lunes, 20 de abril de 2015

26 DE ABRIL: CUARTO DOMINGO DE PASCUA.



CUARTA SEMANA DE PASCUA
            La resurrección es el mundo al revés, aunque habría que decir que es el mundo al derecho si no tuviéramos necesidad de efectuar un continuo cambio de nuestras perspectivas. Cristo va delante y nos precede en el camino, conduciendo la historia de los hombres hasta la tierra de Dios. Nadie tiene acceso al Padre si no pasa por la Puerta del reino que su Palabra construye. Los que le siguen han de aprender a reorientar su vida. Si la resurrección canta nuestra victoria, también expresa la nueva Ley de nuestra existencia.
            Y es que no tenemos que hacer ni más ni menos que imitar al Pastor que nos guía. San Pablo resume todo el dinamismo de la resurrección cuando escribe a las primeras comunidades: “Sois hijos de la luz; convertíos en hijos de la luz”.
            La “moral” de la resurrección es, antes que nada, afirmación de la salvación: pertenecéis a Cristo, y nadie puede arrancar de sus manos a aquellos que el Padre le ha entregado. La luz vino al mundo para que quien crea en ella no siga en las tinieblas: la Ley nueva es iluminación y gracia.
            Pero es también aprendizaje en la escuela de aquel que no reivindicó para sí el rango que le hacía igual a Dios. No hay más que un cristiano: Cristo. Sólo él vivió la exigencia del amor hasta el extremo, porque él es el amor. Sólo él puede pretender ser el Camino, porque él trazó, en la sangre y en la confianza, el camino que, a través del Gólgota, asciende hasta el jardín de la Pascua.
            “Seréis como dioses”, había susurrado la serpiente en el jardín del edén. Y el hombre, presa del vértigo, creyó semejante mentira y se vio arrastrado al polvo. El que, en la paciencia y en la oración, trate de conformar su vida de acuerdo con la Palabra de Dios, el que trate de imitar los rasgos del divino Rostro, ése oirá cómo se le dice: “Hace mucho tiempo que yo estoy contigo; desde siempre eres como Dios”. He ahí el cambio total del mundo y la nueva Ley.

 



“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas..."

26 DE ABRIL
CUARTO DOMINGO DE PASCUA
JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
JORNADA Y COLECTA DE VOCACIONES NATIVAS
1ª Lectura: Hechos 4,8-12
Ningún otro puede salvar.
Salmo 117
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
2ª Lectura: 1 Juan 3,1-2
Veremos a Dios tal cual es.
EVANGELIO DEL DÍA
Juan 10,11-18
“En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son  de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.
Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí
-como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".
REFLEXIÓN
La vida necesita ser pastoreada. Se encuentra con muchos peligros, recibe muchas heridas y escoge caminos equivocados. Necesita un pastor que la defienda y oriente, que la cure y la cultive. Para eso ha venido Cristo, amigo y Señor de la vida.
           Vino para defenderla. Jesús es la vida y la defiende. Trae medicinas para curar sus heridas. La vida se defiende con el amor. Sus medicinas tienen componentes de amor. Por eso el que no ama está muerto. El que se alimenta de amor vive no muere.
            Vino para aumentarla. Vino para que tengamos más vida. Nos aporta un plus de vida. Pero la vida aumenta cuando se entrega –el que la guarda, la pierde-, la vida crece en la medida en que la damos.
            Vino para eternizarla. Que la vida no muera. Él trajo una medicina de inmortalidad. Para eso había que vencer la muerte. Y para vencer la muerte había que morir. Por eso entregó su vida Jesús, para quitar a la muerte su veneno y convertirla en aliada de la vida. Entregó su vida para que viviéramos en plenitud y para siempre, haciéndonos partícipes de su vida divina.
            Estas medicinas de amor y de vida se concentran en la Eucaristía. Jesús nos invita a comer el pan de la vida. El que come su pan vivirá para siempre. La Eucaristía resulta ser defensa y alimento. Pero la Eucaristía es también entrega hasta la muerte. Y es precisamente esa muerte por amor la que nos salva de la muerte.
El evangelio de este cuarto domingo de Pascua insiste en que Jesús, buen pastor, da la vida por las ovejas, que la entrega libremente. Si queremos imitar a Cristo, tener las actitudes de Cristo pastor, tenemos que ser capaces de amar hasta la muerte. No pensemos en una nueva crucifixión, sino en no vivir para nosotros, en gastar nuestra vida por los demás, en que amemos a las ovejas más que a nosotros mismos. Como Jesús, que se daba todo. ”Recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñaba en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ellas, porque estaban extraviadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,35-36). He aquí un buen resumen de la actividad pastoral de Jesús.
ENTRA EN TU INTERIOR
ACERCARNOS Y CONOCERNOS
Cuando entre los primeros cristianos comenzaron los conflictos y disensiones entre grupos y líderes diferentes, alguien sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de Jesús, sólo él es el Pastor bueno. No un pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.
Esta bella imagen de Jesús, Pastor bueno, es una llamada a la conversión, dirigida a quienes pueden reivindicar el título de «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que se parece a Jesús, sólo piensa en sus ovejas, no «huye» ante los problemas, no las «abandona». Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien.
Al mismo tiempo, esta imagen es una llamada a la comunión fraterna entre todos. El Buen Pastor «conoce» a sus ovejas y las ovejas le «conocen» a él. Sólo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy en la Iglesia.
En estos momentos no fáciles para la fe, necesitamos como nunca aunar fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y líneas maestras de actuación para saber en qué dirección hemos de caminar de manera creativa hacia el futuro.
Sin embargo, no es esto lo que está sucediendo. Se hacen algunas llamadas convencionales a vivir en comunión, pero no estamos dando pasos para crear un clima de escucha mutua y diálogo. Al contrario, crecen las descalificaciones y disensiones entre obispos y teólogos; entre teólogos de diferentes tendencias; entre movimientos y comunidades de diverso signo; entre grupos y «blogs» de todo género…
Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo sigue creciendo el distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se diría que viven dos mundos diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las «ovejas» apenas se conocen. A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar con las necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles la orientación y el aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.
Sólo creyentes, llenos del Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde que tanto necesitamos.
                                     José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
Mirad qué amor. A través de estos rasgos que nos ofrece el evangelio de Jesús podemos descubrir la profundidad y grandeza de su amor. Es un amor responsable y delicado, que conoce a las ovejas por su nombre, se preocupa de ellas y las cuida según sus necesidades. Es un amor valiente y poderoso, que defiende a las ovejas de los lobos, aun poniendo en riesgo su vida. Es un amor abierto y universal, no un grupo selecto de ovejas, sino que desea hacer de su redil casa de comunión para todos. Es un amor amistoso y fiel, que busca la empatía, la intimidad, que sabe comprender y perdonar. Es un amor generoso y entregado, hasta darlo todo, hasta darse del todo, hasta hacerse alimento para su rebaño. Y es un amor misterioso, que libra de la muerte.
            El rebaño de Cristo no se reduce a un pueblo, por muy escogido que sea. Todos los pueblos son escogidos y amados de Dios. El verdadero pueblo escogido, llamado a formar parte del rebaño amado, son los que se abren a la fe, sean de la nación que sean.
            Las ovejas preferidas son las que se encuentran más vejadas y abatidas, las más pobres y más necesitadas, las más débiles y pequeñas, las que más sufren, todo ese mundo doliente. ¡Son tantas las ovejas que se encuentran solas, que no tienen pastor, que están a merced de los lobos!.
            Puedes hacer una lista de las ovejas más necesitadas, quizá puedas ponerles hasta rostro a muchas de ellas:
          Los niños: Son tantos los niños sin familia ni protección…
          Los ancianos: Cada vez más numerosos en el mundo rico, pero menos valorados y más solos…
          Los enfermos: El mundo del dolor, en el cuerpo o en el alma. No tiene medida. ¡Cuánto miedo, cuanta agonía, cuanta cruz!…
          Los jóvenes: Desorientados, descarriados muchos, desatendidos…
          Los inmigrantes: Un éxodo dramático, se les cierran las puertas y se le alzan las vallas…
Podríamos hablar de muchas más ovejas que no son de este redil y que hay que atraer, ¡buena reflexión para este domingo!.
 
ORACIÓN FINAL
            Pero también, Señor, hacen falta más pastores, más pastores conforme a tu corazón. Tú te vales de muchas maneras para llamar. Puede ser una palabra, una mirada, una seducción: puede ser una luz o un sentimiento interior, algo que no se pasa, algo que te empuja; puede ser un ejemplo, una experiencia de vida. Basta con que sepa verla, sentirla.
            Señor, sé que sigues llamando, sé que me llamas porque me quieres y me valoras, tu Reino, tu Iglesia es grande, hay muchos servicios que realizar. Señor, si me llamas, haz que no dude. Si me llamas, pon en mi boca y en mi corazón una palabra de agradecimiento, no una queja, o una carga, sino un don. Amén.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano
 


Imagen proporcionada por Catholic.net

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