lunes, 11 de mayo de 2015

17 DE MAYO. SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA: SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.


SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA
“No os dejaré huérfanos: os enviaré el Espíritu”. El discurso de despedida de Jesús, que leemos en este tiempo de la Ascensión, se hace oración. Antes de dejar a los suyos, Jesús invoca al Padre por aquellos que ha recibido de su mano. 
            Recibirán el Espíritu. La Iglesia va a recibir su constitución: no ya un código de mandamiento, sino una ley interior incesantemente reescrita y puesta al día por el Espíritu. De edad en edad, la Iglesia nacerá del Espíritu y será llamada a reencontrar la fuente de su existencia. Vivirá del Espíritu, abandonándose a la pasión de amar que la abrasa.
            Los discípulos van a recibir el Espíritu. De siglo, la Iglesia será la caja de resonancia de la Buena Nueva sobre el escenario del mundo; prefigurará la unión de todas las cosas en el amor al Padre.
            “¡No os dejaré huérfanos!”. El Espíritu, que hace a la Iglesia, es el don pascual del Señor Jesús. Por tanto, no vamos a celebrar Pentecostés como algo distinto a la Pascua, sino, más bien, como la eclosión de lo que Jesús ha sembrado venciendo a la muerte. Los cincuenta días del tiempo de Pascua no habrán sido demasiados para acoger al Espíritu de Cristo, vivo para siempre.
            En este sentido, somos invitados también a hacer un retiro en el cenáculo esta semana, con María, la madre de Jesús, y los apóstoles, para pedir la efusión del Espíritu. En el curso, a menudo monótono, del tiempo, la celebración litúrgica permite que irrumpan los tiempos de Dios, para que se renueve el gran don pascual. Pedir con insistencia el don del Espíritu durante esta semana que precede a la fiesta de Pentecostés tiene, pues, mucho asentido; repetir incansablemente: “Ven, espíritu Santo”, es profesar en la fe que ciertamente vendrá (nuestra oración no es un grito insensato), pero que su venida depende necesariamente de nuestra petición y de nuestra sumisión a él.
            En el Cenáculo estaba presente María. Discretamente. Está con la Iglesia para siempre, como icono de acogida y de fecundidad. En ella, la Palabra se ha hecho carne por el Espíritu, pues “nada es imposible para Dios”: también en la Iglesia la Palabra se hará carne de los hombres, por la fuerza del Espíritu.


“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.



17 DE MAYO
SEPTIMO DOMINGO DE PASCUA
SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
(JORNADA PONTIFICIA MUNDIAL Y COLECTA DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES)

1ª Lectura: Hechos 1,1-11
Lo vieron levantarse.
Salmo 46
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
2ª Lectura: Efesios 1,17-23
Lo sentó a su derecha, en el cielo.
(o bien)
Efesios 4,1-13
A la medida de Cristo en su plenitud.
EVANGELIO DEL DÍA
Marcos 16,15-20
“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”. Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.”
Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios.
“Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;
podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.”
REFLEXIÓN
La Ascensión del Señor, quiere significar: cercanía al Padre, igualdad de poder y de gloria.
            Pero en vez de Ascensión podríamos hablar de comunión. Que Jesucristo suba al Padre quiere decir que se abraza en comunión perfecta con el Padre. El Padre y yo somos uno, decía Jesús. Pero aquí se añade la dimensión humana del Hijo, que vive también en comunión trinitaria.
            En la Ascensión se destaca la glorificación de la naturaleza humana, divinizada de Jesucristo. El Hijo de Dios se despojó del manto divino para asumir la humanidad y vivir entre los hombres.
Y ahora, en la Ascensión, el Hijo del Hombre se adorna con el manto de Dios para vivir eternamente en Él. Lo humano y lo divino se suman, no se contrarrestan. Dios se ha hecho hombre, el hombre se ha hecho Dios.
            La realización plena de este dinamismo se encuentra en Jesucristo. Pero alcanza de una manera u otra a todos los hombres. Dios se hizo hombre. Pero el misterio de la encarnación se prolonga indefinidamente.
            Dios se hizo hombre en el hijo de María, pero se sigue haciendo hombre en los pobres, en los enfermos, en todos los que sufren. Se hace hombre en los hermanos, en todos los que están llamados a ser hermanos.
            Dios se humaniza en el amor humano. En los que se quieren, en los que viven en común, en los que rezan en común, en los que tienen entrañas de misericordia.
            Dios se humaniza en los que creen en Jesús y guardan su palabra, en los que se dejan guiar por el Espíritu, en los que transforman sus vidas viviendo en Jesucristo.
            Y el hombre se hace Dios. Hay una semilla divina en todo ser humano, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Esta semilla debe desarrollarse en plenitud.
            Es camino de salir de sí, de no vivir para sí, sino en relación solidaria, en comunión.
            Jesús sube al cielo.
            El cielo no es un lugar, sino una manera de estar, otra manera de ser. El cielo está donde se vive y cuando se vive en amor. El cielo es experimentar la presencia de Dios.
            Hay fuerzas que nos ayudan a llegar al cielo:
          El deseo, hijo del amor y de la esperanza.
          La oración, que es diálogo y encuentro, que es apertura a Dios.
          El servicio desinteresado y alegre, que es un camino directo hacia Dios.
          La pobreza, para aligerar el equipaje.
          El esfuerzo, para poder llegar a la cima.
          La fortaleza, para superar los caminos y los momentos oscuros.
          La misericordia, para aprender a sentir como Dios.
Todo se resume en el amor como nos recuerda la oración litúrgica: “Tú que por el camino del amor descendiste hasta nosotros, haz que nosotros por el mismo camino ascendamos hasta ti”
Alguien dijo que uno no está donde está sino donde ama, donde tiene su corazón. Así de sencillo, pero así de verdad y así de gratificante.
Uno está más donde anhela, donde piensa, donde sufre, donde suspira, donde quiere, donde ama.
Y esto que es verdad ahora, es más verdad cuando se vive más en el Espíritu. Porque el Espíritu, que es amor, está donde ama y donde le aman.
Salimos ganando con la Ascensión del Señor:
          Porque nos garantiza su presencia: “ánimo, no temáis…”
          Porque está más dentro de nosotros, en mayor intimidad.
          Porque puede estar con todos nosotros, sin limitación de espacio.
          Porque puede estar siempre con nosotros, sin limitación de tiempo.
          Porque está con nosotros en su Espíritu, la presencia más lograda y más rica. Es una presencia divina que acompaña y transforma. Es como si el mismo Cristo viviera en nosotros, hasta convertirnos en otros Cristos. Presencia dinámica y transformadora.
          Porque está con nosotros en su Palabra, presencia que se convierte en luz para el camino.
          Porque está con nosotros en el pan partido y en los sacramentos, presencia real, que acompaña, consuela, fortalece y alimenta.
          Porque está con nosotros en los hermanos, en los que le recuerdan y le aman, en los que comulgan, en los que se unen, en los que se comprometen.
          Porque está con nosotros en los enfermos, en los pobres y en los que sufren, presencia ardiente, llagas dolorosas del cuerpo del Señor Jesús.
Jesús está presente en el hombre. ¿Qué tú no lo ves? Es porque te falta fe y te falta amor. Grita como el ciego de nacimiento: “Señor, que pueda ver, Señor, que pueda verte”.
ENTRA EN TU INTERIOR
CONFIANZA Y RESPONSABILIDAD
Al evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación».
Sin duda, estas palabras eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio, pero ¿cómo escucharlas hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?
Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús. Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas». Dios no está bloqueado por ninguna crisis.
No está esperando a que desde la Iglesia pongamos en marcha nuestros planes de restauración o nuestros proyectos de innovación. Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio de Jesús.
Pero todo esto no nos dispensa de nuestra responsabilidad. Hemos de empezar a hacernos nuevas preguntas:
¿Por qué caminos anda buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?
Hemos de preguntarnos todavía algo más:
¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna?
¿No corremos el riesgo de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?
Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo.
José Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
            Jesús encontró el modo de mitigar el dolor de la separación. Cierto que la ausencia de amor solo se cura con la presencia, pero es que Jesús, nuestro gran amigo, no es un ausente, él se hace presente de muchas y variadas formas.
            Los que se aman nunca se separan, porque uno está donde ama. Es una presencia, no corporal, sino espiritual, pero real. El amor devora los espacios y los tiempos.
            Cuando Salimos de nosotros mismos y nos ponemos en camino solidario, ahí encontramos a Jesús. Él ha Sacramentalizado a los pobres, y a los pequeños y débiles, a todos los que sufren.
            Donde hay comunidad, donde hay familia, donde hay amistad, allí está Cristo, que convierte los encuentros en sacramento. Cuando nos reunimos en su nombre, cuando nos querremos, cuando nos perdonamos, ahí se hace presente al Señor.
            Cuando oramos, cuando nos abrimos a la presencia de Dios, cuando escuchamos su palabra. Entonces el nos habla al corazón. Su palabra es también como un sacramento, y nos enciende el corazón.
            A ti, Cristo, que estás con el Padre y que eres nuestro hermano, te pedimos: Señor Jesús, intercede por nosotros.
          Mira a tu Iglesia, que sea sacramento de tu presencia. Suscita en ella testigos de tu amor.
          Mira al mundo, que se abra a los valores del Reino. Suscita trabajadores de la paz, la justicia y la solidaridad.
          Mira a los más pequeños y a los que más sufren, que sean respetados y ayudados.
          Mira a los niños y jóvenes que reciben los sacramentos de iniciación. Que sean siempre tus amigos y tus testigos.
          Míranos, Jesús, que vivamos cada vez más unidos a ti. Suscita en todos anhelos de tu presencia.
ORACIÓN FINAL
            Escúchanos, Jesús, que lleguemos hasta ti por el camino del amor y de la entrega. Amén.
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imagen de Fano.

"Yo me voy, pero me quedo"


Para colorear


Imagen proporcionada por Catholic.net

 
 

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