miércoles, 3 de octubre de 2012

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)


“…Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis;
de los que son como ellos es el reino de Dios…, el que no acepte
el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
DOMINGO 7 DE OCTUBRE
DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Génesis 2,18-24
Salmo 127: “Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida”.
2ª Lectura: Hebreos 2,9-11

PALABRA DEL DÍA
Marcos 10,2-16
“En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: -¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? Él les replicó: -¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron: -Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio. Jesús les dijo: -Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: -Si uno se divorcia de su mujer, y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: -Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos”.
 
 
REFLEXIÓN



Jesús, no vino a juzgar y a condenar, sino a salvar, y criticó duramente la actitud de aquellos que juzgaban a los otros con ligereza, incapaces de mirar a su propio interior; a aquellos que siempre veían la mota en el ojo ajeno y no veían, o no querían ver, la viga en el suyo.
            Somos muy dados a juzgar y a condenar, incapaces de escuchar las tremendas palabras del Maestro: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
            Por eso en este domingo os ofrezco esta reflexión de Javier García, en la portada de la Hoja Dominical EUCARISTÍA, correspondiente a este Domingo XXVII.
            “Nunca olvidaré el funeral de Alexandra, a quien no pude conocer personalmente. Había llegado desde Ucrania huyendo de los malos tratos de su pareja y en busca de una vida un poco más feliz. Aquí, con el paso del tiempo, conoció a un hombre que también huía y que, un día sí y otro también, encontraba refugio en el alcohol. Iniciaron una relación. Él dejó de beber. Quienes le conocían decían que era otra persona; tal era el cambio que se había producido en él. Dice el dicho que la alegría dura poco en casa del pobre, y esta vez llevaba razón. Un cáncer se llevó muy pronto a Alexandra. Nunca olvidaré su funeral. El cura que oficiaba andaba tan preocupado por la salvación de aquella mujer que una y otra vez repetía “si no se ha arrepentido de sus pecados en el último momento se habrá condenado”. El pecado era vivir una situación de pareja irregular. Adúltera.
            ¿Qué pecado?, me preguntaba entonces y me pregunto ahora. ¿Huir de una relación que se había vuelto insostenible?, ¿abandonar un trabajo en su país y lanzarse a una aventura laboral muy incierta en un país extranjero?, ¿querer a un hombre que no era su marido y ayudarle a salir del infierno del alcohol? ¿Enfermar y morir prácticamente sola, sin apenas haber podido disfrutar de la vida? Me repugna la imagen de un Dios que pudiera condenar a Alexandra. Me entristece un cristianismo que se atreva a condenar en nombre de Dios. Jesús nunca lo hizo.
            La sociedad está cambiando muy deprisa. Alexandra es un ejemplo de lo que está sucediendo: migraciones, emancipación de la mujer, pluralidad y mezcla cultural; y…, que no se olvide, casi siempre el olvido, cuando también la condena, de los pobres. Todo cambio genera novedad, pero también confusión y crisis. Las respuestas que nos sabíamos para responder a las preguntas del pasado ya no sirven para los nuevos interrogantes del presente. El orden establecido es cuestionado por la realidad cambiante; visiones que parecían explicarnos la realidad quedan superadas; valores que defendíamos como inamovibles son fuertemente cuestionados. También la fe, también la idea que nos hemos hecho del cristianismo, también el modo de ser Iglesia.
            Son muchos los cristianos que se sienten incómodos en la Iglesia. No es una afirmación gratuita. Tristemente es así. Hoy, Alexandra y el Evangelio me empujan a pensar en todos los divorciados que se han vuelto a casar, en todas aquellas personas que viven alguna situación “irregular”. Al mismo tiempo que Europa olvida progresivamente sus raíces cristianas, muchos cristianos y muchas cristianas se sienten incómodos en la Iglesia y se preguntan si están dentro, si son cristianos de “segunda” o si ya están fuera.
            ¿Qué hemos de hacer? ¿Quedarnos en la letra de la ley? ¿Responder con respuestas del pasado? Dios sigue vivo en el corazón de los hombres y mujeres de hoy, aunque ellos no lo sepan. Y nos habla y nos mira de ellos. Hemos de aprender a leer en sus vidas”.
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
            Las mujeres y los niños eran, en aquella cultura, considerados ciudadanos de segunda división. No contaban. Jesús se rebela contra esa realidad discriminatoria y opresora. A los discípulos les cuesta comprender su postura. ¡Qué difícil nos es sustraernos a los valores de la cultura dominante y aceptar los valores del Reino! Siempre tenemos la tentación de utilizar a Dios para justificar el “status quo” que hemos creado, sea en las relaciones de pareja, sea en el resto de relaciones sociales. “Es la voluntad de Dios”, decimos o escuchamos. No. Es nuestra voluntad y nuestra ley.
            Jesús les decía, y nos dice hoy a sus discípulos, que hemos de hacernos como niños si queremos comprender el reino y entrar en él. Es haciéndonos pequeños como podemos aceptar la grandeza de Dios y de su amor; es aceptando nuestra debilidad como nos hacemos capaces de aceptar a los pobres y débiles; es viviendo en la humildad como seremos capaces de aceptar a Jesús que es manso y humilde; es viviendo en la igualdad radical como logramos convivir con los otros y crear fraternidad.
 
 
ORA EN TU INTERIOR
Jesús ha visto la intención de los fariseos de enredarle en la ley y su casuística. No entra en su juego. Les denuncia. En el caso que le proponen, la ley ha sido escrita y es utilizada al servicio de los intereses del más fuerte. “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto” (Mc 2,5). Jesús les propone otro escenario, el de la voluntad de Dios: ¿qué es lo que Dios quiere? ¿Qué es lo que Dios quiso desde el principio?
            ¡Y qué diferencia tan grande entre la ley y la voluntad de Dios! Jesús nos abre los ojos para descubrir la voluntad de Dios más allá de la ley. Sale al paso de la parte más débil de la pareja, la mujer, a la cual no se le permitía el divorcio. Más aún, cualquier motivo podía ser utilizado por el varón para repudiarla. El Dios que crea al hombre y a la mujer nada tiene que ver con esta práctica machista (Mc 2,6). “Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer”. Es decir, iguales, con la misma dignidad.
ORACIÓN
·         Quiero tener presente, Señor, a todas las parejas de esposos que sufren por falta de entendimiento, por ausencia de mutua comprensión, por falta de respeto, de delicadeza.
·         Quiero tener presente, Señor, a los matrimonios que se han roto definitivamente y a los hijos que han vivido y viven el problema de la separación de sus padres.
·         Quiero tener presente, Señor, a toda la Iglesia. Ante sí tiene el reto de una nueva evangelización. Le pido al Espíritu que nos ayude a descubrir y a vivir con mayor autenticidad el evangelio y de este modo podamos ser luz y sal en medio de nuestro mundo.
·         Quiero tener presente, Señor, a nuestras comunidades cristianas, que sepamos ayudarnos mutuamente a crecer en la fe y en el seguimiento de Jesús.
·         Por último, Señor, quiero tener presente a toda la humanidad, a todos los pueblos de la tierra, a los organismos internacionales que trabajan al servicio de la convivencia mundial, el diálogo, la justicia y la paz.
 
 
           
 
           
 
 

           
 

 

           

 

 

 
 



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