“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen…”
21 de Abril
IV DOMINGO DE PASCUA
(DOMINGO DEL BUEN PASTOR)
JORNADA PONTIFICIA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
(DOMINGO DEL BUEN PASTOR)
JORNADA PONTIFICIA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
1ª Lectura: Hechos 13,14.43-52
Salmo 99; Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
2ª Lectura: Apocalipsis 7,9.14-17
PALABRA DEL DÍA
Jn 10,27-30
“Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos unos”.
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Mis ovejas escuchan mi voz y yo las
conozco. Ellas me siguen,
y yo les doy vida eterna. Nunca
perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano.
Aquello que el Padre me ha dado lo
superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre.
Yo y el Pad re somos una sola cosa.»
REFLEXIÓN
Los textos del tiempo pascual continúan volviendo nuestros ojos hacia el surgimiento y expansión de la comunidad cristiana, nacida precisamente con Cristo resucitado.
Pero este nacimiento y esta expansión no tienen nada de mágico, sino que constantemente responden tanto a un designio misterioso del Padre, cuyos caminos desconocemos, como a determinadas contingencias humanas que condicionan el crecer de la Iglesia.
Los textos que hoy comentamos nos plantean con suficiente crudeza esta realidad de la comunidad cristiana, que, si se siente asida de la mano del Padre, también está enraizada en una experiencia histórica que puede posibilitar o dificultar sus pasos por el mundo.
El texto del evangelio de Juan tendría que ser como una especie de telón de fondo de toda la actividad de la comunidad eclesial, como un punto de referencia constante para evitar peligrosas distorsiones o malentendidos. Jesús se presenta como el Pastor de la comunidad de los discípulos, pastor que está en íntima relación con el Padre: “Yo y el Padre somos uno”.
Lo interesante del texto es que Jesús no especifica quiénes son sus ovejas, pero sí que sus ovejas escuchan su voz y lo siguen; él, por su parte, las conoce íntimamente y da la vida por ellas.
Si el domingo pasado veíamos el carácter institucional de la Iglesia fundada sobre la roca de Pedro, el Pedro del amor, el texto de hoy sale al paso de cualquier tipo de cristianismo basado puramente en prioridades institucionales o jurídicas. En efecto, son discípulos de Jesús aquellos que verdaderamente escuchan su voz, es decir, que cumplen y viven el mandato liberador del Padre revelado en Jesucristo.
Más importante que los lazos institucionales y visibles, son los estrechos lazos íntimos que unen al creyente con Cristo. Jesús no parece dejarse engañar por las apariencias, ya que sabe lo que pasa en el corazón del hombre.
El conoce a los suyos con una mirada interior, profunda, mezcla de conocimiento y de amor.
ENTRA EN TU INTERIOR
ESCUCHAR SU VOZ Y SEGUIR SUS PASOS
La escena es tensa y conflictiva. Jesús está paseando dentro del recinto del templo. De pronto, un grupo de judíos lo rodea acosándolo con aire amenazador. Jesús no se intimida, sino que les reprocha abiertamente su falta de fe: «Vosotros no creéis porque no sois ovejas mías». El evangelista dice que, al terminar de hablar, los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
Para probar que no son ovejas suyas, Jesús se atreve a explicarles qué significa ser de los suyos. Sólo subraya dos rasgos, los más esenciales e imprescindibles: «Mis ovejas escuchan mi voz… y me siguen». Después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.
Lo primero es despertar la capacidad de escuchar a Jesús. Desarrollar mucho más en nuestras comunidades esa sensibilidad, que está viva en muchos cristianos sencillos que saben captar la Palabra que viene de Jesús en toda su frescura y sintonizar con su Buena Noticia de Dios. Juan XXIII dijo en una ocasión que “la Iglesia es como una vieja fuente de pueblo de cuyo grifo ha de correr siempre agua fresca”. En esta Iglesia vieja de veinte siglos hemos de hacer correr el agua fresca de Jesús.
Si no queremos que nuestra fe se vaya diluyendo progresivamente en formas decadentes de religiosidad superficial, en medio de una sociedad que invade nuestras conciencias con mensajes, consignas, imágenes, comunicados y reclamos de todo género, hemos de aprender a poner en el centro de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús, nuestro único Señor.
Pero no basta escuchar su voz. Es necesario seguir a Jesús. Ha llegado el momento de decidirnos entre contentarnos con una “religión burguesa” que tranquiliza las conciencias pero ahoga nuestra alegría, o aprender a vivir la fe cristiana como una aventura apasionante de seguir a Jesús.
La aventura consiste en creer lo que el creyó, dar importancia a lo que él dio, defender la causa del ser humano como él la defendió, acercarnos a los indefensos y desvalidos como él se acercó, ser libres para hacer el bien como él, confiar en el Padre como él confió y enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó.
Si quienes viven perdidos, solos o desorientados, pueden encontrar en la comunidad cristiana un lugar donde se aprende a vivir juntos de manera más digna, solidaria y liberada siguiendo a Jesús, la Iglesia estará ofreciendo a la sociedad uno de sus mejores servicios.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
El evangelio de hoy puede quedar una vez más en una hermosa frase, más o menos poética, si no surge hoy el compromiso de preguntarnos por esa voz de Cristo que tenemos que escuchar y cumplir para llamarnos sus discípulos. Si no conocemos a Jesucristo, tampoco podremos ser reconocidos por él porque podrá pasar delante de nuestras narices sin que nos demos cuenta. No basta que él nos conozca o nos quiera reconocer como sus llamados; un diálogo necesita la inter-relación, el encuentro de dos, la experiencia mutua de dos que se conocen, que se quieren y que se comprometen a algo en común.
“Yo y el Padre somos uno”, dijo Jesús. Y esa comunión perfecta de amor, conocimiento y experiencia, es puesta como modelo de la relación del discípulo con Cristo.
Hay quien consagra su vida íntegramente a la entrega y el servicio, en los distintos campos de la “pastoral”, los trabajos del pastor. Quieren vivir como Cristo pastor y confirmar su misión entre nosotros. Importan los distintos servicios, desde la palabra a los sacramentos, desde la educación a las humildes obras de misericordia. Pero importa, sobre todo, la caridad pastoral, la manera como se hacen las cosas, el amor que se pone en ello, la capacidad para renunciar y el sacrificio, hasta dar la vida, si es preciso, por los demás. Esta caridad pastoral elige preferentemente a los pobres. Así lo hacía el Buen Pastor.
Expliquemos el evangelio a los niños
CUARTA SEMANA DE PASCUA
La
resurrección es el mundo al revés, aunque habría que decir que es el mundo al
derecho si no tuviéramos necesidad de efectuar un continuo cambio de nuestras
perspectivas. Cristo va delante y nos precede en el camino, conduciendo la
historia de los hombres hasta la tierra de Dios. Nadie tiene acceso al Padre si
no pasa por la Puerta del reino que su Palabra construye. Los que le siguen han
de aprender a reorientar su vida. Si la resurrección canta nuestra victoria,
también expresa la nueva Ley de nuestra existencia.
Y es que no tenemos que hacer ni más ni menos que imitar
al Pastor que nos guía. San Pablo resume todo el dinamismo de la resurrección
cuando escribe a las primeras comunidades: “Sois hijos de la luz; convertíos en
hijos de la luz”.
La “moral” de la resurrección es, antes que nada,
afirmación de la salvación: pertenecéis a Cristo, y nadie puede arrancar de sus
manos a aquellos que el Padre le ha entregado. La luz vino al mundo para que
quien crea en ella no siga en las tinieblas: la Ley nueva es iluminación y
gracia.
Pero es también aprendizaje en la escuela de aquel que no
reivindicó para sí el rango que le hacía igual a Dios. No hay más que un
cristiano: Cristo. Sólo él vivió la exigencia del amor hasta el extremo, porque
él es el amor. Sólo él puede pretender ser el Camino, porque él trazó, en la
sangre y en la confianza, el camino que, a través del Gólgota, asciende hasta
el jardín de la Pascua.
“Seréis como dioses”, había susurrado la serpiente en el
jardín del Edén. Y el hombre, presa del vértigo, creyó semejante mentira y se
vio arrastrado al polvo. El que, en la paciencia y en la oración, trate de
conformar su vida de acuerdo con la Palabra de Dios, el que trate de imitar los
rasgos del divino Rostro, ése oirá cómo se le dice: “Hace mucho tiempo que yo
estoy contigo; desde siempre eres como Dios”. He ahí el cambio total del mundo
y la nueva Ley.
LUNES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
22 DE ABRIL
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Hechos 11,1-18
“El viento sopla donde quiere; oyes el ruido, pero no
sabes de dónde viene ni adónde va” (Jn 3,8). El Espíritu sopla sobre la Iglesia
y echa abajo las fronteras del judaísmo. Los samaritanos ya han sido
reconciliados, pero el paso que ahora se va a dar es aún más importante. En
efecto, los gentiles se presentan a las puertas de la Iglesia y se apoderan del
reino; comienza el alba de un nuevo Pentecostés. En Cesarea, algunos paganos
han proclamado su fe en el nombre de Jesús y han pedido el bautismo. Bajo el impulso del
Espíritu. Pedro profetiza: “Si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a
nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a
Dios?” ¡Qué alegría para el pueblo de Dios cuando sus jefes no ponen trabas al
dinamismo del Espíritu!.
Por supuesto que surgen problemas y que requieren
tiempo para solventarse. Judíos y gentiles se sientan ahora a la misma mesa,
comparten la misma comida y comulgan de la copa del Señor. Pero la ley judía
prohibía que judíos y gentiles comieran juntos, pues ello constituía una de las
principales causas de impureza ritual. También algunos de entre los
judeocristianos va a protestar, pero en vano, porque ya no podrán apagar el
fuego del Espíritu. Para Dios, la frontera entre lo puro y lo impuro no pasa
por los alimentos, sino por el corazón del hombre. Y así habrá de ser también
para la Iglesia.
·
Salmo 41: “Mi alma tiene sed de ti, Dios mío”.
Los salmos 41 y 42, pertenecientes al género de las
quejas individuales, hablan admirablemente del deseo de los paganos de beber en
la fuente de la vida.
PALABRA DEL DÍA
JUAN 10,1-10
“Dijo Jesús: “Os aseguro que el
que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra
parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de
las ovejas. A este le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va
llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas
las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su
voz; a un extraño no lo seguirían, sino que huirán de él, porque no conocen la
voz de los extraños”. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no
entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la
puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y
bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por
mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra
sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengáis vida y
la tengáis abundante”.
REFLEXIÓN
Hoy y mañana martes, se lee en el evangelio la parábola
del buen Pastor, dirigida inicialmente por Jesús a los fariseos. La parábola
entera, contiene varias imágenes parciales: puerta, pastor y ovejas, que se van
desarrollando con mayor relieve en las sucesivas etapas. Todo apunta a una
misma idea: Jesús es el buen pastor, es decir, su autoridad y misión son
auténticas y se realizan en el servicio hasta la entrega de la propia vida para
dar vida eterna a sus ovejas.
Jesús acaba
de calificar de ciegos a los fariseos a raíz de la curación del ciego de
nacimiento, a quien finalmente ellos excomulgaron de la sinagoga. Y añade a
continuación la parábola del buen pastor, que en su primera parte deja en claro
que los fariseos, más que guías religiosos
del pueblo, son ladrones y bandidos” que no entran por la puerta, sino
que saltan por la tapia del redil.
Hoy, Jesús
comienza por autodefinirse como la puerta de las ovejas. Él es la puerta que
conduce a la vida y a la inmortalidad, abriéndonos la puerta cerrada del paraíso perdido y franqueándonos el acceso al
Padre y a su reino. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.
La puerta es, además, el lugar por donde se pasa y
donde la gente se reúne: “Yo soy la Puerta”, dice Jesús. Quien pase a través de
él se verá unido a una comunidad en la que los vínculos interiores de
conocimiento, de amor y de mutua participación son más fuertes que los vínculos
creados a base de constricción y de prescripciones.
“Yo soy la
Puerta”. Una puerta que se abre sobre un universo hasta entonces prohibido. En
los días del pecado, Dios había colocado a dos ángeles como guardianes del
paraíso perdido. En adelante, el propio Dios es la puerta y el paso: “He venido
para que los hombres tengan vida”.
MARTES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
23 DE ABRIL
·
Hechos 11,19-26
Cesarea era todavía Palestina. Pero la tormenta que se
había desatado sobre la Iglesia de Jerusalén había dispersado a los creyentes.
Los griegos, sobre todo, habían vuelto a su país de origen. En Antioquía,
algunos de ellos hablaron a los griegos. Antioquía era una ciudad importante,
capital de un departamento de ultramar. Siria, que englobaba Jerusalén. Pero
era una ciudad podrida.
Para el futuro de la Iglesia es una revolución. Hasta
ese momento se había admitido a algunos paganos, excepcionalmente, en la
comunidad, pero ahora los misioneros se hacen griegos con los griegos, y el
Señor “les presta ayuda”. En la gran ciudad pagana nace una nueva Iglesia,
independiente del judaísmo. La opinión pública no se equivoca y da, por vez primera,
a los discípulos el nombre de “cristianos”.
Los apóstoles envían a Bernabé a que se informe de la
situación, y sus conclusiones van a estar a la altura del acontecimiento:
partirá hacia Tarso en busca de Pablo.
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Salmo 86: “Alabad al Señor, todas las naciones”.
El salmo 86, posiblemente emparentado con los cánticos
de Sión, celebra a Jerusalén, la ciudad elegida por Yahvé y que para los
cristianos es la Iglesia madre, la comunidad cuyo testimonio de fe ha
franqueado las fronteras para conducir a los hombres a Dios.
PALABRA DEL DÍA
JUAN 10,22-30
“Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación
del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de
salomón. Los judíos, ro0deándolo, le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en
suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. Jesús les respondió: “Os
lo he dicho y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan
testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi
Padre, que me las ha dado, supera a todos, nadie puede arrebatarlas de la mano
de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.
REFLEXIÓN
El profeta Ezequiel lo había predicho: los jefes
indignos serían desautorizados, y Yahvé suscitaría un único pastor, un mesías
de la casa de David. Cuando Jesús se afirma como el verdadero pastor, ¿se
aplica a sí mismo el oráculo del profeta? Que lo diga claramente: ¿es el
Mesías? En los sinópticos sólo encontramos semejante requerimiento en el
transcurso del proceso religioso (Mc 14,61). En Juan, toda la vida de Jesús se
desarrolla como un largo proceso, enfrentamiento violento entre la noche de los
hombres y la luz de Dios.
Según Jesús, la pertenencia a su grey no se funda en la
raza, sino tan sólo en la escucha de su voz, en la obediencia de la fe. Él
confió a la Iglesia su misión de agrandar el rebaño a la medida del mundo. Y el
libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra ese empeño en marcha. Por
ejemplo, en la primera lectura de hoy, hemos visto cómo la cristiandad primera
establece en Antioquía de Siria una segunda cabeza de puente para la misión a
los griegos, es decir, a los paganos, equiparable a la de Jerusalén para los
hebreos.
MIÉRCOLES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
24 DE ABRIL
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Hechos 12,24-13,5
El Espíritu sopla huracanadamente sobre la iglesia de
Antioquía. Al ir a sacar a Saulo de su retiro, Bernabé había apostado por el
futuro. Lleva a Saulo a Antioquía, y ambos pasan allí un año entero con la
comunidad, durante el cual instruyen a un considerable número de personas,
edificando una nueva Jerusalén, libre de la presión del templo y de la Ley, con
sus propios catequistas y hasta sus profetas. Se organiza el servicio de la
comunión y, cuando el hambre se abate sobre los cristianos de Jerusalén, que ya
no eran ricos, los hermanos de Siria corren presurosos en ayuda de la
Iglesia-madre. Al igual que en Jerusalén, los cristianos de Antioquía
frecuentan asiduamente la oración y la fracción del pan, y las palabras
pronunciadas por Jesús en la última cena van tomando progresivamente su forma
definitiva, vertida en la lengua griega. Es justamente durante una eucaristía
cuando se levanta un profeta para decir en nombre del Espíritu: “Apartadme a
Bernabé y a Saulo para la tarea a que los he llamado”. Y, tras haber ayunado y
orado, se imponen las manos a los dos elegidos. Su obra va a ser la obra de
toda la comunidad.
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Salmo 66: “Oh Dios, que te alaben los pueblos…”
El salmo 66 es difícil de clasificar. Los versículos 2
y 3, que son una plegaria, invitarían a ponerlo entre los salmos de súplica;
pero los versículos siguientes responden más bien a las características del
himno.
PALABRA DEL DÍA
JUAN 12,44-50
“Jesús dijo, gritando: “El que cree en mí, no cree en
mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado.
Yo he venido al mundo como luz; y así, el que cree en mí no quedará en
tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no
he venido a juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no
acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado,
esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el
Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de
decirlo. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo
hablo como me ha encargado el Padre”.
REFLEXIÓN
Este texto nos ofrece una nueva identificación de
Jesús, pues en él afirma Cristo abiertamente: “Yo he venido al mundo como luz,
y así el que cree en mí no quedará en tinieblas”. El pasaje pertenece al final
de la primera mitad del evangelio de Juan o “libro de los signos”, que concluye
constatando la incredulidad de los judíos: “aunque había realizado tan grandes signos delante de ellos, no
creían en él… Y algunos que si creyeron no lo confesaban en público por miedo a
los fariseos y para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la
gloria de los hombres a la gloria de Dios”.
Cristo es la palabra personal de Dios hecha hombre; por
eso escucharle es llegar a la luz y caminar en la misma, es ver a Dios en su
persona, pues Jesús es uno con el Padre. Creer en Cristo es más que una
declaración externa, e incluso más que una simple disposición interna; es un
movimiento de adhesión a una persona, la de Jesús, y de entrega a la misma en
un encuentro de absoluta confianza. En la fe hacemos nuestra su persona, de
suerte que él llega a ser para nosotros nuestro principio de vida, puesto que
Jesús nos ofrece comunión de vida y amor.
JUEVES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
25 DE ABRIL
(FIESTA DE SAN MARCOS EVANGELISTA)
Fue
discípulo de San Pedro e intérprete del mismo en su Evangelio. Escribió en
griego con palabras sencillas y fuertes. Su Evangelio contiene historia y
teología. Evangelizó y estableció a la Iglesia en Alejandría, donde fundó su
famosa escuela cristina.
Murió
mártir aproximadamente en el año 68 d.C. en Alejandría y sus reliquias se
encuentran en la famosa catedral de Venecia.
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1 Corintios 15,1-8
·
Salmo 18
PALABRA DEL DÍA
MARCOS 16,15-20
“Se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo
entero y proclamad Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se
salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les
acompañará estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas
nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les
hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”. Después de
hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos
se fueron a pregonar el evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba
confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”.
REFLEXIÓN
CONFIANZA Y RESPONSABILIDAD
Al evangelio original de
Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al
mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
El Evangelio no ha de
quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y
desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas
las gentes, a «toda la creación».
Sin duda, estas palabras
eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión
y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio, pero ¿cómo escucharlas
hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras
iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?
Lo primero es vivir
desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús.
Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus
hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas». Dios no está
bloqueado por ninguna crisis.
No está esperando a que
desde la Iglesia pongamos en marcha nuestros planes de restauración o nuestros
proyectos de innovación. Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia.
Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio
de Jesús.
Pero todo esto no nos
dispensa de nuestra responsabilidad. Hemos de empezar a hacernos nuevas
preguntas:
¿Por qué caminos anda
buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer
presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?
Hemos de preguntarnos
todavía algo más:
¿Qué llamadas nos está
haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar,
celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios
en el interior de la cultura moderna?
¿No corremos el riesgo
de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo
cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?
Nadie sabe cómo será la
fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será
«clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un
cristianismo nuevo.
José
Antonio Pagola
VIERNES DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
26 DE ABRIL
26 DE ABRIL
(FIESTA DE SAN ISIDORO DE SEVILLA, OBISPO Y DOCTOR DE
LA IGLESIA)
Nació hacia el año 560
en Sevilla. Sucedió como Arzobispo a su hermano Leandro, que se encargó de su
educación porque quedaron huérfanos siendo Isidoro un niño. Su Episcopado duró
40 años y defendió la fe contra los arrianos, se ocupó de la organización eclesiástica,
fue un insigne escritor, presidió varios concilios y contribuyó al
florecimiento de la vida religiosa en España.
Cuando sintió que iba a
morir, pidió perdón por sus faltas, perdonó a sus enemigos y suplicó al pueblo
que rogara a Dios por él. Repartió entre los pobres sus posesiones y murió en
el año 636 a la edad de 80 años.
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1 Corintios 2,1-10
·
Salmo 118,9-14
PALABRA DEL DÍA
MATEO 5,13-16
“Dijo Jesús a sus discípulos: ·Vosotros sois la sal de
la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que
para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No
se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende
una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero
y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para
que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el
cielo”.
REFLEXIÓN
CARA Y CRUZ DE LA SAL Y
DE LA LUZ
Si los discípulos viven
las bienaventuranzas, su vida tendrá una proyección social. Es Jesús mismo
quien se lo dice empleando dos metáforas inolvidables. Aunque parecen un grupo
insignificante en medio de aquel poderoso imperio controlado por Roma, serán «sal
de la tierra» y «luz del mundo».
¿No es una pretensión
ridícula? Jesús les explica cómo será posible. La sal no parece gran cosa, pero
comienza a producir sus efectos, precisamente, cuando se mezcla con los
alimentos y parece que ha desaparecido. Lo mismo sucede cuando se enciende una
luz: sólo puede iluminar cuando la ponemos en medio de las tinieblas.
Jesús no está pensando
en una Iglesia separada del mundo, escondida tras sus ritos y doctrinas,
encerrada en sí misma y en sus problemas. Jesús quiere introducir en la
historia humana un grupo de seguidores, capaces de transformar la vida viviendo
las bienaventuranzas.
Todos sabemos para qué
sirve la sal. Por una parte, no deja que los alimentos se corrompan. Por otra,
les da sabor y permite que los podamos saborear mejor. Los alimentos son
buenos, pero se pueden corromper; tienen sabor, pero nos pueden resultar
insípidos. Es necesaria la sal
El mundo no es malo,
pero lo podemos echar a perder. La vida tiene sabor, pero nos puede resultar
insulsa y desabrida. Una Iglesia que vive las bienaventuranzas contribuye a que
la sociedad no se corrompa y deshumanice más. Unos discípulos de Jesús que viven
su evangelio ayudan a descubrir el verdadero sentido de la vida.
Hay un problema y Jesús
se lo advierte a sus seguidores. Si la sal se vuelve sosa, ya no sirve para
nada. Si los discípulos pierden su identidad evangélica, ya no producen los
efectos queridos por Jesús. El cristianismo se echa a perder. La Iglesia queda
anulada. Los cristianos están de sobra en la sociedad.
Lo mismo sucede con la
luz. Todos sabemos que sirve para dar claridad. Los discípulos iluminan el
sentido más hondo de la vida, si la gente puede ver en ellos «las obras» de las
bienaventuranzas. Por eso, no han de esconderse. Tampoco han de actuar para ser
vistos. Con su vida han de aportar claridad para que en la sociedad se pueda
descubrir el verdadero rostro del Padre del cielo.
No nos está permitido
servirnos de la Iglesia para satisfacer nuestros gustos y preferencias. Jesús
la ha querido para ser sal y luz. Evangelizar no es combatir la secularización
moderna con estrategias mundanas. Menos aún hacer de la Iglesia una "contra-sociedad".
Sólo una Iglesia que vive el Evangelio puede responder al deseo original de
Jesús.
José Antonio Pagola
SÁBADO DE LA 4ª SEMANA DE PASCUA
27 DE ABRIL
·
Hechos 13,44-52
Momento dramático: Pablo acaba de dirigir a los judíos
una palabra de salvación. Ha anunciado que la resurrección de Cristo abría un
futuro a todo hombre creyente, ha recordado la antigua promesa de Yahvé a
Abrahán: en ti serán bendecidas todas las razas de la tierra”. Es la ruptura:
una parte de los oyentes no puede entender ese lenguaje, y se desata la
indignación.
Con toda solemnidad y con la libertad del Espíritu,
Pablo declara entonces: “Era necesario
anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero, ya que la
rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que
nos volvemos a los gentiles”. La decisión está cargada de sentido. Por una
parte, revela un fracaso provisional de la Palabra entre el pueblo de la
Promesa; pero, por otra, confirma que los paganos pueden aspirar legítimamente,
junto con el Israel fiel, a la herencia de la vida eterna. El amor de Dios no
conoce fronteras.
·
Salmo 97: “Los confines de la tierra han contemplado la
victoria de nuestro Dios”.
El salmo 97 canta la alegría de los discípulos, que no
conocen eclipse a pesar de las dificultades de la misión. Es un himno a la
universalidad de la salvación.
PALABRA DEL DÍA
JUAN 14,7-14
“Dijo Jesús a sus discípulos: “Si me conocéis a mí,
conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto” Felipe
le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Jesús le replica: “Hace
tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí
ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo
estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta
propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el
Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree
en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy
al Padre; y lo que pidáis en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo. Si le pedís algo en mi nombre, yo lo haré”.
REFLEXIÓN
La petición de Felipe nos parece oportuna. Si lo que
más importa es el Padre, si la fuente de todo es el Padre, si la meta final es
la casa del Padre, si hemos de rezar: Padrenuestro, pues queremos saber algo
más del Padre. Muéstranos al Padre, danos al menos un retrato suyo, ojalá
pudiéramos ver su rostro, porque ahora vemos en un espejo, confusamente.
Sin embargo, el Señor corrige a Felipe. En el fondo al
apóstol le falta fe, como a nosotros. Nuestra fe es más pequeña que un grano de
mostaza. Si no vemos mejor a Dios es porque tenemos los ojos embarrados. Sólo
los limpios de corazón pueden ver a Dios. Si nuestros ojos del corazón fueran
suficientemente limpios, veríamos a Dios en todo. Veríamos en todo y en todos
la huella de Dios. Y lo veríamos plenamente en Jesucristo.
La gran respuesta de Cristo a Felipe: quien me ha visto
a mí ha visto al Padre. Es la gran respuesta cristiana a todas nuestras dudas y
nuestros interrogantes. Cristo es el amén de Dios. Cristo es la plenitud
corporal de Dios, el rostro de Cristo irradia toda la gloria de Dios.
“QUIEN ME HA VISTO A MÍ
HA VISTO AL PADRE”
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