencias de fe. Porque
Cristo resucitado esponjó nuestro corazón en el ungüento de la compasión y la
ternura. Porque Cristo resucitado nos capacitó y enseñó a perdonar. Porque
Cristo resucitado estableció un sacramento específico de la misericordia.
ENTRA EN TU
INTERIOR
NO SEAS
INCRÉDULO SINO CREYENTE
La figura de Tomás como discípulo que se resiste a creer ha sido muy
popular entre los cristianos. Sin embargo, el relato evangélico dice mucho más
de este discípulo escéptico. Jesús resucitado se dirige a él con unas palabras
que tienen mucho de llamada apremiante, pero también de invitación amorosa: «No
seas incrédulo, sino creyente». Tomás, que lleva una semana resistiéndose a
creer, responde a Jesús con la confesión de fe más solemne que podemos leer en
los evangelios: «Señor mío y Dios mío».
¿Qué ha experimentado este discípulo en Jesús resucitado? ¿Qué es lo que ha transformado al hombre
hasta entonces dubitativo y vacilante? ¿Qué recorrido interior le ha llevado
del escepticismo hasta la confianza? Lo sorprendente es que, según el relato,
Tomás renuncia a verificar la verdad de la resurrección tocando las heridas de
Jesús. Lo que le abre a la fe es Jesús mismo con su invitación.
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos
hecho más escépticos, pero también más frágiles. Nos hemos hecho más críticos,
pero también más inseguros. Cada uno hemos de decidir cómo queremos vivir y
cómo queremos morir. Cada uno hemos de responder a esa llamada que, tarde o
temprano, de forma inesperada o como fruto de un proceso interior, nos puede
llegar de Jesús: «No seas incrédulo, sino creyente».
Tal vez, necesitamos despertar más nuestro deseo de verdad. Desarrollar
esa sensibilidad interior que todos tenemos para percibir, más allá de lo
visible y lo tangible, la presencia del Misterio que sostiene nuestras vidas. Ya
no es posible vivir como personas que lo saben todo. No es verdad. Todos,
creyentes y no creyentes, ateos y agnósticos, caminamos por la vida envueltos
en tinieblas. Como dice Pablo de Tarso, a Dios lo buscamos «a tientas».
¿Por qué no enfrentarnos al misterio de la vida y de la muerte confiando
en el Amor como última Realidad de todo? Ésta es la invitación decisiva de
Jesús. Más de un creyente siente hoy que su fe se ha ido convirtiendo en algo
cada vez más irreal y menos fundamentado. No lo sé. Tal vez, ahora que no
podemos ya apoyar nuestra fe en falsas seguridades, estamos aprendiendo a
buscar a Dios con un corazón más humilde y sincero.
No hemos de olvidar que una persona que busca y desea sinceramente creer,
para Dios es ya creyente. Muchas veces, no es posible hacer mucho más. Y Dios,
que comprende nuestra impotencia y debilidad, tiene sus caminos para
encontrarse con cada uno y ofrecerle su salvación.
José Antonio Pagola
ORA EN TU
INTERIOR
Tomás quería meter el dedo en el agujero de los clavos y la mano en la
herida del costado. Las llagas son, no solamente un piadoso memorial de la
Pascua del Señor, sino un argumento de fe, la prueba más convincente de la
verdad, y son urgencias de amor.
• Memorial de la Pasión.
Actualizan los
sufrimientos del Mesías, pero, sobre todo, actualizan la grandeza salvadora de
su amor. En sus llagas fuimos curados, nos dice Isaías 53,4-5. Cargó con
nuestras dolencias y nuestros pecados. A través de sus llagas podemos asomarnos
al misterio del amor misericordioso de Dios. Dentro de tus llagas escóndeme.
Lo mismo que él cargó
con nuestras dolencias y nuestros pecados, ¿seríamos capaces nosotros de cargar
con los sufrimientos y los dolores de los hermanos?.
• Argumentos de fe.
Parece que lo que
convenció a Tomás fueron las llagas. Palpando creyó, confesó, se entregó. No se
fiaba de palabras ni de experiencias ajenas. Tenía que quemarse, quemar sus
dudas en las hogueras del que fue crucificado. Por eso, hoy se necesitan más
testigos que maestros, porque hemos llegado a tal punto de increencia que sólo
las llagas pueden convencer.
·
Urgencia de amor.
Jesús nos amó hasta la
sangre. Pero, “todavía no habéis llegado a la sangre de vuestra pelea contra el
pecado” (Heb 12,4); ni hemos llegado a la sangre en la pelea contra la injusticia
o en el combate por la paz, ni hemos llegado a la sangre en el ministerio de la
caridad.
ORACIÓN FINAL
Que la alegría de esta
Pascua no se quede en meras palabras o solamente en los ritos. Que esa alegría
florezca en un despertar del espíritu comunitario en cada uno de nuestros
hogares, siendo servidores los unos de los otros.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes de
Fano y de Catholic.net
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