miércoles, 17 de abril de 2013

IV DOMINGO DE PASCUA - IV SEMANA DE PASCUA


“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen…”

21 de Abril
 
IV DOMINGO DE PASCUA

(DOMINGO DEL BUEN PASTOR)

JORNADA PONTIFICIA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
 
1ª Lectura: Hechos 13,14.43-52
Salmo 99; Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
2ª Lectura: Apocalipsis 7,9.14-17
PALABRA DEL DÍA
 
Jn 10,27-30
 
“Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos unos”.
 
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios


“Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen,
y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano.
Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre.
Yo y el Pad re somos una sola cosa.»
REFLEXIÓN
Los textos del tiempo pascual continúan volviendo nuestros ojos hacia el surgimiento y expansión de la comunidad cristiana, nacida precisamente con Cristo resucitado.
            Pero este nacimiento y esta expansión no tienen nada de mágico, sino que constantemente responden tanto a un designio misterioso del Padre, cuyos caminos desconocemos, como a determinadas contingencias humanas que condicionan el crecer de la Iglesia.
            Los textos que hoy comentamos nos plantean con suficiente crudeza esta realidad de la comunidad cristiana, que, si se siente asida de la mano del Padre, también está enraizada en una experiencia histórica que puede posibilitar o dificultar sus pasos por el mundo.
            El texto del evangelio de Juan tendría que ser como una especie de telón de fondo de toda la actividad de la comunidad eclesial, como un punto de referencia constante para evitar peligrosas distorsiones o malentendidos. Jesús se presenta como el Pastor de la comunidad de los discípulos, pastor que está en íntima relación con el Padre: “Yo y el Padre somos uno”.
            Lo interesante del texto es que Jesús no especifica quiénes son sus ovejas, pero sí que sus ovejas escuchan su voz y lo siguen; él, por su parte, las conoce íntimamente y da la vida por ellas.
            Si el domingo pasado veíamos el carácter institucional de la Iglesia fundada sobre la roca de Pedro, el Pedro del amor, el texto de hoy sale al paso de cualquier tipo de cristianismo basado puramente en prioridades institucionales o jurídicas. En efecto, son discípulos de Jesús aquellos que verdaderamente escuchan su voz, es decir, que cumplen y viven el mandato liberador del Padre revelado en Jesucristo.
            Más importante que los lazos institucionales y visibles, son los estrechos lazos íntimos que unen al creyente con Cristo. Jesús no parece dejarse engañar por las apariencias, ya que sabe lo que pasa en el corazón del hombre.
            El conoce a los suyos con una mirada interior, profunda,  mezcla de conocimiento y de amor.

ENTRA EN TU INTERIOR
ESCUCHAR SU VOZ Y SEGUIR SUS PASOS

La escena es tensa y conflictiva. Jesús está paseando dentro del recinto del templo. De pronto, un grupo de judíos lo rodea acosándolo con aire amenazador. Jesús no se intimida, sino que les reprocha abiertamente su falta de fe: «Vosotros no creéis porque no sois ovejas mías». El evangelista dice que, al terminar de hablar, los judíos tomaron piedras para apedrearlo.

Para probar que no son ovejas suyas, Jesús se atreve a explicarles qué significa ser de los suyos. Sólo subraya dos rasgos, los más esenciales e imprescindibles: «Mis ovejas escuchan mi voz… y me siguen». Después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.
Lo primero es despertar la capacidad de escuchar a Jesús. Desarrollar mucho más en nuestras comunidades esa sensibilidad, que está viva en muchos cristianos sencillos que saben captar la Palabra que viene de Jesús en toda su frescura y sintonizar con su Buena Noticia de Dios. Juan XXIII dijo en una ocasión que “la Iglesia es como una vieja fuente de pueblo de cuyo grifo ha de correr siempre agua fresca”. En esta Iglesia vieja de veinte siglos hemos de hacer correr el agua fresca de Jesús.
Si no queremos que nuestra fe se vaya diluyendo progresivamente en formas decadentes de religiosidad superficial, en medio de una sociedad que invade nuestras conciencias con mensajes, consignas, imágenes, comunicados y reclamos de todo género, hemos de aprender a poner en el centro de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús, nuestro único Señor.
Pero no basta escuchar su voz. Es necesario seguir a Jesús. Ha llegado el momento de decidirnos entre contentarnos con una “religión burguesa” que tranquiliza las conciencias pero ahoga nuestra alegría, o aprender a vivir la fe cristiana como una aventura apasionante de seguir a Jesús.
La aventura consiste en creer lo que el creyó, dar importancia a lo que él dio, defender la causa del ser humano como él la defendió, acercarnos a los indefensos y desvalidos como él se acercó, ser libres para hacer el bien como él, confiar en el Padre como él confió y enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó.
Si quienes viven perdidos, solos o desorientados, pueden encontrar en la comunidad cristiana un lugar donde se aprende a vivir juntos de manera más digna, solidaria y liberada siguiendo a Jesús, la Iglesia estará ofreciendo a la sociedad uno de sus mejores servicios.
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
                El evangelio de hoy puede quedar una vez más en una hermosa frase, más o menos poética, si no surge hoy el compromiso de preguntarnos por esa voz de Cristo que tenemos que escuchar y cumplir para llamarnos sus discípulos. Si no conocemos a Jesucristo, tampoco podremos ser reconocidos por él porque podrá pasar delante de nuestras narices sin que nos demos cuenta. No basta que él nos conozca o nos quiera reconocer como sus llamados; un diálogo necesita la inter-relación, el encuentro de dos, la experiencia mutua de dos que se conocen, que se quieren y que se comprometen a algo en común.
            “Yo y el Padre somos uno”, dijo Jesús. Y esa comunión perfecta de amor, conocimiento y experiencia, es puesta como modelo de la relación del discípulo con Cristo.
            Hay quien consagra su vida íntegramente a la entrega y el servicio, en los distintos campos de la “pastoral”, los trabajos del pastor. Quieren vivir como Cristo pastor y confirmar su misión entre nosotros. Importan los distintos servicios, desde la palabra a los sacramentos, desde la educación a las humildes obras de misericordia. Pero importa, sobre todo, la caridad pastoral, la manera como se hacen las cosas, el amor que se pone en ello, la capacidad para renunciar y el sacrificio, hasta dar la vida, si es preciso, por los demás. Esta caridad pastoral elige preferentemente a los pobres. Así lo hacía el Buen Pastor.
Expliquemos el evangelio a los niños
Imágenes proporcionadas por Catholic.Net


 

CUARTA SEMANA DE PASCUA
 
 
 
La resurrección es el mundo al revés, aunque habría que decir que es el mundo al derecho si no tuviéramos necesidad de efectuar un continuo cambio de nuestras perspectivas. Cristo va delante y nos precede en el camino, conduciendo la historia de los hombres hasta la tierra de Dios. Nadie tiene acceso al Padre si no pasa por la Puerta del reino que su Palabra construye. Los que le siguen han de aprender a reorientar su vida. Si la resurrección canta nuestra victoria, también expresa la nueva Ley de nuestra existencia.
            Y es que no tenemos que hacer ni más ni menos que imitar al Pastor que nos guía. San Pablo resume todo el dinamismo de la resurrección cuando escribe a las primeras comunidades: “Sois hijos de la luz; convertíos en hijos de la luz”.
            La “moral” de la resurrección es, antes que nada, afirmación de la salvación: pertenecéis a Cristo, y nadie puede arrancar de sus manos a aquellos que el Padre le ha entregado. La luz vino al mundo para que quien crea en ella no siga en las tinieblas: la Ley nueva es iluminación y gracia.
            Pero es también aprendizaje en la escuela de aquel que no reivindicó para sí el rango que le hacía igual a Dios. No hay más que un cristiano: Cristo. Sólo él vivió la exigencia del amor hasta el extremo, porque él es el amor. Sólo él puede pretender ser el Camino, porque él trazó, en la sangre y en la confianza, el camino que, a través del Gólgota, asciende hasta el jardín de la Pascua.
            “Seréis como dioses”, había susurrado la serpiente en el jardín del Edén. Y el hombre, presa del vértigo, creyó semejante mentira y se vio arrastrado al polvo. El que, en la paciencia y en la oración, trate de conformar su vida de acuerdo con la Palabra de Dios, el que trate de imitar los rasgos del divino Rostro, ése oirá cómo se le dice: “Hace mucho tiempo que yo estoy contigo; desde siempre eres como Dios”. He ahí el cambio total del mundo y la nueva Ley.

LUNES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA

22 DE ABRIL

·         Hechos 11,1-18

“El viento sopla donde quiere; oyes el ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va” (Jn 3,8). El Espíritu sopla sobre la Iglesia y echa abajo las fronteras del judaísmo. Los samaritanos ya han sido reconciliados, pero el paso que ahora se va a dar es aún más importante. En efecto, los gentiles se presentan a las puertas de la Iglesia y se apoderan del reino; comienza el alba de un nuevo Pentecostés. En Cesarea, algunos paganos han proclamado su fe en el nombre de Jesús y han pedido el bautismo. Bajo el impulso del Espíritu. Pedro profetiza: “Si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?” ¡Qué alegría para el pueblo de Dios cuando sus jefes no ponen trabas al dinamismo del Espíritu!.
Por supuesto que surgen problemas y que requieren tiempo para solventarse. Judíos y gentiles se sientan ahora a la misma mesa, comparten la misma comida y comulgan de la copa del Señor. Pero la ley judía prohibía que judíos y gentiles comieran juntos, pues ello constituía una de las principales causas de impureza ritual. También algunos de entre los judeocristianos va a protestar, pero en vano, porque ya no podrán apagar el fuego del Espíritu. Para Dios, la frontera entre lo puro y lo impuro no pasa por los alimentos, sino por el corazón del hombre. Y así habrá de ser también para la Iglesia.

·         Salmo 41: “Mi alma tiene sed de ti, Dios mío”.

Los salmos 41 y 42, pertenecientes al género de las quejas individuales, hablan admirablemente del deseo de los paganos de beber en la fuente de la vida.

 
PALABRA DEL DÍA

JUAN 10,1-10

“Dijo Jesús: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirían, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengáis vida y la tengáis abundante”.

REFLEXIÓN

Hoy y mañana martes, se lee en el evangelio la parábola del buen Pastor, dirigida inicialmente por Jesús a los fariseos. La parábola entera, contiene varias imágenes parciales: puerta, pastor y ovejas, que se van desarrollando con mayor relieve en las sucesivas etapas. Todo apunta a una misma idea: Jesús es el buen pastor, es decir, su autoridad y misión son auténticas y se realizan en el servicio hasta la entrega de la propia vida para dar vida eterna a sus ovejas.
      Jesús acaba de calificar de ciegos a los fariseos a raíz de la curación del ciego de nacimiento, a quien finalmente ellos excomulgaron de la sinagoga. Y añade a continuación la parábola del buen pastor, que en su primera parte deja en claro que los fariseos, más que guías religiosos  del pueblo, son ladrones y bandidos” que no entran por la puerta, sino que saltan por la tapia del redil.
      Hoy, Jesús comienza por autodefinirse como la puerta de las ovejas. Él es la puerta que conduce a la vida y a la inmortalidad, abriéndonos  la puerta cerrada del  paraíso perdido y franqueándonos el acceso al Padre y a su reino. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.
La puerta es, además, el lugar por donde se pasa y donde la gente se reúne: “Yo soy la Puerta”, dice Jesús. Quien pase a través de él se verá unido a una comunidad en la que los vínculos interiores de conocimiento, de amor y de mutua participación son más fuertes que los vínculos creados a base de constricción y de prescripciones.
      “Yo soy la Puerta”. Una puerta que se abre sobre un universo hasta entonces prohibido. En los días del pecado, Dios había colocado a dos ángeles como guardianes del paraíso perdido. En adelante, el propio Dios es la puerta y el paso: “He venido para que los hombres tengan vida”.

MARTES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA

23 DE ABRIL

·         Hechos 11,19-26

Cesarea era todavía Palestina. Pero la tormenta que se había desatado sobre la Iglesia de Jerusalén había dispersado a los creyentes. Los griegos, sobre todo, habían vuelto a su país de origen. En Antioquía, algunos de ellos hablaron a los griegos. Antioquía era una ciudad importante, capital de un departamento de ultramar. Siria, que englobaba Jerusalén. Pero era una ciudad podrida.
Para el futuro de la Iglesia es una revolución. Hasta ese momento se había admitido a algunos paganos, excepcionalmente, en la comunidad, pero ahora los misioneros se hacen griegos con los griegos, y el Señor “les presta ayuda”. En la gran ciudad pagana nace una nueva Iglesia, independiente del judaísmo. La opinión pública no se equivoca y da, por vez primera, a los discípulos el nombre de “cristianos”.
Los apóstoles envían a Bernabé a que se informe de la situación, y sus conclusiones van a estar a la altura del acontecimiento: partirá hacia Tarso en busca de Pablo.

·         Salmo 86: “Alabad al Señor, todas las naciones”.

El salmo 86, posiblemente emparentado con los cánticos de Sión, celebra a Jerusalén, la ciudad elegida por Yahvé y que para los cristianos es la Iglesia madre, la comunidad cuyo testimonio de fe ha franqueado las fronteras para conducir a los hombres a Dios.

 
PALABRA DEL DÍA

JUAN 10,22-30

“Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de salomón. Los judíos, ro0deándolo, le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. Jesús les respondió: “Os lo he dicho y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.

REFLEXIÓN

El profeta Ezequiel lo había predicho: los jefes indignos serían desautorizados, y Yahvé suscitaría un único pastor, un mesías de la casa de David. Cuando Jesús se afirma como el verdadero pastor, ¿se aplica a sí mismo el oráculo del profeta? Que lo diga claramente: ¿es el Mesías? En los sinópticos sólo encontramos semejante requerimiento en el transcurso del proceso religioso (Mc 14,61). En Juan, toda la vida de Jesús se desarrolla como un largo proceso, enfrentamiento violento entre la noche de los hombres y la luz de Dios.
Según Jesús, la pertenencia a su grey no se funda en la raza, sino tan sólo en la escucha de su voz, en la obediencia de la fe. Él confió a la Iglesia su misión de agrandar el rebaño a la medida del mundo. Y el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra ese empeño en marcha. Por ejemplo, en la primera lectura de hoy, hemos visto cómo la cristiandad primera establece en Antioquía de Siria una segunda cabeza de puente para la misión a los griegos, es decir, a los paganos, equiparable a la de Jerusalén para los hebreos.

MIÉRCOLES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA

24 DE ABRIL

·         Hechos 12,24-13,5

El Espíritu sopla huracanadamente sobre la iglesia de Antioquía. Al ir a sacar a Saulo de su retiro, Bernabé había apostado por el futuro. Lleva a Saulo a Antioquía, y ambos pasan allí un año entero con la comunidad, durante el cual instruyen a un considerable número de personas, edificando una nueva Jerusalén, libre de la presión del templo y de la Ley, con sus propios catequistas y hasta sus profetas. Se organiza el servicio de la comunión y, cuando el hambre se abate sobre los cristianos de Jerusalén, que ya no eran ricos, los hermanos de Siria corren presurosos en ayuda de la Iglesia-madre. Al igual que en Jerusalén, los cristianos de Antioquía frecuentan asiduamente la oración y la fracción del pan, y las palabras pronunciadas por Jesús en la última cena van tomando progresivamente su forma definitiva, vertida en la lengua griega. Es justamente durante una eucaristía cuando se levanta un profeta para decir en nombre del Espíritu: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a que los he llamado”. Y, tras haber ayunado y orado, se imponen las manos a los dos elegidos. Su obra va a ser la obra de toda la comunidad.

·         Salmo 66: “Oh Dios, que te alaben los pueblos…”

El salmo 66 es difícil de clasificar. Los versículos 2 y 3, que son una plegaria, invitarían a ponerlo entre los salmos de súplica; pero los versículos siguientes responden más bien a las características del himno.
 
PALABRA DEL DÍA
JUAN 12,44-50
“Jesús dijo, gritando: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz; y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de decirlo. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre”.

REFLEXIÓN
Este texto nos ofrece una nueva identificación de Jesús, pues en él afirma Cristo abiertamente: “Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas”. El pasaje pertenece al final de la primera mitad del evangelio de Juan o “libro de los signos”, que concluye constatando la incredulidad de los judíos: “aunque había realizado  tan grandes signos delante de ellos, no creían en él… Y algunos que si creyeron no lo confesaban en público por miedo a los fariseos y para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios”.
Cristo es la palabra personal de Dios hecha hombre; por eso escucharle es llegar a la luz y caminar en la misma, es ver a Dios en su persona, pues Jesús es uno con el Padre. Creer en Cristo es más que una declaración externa, e incluso más que una simple disposición interna; es un movimiento de adhesión a una persona, la de Jesús, y de entrega a la misma en un encuentro de absoluta confianza. En la fe hacemos nuestra su persona, de suerte que él llega a ser para nosotros nuestro principio de vida, puesto que Jesús nos ofrece comunión de vida y amor.

JUEVES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
 
25 DE ABRIL
 
(FIESTA DE SAN MARCOS EVANGELISTA)
 
Fue discípulo de San Pedro e intérprete del mismo en su Evangelio. Escribió en griego con palabras sencillas y fuertes. Su Evangelio contiene historia y teología. Evangelizó y estableció a la Iglesia en Alejandría, donde fundó su famosa escuela cristina.
Murió mártir aproximadamente en el año 68 d.C. en Alejandría y sus reliquias se encuentran en la famosa catedral de Venecia.

 
·         1 Corintios 15,1-8

·         Salmo 18

 
PALABRA DEL DÍA

 
MARCOS 16,15-20
 

“Se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañará estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”. Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”.

REFLEXIÓN
CONFIANZA Y RESPONSABILIDAD
Al evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación».
Sin duda, estas palabras eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio, pero ¿cómo escucharlas hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?
Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús. Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas». Dios no está bloqueado por ninguna crisis.
No está esperando a que desde la Iglesia pongamos en marcha nuestros planes de restauración o nuestros proyectos de innovación. Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio de Jesús.
Pero todo esto no nos dispensa de nuestra responsabilidad. Hemos de empezar a hacernos nuevas preguntas:
¿Por qué caminos anda buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?
Hemos de preguntarnos todavía algo más:
¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna?
¿No corremos el riesgo de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?
Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo.

José Antonio Pagola

VIERNES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA

 26 DE ABRIL
 
(FIESTA DE SAN ISIDORO DE SEVILLA, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA)
 
      Nació hacia el año 560 en Sevilla. Sucedió como Arzobispo a su hermano Leandro, que se encargó de su educación porque quedaron huérfanos siendo Isidoro un niño. Su Episcopado duró 40 años y defendió la fe contra los arrianos, se ocupó de la organización eclesiástica, fue un insigne escritor, presidió varios concilios y contribuyó al florecimiento de la vida religiosa en España.
Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón por sus faltas, perdonó a sus enemigos y suplicó al pueblo que rogara a Dios por él. Repartió entre los pobres sus posesiones y murió en el año 636 a la edad de 80 años.

 
·         1 Corintios 2,1-10

·         Salmo 118,9-14

 
PALABRA DEL DÍA

 
MATEO 5,13-16

“Dijo Jesús a sus discípulos: ·Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.
REFLEXIÓN

CARA Y CRUZ DE LA SAL Y DE LA LUZ

Si los discípulos viven las bienaventuranzas, su vida tendrá una proyección social. Es Jesús mismo quien se lo dice empleando dos metáforas inolvidables. Aunque parecen un grupo insignificante en medio de aquel poderoso imperio controlado por Roma, serán «sal de la tierra» y «luz del mundo».
¿No es una pretensión ridícula? Jesús les explica cómo será posible. La sal no parece gran cosa, pero comienza a producir sus efectos, precisamente, cuando se mezcla con los alimentos y parece que ha desaparecido. Lo mismo sucede cuando se enciende una luz: sólo puede iluminar cuando la ponemos en medio de las tinieblas.
Jesús no está pensando en una Iglesia separada del mundo, escondida tras sus ritos y doctrinas, encerrada en sí misma y en sus problemas. Jesús quiere introducir en la historia humana un grupo de seguidores, capaces de transformar la vida viviendo las bienaventuranzas.
Todos sabemos para qué sirve la sal. Por una parte, no deja que los alimentos se corrompan. Por otra, les da sabor y permite que los podamos saborear mejor. Los alimentos son buenos, pero se pueden corromper; tienen sabor, pero nos pueden resultar insípidos. Es necesaria la sal
El mundo no es malo, pero lo podemos echar a perder. La vida tiene sabor, pero nos puede resultar insulsa y desabrida. Una Iglesia que vive las bienaventuranzas contribuye a que la sociedad no se corrompa y deshumanice más. Unos discípulos de Jesús que viven su evangelio ayudan a descubrir el verdadero sentido de la vida.
Hay un problema y Jesús se lo advierte a sus seguidores. Si la sal se vuelve sosa, ya no sirve para nada. Si los discípulos pierden su identidad evangélica, ya no producen los efectos queridos por Jesús. El cristianismo se echa a perder. La Iglesia queda anulada. Los cristianos están de sobra en la sociedad.
Lo mismo sucede con la luz. Todos sabemos que sirve para dar claridad. Los discípulos iluminan el sentido más hondo de la vida, si la gente puede ver en ellos «las obras» de las bienaventuranzas. Por eso, no han de esconderse. Tampoco han de actuar para ser vistos. Con su vida han de aportar claridad para que en la sociedad se pueda descubrir el verdadero rostro del Padre del cielo.
No nos está permitido servirnos de la Iglesia para satisfacer nuestros gustos y preferencias. Jesús la ha querido para ser sal y luz. Evangelizar no es combatir la secularización moderna con estrategias mundanas. Menos aún hacer de la Iglesia una "contra-sociedad". Sólo una Iglesia que vive el Evangelio puede responder al deseo original de Jesús.
José Antonio Pagola



SÁBADO DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
27 DE ABRIL
·         Hechos 13,44-52
Momento dramático: Pablo acaba de dirigir a los judíos una palabra de salvación. Ha anunciado que la resurrección de Cristo abría un futuro a todo hombre creyente, ha recordado la antigua promesa de Yahvé a Abrahán: en ti serán bendecidas todas las razas de la tierra”. Es la ruptura: una parte de los oyentes no puede entender ese lenguaje, y se desata la indignación.
Con toda solemnidad y con la libertad del Espíritu, Pablo declara entonces: “Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero, ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles”. La decisión está cargada de sentido. Por una parte, revela un fracaso provisional de la Palabra entre el pueblo de la Promesa; pero, por otra, confirma que los paganos pueden aspirar legítimamente, junto con el Israel fiel, a la herencia de la vida eterna. El amor de Dios no conoce fronteras.
·         Salmo 97: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”.
El salmo 97 canta la alegría de los discípulos, que no conocen eclipse a pesar de las dificultades de la misión. Es un himno a la universalidad de la salvación.
 
PALABRA DEL DÍA
JUAN 14,7-14
“Dijo Jesús a sus discípulos: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto” Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesús le replica: “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si le pedís algo en mi nombre, yo lo haré”.
REFLEXIÓN
La petición de Felipe nos parece oportuna. Si lo que más importa es el Padre, si la fuente de todo es el Padre, si la meta final es la casa del Padre, si hemos de rezar: Padrenuestro, pues queremos saber algo más del Padre. Muéstranos al Padre, danos al menos un retrato suyo, ojalá pudiéramos ver su rostro, porque ahora vemos en un espejo, confusamente.
Sin embargo, el Señor corrige a Felipe. En el fondo al apóstol le falta fe, como a nosotros. Nuestra fe es más pequeña que un grano de mostaza. Si no vemos mejor a Dios es porque tenemos los ojos embarrados. Sólo los limpios de corazón pueden ver a Dios. Si nuestros ojos del corazón fueran suficientemente limpios, veríamos a Dios en todo. Veríamos en todo y en todos la huella de Dios. Y lo veríamos plenamente en Jesucristo.
La gran respuesta de Cristo a Felipe: quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Es la gran respuesta cristiana a todas nuestras dudas y nuestros interrogantes. Cristo es el amén de Dios. Cristo es la plenitud corporal de Dios, el rostro de Cristo irradia toda la gloria de Dios.

“QUIEN ME HA VISTO A MÍ

HA VISTO AL PADRE”


 

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