“Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su
pueblo”.
9 DE JUNIO
DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª Lectura: Reyes 17,17-24
Salmo 29: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”.
2ª Lectura: Gálatas 1,11-19
PALABRA DEL DÍA
Lucas 7,11-17
“En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad
llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó
que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un
gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el señor, le dio lástima y le dijo:
-No llores.
Se acercó a ataúd, lo toco (los que lo llevaban se
pararon) y dijo:
-¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo
entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a dios, diciendo:
-Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha
visitado a su pueblo.
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y
por Judea entera”.
Versión para Latinoamérica extraída
de la biblia del Pueblo de Dios
“Jesús
se dirigió poco después a un pueblo llamado Naín, y con él iban sus discípulos
y un buen número de personas.
Cuando
llegó a la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único
de su madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba.
Al
verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»
Después
se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús
entonces: «Joven, yo te lo mando, levántate.»
Se
incorporó el muerto inmediatamente y se puso a hablar. Y Jesús se lo entregó a
su madre.
Un
santo temor se apoderó de todos y alababan a Dios, diciendo: «Es un gran
profeta el que nos ha llegado. Dios ha visitado a su pueblo.»
Lo
mismo se rumoreaba de él en todo el país judío y en sus alrededores”.
REFLEXIÓN
El
hecho de que la liturgia recoja en el mismo día 1 Re 17 y Lc 7 con la narración
de la vuelta a la vida de dos muchachos permite comprender que Lucas se ha
inspirado en los relatos de Elías y Eliseo a la hora de ofrecernos el relato de
hoy.
Las
narraciones son semejantes, pero interesa captar los matices de avance que
recoge el evangelio. Elías ora por la salud del muchacho difunto porque él no
es Dios. Jesús y la autoridad con que se dirige al muchacho difunto revela que
no es un rabino más ni cualquiera. Es el Mesías, el Hijo de Dios y el Señor de
la vida y de la muerte. Así lo percibe la gente cuando ven al muchacho vivo: “Un gran
Profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo”.
Compartir
la vida con los desfavorecidos exige conversión personal, pobreza voluntaria y
abandonar el mesianismo fácil. Los pobres, vistos en el roce de cada día, son
egoístas, como cada uno de nosotros. El creyente discípulo de Cristo Jesús debe
saber que la lógica del reino no responde ni a la revolución política de los estrategas,
ni a las expectativas de los pobres. Los criterios son los de Jesús; las
soluciones prácticas dependen de la cabeza de ese creyente.
ENTRA EN TU INTERIOR
El sufrimiento ha de ser
tomado en serio.
Jesús
llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho muy triste.
Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un gran gentío. De la
aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una madre viuda,
acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo. En pocas
palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es una viuda,
sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada por los
varones. Le quedaba solo un hijo, pero también éste acaba de morir. La mujer no
dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?
El
encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la Buena
Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, “el Señor la miró, se
conmovió y le dijo: No llores”. Es difícil describir mejor al Profeta de la
compasión de Dios.
No
conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y soledad, y se
conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer le llega hasta
dentro. Su reacción es inmediata: “No llores”. Jesús no puede ver a nadie
llorando. Necesita intervenir.
No
lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al
muerto: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Cuando el joven se reincorpora
y comienza a hablar, Jesús “lo entrega a su madre” para que deje de llorar. De
nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.
Todo parece sencillo. El
relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús.
Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de
compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la
compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.
En
la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida
propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción
sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige
justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos como vuestro Padre es
compasivo”.
Esta
compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de poder, todo se
tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se funciona como si
no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las comunidades de Jesús se tiene que
escuchar un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha
de ser tomado en serio; no puede ser aceptado socialmente como algo normal pues
es inaceptable para Dios. Él no quiere ver a nadie llorando
ORA EN TU INTERIOR
En medio de nuestras miserias descubrimos que Dios estuvo
y está siempre con nosotros. Por eso los “enviudados”, de vidas derrumbadas,
son los predilectos de Dios, los que mejor saben descubrirle y amarle.
Es precisamente
de entre las ruinas de necesidades vanas y deseos frágiles desde donde descubrimos a Dios, como por sorpresa. Él nos
dice que no lloremos, toca nuestras miserias esparcidas por el suelo y hace
nacer nueva vida en nosotros, de nuestros escombros.
ORACIÓN
Padre de misericordia, que la fuerza curativa de tu
Espíritu en este sacramento cure nuestras maldades y nos conduzca por el camino
del bien. Por Jesucristo, nuestro señor.
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes proporcionadas por Catholic.net
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