“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue
con su cruz cada día y se venga conmigo…”
23 DE JUNIO
XII DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO ©
1ª Lectura: Zacarías 12,10-11
Salmo 3: “Mi alma está sedienta de ti, Señor,
Dios mío”
2ª Lectura: Gálatas 3,26-29
PALABRA DEL DÍA
Lucas 9,18-24
“Una vez
que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
-¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos contestaron: -Unos que Juan Bautista,
otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos
profetas. Él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la
palabra y le dijo: -El Mesías de Dios. Él les prohibió terminantemente
decírselo a nadie. Y añadió: -El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser
desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y
resucitar al tercer día. Y, dirigiéndose a todos, dijo: -El que quiera
seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga
conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su
vida por mí causa, la salvará”.
Versión para
Latinoamérica extraída de la
Biblia del Pueblo de Dios
“Un día
Jesús se había apartado un poco para orar, pero sus discípulos estaban con él.
Entonces les preguntó: «Según el parecer de la gente, ¿quién soy yo?»Ellos
contestaron: «Unos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías, y otros que
eres alguno de los profetas antiguos que ha resucitado.»Entonces les preguntó:
«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Cristo de
Dios.»Jesús les hizo esta advertencia: «No se lo digan a nadie». Y les decía:
«El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades
judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo condenarán a
muerte, pero tres días después resucitará.»También Jesús decía a toda la gente:
«Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de
cada día y que me siga. Les digo: el que
quiera salvarse a sí mismo, se perderá; y el que pierda su vida por causa mía,
se salvará”.
REFLEXIÓN
Las
reflexiones de los domingos anteriores nos han preparado para acercarnos a la
página evangélica de hoy, una de las más importantes de todo el Nuevo
Testamento y verdadero eje central de los evangelios sinópticos.
Jesús
se ha ido revelando a través de signos que ponían de manifiesto la presencia
del Reino de Dios en el mundo. Hoy el velo revelador se despliega casi
totalmente ante la pregunta directa que hace el mismo Jesús: Qué pensáis de mí.
Pregunta que lleva como contrapartida la pregunta indirecta: Cómo deben ser mis
discípulos…
Una
mejor comprensión del evangelio de hoy nos obliga a tener en cuenta la versión
que del mismo hecho hace Marcos (8,27-35), versión que parece haber sido
suavizada por Lucas, según su costumbre.
Mientras
Jesús se diría hacia la ciudad de Cesarea de Filipo, ciudad construida en el
nacimiento del Jordán como homenaje del rey Filipo al césar, Jesús, creyó
oportuno hacerles a los discípulos la gran pregunta: Qué pensaban de él.
La
proximidad de la ciudad levantada en homenaje al dominador extranjero del
pueblo judío, con sus templos paganos y su estilo de vida tan opuesto al ideal
judío, parecía casi insinuar la pregunta y poner sobre el tapete la cuestión
del Mesías.
¿Hasta
cuándo el pueblo de Dios continuaría dominado bajo el yugo romano? ¿Es que Dios
se había olvidado de los suyos? ¿No había venido ya Juan, cual nuevo Elías,
preparando el camino del Enviado de Dios? ¿No tenía Jesús todas las apariencias
y toda la popularidad necesaria como para iniciar la guerra santa y poner en
marcha los tiempos mesiánicos?
Pero
la pregunta que Jesús hace a sus discípulos es, de alguna manera, la pregunta
que siempre hizo la Iglesia
mirando a su alrededor: ¿Qué se piensa en el mundo sobre Cristo? ¿Cómo lo ven
los demás pueblos? ¿Qué se opina de él en un país cristiano por tradición?
Una
vez que le dice a Jesús lo que la gente pensaba de él, viene la pregunta
directa y la que a Jesús le interesa realmente: “Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo?”.
Es
la gran pregunta que tarde o temprano ha de escuchar la misma Iglesia y cada
cristiano. Porque puede suceder que sigamos a Jesús sin saber a quién seguimos,
o que llevemos su nombre sin saber qué significa ese nombre y ese hombre.
En
efecto, con sinceridad, ¿quién es Jesús para nosotros? ¿Qué esperamos de él?
¿Qué nos impulsa a escuchar su palabra, bautizar a nuestros hijos o celebrar
fiestas en su honor?
Y
se levanta Pedro, la expresión de una fe aún incipiente e inmadura, quien
responde más con el corazón que con los labios: Tú eres “el Mesías de Dios”.
El
Mesías que responde al designio de Dios está señalado por dos características:
el dolor y el rechazo. No sólo sufrirá mucho, sino que sentirá en carne propia
el rechazo de los suyos y la oposición de esa misma gente que se dice religiosa
y que ocupa altos cargos en la nación.
ENTRA EN TU INTERIOR
¿CREEMOS EN JESÚS?
Las primeras
generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico
como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición
era certera. Sabían que la
Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que
un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesarea de Filipo:
«Vosotros, quién decís que soy yo?»
Si en las comunidades
cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No
acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos
atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su
Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.
No son tiempos fáciles
los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación
nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad.
Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y
hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?
Nosotros confesamos,
como Pedro, que Jesús es el "Mesías de Dios", el Enviado del Padre.
Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos
los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios?
¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?
Lo confesamos también
"Hijo de Dios". Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a
confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir
un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras
comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo
y comunicarlo como una gran noticia para todos?
Llamamos a Jesús
"Salvador" porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar
nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y
definitiva salvación. ¿Es ésta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es
ésta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?
Confesamos a Jesús como
nuestro único "Señor". No queremos tener otros señores ni someternos
a ídolos falsos. Pero, ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿le
damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿lo ponemos por encima de todo
y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?
La gran tarea de los
cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la
centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.
José
Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
No hay nada más
humillante que nos carguen con una cruz. Por eso Jesús dice: Que no te la
carguen, tómala tú mismo. La cruz es un modo de afrontar la vida, y ese modo
debe ser aceptado desde el corazón. Tomar la cruz es preguntarse cada día: ¿en
qué puedo servir a mi hermano? ¿Cómo puedo engendrar vida en quien la necesita?
Hay quienes se aferran
de tal modo a sí mismos, que salvar su vida es lo único que les importa. Todo
es pensado y vivido en función de su egoísmo. Para Cristo, ese hombre está
perdido, es un pobre hombre.
Esta es la cruz del
cristiano: la que él mismo elige como forma de vida. El debe buscarla y
asumirla. Si se la imponen es un esclavo cristiano…, esclavo, al fin. Si no la
toma, es esclavo de sí mismo.
Si la toma, morirá en
ella. Morirá como hombre libre. Por eso vivirá. Esta es la gran paradoja.
ORACIÓN
Señor,
nosotros sabemos que tú eres el Cristo sufriente que da la vida por la
salvación de los hombres, y queremos ser los testigos de tu amor en esta
sociedad en la que estamos encarnados.
Expliquemos el
Evangelio a los niños.
Imágenes proporcionadas
por Catholic. net
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