martes, 28 de mayo de 2013

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR


“Dadles vosotros de comer”.

2 de Junio
SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO
Y SANGRE DEL SEÑOR
(DÍA NACIONAL DE CARIDAD)
1ª Lectura: Génesis 14,18-20
Salmo 109: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
2ª Lectura: 1 Corintios 11,23-26
PALABRA DEL DÍA
Lc 9,11-17
“Jesús se puso a hablar a la gente del reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle: “Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado”. Él le contestó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comparar de comer para todo este gentío”. (Porque eran unos cinco mil hombres). Jesús dijo a sus discípulos: “Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta”. Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos, para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos”.
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios


“Pero la gente lo supo y partieron tras él. Jesús los acogió y volvió a hablarles del Reino de Dios mientras devolvía la salud a los que necesitaban ser atendidos.
El día comenzaba a declinar. Los Doce se acercaron para decirle: «Despide a la gente para que se busquen alojamiento y comida en las aldeas y pueblecitos de los alrededores, porque aquí estamos lejos de todo.»
Jesús les contestó: «Denles ustedes mismos de comer.» Ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados. ¿O desearías, tal vez, que vayamos nosotros a comprar alimentos para todo este gentío?»
De hecho había unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: «Hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta.»
Así lo hicieron los discípulos, y todos se sentaron.
Jesús entonces tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los entregó a sus discípulos para que los distribuyeran a la gente.
Todos comieron hasta saciarse. Después se recogieron los pedazos que habían sobrado, y llenaron doce canastos”.

REFLEXIÓN
                Celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor. Y lo hacemos con reconocimiento y gratitud inmensa. Celebramos el misterio de nuestra salvación. La mesa está aquí, en el centro de nuestra reunión. El pan partido y el cáliz rebosante están significando muchas cosas: hay recuerdos, hay presencia, hay banquete, hay común-unión, hay anuncio, hay compromiso, y, sobre todo y en todo, hay un amor misterioso, un amor propio de Dios.
            Esta mesa está aquí, en el centro, pero está también en el centro de la Iglesia, está también en el centro del mundo. Es un centro que expande energía liberadora en todas direcciones y en todos los niveles. A esa mesa pueden acudir todos los que tienen hambre y sed, todos los que sienten frío, todos los que sufren de soledad y tristeza, todos los desesperanzados, los que no encuentran sentido a su vida, todos los acobardados, todos los que están excluidos o carecen de libertad, todos los que no se entienden o no se quieren, todos los que están cargados y agobiados, todos los que, de una u otra manera, están heridos.
            Pero a esta mesa deben acercarse también los que están llenos de luz y esperanza, los que se sienten bendecidos y queridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que tienen ansias de crecimiento y de frutos, los que quieren servir mejor y comprometerse, los que desean más amistad y más comunión.
            Esta mesa es lugar de encuentro no sólo para las personas, sino para los grupos, para las comunidades, para las iglesias, para los pueblos. Hay medicina, alimento y energía para todos. Ayuda a ver mejor los problemas y a superarlos, a quitar prejuicios y crecer en la unidad, a vivir más cercanos y solidarios, a olvidarse de sí y vivir para el otro o para los otros. Ayuda a crecer en libertad, en solidaridad, en comunión, en amor.

ENTRA EN TU INTERIOR
HACER MEMORIA DE JESÚS
                Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: “Haced esto en memoria mía”. Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles.
            Desde su origen, la cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos de la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.
LA ESCUCHA DEL EVANGELIO.
                Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos.
            Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.
LA MEMORIA DE LA CENA
                Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: “Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Éste es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo”.
            En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús”. Nos sentimos salvador por Cristo nuestro Señor.
LA ORACIÓN DE JESUS
                Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.
LA COMUNIÓN CON JESÚS
                Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: “Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano”.
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
NO SE PUEDE SEPARAR LA EUCARISTÍA DE LA CARIDAD
                La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.
            La Eucaristía es alabanza de las maravillas de Dios; la caridad, hace vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he amado.
            La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve, dice Pablo en 1 Cor 13.
            La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios al que no ve?.
                La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de Cristo: en esto se conoce que sois discípulos míos, en el amor que exista entre vosotros. Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.
            Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel momento, las palabras: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve denudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis en la cárcel y vinisteis a verme”. Y tendremos que responder bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Y los justos irán a la vida eterna.
ORACIÓN FINAL
 ¡Oh Dios! Que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te pedimos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos, constantemente en nosotros, los frutos de tu redención. Amén.
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes proporcionadas por Chatolic.net
 


 



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