¿Qué
mandamiento es el primero de todos?
4
DE NOVIEMBRE
DOMINGO
XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª
Lectura: Deuteronomio 6,2-6
Salmo 17:
Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.
2ª
Lectura: Hebreos 7,23-28
PALABRA
DEL DÍA
Marcos
12,28-34
“En aquel tiempo, un escriba se acercó a
Jesús y le preguntó: -¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús:
-El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor:
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. No hay mandamiento mayor que estos. El escriba replicó: -Muy bien,
Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera
de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo
el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y
sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: -No
estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.
Versión
latinoamericana extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Un escriba
que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le
preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”.
Jesús
respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único
Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con
todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo
es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento más grande que
estos”.
El escriba
dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay
otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y
con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos
los holocaustos y todos los sacrificios”.
Jesús, al
ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del
Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
REFLEXIÓN
Acaba el evangelio de este domingo
con la afirmación del evangelista Marcos que nos dice que “nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. Y así es. Porque
después de la respuesta sobre lo que es lo más fundamental, ya no caben más
preguntas. Ya no se puede cuestionar nada más, porque ya tenemos lo más
esencial.
Fijaos en que la solicitud que hace
este maestro de la ley a Jesús, preguntándole ¿qué mandamiento es el primero de todos?, es muy interesante,
puesto que en tiempos de Jesús, como hoy en día, también había muchas
tendencias a la hora de interpretar los mandamientos y la práctica de la
auténtica religión. De hecho, entonces, cada maestro de la ley se alineaba
según sus propias inclinaciones en una u otra tendencia.
Como hoy en día, entonces también
había muchos que eran más partidarios de una versión más literal de la Ley;
mientras que muchos otros se alineaban en posturas más liberales y hacían de
sus propias interpretaciones una nueva ley. Una lucha constante entre los
fundamentalistas y los liberales. Según la manera como un maestro de la ley
priorizaba unas normas o se distanciaba de ellas se le podía etiquetar de uno u
otro modo. Tanto es así que los discípulos escogían a sus maestros y sus
escuelas según sus propios intereses. Por ejemplo, en tiempo de Jesús, había
muchos que creían que la práctica del precepto del sábado, la práctica
religiosa y la piedad personal, era lo único importante y el único mandamiento
que podía ser considerado como auténticamente importante. Hoy en día también
hay ritualistas, tanto entre los judíos como entre nosotros, que piensan que
con la práctica religiosa ya basta y que no se necesita nada más.
La respuesta de Jesús: “Amarás al Señor… Amarás a tu prójimo como a
ti mismo” es sorprendente porque no toma un texto legislativo de la biblia
sino un fragmento de un texto recitativo, de oración, que todo judío, tanto
entonces como ahora, sabe de memoria y lleva escrito encima y tiene gravado en
la puerta de su casa. Y no sólo esto, sino que de un mandamiento –que es lo que
le pedían- Jesús hace un paquete de dos. Porque, de hecho, el mandamiento único
es sólo del amor. Un amor que es una realidad única, pero que tiene dos
expresiones simultáneas: hacia Dios y hacia los demás. Más que cumplir un
mandamiento, Jesús nos invita a vivir un convencimiento.
La conclusión final de Jesús,
después de escuchar las alabanzas que le hace el maestro de la ley, se
convierte, en definitiva, en una alabanza de Jesús al maestro de la ley. Éste
es un hecho insólito en todos los maestros de la ley, a los que acusa
constantemente de engañar a la gente practicante. (Es justamente lo que
leeremos el próximo domingo). Decirle a un maestro de la ley “No estás lejos del reino de Dios” es la
mejor alabanza que podemos hallar en los evangelios, y significa que nosotros,
cuando cumplimos y somos observantes de la ley, o cuando nos cuestionamos sobre
la búsqueda de lo que es fundamental, ya estamos trabajando –indirectamente-
para el Reino de Dios.
ENTRA
EN TU INTERIOR
LO IMPORTANTE
Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a
discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le indican
cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha despertado
una pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" ¿Qué
es lo más importante para acertar en la vida?
Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en la religión
se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir
dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de
manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.
Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la
oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo
la costumbre judía: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único
Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”.
El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de mandar. Jesús le
coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante no es conocer
preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos
habla sin pronunciar palabras humanas.
Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción
hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al
abrirnos al Misterio último de la vida: "Amarás". En esta
experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas.
No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es
amar.
Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la
fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas
y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el
corazón, con toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni
cálculos interesados. De manera generosa y confiada.
Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a
Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al
hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al
Padre sin amar a sus hijos e hijas?
No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia,
tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor,
ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la
sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué hay de verdad en nuestro amor
a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?
ORA EN TU
INTERIOR
Cuando nos dedicamos a la reflexión
seria y a la comprensión acertada de lo que es fundamental en nuestra fe, nos
acercamos al reino de Dios. No es aún la posesión definitiva del Reino, pero sí
que es una buena manera de aproximarse a él. Por tanto, no estaría mal que,
ahora que acabamos de comenzar el Año de la Fe, dedicáramos un poco más de
nuestro tiempo a la formación, a la reflexión y a la búsqueda de lo que es
fundamental en nuestra vida de creyentes. Como el maestro de la ley, no estaría
de más que nos predispusiéramos a ello, dedicando un poco más de nuestro
tiempo. Y no sólo haciéndonos preguntas, que a menudo ya lo hacemos, sino
sabiendo hallar las respuestas.
ORACIÓN
Te rogamos, Señor, que aumente en
nosotros la acción de tu poder, para que, alimentados con estos sacramentos, tu
gracia nos disponga a recibir las promesas con que nos enriqueces. AMEN.
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