martes, 29 de septiembre de 2015

4 DE OCTUBRE: XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“…Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis;
de los que son como ellos es el reino de Dios…, el que no acepte
el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
DOMINGO 4 DE OCTUBRE
DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Génesis 2,18-24
Y serán los dos una sola carne.
Salmo 127: “Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida”.
2ª Lectura: Hebreos 2,9-11
El santificador y los santificados proceden todos del mismo.
PALABRA DEL DÍA
Marcos 10,2-16
“En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: -¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? Él les replicó: -¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron: -Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio. Jesús les dijo: -Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: -Si uno se divorcia de su mujer, y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: -Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre,
y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.”
REFLEXIÓN
Jesús, no vino a juzgar y a condenar, sino a salvar, y criticó duramente la actitud de aquellos que juzgaban a los otros con ligereza, incapaces de mirar a su propio interior; a aquellos que siempre veían la mota en el ojo ajeno y no veían, o no querían ver, la viga en el suyo.
            Somos muy dados a juzgar y a condenar, incapaces de escuchar las tremendas palabras del Maestro: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
            Por eso en este domingo os ofrezco esta reflexión de Javier García, en la portada de la Hoja Dominical EUCARISTÍA, correspondiente a este Domingo XXVII.
            “Nunca olvidaré el funeral de Alexandra, a quien no pude conocer personalmente. Había llegado desde Ucrania huyendo de los malos tratos de su pareja y en busca de una vida un poco más feliz. Aquí, con el paso del tiempo, conoció a un hombre que también huía y que, un día sí y otro también, encontraba refugio en el alcohol. Iniciaron una relación. Él dejó de beber. Quienes le conocían decían que era otra persona; tal era el cambio que se había producido en él. Dice el dicho que la alegría dura poco en casa del pobre, y esta vez llevaba razón. Un cáncer se llevó muy pronto a Alexandra. Nunca olvidaré su funeral. El cura que oficiaba andaba tan preocupado por la salvación de aquella mujer que una y otra vez repetía “si no se ha arrepentido de sus pecados en el último momento se habrá condenado”. El pecado era vivir una situación de pareja irregular. Adúltera.
            ¿Qué pecado?, me preguntaba entonces y me pregunto ahora. ¿Huir de una relación que se había vuelto insostenible?, ¿abandonar un trabajo en su país y lanzarse a una aventura laboral muy incierta en un país extranjero?, ¿querer a un hombre que no era su marido y ayudarle a salir del infierno del alcohol? ¿Enfermar y morir prácticamente sola, sin apenas haber podido disfrutar de la vida? Me repugna la imagen de un Dios que pudiera condenar a Alexandra. Me entristece un cristianismo que se atreva a condenar en nombre de Dios. Jesús nunca lo hizo.
            La sociedad está cambiando muy deprisa. Alexandra es un ejemplo de lo que está sucediendo: migraciones, emancipación de la mujer, pluralidad y mezcla cultural; y…, que no se olvide, casi siempre el olvido, cuando también la condena, de los pobres. Todo cambio genera novedad, pero también confusión y crisis. Las respuestas que nos sabíamos para responder a las preguntas del pasado ya no sirven para los nuevos interrogantes del presente. El orden establecido es cuestionado por la realidad cambiante; visiones que parecían explicarnos la realidad quedan superadas; valores que defendíamos como inamovibles son fuertemente cuestionados. También la fe, también la idea que nos hemos hecho del cristianismo, también el modo de ser Iglesia.
            Son muchos los cristianos que se sienten incómodos en la Iglesia. No es una afirmación gratuita. Tristemente es así. Hoy, Alexandra y el Evangelio me empujan a pensar en todos los divorciados que se han vuelto a casar, en todas aquellas personas que viven alguna situación “irregular”. Al mismo tiempo que Europa olvida progresivamente sus raíces cristianas, muchos cristianos y muchas cristianas se sienten incómodos en la Iglesia y se preguntan si están dentro, si son cristianos de “segunda” o si ya están fuera.
            ¿Qué hemos de hacer? ¿Quedarnos en la letra de la ley? ¿Responder con respuestas del pasado? Dios sigue vivo en el corazón de los hombres y mujeres de hoy, aunque ellos no lo sepan. Y nos habla y nos mira de ellos. Hemos de aprender a leer en sus vidas”.

ENTRA EN TU INTERIOR
ACOGER A LOS PEQUEÑOS
El episodio parece insignificante. Sin embargo, encierra un trasfondo de gran importancia para los seguidores de Jesús. Según el relato de Marcos, algunos tratan de acercar a Jesús a unos niños y niñas que corretean por allí. Lo único que buscan es que aquel hombre de Dios los pueda tocar para comunicarles algo de su fuerza y de su vida. Al parecer,  era una creencia popular.
Los discípulos se molestan y tratan de impedirlo. Pretenden levantar un cerco en torno a Jesús. Se atribuyen el poder de decidir quiénes pueden llegar hasta Jesús y quiénes no. Se interponen  entre él y los más pequeños, frágiles y necesitados de aquella sociedad. En vez de facilitar su acceso a Jesús, lo obstaculizan.
Se han olvidado ya del gesto de Jesús que, unos días antes, ha puesto en el centro del grupo a un niño para que aprendan bien que son los pequeños los que han de ser el centro de atención y cuidado de sus discípulos. Se han olvidado de cómo lo ha abrazado delante de todos, invitándoles a acogerlos en su nombre y con su mismo cariño.
Jesús se indigna. Aquel comportamiento de sus discípulos es intolerable. Enfadado, les da dos órdenes: «Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis». ¿Quién les ha enseñado a actuar de una manera tan contraria a su Espíritu? Son, precisamente, los pequeños, débiles e indefensos, los primeros que han de tener abierto el acceso a Jesús.
La razón es muy profunda pues obedece a los designios del Padre: «De los que son como ellos es el reino de Dios». En el reino de Dios y en el grupo de Jesús, los que molestan no son los pequeños, sino los grandes y poderosos, los que quieren dominar y ser los primeros.
El centro de su comunidad no ha de estar ocupado por personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás desde arriba. En su comunidad se necesitan hombres y mujeres que buscan el último lugar para acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles y necesitados.
El reino de Dios no se difunde desde la imposición de los grandes sino desde la acogida y defensa a los pequeños. Donde éstos se convierten en el centro de atención y cuidado, ahí está llegando el reino de Dios, la sociedad humana que quiere el Padre.       
José Antonio Pagola               
ORA EN TU INTERIOR
Jesús ha visto la intención de los fariseos de enredarle en la ley y su casuística. No entra en su juego. Les denuncia. En el caso que le proponen, la ley ha sido escrita y es utilizada al servicio de los intereses del más fuerte. “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto” (Mc 2,5). Jesús les propone otro escenario, el de la voluntad de Dios: ¿qué es lo que Dios quiere? ¿Qué es lo que Dios quiso desde el principio?
            ¡Y qué diferencia tan grande entre la ley y la voluntad de Dios! Jesús nos abre los ojos para descubrir la voluntad de Dios más allá de la ley. Sale al paso de la parte más débil de la pareja, la mujer, a la cual no se le permitía el divorcio. Más aún, cualquier motivo podía ser utilizado por el varón para repudiarla. El Dios que crea al hombre y a la mujer nada tiene que ver con esta práctica machista (Mc 2,6). “Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer”. Es decir, iguales, con la misma dignidad.
ORACIÓN
·         Quiero tener presente, Señor, a todas las parejas de esposos que sufren por falta de entendimiento, por ausencia de mutua comprensión, por falta de respeto, de delicadeza.
·         Quiero tener presente, Señor, a los matrimonios que se han roto definitivamente y a los hijos que han vivido y viven el problema de la separación de sus padres.
·         Quiero tener presente, Señor, a toda la Iglesia. Ante sí tiene el reto de una nueva evangelización. Le pido al Espíritu que nos ayude a descubrir y a vivir con mayor autenticidad el evangelio y de este modo podamos ser luz y sal en medio de nuestro mundo.
·         Quiero tener presente, Señor, a nuestras comunidades cristianas, que sepamos ayudarnos mutuamente a crecer en la fe y en el seguimiento de Jesús.
·         Por último, Señor, quiero tener presente a toda la humanidad, a todos los pueblos de la tierra, a los organismos internacionales que trabajan al servicio de la convivencia mundial, el diálogo, la justicia y la paz.
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes de Fano.


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martes, 22 de septiembre de 2015

27 DE SEPTIEMBRE: XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.




“…el que no está contra nosotros está a favor nuestro”
27 DE SEPTIEMBRE
DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Números 11,25-29
¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta!
Salmo 18: “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón”
2ª Lectura: Santiago 5,1-6
Vuestra riqueza está corrompida.
PALABRA DEL DÍA
Marcos 9,38-43.45.47-48
“En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: -Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros. Jesús respondió: -No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
Versión para América Latina, extraída de la biblia del Pueblo de Dios.
“Juan le dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros".
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí.
Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.
Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible.
Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.
Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena,
donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.”
REFLEXIÓN
            Jesús, en el evangelio de san Marcos, aprovecha alguna de las cuestiones que se le plantean no sólo para resolverlas puntualmente y salir del paso, sino también para aleccionar a sus discípulos, y también a nosotros, sobre cómo tienen que ser sus comportamientos y sus relaciones para con los demás.
            Hoy la pregunta de Juan a Jesús es sobre qué hay que hacer con aquellos que hacen obras buenas, obras con la fuerza y el nombre de Jesús –como nosotros- pero que, de hecho, no son “de los nuestros”. Estas situaciones son las que siempre han despertado en nosotros recelos, envidias y celos. Y más aún en los grupos o colectivos, donde a menudo se generan las rivalidades, el espíritu gregario o los sectarismos. Los celos y las envidias están muy presentes en nuestras relaciones, tanto a nivel personal como familiar, tanto a nivel de grupo como a nivel comunitario, tanto a nivel social como político, tanto a nivel eclesial como interreligioso. Todos tenemos la tendencia a encerrarnos y a ser bastante exclusivistas.
            En nuestra sociedad actual se ha ido imponiendo cada vez más el espíritu de la tolerancia como un valor ante los demás, los diferentes, y sobre todo ante los que “no son de los nuestros”, como dice hoy el evangelio. Es cierto que ya es una muy buena respuesta. Pero la tolerancia, hace referencia más propiamente a lo que se tiene que soportar, aguantar o consentir, que a lo que –como nos dice hoy Jesús- se tiene que aceptar y asumir como una realidad que es positiva y enriquecedora en sí misma. Como un hecho que, lejos de restar energías, viene a sumar esfuerzos. La frase de Jesús, cuando dice que “el que no está contra nosotros está a favor nuestro” es suficientemente definitoria.
            Por tanto, la solución de Jesús va mucho más allá de una pura tolerancia, entendida como una resignación ante aquellas realidades que no se pueden controlar. Jesús nos anima a tomar postura y a comprometernos. En estas cosas no valen las medias tintas de aquel que no se posiciona nunca, sino que hay que tomar partido, tenemos que estar a favor o en contra del bien. Una vez más debemos recordar que creer es comprometerse y, por tanto, es tomar una determinación de cooperación a favor de todo aquello que sea bueno, venga de donde venga. De hecho hoy, Jesús, propone dos cosas muy distintas al lado de una pasiva tolerancia.
            En primer lugar, Jesús propone la aceptación de toda realidad que sea buena y de toda persona que haga el bien bajo la fórmula de la acogida: “El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”.
            En segundo lugar, Jesús nos propone que nos sintamos pequeños e indefensos. Es decir, que seamos humildes ante los demás. Si nos sentimos pequeños seguro que defenderemos a los indefensos. En cambio, si pensamos que nosotros somos los grandes, entonces creeremos que sólo nosotros tenemos el monopolio de hacer el bien y, por tanto, acabaremos regulando todo el mercado, pues ésta era la tentación del discípulo Juan y muchas veces también es nuestra tentación.
            Y Jesús no sólo nos propone que seamos pequeños, sino que no escandalicemos a los pequeños: “El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”.
ENTRA EN TU INTERIOR
La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora (Mc 9, 38-43. 45. 47-48).
Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: «no es de los nuestros».
Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son rotundas: «No se lo impidáis». El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
            Las palabras más duras del evangelio que hemos proclamado hoy se dirigen contra el enemigo que llevamos dentro de nosotros mismos, y no contra el enemigo que buscamos para salvaguardar nuestros intereses y dominio. Jesús nos invita a desprendernos de todo aquello que está contra nosotros entre nuestras propias ideas y actitudes, una vez que hemos asumido que vale más confiar en Dios y en su proyecto universal que en las certezas e intereses propios.
            El Reino de Dios, precedido por sus signos frente al sufrimiento y al mal del mundo (echa demonios), instaura una nueva forma de relacionarse, que ya no pasa por el ejercicio soberbio de poder sino por la sencillez de la fe en las personas y en uno mismo: la amistad, en definitiva. Los extraños y distintos pueden ser entonces amigos; y uno mismo, muchas veces también desconocido para sí, ha de ser espacio de reconciliación y fidelidad personal.
ORACIÓN
            Señor, tu bendita obsesión es la expansión del Reino de Dios para que los hombres se salven. Por eso, cualquier ayuda que lo haga posible, es bienvenida. Por eso, el que favorezca a los que evangelizan tendrá su premio. Por eso, el que escandaliza a un pequeño, que tan bien acoge tu mensaje, lo  tiene difícil. Por eso, todo lo que me impida serte fiel, fuera de mí. Aunque me cueste sangre. Lo primer es antes.
 "El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar".


Expliquemos el Evangelio a los niños.
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“Si tu mano hace daño, cámbiala”

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martes, 15 de septiembre de 2015

20 DE SEPTIEMBRE: XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.



“Quien quiera ser el primero, que sea el último
de todos y el servidor de todos...”
 20 DE SEPTIEMBRE
XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

1ª Lectura: Sabiduría 2,12.17-20
Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
Salmo 53: “El Señor sostiene mi vida”
2ª Lectura: Santiago 3,16-4,3
Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
PALABRA DEL DÍA
Marcos 9,30-37
“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no querían que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: -El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y, una vez en casa, les preguntó: -¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: -Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: -El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.
Versión para América Latina, extraída de la biblia del Pueblo de Dios.
“Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,
porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará".
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?".
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".
REFLEXIÓN
            Por segunda vez, Jesús explica a sus discípulos cómo, de acuerdo con lo anunciado por los profetas, conforme leemos en la primera lectura del libro de la sabiduría, tiene que ser entregado en manos de los hombres y morir y resucitar al tercer día. Quiere salir al paso, de una vez, de las falsas expectativas mesiánicas que se habían ido creando interesadamente entre el pueblo y entre sus dirigentes, incluso entre sus discípulos.
            Los discípulos no prestan atención, no escuchan; ellos a lo suyo, a lo que les preocupa más que nada. Desde el principio han ido forjándose una idea demasiado interesada del futuro de Jesús y, viendo sus milagros y escuchando sus palabras y disfrutando de la general buena aceptación del pueblo, ya se veían compartiendo el éxito popular de Jesús. Lo que les importaba era su papel en el triunfo, sacar el mejor partido posible, ocupar los primeros puestos. Algunos parecían ya estar adjudicados como el de Pedro, pero quedaban muchos más. Y de eso discutían, distraídos, cuando Jesús los vuelve a la realidad con una pregunta: ¿de qué hablabais por el camino? Y se quedaron callados, avergonzados, sin saber qué decir. Pero Jesús sí que quiere aclarar las cosas: el que quiere ser el primero de todos, que sea el último de todos, el servidor de todos.
            Lo malo es que, dos mil años después, los nuevos discípulos de Jesús seguimos como los, primeros: sin enterarnos, sin tomar en serio el Evangelio, enfrascados en nuestras cosas, en nuestros intereses, en nuestras pequeñas guerras  y diferencias, en un discutible forcejeo por copar los primeros puestos, títulos, dignidades, prebendas. De nada sirve que Jesús recomiende acoger a los niños, o sea, los débiles; nosotros nos dedicamos a acoger y agasajar a los grandes, a los que mandan, a las altas jerarquías eclesiásticas, civiles, políticas y militares. Ellos representan a Dios. Pero Jesús ha dicho que Él está en los niños, en los débiles, en los que tienen hambre, en los pobres, en los enfermos.
ENTRA EN TU INTERIOR
NO CONFUNDIR A JESÚS CON NADIE
Según el evangelista, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, los lleva aparte a una montaña, y allí «se transfigura delante de ellos». Son los tres discípulos que, al parecer, ofrecen mayor resistencia a Jesús cuando les habla de su destino doloroso de crucifixión.
Pedro ha intentado incluso quitarle de la cabeza esas ideas absurdas. Los hermanos Santiago y Juan le andan pidiendo los primeros puestos en el reino del Mesías. Ante ellos precisamente se transfigurará Jesús. Lo necesitan más que nadie.
La escena, recreada con diversos recursos simbólicos, es grandiosa. Jesús se les presenta «revestido» de la gloria del mismo Dios. Al mismo tiempo, Elías y Moisés, que según la tradición, han sido arrebatados a la muerte y viven junto a Dios, aparecen conversando con él. Todo invita a intuir la condición divina de Jesús, crucificado por sus adversarios, pero resucitado por Dios.
Pedro reacciona con toda espontaneidad: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» No ha entendido nada. Por una parte, pone a Jesús en el mismo plano y al mismo nivel que a Elías y Moisés: a cada uno su tienda. Por otra parte, se sigue resistiendo a la dureza del camino de Jesús; lo quiere retener en la gloria del Tabor, lejos de la pasión y la cruz del Calvario.

Dios mismo le va a corregir de manera solemne: «Éste es mi Hijo amado». No hay que confundirlo con nadie. «Escuchadle a él», incluso cuando os habla de un camino de cruz, que termina en resurrección.
Sólo Jesús irradia luz. Todos los demás, profetas y maestros, teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, tenemos el rostro apagado. No hemos de confundir a nadie con Jesús. Sólo él es el Hijo amado. Su Palabra es la única que hemos de escuchar. Las demás nos han de llevar a él.
Y hemos de escucharla también hoy, cuando nos habla de «cargar la cruz» de estos tiempos. El éxito nos hace daño a los cristianos. Nos ha llevado incluso a pensar que era posible una Iglesia fiel a Jesús y a su proyecto del reino, sin conflictos, sin rechazo y sin cruz. Hoy se nos ofrecen más posibilidades de vivir como cristianos «crucificados». Nos hará bien. Nos ayudará a recuperar nuestra identidad cristiana.
José Antonio Pagola
 ORA EN TU INTERIOR
            Porque esa es la cuestión. Aceptar de una vez que mandar, reinar, gobernar, presidir, dirigir, trabajar… todo es servir. Vivir es servir, o sea, convivir, compartir, comunicar, consensuar, hacer todo y siempre con todos, entre todos, al servicio de todos, buscando el bien de todos, sin partidismos, sin nepotismos, sin discriminaciones, sin chantajes contra nadie, ni ventajas sobre los demás. Todos iguales, todos hermanos en Cristo que dio su vida para que tengamos vida y la tengamos sobrada y feliz.
ORACIÓN
A veces, Señor, la pequeñez de mi ser criatura me parece inadecuada e insuficiente para contener mis grandes deseos. Y hago de todo para acabar con aquellos a quienes advierto como límites a mi necesidad de expandirme, de “sentirme grande”: ser más que los otros, recibir más que los otros, contar más que los otros.
            Tú sales al encuentro de esta prepotente necesidad de sobresalir y me propones ponerla al servicio del amor, haciéndome el último de todos, el siervo de todos, el más pacífico, el más dócil, el más misericordioso, acogedor con todos.
            Envía de lo alto tu Espíritu de sabiduría, para que haga de mi vida una obra de paz.
            No me cansaré de repetir: “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
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lunes, 7 de septiembre de 2015

13 DE SEPTIEMBRE: XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.



“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga…”
13 DE SEPTIEMBRE
DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
1ª Lectura: Isaías 50,5-9
Ofrecí la espalda a los que me apaleaban.
Salmo 114: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.
2ª Lectura: Santiago 2,14-18
La fe, si no tiene obras, está muerta.
PALABRA DEL DÍA
Marcos 8,27-35
“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: -Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas. Él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro le contestó: -Tú eres el Mesías. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: -El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: -¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios! Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas".
"Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías".
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días;
y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.”
REFLEXIÓN
           Con el texto de hoy, termina la primera parte del evangelio de Marcos que revela la auténtica identidad de Jesús.
            Marcos ha tratado en esta primera parte, hacer que la respuesta a la pregunta fundamental sobre la identidad de Jesús, cuyo nombre se había hecho famoso (Mc. 6,14), emerja. Ahora es el mismo Jesús quien explicita la pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”.
            La pregunta de Jesús es para cada uno de nosotros. Nos inquieta y nos cautiva. Nos exige y, al mismo tiempo, nos consuela. ¿Quién soy para ti?, ¿qué pinto en tu vida?, ¿qué piensas de mí?, es la pregunta de Jesús a los discípulos y la cuestión que nos dirige hoy a quienes escuchamos este evangelio. Una pregunta que va más allá de un parecer o una opinión. La pregunta de Jesús va al centro mismo de nuestro proyecto de vida. Es una pregunta que se responde con palabras, sentimientos, con obras, con todo el ser. Nuestra respuesta se da en la vida.
            Nosotros miramos la vida de Jesús y quedamos cautivados. Él no elude la dificultad, no esquiva los problemas, no huye de las situaciones complejas. Lo vemos con los enfermos, con los extranjeros, con los pecadores, con los niños y las mujeres, con todos…, a cada cual le da lo que necesita: salud, inserción, perdón. Quien se acerca queda transformado.
            Él lo da todo por los demás, aun a riesgo de su vida. A lo largo del evangelio vemos los conflictos que tiene Jesús con las autoridades políticas y religiosas, con aquellos que no entienden su quehacer e, incluso, con sus propios discípulos. No entienden cómo puede vivir tan entregado a los demás. El secreto es que Jesús confía, absolutamente, en Dios y, por tanto, se desvive totalmente por el prójimo.
           La pregunta definitiva es: ¿Qué quieres de mí?. Es la pregunta que le hacemos a Dios, con la certeza de que responde. La que puede orientar definitivamente nuestra vida y lanzarnos hacia el prójimo. La que nos invita a cargar con la cruz y seguir sus pasos. La que determina nuestro hoy y nuestro mañana. La que garantiza un sentido pleno a nuestra vida. La que nos hace miembros adultos de la familia de los cristianos, la Iglesia. La que nos hace ser testimonio suyo allí donde estemos. Hoy le podeos hacer esa pregunta… Estad atentos porque siempre responde.
ENTRA EN TU INTERIOR
RECONOCER A JESÚS EL CRISTO
El episodio ocupa un lugar central y decisivo en el relato de Marcos. Los discípulos llevan ya un tiempo conviviendo con Jesús. Ha llegado el momento en que se han de pronunciar con claridad. ¿A quién están siguiendo? ¿Qué es lo que descubren en Jesús? ¿Qué captan en su vida, su mensaje y su proyecto?
Desde que se han unido a él, viven interrogándose sobre su identidad. Lo que más les sorprende es la autoridad con que habla, la fuerza con que cura a los enfermos y el amor con que ofrece el perdón de Dios a los pecadores. ¿Quién es este hombre en quien sienten tan presente y tan cercano a Dios como Amigo de la vida y del perdón?
Entre la gente que no ha convivido con él se corren toda clase de rumores, pero a Jesús le interesa la posición de sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
No basta que entre ellos haya opiniones diferentes más o menos acertadas. Es fundamental que los que se han comprometido con su causa, reconozcan el misterio que se encierra en él. Si no es así, ¿quién mantendrá vivo su mensaje? ¿qué será de su proyecto del reino de Dios? ¿en qué terminará aquel grupo que está tratando de poner en marcha?.
Pero la cuestión es vital también para sus discípulos. Les afecta radicalmente. No es posible seguir a Jesús de manera inconsciente y ligera. Tienen que conocerlo cada vez con más hondura. Pedro, recogiendo las experiencias que han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: «Tú eres el Mesías».
La confesión de Pedro es todavía limitada. Los discípulos no conocen aún la crucifixión de Jesús a manos de sus adversarios. No pueden ni sospechar que será resucitado por el Padre como Hijo amado. No conocen experiencias que les permitan captar todo lo que se encierra en Jesús. Solo siguiéndolo de cerca, lo irán descubriendo con fe creciente.
Para los cristianos es vital reconocer y confesar cada vez con más hondura el misterio de Jesús el Cristo. Si ignora a Cristo, la Iglesia vive ignorándose a sí misma. Si no lo conoce, no puede conocer lo más esencial y decisivo de su tarea y misión. Pero, para conocer y confesar a Jesucristo, no basta llenar nuestra boca con títulos cristológicos admirables. Es necesario seguirlo de cerca y colaborar con él día a día. Ésta es la principal tarea que hemos de promover en los grupos y comunidades cristianas.
José Antonio Pagola
 ORA EN TU INTERIOR
            La misión de Jesús es anunciar el plan de salvación del Padre para todos. Proclamar la vida que procede de Dios, Inaugurar su reinado. Que todos conozcan a Dios y acepten su señorío. Que todos vivan desde el amor y la entrega. Que el perdón sea una realidad. Que la compasión sea habitual y todos tiendan la mano al prójimo. Evidentemente esto solo es posible desde la experiencia de sentirse amado, elegido y enviado por el mismo Dios.
            Los discípulos continúan su misión con la certeza de la cruz y la entrega. Los cristianos seguimos los pasos de Jesucristo y sabemos que encontraremos dificultades., como las encontró Él. Pero también sabemos que, tras sus pasos, encontraremos el sentido más pleno, el amor más sincero y la vida más entregada. Es la garantía que Él nos da.
ORACIÓN
            Perdóname, Señor Jesús: también hoy he tenido miedo del rechazo y de la burla. No he conseguido seguirte en tu camino y me he rebajado a pactos con los criterios que, en este mundo, permiten estar de la parte de los vencedores. Tú elegiste el amor y fuiste escarnecido, no te creyeron y, por último, te mataron. Nunca dejaste de amar ni de demostrar amor: lo que decías lo ponías en práctica. Fuiste un derrotado para las crónicas mundanas, pero en el silencio de una aurora de primavera, resucitaste de la muerte. El amor, nos dijiste, es la única salvación, y creer en ti derrota todo abuso, todo egoísmo tiránico.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes de Fano.

Imagen para colorear.

Coge la cruz de cada día.