17 de Febrero
DOMINGO 1º DE CUARESMA
1ª Lectura: Deuteronómio 26,4-10.
Salmo 90: Estás conmigo, Señor, en la tribulación.
2ª Lectura: Romanos 10,8-13
PALABRA DEL DÍA
Lc 4,1-13
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús le contestó: “Está escrito: No solo de pan vive el hombre”. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: “Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. Jesús le contestó: “Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto”. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrá en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le contestó: “Está mandado: No tentasrás al Señor tu Dios”. Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión”.
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,
donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".
Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra
y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.
Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.
Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno”.
donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".
Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra
y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.
Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.
Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno”.
REFLEXIÓN
El miércoles pasado comenzamos el tiempo de Cuaresma. Tanto a nivel personal como comunitario los cristianos vamos a centrar nuestro esfuerzo, a lo largo de estas semanas, en un trato más frecuente y confiado con Dios, en una atención más afectuosa y amable con nuestros hermanos y en una sensata sobriedad personal ante cualquier apetencia o inclinación. La finalidad es muy clara: afinar paulatinamente nuestro cuerpo y nuestro espíritu para acoger en fe y en esperanza la resurrección de Jesús el día de Pascua y vivir después, con mayor empuje, la presencia del Resucitado en nuestras vidas. Todos nos hacemos espaldas con nuestra oración, nuestra limosna y nuestro ayuno para ir aumentando esa libertad de hermanos del Resucitado.
En las lecturas de hoy se nos propone un medio insustituible para avanzar en ese camino de “desposesión” interior. Es la fe, una fe que engloba toda la persona. En la primera lectura, Moisés hace una profesión de fe en Dios que ha acompañado al pueblo desde sus inicios humildes, que ha estado a su lado en los momentos de aparente desastre y que acaba introduciéndolo en la tierra prometida. Una fe que se traduce en agradecimiento humilde y en adoración sincera.
Nuestro itinerario cuaresmal ha de estar impregnado de una fe incondicional en la presencia cierta de Dios en todas nuestras circunstancias. Nuestra tierra prometida es Cristo resucitado. Cualquier contratiempo o dificultad durante el trayecto no es sino una oportunidad para depurar un poco más nuestra adhesión a Dios. La fe no solamente aligera nuestro espíritu sino que también fortalece nuestro compromiso diario.
San Pablo abunda en la misma afirmación de una manera original. Nuestros labios pueden pronunciar la mejor oración dirigida a Dios si las palabras son una auténtica confesión de que Jesús es nuestro único Señor. Nada ni nadie debe ocupar nuestra mente ni nuestro corazón por encima de Él. Ningún otro señor de esta tierra puede satisfacer nuestras ansias de plenitud. Más bien, nos deja más sedientos e insatisfechos.
Pero san Pablo añade que la fe la llevamos en el corazón si creemos que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Y esta fe del corazón nos hace justos. Creer que Dios le ha resucitado a él y que también nos resucitará a nosotros significa ya ahora, en nuestro quehacer diario, que Dios desea sacarnos de nuestras angustias, de nuestras tumbas, de nuestras muertes. Así nos hacemos más justos con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
ENTRA EN TU INTERIOR
El mejor ejemplo para vivir de esta manera lo encontramos en Jesús tal como hemos escuchado en el evangelio. El desierto de Jesús es para nosotros, hoy día, el entorno familiar, eclesial y social que nos toca vivir. En lo cotidiano de la vida emerge la tentación de insensibilidad a lo invisible, de apego desorbitado a lo material, de dominio y abuso de los demás. Todos pasamos por estas pruebas que pueden marcar positivamente nuestro crecimiento espiritual si tenemos la misma perspectiva de Jesús para no dejarnos engañar por lo más fácil y cómodo a primera vista.
Jesús no se deja seducir ni por el pan, ni por la fama, ni por el poder. Su comunión íntima con el Padre le lleva a mantener su propia integridad y libertad. Su fe y su intimidad con el Padre le llevan a mantener su propia integridad y libertad. Su fe y su intimidad con el Padre le hacen descubrir razones poderosas para superar los engaños a que se ve sometido. Ve más allá de lo inmediato, lo trasciende, lo interpreta desde Dios. Ésta es la sabiduría de la fe que penetra más allá de la fragilidad o de la dureza de nuestro entorno inmediato.
A los seguidores de Jesús nos toca recorrer su mismo camino pero reproduciendo –y esto es lo más importante- sus mismas actitudes en contra de todo aquello que nos aleja de Dios, de los demás y de lo más noble y digno de nosotros mismos.
Avancemos, pues, en este camino hacia la resurrección, de la mano de una fe cada día más confiada y transparente. Nuestras victorias son ya primicia de resurrección.
NO DESVIARNOS DE JESÚS
El relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio cerrado, que acontece en un momento y en un lugar determinado. Lucas nos advierte que, al terminar estas tentaciones, “el demonio se marchó hasta otra ocasión”. Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus seguidores.
Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que superar a lo largo de los siglos, si no quieren desviarse de él.
En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a utilizar a Dios para saciar su propia hambre: “no solo de pan vive el hombre”. Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una muchedumbre hambrienta.
También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con derecho a tenerlo, y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de quienes carecen de casi todo.
En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del mundo: “Al Señor, tu Dios, adorarás”. Jesús no buscará nunca ser servido sino servir.
También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación de mantener, como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados. Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.
En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar:”No tentarás al Señor, tu Dios”. Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Solo hará signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la gente.
Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta su Amor a todos sus hijos.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
Señor, tu actitud tajante frente al diablo en sus tentaciones es lección para mí, que, como Eva, no lo rechazo tajantemente con la palabra de Dios. Como tú, no quiero buscar milagros ni poder, ni ostentación. Quiero vivir con la grandeza y la sencillez de la fe.
Desde mi debilidad y mis necesidades te pido, Padre:
· Para que los pueblos y sus responsables superen las tentaciones del poder y de la violencia y trabajen por el verdadero desarrollo.
· Para que el pueblo de dios escuche mejor la Palabra y sepan transmitirla a los demás.
· Para que los que se preparan a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana maduren en la fe.
· Para que en este tiempo seamos todos más generosos y solidarios y sepamos acercarnos a los pobres.
· Para que seamos dóciles al Espíritu Santo y confiemos en su fuerza para vencer la tentación.
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