lunes, 29 de octubre de 2012

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)



¿Qué mandamiento es el primero de todos?

4 DE NOVIEMBRE

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Deuteronomio 6,2-6

Salmo 17: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.

2ª Lectura: Hebreos 7,23-28

PALABRA DEL DÍA

Marcos 12,28-34

“En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: -¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: -El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos. El escriba replicó: -Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: -No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.

Versión latinoamericana extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”.
Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor; y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento más grande que estos”.
El escriba dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”.
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

REFLEXIÓN

            Acaba el evangelio de este domingo con la afirmación del evangelista Marcos que nos dice que “nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. Y así es. Porque después de la respuesta sobre lo que es lo más fundamental, ya no caben más preguntas. Ya no se puede cuestionar nada más, porque ya tenemos lo más esencial.
            Fijaos en que la solicitud que hace este maestro de la ley a Jesús, preguntándole ¿qué mandamiento es el primero de todos?, es muy interesante, puesto que en tiempos de Jesús, como hoy en día, también había muchas tendencias a la hora de interpretar los mandamientos y la práctica de la auténtica religión. De hecho, entonces, cada maestro de la ley se alineaba según sus propias inclinaciones en una u otra tendencia.
            Como hoy en día, entonces también había muchos que eran más partidarios de una versión más literal de la Ley; mientras que muchos otros se alineaban en posturas más liberales y hacían de sus propias interpretaciones una nueva ley. Una lucha constante entre los fundamentalistas y los liberales. Según la manera como un maestro de la ley priorizaba unas normas o se distanciaba de ellas se le podía etiquetar de uno u otro modo. Tanto es así que los discípulos escogían a sus maestros y sus escuelas según sus propios intereses. Por ejemplo, en tiempo de Jesús, había muchos que creían que la práctica del precepto del sábado, la práctica religiosa y la piedad personal, era lo único importante y el único mandamiento que podía ser considerado como auténticamente importante. Hoy en día también hay ritualistas, tanto entre los judíos como entre nosotros, que piensan que con la práctica religiosa ya basta y que no se necesita nada más.
            La respuesta de Jesús: “Amarás al Señor… Amarás a tu prójimo como a ti mismo” es sorprendente porque no toma un texto legislativo de la biblia sino un fragmento de un texto recitativo, de oración, que todo judío, tanto entonces como ahora, sabe de memoria y lleva escrito encima y tiene gravado en la puerta de su casa. Y no sólo esto, sino que de un mandamiento –que es lo que le pedían- Jesús hace un paquete de dos. Porque, de hecho, el mandamiento único es sólo del amor. Un amor que es una realidad única, pero que tiene dos expresiones simultáneas: hacia Dios y hacia los demás. Más que cumplir un mandamiento, Jesús nos invita a vivir un convencimiento.
            La conclusión final de Jesús, después de escuchar las alabanzas que le hace el maestro de la ley, se convierte, en definitiva, en una alabanza de Jesús al maestro de la ley. Éste es un hecho insólito en todos los maestros de la ley, a los que acusa constantemente de engañar a la gente practicante. (Es justamente lo que leeremos el próximo domingo). Decirle a un maestro de la ley “No estás lejos del reino de Dios” es la mejor alabanza que podemos hallar en los evangelios, y significa que nosotros, cuando cumplimos y somos observantes de la ley, o cuando nos cuestionamos sobre la búsqueda de lo que es fundamental, ya estamos trabajando –indirectamente- para el Reino de Dios.

 

ENTRA EN TU INTERIOR

LO IMPORTANTE

Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le indican cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha despertado una pregunta: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" ¿Qué es lo más importante para acertar en la vida?
Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.
Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”.
El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.
Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: "Amarás". En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es amar.
Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.
Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?
No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?

 

José Antonio Pagola

 

 

ORA EN TU INTERIOR

            Cuando nos dedicamos a la reflexión seria y a la comprensión acertada de lo que es fundamental en nuestra fe, nos acercamos al reino de Dios. No es aún la posesión definitiva del Reino, pero sí que es una buena manera de aproximarse a él. Por tanto, no estaría mal que, ahora que acabamos de comenzar el Año de la Fe, dedicáramos un poco más de nuestro tiempo a la formación, a la reflexión y a la búsqueda de lo que es fundamental en nuestra vida de creyentes. Como el maestro de la ley, no estaría de más que nos predispusiéramos a ello, dedicando un poco más de nuestro tiempo. Y no sólo haciéndonos preguntas, que a menudo ya lo hacemos, sino sabiendo hallar las respuestas.

ORACIÓN

            Te rogamos, Señor, que aumente en nosotros la acción de tu poder, para que, alimentados con estos sacramentos, tu gracia nos disponga a recibir las promesas con que nos enriqueces. AMEN.
 
Expliquemos el evangelio a los niños
(haz clic en la imagen para agrandarla)
 
 
 
 

 

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