martes, 28 de julio de 2015

2 DE AGOSTO: XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.


“Os lo aseguro, me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios."
 2 DE AGOSTO
DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)
1ª Lectura: Éxodo 16,2-4.12-15
Salmo 77: “El Señor le dio un trigo celeste”
2ª Lectura: Efesios 4,17.20-24
PALABRA DEL DÍA
Juan 6,24-35
“Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”. Jesús les contestó: “Os lo aseguro, me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios. Ellos le preguntaron: “¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?”. Respondió Jesús: “Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado”. Ellos le replicaron: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”. Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mi no pasará sed”.
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
"Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".
Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?".
Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".
Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".
Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed."
REFLEXIÓN
            Ante la pregunta que le hace a Jesús la muchedumbre, cuando lo encuentran junto a Cafarnaúm: “Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?”. Jesús no responde a los que le preguntan, pero revela las verdaderas intenciones que han impulsado a la gente a buscarle, desenmascara una mentalidad demasiado material. Todos siguen a Jesús por el pan material, sin comprender la señal hecha por el profeta. Buscan más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de adhesión y de amor. Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diversidad que existe entre el pan material y corruptible y ese otro “que da la vida eterna”. Invita a la gente a superar ese estrecho horizonte en que viven, para pasar a la fe. Ante la pregunta: “¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?”, Jesús exige una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, es decir, “lo que Dios espera de vosotros es que creáis en aquel que él ha enviado”.
            Pero para esto el milagro de los panes no es suficiente. Sus padres, en el desierto, vivieron un milagro mayor: “Dios les dio a comer pan del cielo”, Dios les dio el maná.  Jesús, en realidad, da verdaderamente el nuevo maná, porque su alimento es muy superior al que comieron los padres en el desierto: él da a todos la vida eterna. Pero solo el que tiene fe puede recibir ese don. El verdadero alimento no está en el don de Moisés y en la ley, sino en el don del Hijo,  que el Padre ofrece a los hombres, porque él es “el verdadero pan del cielo” y “el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”.
            Es el don amoroso hecho por el Padre a cada hombre, Él es la Palabra  que han de creer: quien se adhiere a él da un sentido a su propia vida y consigue su propia felicidad.
ENTRA  EN TU INTERIOR
EL CORAZÓN DEL CRISTIANISMO
             La gente necesita a Jesús y lo busca. Hay algo en él que les atrae, pero todavía no saben exactamente por qué lo buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.
             Jesús comienza a conversar con ellos. Hay cosas que conviene aclarar desde el principio. El pan material es muy importante. Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día» para todos. Pero el ser humano necesita algo más. Jesús quiere ofrecerles un alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida.
             La gente intuye que Jesús les está abriendo un horizonte nuevo, pero no saben qué hacer, ni por dónde empezar. El evangelista resume sus interrogantes con estas palabras: «y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?». Hay en ellos un deseo sincero de acertar. Quieren trabajar en lo que Dios quiere, pero, acostumbrados a pensarlo todo desde la Ley, preguntan a Jesús qué obras, prácticas y observancias nuevas tienen que tener en cuenta.
             La respuesta de Jesús toca el corazón del cristianismo: «la obra (¡en singular!) que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado». Dios sólo quiere que crean en Jesucristo pues es el gran regalo que él ha enviado al mundo. Ésta es la nueva exigencia. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario.
             Después de veinte siglos de cristianismo, ¿no necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo? ¿No necesitamos pasar de la actitud de adeptos de una religión de "creencias" y de "prácticas" a vivir como discípulos de Jesús?
             La fe cristiana no consiste primordialmente en ir cumpliendo correctamente un código de prácticas y observancias nuevas, superiores a las del antiguo testamento. No. La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús el Cristo. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.
             Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería hace unos años para ser un buen practicante. Para subsistir en medio de la sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que  nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús el Cristo.
 José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Nuestra sociedad nos ha educado para prever, calcular, usar la razón. Los interlocutores de Jesús tenían más de un motivo para mostrarse perplejos, dado que un hombre, aunque fuera prestigioso, se autoproclama “el pan de, la vida”. ¿No es eso un poco presuntuoso? ¿No se está exaltando? ¿No está exagerando, visto el éxito del milagro? Es cierto que es capaz de dar pan para comer; ahora bien, para llegar a considerarse el “pan bajado del cielo”, el pan definitivo, queda todavía mucho trecho. Es preciso reconocer que los que murmuraban o se mostraban perplejos tenían sus buenas razones para hacerlo.
            A veces pienso que también yo, si me hubiera encontrado en las mismas circunstancias, habría tenido más o menos las mismas reacciones, precisamente porque pienso normalmente que es necesario ser concreto, mantenerse con los pies en el suelo, no dejarse fascinar ni arrastrar por entusiasmos fáciles que, después, se revelan ilusorios.
 ORACIÓN
            Señor, te pido que me hagas percibir este instinto vital superior al menos con la misma fuerza que el natural, para que mis decisiones sean prudentes y sabías, no ligadas sólo al sentido común, y tampoco estén dictadas por la facilidad para creer cualquier propuesta milagrera.
            Haz, oh Señor, que no desista nunca de ser un hombre arraigado en la realidad y, al mismo tiempo, abierto también a tu Realidad, a ti, que puedes  sorprenderme y venir a mi encuentro en cualquier momento; a ti, que puedes dar la vuelta en un instante a la marcha normal de las cosas, para plantearme la pregunta radical sobre en qué pongo mi confianza.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Dibujos de Fano.

Para colorear.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario