miércoles, 1 de enero de 2014

SEGUNDA SEMANA DESPUÉS DE NAVIDAD: DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD Y EPIFANÍA DEL SEÑOR



5 DE ENERO

DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD

Primera Lectura: Eclesiástico 24,1-2.8-12. La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido.

Salmo 147: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Segunda lectura: Efesios 1,3-6.15-18

PALABRA DEL DÍA

Juan 1.1-18

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.

Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”-

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras gracia.

Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.”

REFLEXIÓN

            Seguimos celebrando gozosos el misterio de la Navidad. Celebrar la Navidad es creer en el amor de Dios, manifestado en Jesús. Celebrar la Navidad es hacerse niño, rebajarse un poco más. Celebrar la Navidad es hacerse pobre, solidario con los marginados. Celebrar la Navidad es trabajar por la victoria de la paz.

            Es también escuchar la Palabra. Fue la actitud primera de María, escucha, acogida y compenetración con la Palabra. Pero ¿cómo escuchar la Palabra si la Palabra estaba junto a Dios?

            La palabra, efectivamente, estaba junto a Dios. Y la Palabra era Dios, era Luz, era vida, era Fuerza creadora, era amor. Estaba junto a Dios, y era su encanto cotidiano. Pero el gran misterio que celebramos es éste, que la Palabra se acercó a nosotros. Dios quiso acercarse al hombre pequeño y pobre, ciego y despojado, para darle la riqueza y la medicina de su Palabra. “Envió su Palabra para curarlo” (Sal 106,20). “El envía su palabra a la tierra, su palabra corre a toda prisa”. Corre a toda prisa porque es mucha la tarea que tiene que hacer, curando, iluminando, fortaleciendo.

            A un mundo sufriente Dios envía lo mejor que tiene, su Palabra y su Espíritu. Son las mejores medicinas para sus dolores. Es como el buen samaritano, que se acerca al hombre herido con vendas, con vino y aceite, con el calor de su misericordia.

            Jesús es la Palabra encarnada. Aunque no hable, todo en él es palabra. Nos habla con su presencia, con su mirada, con sus gestos, con sus estilos, con su vida entera. Mucho nos habló también con sus silencios. Y su palabra fue “poderosa”, capaz de curarnos y liberarnos. Su palabra fue el evangelio, la buena noticia de que Dios es Padre.

            La Palabra se sigue encarnando en los hombres, la tienda de Dios puede ser nuestra propia carne. Fíjate cómo tenemos que respetarla y valorarla. La carne ha emparentado con Dios. “Toda carne verá la salvación de Dios”. Toda carne puede ser oráculo de Dios.

            Así puedes escuchar a Dios en la carne dolorida del enfermo, en la carne arruinada del hambriento, en la carne agotada del anciano, en la carne palpitante del niño, en la carne cálida de la madre, en la carne cercana del amigo, en la carne apasionada de la amada o del amado. Dios no es pura idea, es realidad entrañable, dramáticamente entrañable.

 
ENTRA EN TU INTERIOR

            La gran paradoja y el gran drama, es que el hombre puede no escuchar la Palabra, que la carne puede rechazar a su Dios. “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”.

            En la vida de Jesús constatamos este rechazo desde el principio. Fue rechazado en Belén, fue rechazado en Nazaret, fue rechazado en Jerusalén. Los de su casa le cerraron las puertas. Jesús se queja de esta negatividad. No sabéis, les decía, no veis, no me conocéis, no escucháis mi palabra, en el fondo no me amáis. “Si alguno me ama, guardará mi palabra… El que no me ama no guarda mis palabras” (Jn 14,23-24). “Si Dios fuera vuestro Padre, me amarías” (Jn 8,42). En el fondo no eran hijos de Dios.

            Ahora tendríamos que revisar nuestros propios ojos y nuestro corazón. Jesús sigue viniendo a los suyos, la Palabra se sigue encarnando. ¿La escuchamos? ¿Le reconocemos? ¿Le recibimos?

            ¡Cuántas veces pasará Jesús a nuestro lado sin que nos demos cuenta? ¿Cuántas veces llamará a nuestra puerta y sin que le abramos? ¿Cuántas veces veremos a Jesús en el camino y daremos un rodeo?

            Porque Jesús se sigue presentando de manera insospechada y de manera distinta a como creemos. Nos puede hablar con palabras o silencios desconocidos. Hay que limpiar bien los ojos y el corazón, no nos vaya a pasar como a los paisanos de Jesús, como al sacerdote y levita de la parábola.

ORA EN TU INRTERIOR

            Nos quedamos saboreando este mensaje en el silencio. Aquellos que escuchan la palabra y la guardan, aquellos que descubren a Jesús y lo reciben tendrán la dignidad de ser hijos de Dios. Incluso más, los que escuchan la palabra y la guardan pueden llegar a ser madres de Dios.

            Hijos y madres de Dios, abrid bien el oído y el corazón. Escuchad atentamente la Palabra. Compenetraos con ella hasta que os hagáis palabra. Será una palabra viva y salvadora. El mundo necesita de vuestra palabra.

ORACIÓN

            Señor, que nos predestinaste a ser hijos adoptivos por Jesucristo, te rogamos que nos des el espíritu de la sabiduría, para conocerte íntimamente y para comprender cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados.

 


LUNES 6 DE ENERO

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Primera Lectura: Isaías 60,1-6. La gloria del Señor amanece sobre ti.

Salmo 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Segunda Lectura: Efesios 3,2-3ª.5-6. Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 2,1-12

“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.

Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

-“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron:

-“En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:

“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:

-“Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén

y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo".

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.

Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.

"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:

Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel".

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,

los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.

Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,

y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.

Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”

REFLEXIÓN

            La fiesta de la Epifanía es la primera que empezó a celebrarse, después de la Pascua. Una fiesta que conserva toda su fuerza, especialmente en la Iglesia Oriental. Es más que la Navidad. Es la manifestación de Dios en el nacimiento, en la estrella a los Magos, en el bautismo y en las bodas de Caná, los primeros signos de la presencia de Dios entre nosotros.

            Los evangelios de la infancia, tanto en Mateo como en Lucas, tienen claras aperturas a la universalidad. Lucas las pone en labios de Simeón: Cristo es “salvación para todas las naciones, luz para todas las gentes”. Mateo lo plasma en el relato de la estrella –aparece en el lejano Oriente- y los Magos la siguen.

            Dios es para todos. El cielo, a la altura en que se fijan las estrellas, todavía no es propiedad de nadie. Todos pueden ver la estrella y nadie puede apropiársela. Todos pueden gozar con la luz de la estrella, sin que nadie le estorbe. Todos pueden levantar sus ojos y sus pensamientos a la luz de la estrella, sin que nadie lo prohíba. Todos pueden embriagarse de belleza, llenarse de esperanza y encenderse en amor a la luz de la estrella, sin tener que pagar por ello.

            Nos viene bien esta fiesta con aires ecuménicos y con colores brillantes. A pesar de que el mundo se nos ha abierto en todos los sentidos, a pesar de que aún los pueblos más lejanos hoy, en cierto sentido, están cerca, a pesar de que las Iglesias y religiones han progresado en comprensión y apertura, seguimos moviéndonos en un mundo pequeño. Nuestro corazón sigue siendo pequeño, muy pequeño.

            Hoy, día de la Epifanía, de la manifestación amorosa de Dios a todas las gentes, le pedimos al Niño dinamismo ensanchador, la gracia de abrirnos a los límites del mundo.

ENTRA EN TU INTERIOR.

 Hemos visto salir su estrella. Es la primera fase: el encuentro, la llamada, el chispazo, la seducción. Los magos debieron conmoverse al ver salir la estrella. Es la conmoción que sintieron los primeros discípulos que fueron llamados por Jesús. Quiero recordar la expresión de Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador” Es el tiempo de los primeros fervores y los primeros amores. Es la primavera de la vida espiritual.

            Sé, Señor, que la estrella puede ser la familia, la parroquia, la clase, una palabra escuchada y grabada en mi alma. Un testimonio, un pobre, un acontecimiento favorable, un sufrimiento o fracaso, una lectura, una visita… Dios puede manifestarse directamente o puede valerse de muchos signos. Pero si se manifiesta, algo muy grande se enciende en mi alma.

ORA EN TU INTERIOR

            Una inmensa alegría, que es el fruto de la fidelidad. En cualquier momento vuelve a lucir la estrella, la buena estrella, la fiel estrella. Puede bastar una palabra, como la de Jesús resucitado a la Magdalena. Puede ser un cariñoso reproche. Puede ser una presencia de Dios. Puede ser una bendición o una respuesta a mi llamada. Puede ser una especial providencia o el cumplimiento de mis deseos. Puede ser la palabra de un hermano.

ORACIÓN FINAL: ORACIÓN CONTEMPLACIÓN

“Los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo

 y participes de la promesa.”

Todos somos exactamente iguales ante Dios.

 Esta es la “buena noticia” sobre Dios, que nos trajo Jesús.

 Si no la he asimilado, estoy fuera del evangelio.

…………………….

El camino para llegar a esa verdad, es desconcertante.

 No será conociendo mejor a los demás como la alcanzarás,

 sino conociéndote a ti mismo y descubriendo lo que hay en ti de Dios.

 Descubriendo que eres uno con Dios,

 encontrarás al otro identificado con Dios.

…………………

 Si los fallos, que ves en el otro, impidieran esa unidad,

 tus fallos la habrían impedido también.

 La grandeza de Dios está en que

 su amor no depende de lo que nosotros somos.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes proporcionadas por Catholic.net
 
***************************


7 DE ENERO

MARTES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD

PALABRA DEL DÍA

Mateo 4,12-17.23-25

“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el Profeta Isaías:

-“País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló”-

Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.

Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.”

REFLEXIÓN

Convertíos… Palabra familiar… y bastante vilipendiada, por cierto. Quizás porque a cada conversión le sigue una recaída, permanecemos atrapados en nuestras tinieblas. Pero Jesús habla más bien de una re-conversión. Jesús viene a proponer un camino nuevo, una ruta que se adentra en busca de un mundo nuevo. Por eso dice: ¡Seguidme!

El Evangelio entero supone un camino, un aprendizaje en el que cada mañana significa el descubrimiento de un nuevo horizonte, un auténtico “hoy”. Poco importa quiénes somos. ¡Los pecadores de Galilea tenían las manos callosas, más entusiasmo que constancia y todo por aprender! “Convertíos”: si el Reino de Dios está ahí, hay que salir a anunciarlo por los caminos de los hombres. ¿Qué importancia tiene todo lo demás? Cuando la mañana despunta, hay que rechazar la noche, sin detenerse en las pasadas oscuridades. ¡Reconvertíos! En cada cruce de caminos, hay que llamar a los que buscan la luz y conducirlos a la fuente de la vida. Es decir,  simple y radicalmente, “tener fe en Jesucristo y amarnos los unos a los otros, como él nos mandó hacer. Esta es la auténtica conversión

ENTRA Y ORA EN TU NTERIOR

Te bendigo, Señor, porque hoy como ayer sigues manifestándote a todo hombre que sabe leer tus signos. Dame sensibilidad y antenas para captar tu presencia. Tú vienes a mi encuentro en los hermanos y en los momentos que la vida diaria me ofrece.

Me señalas también una tarea definida: conversión personal y comunitaria al Reino de Dios. Líbrame de la ceguera y tinieblas del egoísmo que oscurece mi relación conmigo y los hermanos, y haz que me convierta continuamente a la fe y al amor. Amén.


8 DE ENERO

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD

PALABRA DEL DÍA

Marcos 6,34-44

“Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma. Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer”. Él les replicó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le preguntaron: ¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?” Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Cuando lo averiguaron le dijeron: “Cinco, y dos peces”. Él les mandó que hicieran recostarse por grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron; y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces. Los que comieron eran cinco mil hombres”.

REFLEXIÓN

El autor de la primera carta de san Juan sigue exponiendo los criterios para la comunión con Dios, las condiciones para vivir como hijos suyos. Si antes habló de romper con el pecado como primera condición; de guardar los mandamientos, en especial el de la caridad, como segunda; y de la fe que confiesa la encarnación del Hijo de Dios, como tercera; ahora acentúa de nuevo el criterio del amor.

            “Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Aquí el verbo “conocer” tiene la profundidad bíblica de la experiencia y del contacto personal. El conocimiento de Dios, que la fe y el amor dan al creyente, es inmensamente superior al intelectualismo del conocimiento filosófico o gnosis platónica.

            San Juan dice que Dios es amor. He aquí una definición siempre actual y una teología inteligible para el hombre de todo tiempo y lugar. Lógicamente, de la revelación del Dios amor había de brotar el cristianismo-amor de Jesús.

            Decir que Dios es amor es afirmar que no es sólo una persona que ama, sino que es el amor mismo en persona. Por eso, ¿cómo podremos ser hijos nacidos de un Dios que es amor si no amamos nosotros también? ¿Y cómo podremos decir que lo conocemos si no lo amamos a él y a sus hijos, los hombres?

ENTRA EN TU INTERIOR

            La crisis actual del amor tiene mucho que ver con la crisis de fe, porque la fe cristiana es creer en Dios que es el Amor, con mayúscula, y la fuente rebosante e inagotable del mismo. De ahí la afirmación de san Juan: todo el que ama ha nacido de Dios y lo conoce.

            Es el amor quien facilita el conocimiento de las personas y el aprendizaje de las cosas, de las profesiones y de los oficios. En este sentido, cuando una persona ama su trabajo, decimos que tiene vocación para ello; es el amor quien le da la competencia y le ayuda a descifrar misterios inexplicables.

            En el diálogo de la fe que lleva al conocimiento de Dios, es él quien tiene la iniciativa; es decir, es el primero que ama, ofreciendo su amistad y admitiéndonos al círculo abierto de su amor trinitario para hacernos hijos suyos por amor.

ORA EN TU INTERIOR

            San Pablo, que reflexionó mucho sobre todo esto, afirma: “Dios nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo…, y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos. El tesoro de su gracia… ha sido un derroche para con nosotros” (Ef 1,3ss). Por eso, definir a Dios como amor no es una mera gratificación afectiva ni una efusión poética; es una realidad fascinante. En ella se abismaban los santos y los místicos, no como quien se pierde en una soledad sin límites, sino en una vida sin fondo y sin fronteras.

ORACIÓN

            Señor, tú que eres el Dios de la ternura y del amor, abre nuestros ojos para captar tu presencia sorprendente, despierta nuestros sentidos para percibir tu palabra y aumenta nuestro amor para poder conocerla a fondo.

            Tú nos has amado y nos amas sin medida. Concédenos conocerte como tú nos conoces, así podremos amarte como tú nos amas. Y haz que el amor que tú nos tienes lo comuniquemos, compartiendo con los hermanos la eucaristía y la vida.

 


9 DE ENERO

JUEVES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD

PALABRA DEL DÍA

Marcos 6,45-52

“Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia ellos andando sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige enseguida la palabra y les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Entró en la barca con ellos y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender”.

REFLEXIÓN

            ¡No temáis! La relación de los discípulos con Jesús no es aún la de amor, confiado y abierto al misterio. Ellos creen estar viendo un fantasma, pues su imaginación sigue estando impregnada de los miedos que atormentan a los hombres mientras no se han encontrado con Dios en un cara a cara abrasador y, sin embargo, bañado en serenidad. No entienden lo que está pasando, porque aún no han penetrado en el corazón del Señor, donde habita intensamente el amor que viene de Dios. Tienen cegado el corazón; por eso permanecen bloqueados en sí mismos. Tienen miedo.

            Hermanas y hermanos, el amor perfecto destierra el temor; quien permanece en el temor no ha llegado a la perfección en el amor. Sin embargo, es preciso decirlo, ¡cuántas angustias e incluso cuántas neurosis originadas por falsos sentimientos religiosos! Dios produce miedo, porque hemos ido en su busca, atiborrados de prohibiciones, incómodos dentro de la propia piel, en pos de una seguridad imposible, pues lo primero que habría que hacer sería desbloquear el corazón. Y algunos se obstinan en hablar de un Dios que prohíbe, amenaza, persigue y castiga. El corazón del hombre sólo se puede curar mediante una prolongada relación con Jesús y una confianza inquebrantable en la libertad del amor.

            Tratar con Jesús… Ved como sube a la barca de los discípulos, se sienta simplemente en medio de ellos y amaina el viento. Nada excepcional, salvo la presencia del que calma las angustias sin mover un dedo. ¿Quién es? El mismo lo dirá, al hilo de mil encuentros en los que su mirada siempre engendrará la paz y la serenidad. En Jesús, el amor de Dios adquiere verdadero aspecto de amistad, benevolencia y libertad.

ENTRA EN TU INTERIOR

            Sí, como veíamos ayer, Dios es amor, el hombre a su vez se define también por el amor, es decir, como un ser hecho para amar y ser amado. Múltiples son las definiciones que filósofos, antropólogos y psicólogos han dado del ser humano. El Concilio Vaticano II lo definió como “misterio de vocación sublime y de miseria profunda” (GS 13,3).

            Si queremos dar una noción del hombre, inteligible para el mundo de hoy, quizá no nos sirva de mucho la de la filosofía aristotélica, a base de género común y especie diferenciada, porque el hombre es un ser creado para amar y ser amado.

            Hermana, hermano, ama y haz lo que quiera… Pero jamás apartes tu mirada de la de Cristo. Y ve con frecuencia a encontrarte con él en el monte, para orar con él. Cada vez te gustará más hacerlo, y… ¡cada vez harás más lo que quieres!

ORA EN TU INTERIOR

            Te bendecimos, Señor, porque tu presencia amigable nos hace pasar de la muerte a la vida por amor, venciendo así nuestros ocultos miedos y ansiedades. Que tu Espíritu nos abra a la aventura de amar a Cristo en cada hermano en quien Jesús se encarna.

            Así alcanzaremos la libertad y la paz de tu ternura, como canta el salmista. El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.

            Para vencer definitivamente nuestros recelos y temores, haznos, señor, testigos convencidos y eficaces de tu amor.

10 DE ENERO

VIERNES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD

PALABRA DEL DÍA

Lucas 4,14-22

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido…”

 “Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía puesto los ojos en él. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios”.

REFLEXIÓN

            La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que padecen hombres y mujeres. Nuestro mayor pecado consiste precisamente en cerrarnos al sufrimiento de los demás para pensar en el propio bienestar.

            Jesús se siente “ungido por el Espíritu” de un Dios que se preocupa de los que sufren. Es ese Espíritu el que lo empuja a dedicar su vida entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.

Este programa de Jesús no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más su atención al pecado de las criaturas que a su sufrimiento.

Los cristianos no creemos en cualquier Dios, sino en el Dios atento al sufrimiento humano. Frente a la “mística de ojos cerrados”, propia de la espiritualidad del Oriente, volcada sobre todo en la atención a lo interior, el que sigue a Jesús se siente llamado a cultivar una “mística de ojos abiertos” y una espiritualidad de responsabilidad absoluta para atender al dolor de los que sufren.

Al cristiano verdaderamente espiritual –“ungido por el Espíritu”- se le encuentra, lo mismo que a Jesús, junto a los desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser supremo cuanto el amor a un Dios Padre que lo envía hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado, en distintas ocasiones, el Papa Francisco.

ENTRA EN TU INTERIOR

            Uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.

            No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.

            Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios “reine” entre sus hijos e hijas.

            Pero, ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un “clasismo moral”. La única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede “reinar” en el mundo sino haciéndoles justicia. (José Antonio Pagola).

ORA EN TU INTERIOR

            Hay algo que los cristianos hemos de ver con absoluta claridad: no se puede anunciar ni vivir el evangelio de Jesús si no es desde la defensa de los excluidos y desde la solidaridad con el Sur. No cualquier teología, ni cualquier evangelización, ni cualquier acción pastoral es igualmente fiel al Espíritu de Jesús. La teología es discurso vacío si no lleva la Buena Noticia de Dios a los pobres; la evangelización no es plenamente tal si no denuncia la injusticia que engendra marginación; la pastoral se vacía de contenido cristiano si olvida el servicio a los últimos.

            Los pobres son el gran reto para los que decimos seguir a Jesús. Podemos continuar discutiendo sobre la moral sexual, los preservativos o el sacerdocio de la mujer. Pero el Espíritu de Jesús nos seguirá interpelando a todos desde el sufrimiento de los parados, los pobres o los hambrientos. Sólo él nos puede sacudir de nuestras fáciles “ortodoxias” de derechas o de izquierdas.

ORACIÓN

            Hoy se cumple tu palabra y nos renueva tu Espíritu, Señor, que nuestra vida proclame la paz y la alegría; luz más poderosa que las tinieblas, libertad recibida de tus manos; tú, Dios nuestro, por los siglos de los siglos.

            Haz, Señor, que vivamos cada día como si fuera el primero y el último.

 


11 DE ENERO

SÁBADO DE LA II SEMANA DE NAVIDAD

PALABRA DEL DÍA

Lucas 5,12-16

 “Estando Jesús en su pueblo se presentó un leproso; al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicó: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”. Y enseguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: “Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para darles testimonio”. Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar”.

REFLEXIÓN

            El relato evangélico de hoy: curación de un leproso por Jesús, nos muestra ya en marcha el programa de liberación humana que, como veíamos ayer, expuso Cristo en la sinagoga de Nazaret, conforme al texto del profeta Isaías. Esta curación es, pues, un signo de la llegada del reino de Dios y de su buena nueva, que entran en conflicto con el mal del mundo para vencerlo, liberando al hombre de toda miseria y limitación humana, reintegrándolo a su dignidad y a la comunidad de los redimidos.

            Cuando Jesús se despedía de los suyos, en la oración sacerdotal de la última cena, hablaba así refiriéndose a sus discípulos: “El mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido, Padre, que los retires del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn 17,14s). Desde siempre hay incompatibilidad entre la luz y las tinieblas.

            Practicar el evangelio y las bienaventuranzas de Jesús supone optar por la incomprensión del mundo e, incluso, por su odio persecutorio. El discípulo de Cristo habrá de afrontar zancadillas, juego sucio, represión, cárcel y hasta la muerte por parte de los que abusan del poder y emplean peones a sueldo. Así le pasó al primero y que más ardientemente buscó la verdad y sirvió a la justicia: Jesús de Nazaret. Su suerte la han seguido y seguirán otros muchos. Para todos estos cristianos esforzados y anónimos es la bienaventuranza de la fe que vence al mundo.

            Función de la comunidad creyente y del cristiano es ser conciencia crítica de la sociedad en un equilibrio equidistante tanto del privilegio social, de la alianza con el poder y del triunfalismo temporalista como de la connivencia servil y del silencio cobarde.

            Realmente, se diría que Jesús nos lo ha puesto difícil. Pero él nos ayuda y actúa en nosotros con la eficacia y dinamismo de su Espíritu, que es don,  fortaleza y decisión. Éste es el fundamento de la esperanza de nuestra vocación y misión cristianas, y es también el secreto de nuestra fidelidad a la opción por Cristo y su evangelio.

ENTRA EN TU INTERIOR

            Aquel hombre era un leproso, un muerto en vida. Un día observó la presencia de una mancha en su costado; poco tiempo después, la mancha había crecido hasta llegar a invadir su rostro y sus manos, como hace el pecado con el alma. Entonces la sociedad de los hombres, siempre pronta a levantar barreras, lo apartó.

            Viene Jesús y ocupa el lugar del leproso. Carga con el sufrimiento humano, hasta el punto de que los hombres acabarían sacándolo de la ciudad, para arrojarlo al mundo de los muertos. Entonces se verá afluir hacia él a una multitud de hombres de Galilea y de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la otra parte del Jordán y de los países de Tiro y Sidón. Serán enfermos, tullidos, cojos y lisiados. Y a todos curará.

ORA EN TU INTERIOR

            Hermanos, ¿quién vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Al mundo con sus durezas, sus egoísmos y sus leprosos rechazados. Al mundo que cree poder sustraerse a la muerte simplemente con ignorarla. Pero Dios ha dado testimonio contra ese mundo: testimonio de la sangre, vertida por amor; testimonio del agua, manantial vivo en el desierto de los hombres; testimonio del Espíritu, que resucita a los muertos en el nombre del Hijo de Dios. Dios ha dado testimonio contra ese mundo, y hoy nos llama a que seamos nosotros los que demos testimonio. Que nuestra fe en Cristo sea un compromiso al servicio de los hombres que sufren; que nuestra palabra sea cada día más carne y sangre; que abracemos al leproso como a un hermano particularmente amado por Dios. Y que nuestra oración sea el lugar en que confirme nuestra pertenencia a ese Dios hecho carne para la salvación del mundo.

ORACIÓN

            Dios y Padre de todos los hombres, tú nos ha dado a tu Hijo, rostro vivo de tu amor, que compartió en todo nuestra condición humana y cargó con el dolor de los rechazados.

            Te pedimos que nos des una fe viva en su Encarnación, a fin de que también nosotros seamos para nuestros hermanos el rostro y la palabra de tu salvación.



No hay comentarios:

Publicar un comentario