miércoles, 5 de junio de 2013

DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO



“Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.

9 DE JUNIO

DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO

1ª Lectura: Reyes 17,17-24

Salmo 29: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”.

2ª Lectura: Gálatas 1,11-19

PALABRA DEL DÍA

Lucas 7,11-17

“En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el señor, le dio lástima y le dijo:

-No llores.

Se acercó a ataúd, lo toco (los que lo llevaban se pararon) y dijo:

-¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos, daban gloria a dios, diciendo:

-Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.

La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera”.

Versión para Latinoamérica extraída de la biblia del Pueblo de Dios

“Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado Naín, y con él iban sus discípulos y un buen número de personas.

Cuando llegó a la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único de su madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba.

Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»

Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: «Joven, yo te lo mando, levántate.»

Se incorporó el muerto inmediatamente y se puso a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.

Un santo temor se apoderó de todos y alababan a Dios, diciendo: «Es un gran profeta el que nos ha llegado. Dios ha visitado a su pueblo.»

Lo mismo se rumoreaba de él en todo el país judío y en sus alrededores”.

REFLEXIÓN

            El hecho de que la liturgia recoja en el mismo día 1 Re 17 y Lc 7 con la narración de la vuelta a la vida de dos muchachos permite comprender que Lucas se ha inspirado en los relatos de Elías y Eliseo a la hora de ofrecernos el relato de hoy.

            Las narraciones son semejantes, pero interesa captar los matices de avance que recoge el evangelio. Elías ora por la salud del muchacho difunto porque él no es Dios. Jesús y la autoridad con que se dirige al muchacho difunto revela que no es un rabino más ni cualquiera. Es el Mesías, el Hijo de Dios y el Señor de la vida y de la muerte. Así lo percibe la gente  cuando ven al muchacho vivo: “Un gran Profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo”.

            Compartir la vida con los desfavorecidos exige conversión personal, pobreza voluntaria y abandonar el mesianismo fácil. Los pobres, vistos en el roce de cada día, son egoístas, como cada uno de nosotros. El creyente discípulo de Cristo Jesús debe saber que la lógica del reino no responde ni a la revolución política de los estrategas, ni a las expectativas de los pobres. Los criterios son los de Jesús; las soluciones prácticas dependen de la cabeza de ese creyente.



ENTRA EN TU INTERIOR

El sufrimiento ha de ser tomado en serio.

Jesús llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho muy triste. Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un gran gentío. De la aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una madre viuda, acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo. En pocas palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es una viuda, sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada por los varones. Le quedaba solo un hijo, pero también éste acaba de morir. La mujer no dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?

El encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la Buena Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, “el Señor la miró, se conmovió y le dijo: No llores”. Es difícil describir mejor al Profeta de la compasión de Dios.

No conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y soledad, y se conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer le llega hasta dentro. Su reacción es inmediata: “No llores”. Jesús no puede ver a nadie llorando. Necesita intervenir.
 
No lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al muerto: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Cuando el joven se reincorpora y comienza a hablar, Jesús “lo entrega a su madre” para que deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.

Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.

En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.

Esta compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de poder, todo se tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se funciona como si no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las comunidades de Jesús se tiene que escuchar un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado socialmente como algo normal pues es inaceptable para Dios. Él no quiere ver a nadie llorando
José Antonio Pagola

 

ORA EN TU INTERIOR

            En medio de nuestras miserias descubrimos que Dios estuvo y está siempre con nosotros. Por eso los “enviudados”, de vidas derrumbadas, son los predilectos de Dios, los que mejor saben descubrirle y amarle.

            Es precisamente de entre las ruinas de necesidades vanas y deseos frágiles desde donde  descubrimos a Dios, como por sorpresa. Él nos dice que no lloremos, toca nuestras miserias esparcidas por el suelo y hace nacer nueva vida en nosotros, de nuestros escombros.

ORACIÓN


            Padre de misericordia, que la fuerza curativa de tu Espíritu en este sacramento cure nuestras maldades y nos conduzca por el camino del bien. Por Jesucristo, nuestro señor.
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes proporcionadas por Catholic.net
 

 

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