5 DE ENERO
DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD
Primera Lectura: Eclesiástico
24,1-2.8-12. La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido.
Salmo 147: La Palabra se hizo carne
y acampó entre nosotros.
Segunda lectura: Efesios 1,3-6.15-18
PALABRA DEL DÍA
Juan 1.1-18
“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra
estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba
junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada
de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los
hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:
éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos
vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo
hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de
ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser
hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor
carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y
hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de
gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de
quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes
que yo.”-
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras
gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y
la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está
en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.
Versión para América Latina, extraída
de la Biblia del Pueblo de Dios
“Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba
junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y
sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba
Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para
que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este
mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio
de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en
su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la
carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y
nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es
aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque
existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y
hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es
el Hijo único, que está en el seno del Padre.”
REFLEXIÓN
Seguimos celebrando gozosos el misterio de la Navidad.
Celebrar la Navidad es creer en el amor de Dios, manifestado en Jesús. Celebrar
la Navidad es hacerse niño, rebajarse un poco más. Celebrar la Navidad es
hacerse pobre, solidario con los marginados. Celebrar la Navidad es trabajar
por la victoria de la paz.
Es
también escuchar la Palabra. Fue la actitud primera de María, escucha, acogida
y compenetración con la Palabra. Pero ¿cómo escuchar la Palabra si la Palabra
estaba junto a Dios?
La
palabra, efectivamente, estaba junto a Dios. Y la Palabra era Dios, era Luz,
era vida, era Fuerza creadora, era amor. Estaba junto a Dios, y era su encanto
cotidiano. Pero el gran misterio que celebramos es éste, que la Palabra se
acercó a nosotros. Dios quiso acercarse al hombre pequeño y pobre, ciego y
despojado, para darle la riqueza y la medicina de su Palabra. “Envió su Palabra
para curarlo” (Sal 106,20). “El envía su palabra a la tierra, su palabra corre a
toda prisa”. Corre a toda prisa porque es mucha la tarea que tiene que hacer,
curando, iluminando, fortaleciendo.
A un
mundo sufriente Dios envía lo mejor que tiene, su Palabra y su Espíritu. Son
las mejores medicinas para sus dolores. Es como el buen samaritano, que se
acerca al hombre herido con vendas, con vino y aceite, con el calor de su
misericordia.
Jesús
es la Palabra encarnada. Aunque no hable, todo en él es palabra. Nos habla con
su presencia, con su mirada, con sus gestos, con sus estilos, con su vida
entera. Mucho nos habló también con sus silencios. Y su palabra fue “poderosa”,
capaz de curarnos y liberarnos. Su palabra fue el evangelio, la buena noticia
de que Dios es Padre.
La
Palabra se sigue encarnando en los hombres, la tienda de Dios puede ser nuestra
propia carne. Fíjate cómo tenemos que respetarla y valorarla. La carne ha
emparentado con Dios. “Toda carne verá la salvación de Dios”. Toda carne puede
ser oráculo de Dios.
Así
puedes escuchar a Dios en la carne dolorida del enfermo, en la carne arruinada
del hambriento, en la carne agotada del anciano, en la carne palpitante del
niño, en la carne cálida de la madre, en la carne cercana del amigo, en la
carne apasionada de la amada o del amado. Dios no es pura idea, es realidad
entrañable, dramáticamente entrañable.
ENTRA EN TU INTERIOR
La gran paradoja y el gran drama, es que el hombre
puede no escuchar la Palabra, que la carne puede rechazar a su Dios. “Vino a su
casa, y los suyos no la recibieron”.
En la
vida de Jesús constatamos este rechazo desde el principio. Fue rechazado en
Belén, fue rechazado en Nazaret, fue rechazado en Jerusalén. Los de su casa le
cerraron las puertas. Jesús se queja de esta negatividad. No sabéis, les decía,
no veis, no me conocéis, no escucháis mi palabra, en el fondo no me amáis. “Si
alguno me ama, guardará mi palabra… El que no me ama no guarda mis palabras”
(Jn 14,23-24). “Si Dios fuera vuestro Padre, me amarías” (Jn 8,42). En el fondo
no eran hijos de Dios.
Ahora
tendríamos que revisar nuestros propios ojos y nuestro corazón. Jesús sigue
viniendo a los suyos, la Palabra se sigue encarnando. ¿La escuchamos? ¿Le
reconocemos? ¿Le recibimos?
¡Cuántas
veces pasará Jesús a nuestro lado sin que nos demos cuenta? ¿Cuántas veces
llamará a nuestra puerta y sin que le abramos? ¿Cuántas veces veremos a Jesús
en el camino y daremos un rodeo?
Porque
Jesús se sigue presentando de manera insospechada y de manera distinta a como
creemos. Nos puede hablar con palabras o silencios desconocidos. Hay que
limpiar bien los ojos y el corazón, no nos vaya a pasar como a los paisanos de
Jesús, como al sacerdote y levita de la parábola.
ORA EN TU INRTERIOR
Nos quedamos saboreando este mensaje en el silencio.
Aquellos que escuchan la palabra y la guardan, aquellos que descubren a Jesús y
lo reciben tendrán la dignidad de ser hijos de Dios. Incluso más, los que
escuchan la palabra y la guardan pueden llegar a ser madres de Dios.
Hijos
y madres de Dios, abrid bien el oído y el corazón. Escuchad atentamente la
Palabra. Compenetraos con ella hasta que os hagáis palabra. Será una palabra
viva y salvadora. El mundo necesita de vuestra palabra.
ORACIÓN
Señor,
que nos predestinaste a ser hijos adoptivos por Jesucristo, te rogamos que nos
des el espíritu de la sabiduría, para conocerte íntimamente y para comprender
cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados.
LUNES 6 DE ENERO
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Primera Lectura: Isaías 60,1-6. La
gloria del Señor amanece sobre ti.
Salmo 71: Se postrarán ante ti,
Señor, todos los pueblos de la tierra.
Segunda Lectura: Efesios 3,2-3ª.5-6.
Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa.
PALABRA DEL DÍA
Mateo 2,1-12
“Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey
Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en
Jerusalén preguntando:
-“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?
Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo
Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y
les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-“En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el
profeta:
“Y tú, Belén de Judea, no eres ni mucho menos la última
de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi
pueblo Israel”
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que
le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a
Belén, diciéndoles:
-“Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y,
cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo”
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y
de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino
a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.
Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas
lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso
y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no
volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.”
Versión para América Latina,
extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
“Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado
de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos
que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a
adorarlo".
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con
él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los
escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así
está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la
menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que
será el Pastor de mi pueblo, Israel".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después
de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e
infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado,
avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que
habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde
estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría,
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María,
su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le
ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no
regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.”
REFLEXIÓN
La fiesta de la Epifanía es la primera que empezó a
celebrarse, después de la Pascua. Una fiesta que conserva toda su fuerza,
especialmente en la Iglesia Oriental. Es más que la Navidad. Es la
manifestación de Dios en el nacimiento, en la estrella a los Magos, en el
bautismo y en las bodas de Caná, los primeros signos de la presencia de Dios
entre nosotros.
Los
evangelios de la infancia, tanto en Mateo como en Lucas, tienen claras
aperturas a la universalidad. Lucas las pone en labios de Simeón: Cristo es
“salvación para todas las naciones, luz para todas las gentes”. Mateo lo plasma
en el relato de la estrella –aparece en el lejano Oriente- y los Magos la
siguen.
Dios
es para todos. El cielo, a la altura en que se fijan las estrellas, todavía no
es propiedad de nadie. Todos pueden ver la estrella y nadie puede apropiársela.
Todos pueden gozar con la luz de la estrella, sin que nadie le estorbe. Todos
pueden levantar sus ojos y sus pensamientos a la luz de la estrella, sin que
nadie lo prohíba. Todos pueden embriagarse de belleza, llenarse de esperanza y
encenderse en amor a la luz de la estrella, sin tener que pagar por ello.
Nos
viene bien esta fiesta con aires ecuménicos y con colores brillantes. A pesar
de que el mundo se nos ha abierto en todos los sentidos, a pesar de que aún los
pueblos más lejanos hoy, en cierto sentido, están cerca, a pesar de que las
Iglesias y religiones han progresado en comprensión y apertura, seguimos
moviéndonos en un mundo pequeño. Nuestro corazón sigue siendo pequeño, muy
pequeño.
Hoy,
día de la Epifanía, de la manifestación amorosa de Dios a todas las gentes, le
pedimos al Niño dinamismo ensanchador, la gracia de abrirnos a los límites del
mundo.
ENTRA EN TU INTERIOR.
Hemos visto salir su estrella. Es la primera
fase: el encuentro, la llamada, el chispazo, la seducción. Los magos debieron
conmoverse al ver salir la estrella. Es la conmoción que sintieron los primeros
discípulos que fueron llamados por Jesús. Quiero recordar la expresión de
Pedro: “Apártate de mí, que soy un pecador” Es el tiempo de los primeros
fervores y los primeros amores. Es la primavera de la vida espiritual.
Sé,
Señor, que la estrella puede ser la familia, la parroquia, la clase, una
palabra escuchada y grabada en mi alma. Un testimonio, un pobre, un
acontecimiento favorable, un sufrimiento o fracaso, una lectura, una visita…
Dios puede manifestarse directamente o puede valerse de muchos signos. Pero si
se manifiesta, algo muy grande se enciende en mi alma.
ORA EN TU INTERIOR
Una inmensa alegría, que es el fruto de la fidelidad.
En cualquier momento vuelve a lucir la estrella, la buena estrella, la fiel
estrella. Puede bastar una palabra, como la de Jesús resucitado a la Magdalena.
Puede ser un cariñoso reproche. Puede ser una presencia de Dios. Puede ser una
bendición o una respuesta a mi llamada. Puede ser una especial providencia o el
cumplimiento de mis deseos. Puede ser la palabra de un hermano.
ORACIÓN FINAL: ORACIÓN CONTEMPLACIÓN
“Los gentiles son coherederos, miembros del mismo
cuerpo
y participes de
la promesa.”
Todos somos exactamente iguales ante Dios.
Esta es la
“buena noticia” sobre Dios, que nos trajo Jesús.
Si no la he
asimilado, estoy fuera del evangelio.
…………………….
El camino para llegar a esa verdad, es desconcertante.
No será
conociendo mejor a los demás como la alcanzarás,
sino
conociéndote a ti mismo y descubriendo lo que hay en ti de Dios.
Descubriendo que
eres uno con Dios,
encontrarás al
otro identificado con Dios.
…………………
Si los fallos,
que ves en el otro, impidieran esa unidad,
tus fallos la
habrían impedido también.
La grandeza de Dios
está en que
su amor no
depende de lo que nosotros somos.
Expliquemos el Evangelio a los
niños.
Imágenes proporcionadas por
Catholic.net
7 DE ENERO
MARTES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD
PALABRA DEL DÍA
Mateo 4,12-17.23-25
“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían
arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en
Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió
lo que había dicho el Profeta Isaías:
-“País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al
otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en
tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte
una luz les brilló”-
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
“Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.
Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y
proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del
pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos
los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados,
lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de
Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.”
REFLEXIÓN
Convertíos… Palabra
familiar… y bastante vilipendiada, por cierto. Quizás porque a cada conversión
le sigue una recaída, permanecemos atrapados en nuestras tinieblas. Pero Jesús
habla más bien de una re-conversión. Jesús viene a proponer un camino nuevo,
una ruta que se adentra en busca de un mundo nuevo. Por eso dice: ¡Seguidme!
El Evangelio entero
supone un camino, un aprendizaje en el que cada mañana significa el
descubrimiento de un nuevo horizonte, un auténtico “hoy”. Poco importa quiénes
somos. ¡Los pecadores de Galilea tenían las manos callosas, más entusiasmo que
constancia y todo por aprender! “Convertíos”: si el Reino de Dios está ahí, hay
que salir a anunciarlo por los caminos de los hombres. ¿Qué importancia tiene
todo lo demás? Cuando la mañana despunta, hay que rechazar la noche, sin
detenerse en las pasadas oscuridades. ¡Reconvertíos! En cada cruce de caminos,
hay que llamar a los que buscan la luz y conducirlos a la fuente de la vida. Es
decir, simple y radicalmente, “tener fe
en Jesucristo y amarnos los unos a los otros, como él nos mandó hacer. Esta es
la auténtica conversión
ENTRA Y ORA EN TU NTERIOR
Te bendigo, Señor,
porque hoy como ayer sigues manifestándote a todo hombre que sabe leer tus
signos. Dame sensibilidad y antenas para captar tu presencia. Tú vienes a mi
encuentro en los hermanos y en los momentos que la vida diaria me ofrece.
Me señalas también una
tarea definida: conversión personal y comunitaria al Reino de Dios. Líbrame de
la ceguera y tinieblas del egoísmo que oscurece mi relación conmigo y los
hermanos, y haz que me convierta continuamente a la fe y al amor. Amén.
8 DE ENERO
MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD
PALABRA DEL DÍA
Marcos 6,34-44
“Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos,
porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma. Cuando
se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y
ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y
se compren de comer”. Él les replicó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le
preguntaron: ¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de
comer?” Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Cuando lo averiguaron
le dijeron: “Cinco, y dos peces”. Él les mandó que hicieran recostarse por
grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces alzó
la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los
discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces.
Comieron todos y se saciaron; y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de
peces. Los que comieron eran cinco mil hombres”.
REFLEXIÓN
El autor de la primera
carta de san Juan sigue exponiendo los criterios para la comunión con Dios, las
condiciones para vivir como hijos suyos. Si antes habló de romper con el pecado
como primera condición; de guardar los mandamientos, en especial el de la
caridad, como segunda; y de la fe que confiesa la encarnación del Hijo de Dios,
como tercera; ahora acentúa de nuevo el criterio del amor.
“Amémonos
unos a otros, ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y
conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Aquí
el verbo “conocer” tiene la profundidad bíblica de la experiencia y del
contacto personal. El conocimiento de Dios, que la fe y el amor dan al
creyente, es inmensamente superior al intelectualismo del conocimiento
filosófico o gnosis platónica.
San
Juan dice que Dios es amor. He aquí una definición siempre actual y una
teología inteligible para el hombre de todo tiempo y lugar. Lógicamente, de la
revelación del Dios amor había de brotar el cristianismo-amor de Jesús.
Decir
que Dios es amor es afirmar que no es sólo una persona que ama, sino que es el
amor mismo en persona. Por eso, ¿cómo podremos ser hijos nacidos de un Dios que
es amor si no amamos nosotros también? ¿Y cómo podremos decir que lo conocemos
si no lo amamos a él y a sus hijos, los hombres?
ENTRA EN TU INTERIOR
La crisis actual del amor tiene mucho que ver con la
crisis de fe, porque la fe cristiana es creer en Dios que es el Amor, con
mayúscula, y la fuente rebosante e inagotable del mismo. De ahí la afirmación
de san Juan: todo el que ama ha nacido de Dios y lo conoce.
Es el
amor quien facilita el conocimiento de las personas y el aprendizaje de las
cosas, de las profesiones y de los oficios. En este sentido, cuando una persona
ama su trabajo, decimos que tiene vocación para ello; es el amor quien le da la
competencia y le ayuda a descifrar misterios inexplicables.
En el
diálogo de la fe que lleva al conocimiento de Dios, es él quien tiene la
iniciativa; es decir, es el primero que ama, ofreciendo su amistad y
admitiéndonos al círculo abierto de su amor trinitario para hacernos hijos
suyos por amor.
ORA EN TU INTERIOR
San Pablo, que reflexionó mucho sobre todo esto,
afirma: “Dios nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo…, y
nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos. El tesoro de su
gracia… ha sido un derroche para con nosotros” (Ef 1,3ss). Por eso, definir a
Dios como amor no es una mera gratificación afectiva ni una efusión poética; es
una realidad fascinante. En ella se abismaban los santos y los místicos, no
como quien se pierde en una soledad sin límites, sino en una vida sin fondo y
sin fronteras.
ORACIÓN
Señor, tú que eres el Dios de la ternura y del amor,
abre nuestros ojos para captar tu presencia sorprendente, despierta nuestros
sentidos para percibir tu palabra y aumenta nuestro amor para poder conocerla a
fondo.
Tú nos
has amado y nos amas sin medida. Concédenos conocerte como tú nos conoces, así
podremos amarte como tú nos amas. Y haz que el amor que tú nos tienes lo
comuniquemos, compartiendo con los hermanos la eucaristía y la vida.
9 DE ENERO
JUEVES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD
PALABRA DEL DÍA
Marcos 6,45-52
“Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús
enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le
adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y
después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la
barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo el trabajo con
que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada, va hacia
ellos andando sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito,
porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige enseguida la palabra
y les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Entró en la barca con ellos y
amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían
comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender”.
REFLEXIÓN
¡No temáis! La relación de los discípulos con Jesús no
es aún la de amor, confiado y abierto al misterio. Ellos creen estar viendo un
fantasma, pues su imaginación sigue estando impregnada de los miedos que atormentan
a los hombres mientras no se han encontrado con Dios en un cara a cara
abrasador y, sin embargo, bañado en serenidad. No entienden lo que está
pasando, porque aún no han penetrado en el corazón del Señor, donde habita
intensamente el amor que viene de Dios. Tienen cegado el corazón; por eso
permanecen bloqueados en sí mismos. Tienen miedo.
Hermanas
y hermanos, el amor perfecto destierra el temor; quien permanece en el temor no
ha llegado a la perfección en el amor. Sin embargo, es preciso decirlo,
¡cuántas angustias e incluso cuántas neurosis originadas por falsos
sentimientos religiosos! Dios produce miedo, porque hemos ido en su busca,
atiborrados de prohibiciones, incómodos dentro de la propia piel, en pos de una
seguridad imposible, pues lo primero que habría que hacer sería desbloquear el
corazón. Y algunos se obstinan en hablar de un Dios que prohíbe, amenaza,
persigue y castiga. El corazón del hombre sólo se puede curar mediante una
prolongada relación con Jesús y una confianza inquebrantable en la libertad del
amor.
Tratar
con Jesús… Ved como sube a la barca de los discípulos, se sienta simplemente en
medio de ellos y amaina el viento. Nada excepcional, salvo la presencia del que
calma las angustias sin mover un dedo. ¿Quién es? El mismo lo dirá, al hilo de
mil encuentros en los que su mirada siempre engendrará la paz y la serenidad.
En Jesús, el amor de Dios adquiere verdadero aspecto de amistad, benevolencia y
libertad.
ENTRA EN TU INTERIOR
Sí, como veíamos ayer, Dios es amor, el hombre a su vez
se define también por el amor, es decir, como un ser hecho para amar y ser
amado. Múltiples son las definiciones que filósofos, antropólogos y psicólogos
han dado del ser humano. El Concilio Vaticano II lo definió como “misterio de
vocación sublime y de miseria profunda” (GS 13,3).
Si
queremos dar una noción del hombre, inteligible para el mundo de hoy, quizá no
nos sirva de mucho la de la filosofía aristotélica, a base de género común y
especie diferenciada, porque el hombre es un ser creado para amar y ser amado.
Hermana,
hermano, ama y haz lo que quiera… Pero jamás apartes tu mirada de la de Cristo.
Y ve con frecuencia a encontrarte con él en el monte, para orar con él. Cada
vez te gustará más hacerlo, y… ¡cada vez harás más lo que quieres!
ORA EN TU INTERIOR
Te
bendecimos, Señor, porque tu presencia amigable nos hace pasar de la muerte a
la vida por amor, venciendo así nuestros ocultos miedos y ansiedades. Que tu
Espíritu nos abra a la aventura de amar a Cristo en cada hermano en quien Jesús
se encarna.
Así
alcanzaremos la libertad y la paz de tu ternura, como canta el salmista. El
Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo
porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.
Para
vencer definitivamente nuestros recelos y temores, haznos, señor, testigos
convencidos y eficaces de tu amor.
10 DE ENERO
VIERNES DE LA II SEMANA DE NAVIDAD
PALABRA DEL DÍA
Lucas 4,14-22
“El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque él me ha ungido…”
“Jesús volvió a
Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca.
Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había
criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en
pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y,
desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el
Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los
ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de
gracia del Señor”. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se
sentó. Toda la sinagoga tenía puesto los ojos en él. Y él se puso a decirles:
“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Y todos le expresaban su
aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios”.
REFLEXIÓN
La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de
las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su
corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que
padecen hombres y mujeres. Nuestro mayor pecado consiste precisamente en
cerrarnos al sufrimiento de los demás para pensar en el propio bienestar.
Jesús
se siente “ungido por el Espíritu” de un Dios que se preocupa de los que
sufren. Es ese Espíritu el que lo empuja a dedicar su vida entera a liberar,
aliviar, sanar, perdonar: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha
ungido. Me ha enviado para dar la buena Noticia a los pobres, para anunciar a
los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los
oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.
Este programa de Jesús
no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más
su atención al pecado de las criaturas que a su sufrimiento.
Los cristianos no
creemos en cualquier Dios, sino en el Dios atento al sufrimiento humano. Frente
a la “mística de ojos cerrados”, propia de la espiritualidad del Oriente,
volcada sobre todo en la atención a lo interior, el que sigue a Jesús se siente
llamado a cultivar una “mística de ojos abiertos” y una espiritualidad de
responsabilidad absoluta para atender al dolor de los que sufren.
Al cristiano
verdaderamente espiritual –“ungido por el Espíritu”- se le encuentra, lo mismo
que a Jesús, junto a los desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es
tanto la comunicación íntima con el Ser supremo cuanto el amor a un Dios Padre
que lo envía hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado, en
distintas ocasiones, el Papa Francisco.
ENTRA EN TU INTERIOR
Uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de
la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los
cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.
No nos
engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera
indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el
futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen
suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda
defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los
despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los
destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios “reine” entre
sus hijos e hijas.
Pero,
¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los
demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla
y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores
que los ricos. No defiende un “clasismo moral”. La única razón de su privilegio
consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede “reinar” en el mundo
sino haciéndoles justicia. (José Antonio Pagola).
ORA EN TU INTERIOR
Hay algo que los cristianos hemos de ver con absoluta
claridad: no se puede anunciar ni vivir el evangelio de Jesús si no es desde la
defensa de los excluidos y desde la solidaridad con el Sur. No cualquier
teología, ni cualquier evangelización, ni cualquier acción pastoral es
igualmente fiel al Espíritu de Jesús. La teología es discurso vacío si no lleva
la Buena Noticia de Dios a los pobres; la evangelización no es plenamente tal
si no denuncia la injusticia que engendra marginación; la pastoral se vacía de
contenido cristiano si olvida el servicio a los últimos.
Los
pobres son el gran reto para los que decimos seguir a Jesús. Podemos continuar
discutiendo sobre la moral sexual, los preservativos o el sacerdocio de la
mujer. Pero el Espíritu de Jesús nos seguirá interpelando a todos desde el
sufrimiento de los parados, los pobres o los hambrientos. Sólo él nos puede
sacudir de nuestras fáciles “ortodoxias” de derechas o de izquierdas.
ORACIÓN
Hoy se cumple tu palabra y nos renueva tu Espíritu,
Señor, que nuestra vida proclame la paz y la alegría; luz más poderosa que las
tinieblas, libertad recibida de tus manos; tú, Dios nuestro, por los siglos de los
siglos.
Haz,
Señor, que vivamos cada día como si fuera el primero y el último.
11 DE ENERO
SÁBADO DE LA II SEMANA DE NAVIDAD
PALABRA DEL DÍA
Lucas 5,12-16
“Estando Jesús
en su pueblo se presentó un leproso; al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le
suplicó: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y Jesús extendió la mano y lo
tocó diciendo: “Quiero, queda limpio”. Y enseguida le dejó la lepra. Jesús le
recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: “Ve a presentarte al sacerdote y
ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para darles testimonio”. Se
hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de
sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar”.
REFLEXIÓN
El relato evangélico de hoy: curación de un leproso por
Jesús, nos muestra ya en marcha el programa de liberación humana que, como
veíamos ayer, expuso Cristo en la sinagoga de Nazaret, conforme al texto del
profeta Isaías. Esta curación es, pues, un signo de la llegada del reino de
Dios y de su buena nueva, que entran en conflicto con el mal del mundo para
vencerlo, liberando al hombre de toda miseria y limitación humana,
reintegrándolo a su dignidad y a la comunidad de los redimidos.
Cuando
Jesús se despedía de los suyos, en la oración sacerdotal de la última cena,
hablaba así refiriéndose a sus discípulos: “El mundo los ha odiado porque no
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido, Padre, que los
retires del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn 17,14s). Desde siempre hay
incompatibilidad entre la luz y las tinieblas.
Practicar
el evangelio y las bienaventuranzas de Jesús supone optar por la incomprensión
del mundo e, incluso, por su odio persecutorio. El discípulo de Cristo habrá de
afrontar zancadillas, juego sucio, represión, cárcel y hasta la muerte por
parte de los que abusan del poder y emplean peones a sueldo. Así le pasó al
primero y que más ardientemente buscó la verdad y sirvió a la justicia: Jesús
de Nazaret. Su suerte la han seguido y seguirán otros muchos. Para todos estos
cristianos esforzados y anónimos es la bienaventuranza de la fe que vence al
mundo.
Función
de la comunidad creyente y del cristiano es ser conciencia crítica de la
sociedad en un equilibrio equidistante tanto del privilegio social, de la
alianza con el poder y del triunfalismo temporalista como de la connivencia
servil y del silencio cobarde.
Realmente, se diría que Jesús nos lo ha puesto difícil.
Pero él nos ayuda y actúa en nosotros con la eficacia y dinamismo de su
Espíritu, que es don, fortaleza y
decisión. Éste es el fundamento de la esperanza de nuestra vocación y misión
cristianas, y es también el secreto de nuestra fidelidad a la opción por Cristo
y su evangelio.
ENTRA EN TU INTERIOR
Aquel hombre era un leproso, un muerto en vida. Un día
observó la presencia de una mancha en su costado; poco tiempo después, la
mancha había crecido hasta llegar a invadir su rostro y sus manos, como hace el
pecado con el alma. Entonces la sociedad de los hombres, siempre pronta a
levantar barreras, lo apartó.
Viene
Jesús y ocupa el lugar del leproso. Carga con el sufrimiento humano, hasta el
punto de que los hombres acabarían sacándolo de la ciudad, para arrojarlo al
mundo de los muertos. Entonces se verá afluir hacia él a una multitud de
hombres de Galilea y de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la otra parte del
Jordán y de los países de Tiro y Sidón. Serán enfermos, tullidos, cojos y
lisiados. Y a todos curará.
ORA EN TU INTERIOR
Hermanos, ¿quién vence al mundo, sino el que cree que
Jesús es el Hijo de Dios? Al mundo con sus durezas, sus egoísmos y sus leprosos
rechazados. Al mundo que cree poder sustraerse a la muerte simplemente con
ignorarla. Pero Dios ha dado testimonio contra ese mundo: testimonio de la
sangre, vertida por amor; testimonio del agua, manantial vivo en el desierto de
los hombres; testimonio del Espíritu, que resucita a los muertos en el nombre
del Hijo de Dios. Dios ha dado testimonio contra ese mundo, y hoy nos llama a
que seamos nosotros los que demos testimonio. Que nuestra fe en Cristo sea un
compromiso al servicio de los hombres que sufren; que nuestra palabra sea cada día
más carne y sangre; que abracemos al leproso como a un hermano particularmente
amado por Dios. Y que nuestra oración sea el lugar en que confirme nuestra
pertenencia a ese Dios hecho carne para la salvación del mundo.
ORACIÓN
Dios y Padre de todos los hombres, tú nos ha dado a tu
Hijo, rostro vivo de tu amor, que compartió en todo nuestra condición humana y
cargó con el dolor de los rechazados.
Te
pedimos que nos des una fe viva en su Encarnación, a fin de que también
nosotros seamos para nuestros hermanos el rostro y la palabra de tu salvación.
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