COMIENZA EL TIEMPO DE NAVIDAD
Después de la preparación del Adviento,
celebramos el tiempo de la Navidad: desde la víspera, 24 de diciembre, hasta el
domingo siguiente al 6 de enero, la fiesta del Bautismo del Señor.
Hay un ritmo unitario en todas estas
semanas, un movimiento único que va desde el Adviento hasta la Epifanía. Es el
mismo acontecimiento, la Venida del Señor, que se prepara en ambiente de espera
y que luego se celebra en su inauguración de Navidad y en sus primeras
manifestaciones solemnes. En realidad, las tres palabras vienen a significar lo
mismo. Adviento, Navidad, Epifanía: Venida, Nacimiento, Manifestación.
Navidad y Epifanía están
inseparablemente unidas. Podemos decir que celebra dos aspectos del mismo
misterio.
La Navidad surgió en Occidente. La
Epifanía, en Oriente. Pero ambas, muy pronto, fueron aceptadas y celebradas,
como la fiesta de la aparición del Hijo de Dios.
En la Navidad es el misterio de la
encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento el que se acentúa y celebra. La atención
se centra en este Niño que nos ha nacido: Dios que se ha hecho hermano nuestro
y ha querido ser de nuestra familia.
En la Epifanía celebramos la
manifestación de su divinidad, su carácter de Salvador y Dios: tanto en la
presentación de los magos de Oriente como en el Bautismo del Jordán y en el
milagro de Caná.
La Navidad insiste en su cercanía
humana: ha nacido como un niño.
La Epifanía, en la visibilidad
gloriosa de su divinidad.
Hermano nuestro. Pero a la vez, Dios y
Salvador. Un Dios que viene. Que está. El Dios-con-nosotros.
MARTES 24 DE DICIEMBRE
VIGILIA DE NAVIDAD
MISA DE MEDIANOCHE
KALENDAS O PREGÓN DE NAVIDAD
(Se proclama después de la monición de entrada)
Terminado
el tiempo de Adviento,
que
hemos vivido en esperanza creciente,
celebramos,
hermanas y hermanos, esta noche,
Noche
Buena en verdad,
el
nacimiento de nuestro Salvador.
Esta
es sin duda la mejor noticia
que
el hombre puede escuchar en toda su historia.
Es
el primer evangelio
que
hace ya 2013 años proclamaron los ángeles.
No
es extraño que este acontecimiento,
un
salto verdaderamente cualitativo
en
la evolución del hombre,
cambie
las edades de la historia.
Ahí
pararon los relojes
para
empezar de nuevo.
Todo
empezará a ser nuevo
desde
que vino Dios a la tierra:
Nuevos
serán los tiempos,
nuevos
el cielo y la tierra,
nuevo
el corazón del hombre,
nuevas
las relaciones con Dios
y
de los hombres entre sí.
La
noticia es ésta:
Que
Dios ha nacido de María
en
un pesebre de Belén,
y
que quiso nacer en el corazón
del
hombre y del mundo.
Este
hecho es la manifestación
de
que Dios es amigo del hombre
-la
filantropía de Dios-,
y
que se acerca a nosotros
para
envolvernos en su misericordia.
Quiere
decir que Dios se abaja para levantarnos,
que
Dios se humaniza para divinizarnos.
Vamos
a repetirlo, porque suena muy bien:
Un
niño nos ha nacido,
un
hijo se nos ha dado,
maravilla
de consejero,
Príncipe
de la Paz.
Se llamará Emmanuel. Dios-con-nosotros.
Ya
no tenemos nada que temer,
porque
Dios está con nosotros. Emmanuel.
Ya
no hay motivo para la tristeza,
porque
Dios es la razón de nuestra dicha.
Ya
todo lo podemos esperar,
porque
Dios camina con nosotros.
Alegrémonos,
hermanas y hermanos, con gozo grande,
esta
noche, que es la de 2012 de las Noches Buenas.
Cantemos
el himno de los ángeles.
Ofrezcamos
al Niño nuestros dones
abrámonos
a los suyos.
Si
abrimos bien el corazón,
Se
colará de lleno el Espíritu
y
lo convertirá en cuna para el Niño.
Que
así sea.
1ª Lectura: Isaías 9,1-3.5-6
Un hijo se nos ha dado.
Salmo 95
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
2ª Lectura: Timoteo 2,11-14
Ha aparecido la
gracia de Dios a todos los hombres.
PALABRA DE LA VIGILIA
Lucas 2,1-14
“Hoy nos ha nacido un Salvador.”
“En
aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo
del mundo entero.
Éste
fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban
a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También
José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret,
en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para
inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le
llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En
aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando
por turnos su rebaño.
Y
un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de
claridad, y se llenaron de gran temor.
El
ángel les dijo:
-“No
temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy,
en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí
tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre.”
De
pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que
alababa a Dios diciendo: -“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor.”
Versión para América Latina extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios
“En
aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se
realizara un censo en todo el mundo.
Este
primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y
cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José,
que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se
dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David,
para
inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras
se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre;
y
María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En
esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante
la noche.
De
pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió
con su luz. Ellos sintieron un gran temor,
pero
el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una
gran alegría para todo el pueblo:
Hoy,
en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Y
esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en
pañales y acostado en un pesebre".
Y
junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria
a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
REFLEXIÓN
El ciclo de Navidad-Epifanía, está
escrito a imagen y semejanza del ciclo de Pascua y, por tanto, depende de él.
Los dos empiezan de noche. Porque dos veces a lo largo del año –sólo dos veces-
la Iglesia nos convoca de noche al templo para velar; son dos noches que tienen
una luz especial, un resplandor que viene de Dios. La Nochebuena, la Vigilia
Pascual. Y no podemos entender la una sin la otra: son dos noches que nos
hablan de un único misterio.
Hoy tenemos el inicio de la salvación; en
la Pascua, tenemos el cumplimiento, la plenitud. En la Navidad es Dios quien se
hace hijo de los hombres; en la Pascua es el hombre quien se convierte en hijo
de Dios. El protagonista es siempre el mismo: Jesús, en la Navidad con su
nacimiento; en la Pascua con su muerte y resurrección; y desde su vida nos
muestra que la vida humana se puede vivir de un modo nuevo y diferente, que
tiene un nombre concreto: que tiene un nombre concreto: el Reino de Dios, que
es el Reino del hombre.
Hoy ha descendido la paz y la alegría
sobre nosotros: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para
todo el pueblo…Os ha nacido un Salvador”
ENTRA
EN TU INTERIOR
EN
UN PESEBRE
Según el relato de Lucas, es el mensaje del
Ángel a los pastores el que nos ofrece las claves para leer desde la fe el
misterio que se encierra en un niño nacido en extrañas circunstancias en las
afueras de Belén.
Es
de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La
luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a
los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en
un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.
Estas son las primeras palabras que hemos de
escuchar: «No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para
todo el pueblo». Es algo muy grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo
para alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es
solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.
Los cristianos no hemos de acaparar estas
fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de
quienes confían en Dios y de los que dudan de todo. Nadie está solo frente a
sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.
Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha
nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». No es el hijo del emperador Augusto,
dominador del mundo, celebrado como salvador y portador de la paz gracias al
poder de sus legiones. El nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un
mundo donde los débiles son víctima de toda clase de abusos.
Este niño nace en un pueblo sometido al
Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero
es el Salvador que necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No
trabajará para ningún imperio. Solo buscará el reino de Dios y su justicia.
Vivirá para hacer la vida más humana. En él encontrará este mundo injusto la
salvación de Dios.
¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos
reconocer? Así dice el mensajero: «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha nacido como un
excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre lo
ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido, como ha podido, para
envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.
En
este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos
en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino
en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos
a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado.
José Antonio
Pagola
ORA
EN TU INTERIOR
Hemos contemplado la Buena
Noticia, la mejor noticia que anunciaron los ángeles a los pastores y que la
Iglesia sigue anunciando a todos los hombres del mundo. Es una noticia buena
para todos, pero especialmente para aquellos que buscan intensamente a Dios y
para los que angustiosamente lo necesitan; es decir, para los que creen, para
los que sufren, para los pobres y excluidos de la sociedad.
Celebramos el nacimiento de dios, y
el nacimiento de dios envuelto en la mayor humildad y pobreza. Lo primero es
que vino Dios a nosotros, lo segundo, los parámetros y las circunstancias de
esta venida.
ORACIÓN
Hoy, en
esta eucaristía de media noche, vienes a mi, señor, y mañana, en la misa del
día, contemplaré tu gloria. Vienes a mí para que, libre de temor, arrancado de
la mano de mis enemigos, te sirva con santidad y justicia todos los días de mi
vida. ¡Qué maravillosa visión de la vida cristiana, que cada día me recuerda la
antífona “benedictus” ¡. Te pido que en esta Navidad ninguna ocupación o
preocupación aparte de mi mente, mi corazón y mi vida de lo único importante
que eres tú, que vienes y me pides alojarte en mi corazón.
MIÉRCOLES 25 DE DICIEMBRE
NATIVIDAD DEL SEÑOR (SOLEMNIDAD)
MISA DEL DÍA
1ª Lectura: Isaías 52,7-10
Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro
Dios.
Salmo 97
“Los confines de
la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios”
2ª Lectura: Hebreos 1,1-6
Dios nos ha hablado por su Hijo.
PALABRA DEL DÍA
Juan 1,1-18
“La Palabra se hizo carne y acampó entre
nosotros”
“En
el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la
Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por
medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha
hecho.
En
la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la
tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la
luz, sino testigo de la luz.
La
Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el
mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero
a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su
nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano,
sino de Dios.
Y
la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad.
Juan
da testimonio de él y grita diciendo: -“Este es de quien dije: “El que viene
detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”-
Pues
de su plenitud todos hemos recibido, gracias tras gracia.
Porque
la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de
Jesucristo.
A
Dios nadie lo ha visto Jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer”
Versión para América Latina extraída de la Biblia del
Pueblo de Dios
“Al
principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra
era Dios.
Al
principio estaba junto a Dios.
Todas
las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de
todo lo que existe.
En
ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La
luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino
como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio
de él.
El
no era la luz, sino el testigo de la luz.
La
Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella
estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la
conoció.
Vino
a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero
a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder
de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos
no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del
hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y
la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su
gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de
verdad.
Juan
da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que
viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De
su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre
gracia:
porque
la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado
por Jesucristo.
Nadie
ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el
seno del Padre.”
REFLEXIÓN
La Palabra de Dios, la que existía
desde el principio, la que estaba en Dios y era Dios, se ha hecho carne de
nuestra carne en Jesús. Dios se ha encarnado. Nuestro Dios se ha hecho muy
cercano. Se ha vestido con nuestra naturaleza, ¡Qué maravilla! El Niño del
pesebre es Dios, Dios con nosotros, Dios entre nosotros. El Verbo se ha hecho
hombre y ha entrado en nuestra historia. ¿Y cómo ha venido a nosotros? Ha
venido como un marginado. Sus padres no han encontrado un lugar digno y han ido
a parar a un establo, al corral de los animales. Jesús ha encontrado como cuna
un pesebre.
¿Por qué tenía que nacer en este lugar?
Éste es el misterio de Dios. Él se ha encarnado en nuestro mundo, en el que
están muy presentes la miseria, la marginación y la injusticia. Los hombres y
las mujeres más pobres, los pequeños, las personas maltratadas y abandonadas
pueden darse cuenta de que este Dios es su Dios, un Dios cercano, muy cercano.
Él ha venido vestido de pobreza para que en él los más pobres encuentren la
luz. Éste es su Dios, éste es nuestro Dios. Este nacimiento es un escándalo,
como son escándalo la miseria y las diferencias de nuestro mundo: “Vino a los
suyos, y los suyos no lo recibieron…”
Los hombres prefirieron las tinieblas a
la luz.
“Pero a cuantos lo recibieron, les dio
poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre…”
ENTRA
EN TU INTERIOR
RECUPERAR
A JESÚS
Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas
imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él,
condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y
predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos
en las celebraciones y actos religiosos.
Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios
son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo
largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos
recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la tradición
bíblica: «A Dios no le ha visto nadie jamás».
Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi
siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún
teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes
religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su interior no
hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.
Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes
para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de
Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo
Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte
nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.
Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en
Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la
vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega
hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de
acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.
Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o
lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por
imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su
proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es
tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.
No
basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos
necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los
evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar
en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea
apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y
sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.
José Antonio
Pagola
ORA
EN TU INTERIOR
Seguro que tengo que cambiar mis
esquemas. Jesús me dice con su presencia, sencillez, pobreza y amor cuáles son
las semillas que debo plantar en mi corazón. He de fijarme en las personas a
las que se ha manifestado. Qué cualidades tenían. Los pastores eran gentes muy
sencillas. Ellos tenían el corazón preparado para recibir al Niño, para creer
en el Niño. Y yo, ¿tengo mi corazón preparado? Aún estoy a tiempo para unirme a
los pastores. Aún ahora puedo transformarme y sentir el calor del aliento del
Niño Jesús. Quiero que sea la luz verdadera que me alumbre, esa luz que vino al
mundo y la desaprovecharon, quiero aprovecharla, dejarme iluminar por ella para
poder iluminar a los otros.
Señor, tu nacimiento está marcado por la
marginación y la pobreza. La gloria del cielo se oscurece en la tierra. El que
es Señor del mundo no encuentra sitio en el mundo para nacer. El que es dueño
de todas las cosas necesita de los regalos de pobres pastores, que al raso
cuidaban sus rebaños. Pero tú vienes con muchos regalos del cielo, y el primero
de todos es la paz. Paz para todos los hombres sin excepción, para los buenos y
para los malos, para los libres y los esclavos, paz envuelta en pañales de
amor.
¡Oh, Señor! Contigo nació la gracia de
Dios. En ti Dios se manifestó a los humildes y misericordiosos. Por ti fui
rescatado de mi mediocridad. Y tú me enseñaste a vivir santamente y a esperar
con las lámparas encendidas tu vuelta gloriosa.
ORACIÓN
Que
sea y viva, Señor, como verdadero hijo tuyo.
Que
sea y viva como hermano de todos los hombres.
Que
sea comprensivo y compasivo, acogedor y solidario, capaz de superar mi
individualismo y mi clasismo.
Que
sea pobre, que solo busque tu reino y su justicia.
Que
sea manso, que me convenza de que sólo tú yugo es llevadero y tú carga ligera.
Que
sea capaz de mirar siempre con ojos de misericordia.
Que
sepa hacer mío los dolores y sufrimientos de mis hermanos.
Que
sepa amar, Señor, que sepa amar. Amén
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes proporcionadas por Catholic.net
COMIENZA LA OCTAVA DE NAVIDAD
DÍAS 26 AL 28 DE DICIEMBRE
LOS TESTIGOS DE LA LUZ
Con el inicio de la Navidad, en que celebramos el misterio de un Dios que
se hace hombre, para que el hombre pueda hacerse Dios en Cristo. La Palabra de
Dios se hace hombre mortal para que éste alcance la inmortalidad. Los días
siguientes a la navidad la liturgia nos va mostrando testimonios personales de
la luz que es Cristo, recién llegado al mundo de los hombres. Esteban el
protomártir (día 26 de Diciembre), Juan el apóstol y evangelista (día 27 de
diciembre), los Santos Inocentes (día 28 de diciembre), el anciano Simeón (día
29 de Diciembre) la profetisa Ana (día 30 de Diciembre) Fiesta de la Sagrada
Familia, Juan el Bautista (día 31 de Diciembre) y María la Madre del Señor (día
1 de enero).
En estos días, en los
que la Iglesia no deja de proclamar su fe en el Verbo hecho carne, la liturgia
puede ayudarnos a ser también nosotros
testigos de la luz que las tinieblas jamás podrán extinguir. Luz de la fe: “El
que camina en la luz está en comunión con Dios”.
Unos testigos. Del Bautista ya decía el Evangelio
que había venido a dar testimonio de la luz, pero esta definición sirve para
todos cuantos son llamados a señalar al cordero de Dios. ESTEBAN muere como una
perfecta imagen del Señor en la cruz y da testimonio del Hijo del hombre, a
quien ve de pie en la gloria del Padre. JUAN, el discípulo amado, entra en el
sepulcro, y allí ve y cree; percibe en la fe lo que el ojo humano no puede
comprender. LOS SANTOS INOCENTES. Aun antes de poder hablar, son llamados a
unirse a Cristo en el misterio del amor escarnecido y, sin embargo, victorioso.
Simeón reconoce al Mesías y entona un cántico a la Luz que contempla sus ya
cansados ojos, mientras que Ana experimenta el gozo de ver colmada su
esperanza. Sí, evidentemente, “la luz vino a este mundo y es vida para aquellos
que la reciben”.
JUEVES 26 DE DICIEMBRE
FIESTA DE SAN ESTEBAN PROTOMÁRTIR
PALABRA DEL DÍA
Mt 10,17-22
“Dijo
Jesús a sus discípulos: “No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los
tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante
gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los
gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir y de cómo
lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis
vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los, padres a los
hijos, se revelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Todos os odiarán
por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará”.
REFLEXIÓN
En el libro de los Hechos (6,8-10;
7,54-60). Se nos refiere cómo Esteban realizaba prodigios y señales ante el
pueblo, exactamente lo mismo que había hecho Jesús. Sus palabras exasperaban a
los de la Sinagoga, que discutían con él como lo habían hecho con Jesús,
incluso cuando era niño. Esteban era un hombre rebosante de fervor y de
entusiasmo, sin duda uno de los primeros en romper con el pasado judío.
Helenista como era, predicaba preferentemente en las sinagogas reservadas a los
judíos de origen griego. Su palabra era tan diáfana como la de Cristo;
denunciaba el apego supersticioso al templo y proclamaba la primacía del hombre
sobre la Ley.
El evangelio nos presenta unas sombrías
perspectivas. “¡No os fiéis de los hombres!”• Desconfiad incluso de vuestros
padres y de vuestra familia…
La
palabra de Dios es una espada acerada que penetra en el corazón del hombre,
poniendo al desnudo sus pensamientos más íntimos. El hombre no puede permanecer
indiferente ante ella: o se humilla o se rebela; o se enfrenta a su pecado o se
hunde en el orgullo y en la suficiencia.
ENTRA
EN TU INTERIOR
En todas las épocas ha habido
hombres que han dado testimonio de la verdad y de la rectitud. ¿Sabían ellos
que por su boca hablaba el Espíritu de Dios? La mayoría de ellos corrieron
idéntica suerte: fueron llevados ante los tribunales y entregados a los
verdugos. Grandes sufrimientos sobre los que se edificaron los más altos
valores de la humanidad y que dan testimonio de la otra dimensión del hombre.
Sólida tierra en la que ha hundido sus raíces la Iglesia: ¡Esteban entregaba su
vida cuando Pablo apenas nacía a ella!
Me pregunto si como Esteban y como
tantos otros, yo seré capaz algún día de ser testigo de la verdad, de ser
testigo de la luz, la que vino al mundo para iluminar a todo hombre, Jesucristo
el Señor.
ORA
EN TU INTERIOR
Hoy son enviados a la muerte hombres y
mujeres por atreverse a juzgar las
estructuras de este mundo con la lucidez de los niños. Y los sumos sacerdotes
de nuestras religiones fracasadas intentan hacerles callar lapidándolos. La
religión de la ciencia y de la técnica, la religión del materialismo y del
consumo, la religión del relativismo, ha ido creando más pobres, más
desplazados, más refugiados que en ninguna otra época de la historia. ¿No
deberíamos rezar sin descanso para que, ante la muerte, esos hombres y mujeres
pronuncien, aunque sea en un último suspiro, el testimonio del Espíritu:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”? Y es que ésta es la única
frase que Dios ha escogido para salvar al mundo. Una frase hecha carne hasta la
última gota de sangre.
ORACIÓN
Sí, Padre santo, perdónalos y perdónanos.
Por nuestra incapacidad de amor, de perdón, de misericordia. Danos fuerza, para
que a ejemplo de San Esteban, también seamos tus testigos en el mundo. Amén.
VIERNES 27 DE DICIEMBRE
FIESTA DE SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA
PALABRA DEL DÍA
Jn 20,2-8
“El
primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón
Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: “Se han
llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Salieron Pedro
y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro
discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y,
asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón
Pedro detrás de él y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo y el
sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas,
sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el
que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó”
REFLEXIÓN
Juan es el último en llegar al final del
camino. Ve las vendas, pero no les hace caso. Su mirada se ha vuelto ya hacia
el interior; si revuelve algo, es en sus recuerdos y en su corazón. El vino de
las bodas, el templo purificado, Lázaro… Otros tantos presentimientos de lo
posible, de un insospechado orden de las cosas. Un sepulcro abierto y unas
vendas, una mujer y dos hombres para interpretar… Todo es ordinario y
cotidiano, pero todo tiene valor de signo. “vio y creyó”.
Lo que vieron nuestros ojos y palparon
nuestras manos os lo anunciamos… ¡Era la Palabra de vida!
Un recién nacido al que una mujer
envuelve en pañales. Un sepulcro abierto y las vendas del sudario enrolladas
cuidadosamente. En el intervalo, un hombre semejante a los demás en todo. Al
comienzo, un puñado de pastores, pobres de corazón, glorificaban a Dios por lo
que habían visto. Al final de la historia, el discípulo a quien Jesús amaba vio
y creyó. Hacen falta muy pocas cosas para que nazca la fe. Pocas cosas, pero
infinitas como el corazón y el amor, y profundas como el calor de una mujer y
el silencio del misterio. El discípulo entró y vio: ¡vio y creyó! Un momento
después, exclamará María con todo su corazón y con todo el ímpetu de su
natural: “¡Maestro!”. ¡Hermanos, lo que palparon nuestras manos os lo
anunciamos!
ENTRA
Y ORA EN TU INTERIOR
Ayer en el martirio de san Esteban oía un
eco de la pasión y muerte del Señor, dato posible gracias a la humanidad de su
encarnación. Los pañales de la cuna de Jesús en Belén remiten ya a los lienzos
que el Resucitado deja intactos en el sepulcro, como innecesarios para su
cuerpo glorioso. La humanidad glorificada de Cristo es garantía de mi
resurrección con él. Jesús, en quien se revela la gloria de Dios ya desde su
nacimiento, es el anteproyecto de nuestras vidas de hombres y mujeres
redimidos. Así mi gozo, nuestro gozo puede ser completo.
ORACIÓN
Jesucristo, mi Señor y mi Dios, mi amigo,
dígnate abrir mis ojos y dirigir mis manos para que en la comunión de mi
esperanza encuentre la alegría y la paz, más allá de la muerte, en ese diario
alumbramiento que es el germen de la eternidad. Oh Dios, a quien ningún ojo
vio, bendito seas por el reflejo de tu gloria manifestada en Jesús, tu Hijo
amado. Amén
SÁBADO 28 DE DICIEMBRE
FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES
PALABRA DEL DÍA
Mt 2,13-18
“Cuando
se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le
dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta
que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se
levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta
la muerte de Herodes, Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta:
“Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto”. Al verse burlado por los magos,
Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo,
en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de
los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: “Un grito se
oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y
rehúsa el consuelo, porque ya no viven”.
REFLEXIÓN
Hay un paralelismo latente entre los
primogénitos hebreos sacrificados por el faraón de Egipto y los niños de Belén
asesinados por orden de Herodes, entre el destierro de los israelitas que
lamenta el profeta Jeremías en boca de Raquel, la esposa de Jacob, cuyos hijos
errantes hubieron de emigrar acosados por el hambre, y el exilio de la sagrada
familia a Egipto, entre el éxodo de los israelitas de la esclavitud egipcia y
la vuelta de Jesús, María y José a su tierra de Nazaret.
Más todavía: los Inocentes de Belén
remiten al Cordero inocente que tomó sobre sí los pecados del mundo en su largo
camino hacia la cruz del Gólgota, y son un símbolo también de tantas víctimas
inocentes sacrificadas por diversos
medios terrorismos, guerras, aborto… Finalmente, Jesús huyendo a Egipto con su
Madre María y san José es un precursor de la interminable fila de los exiliados
de todos los tiempos.
Cuando la comunidad cristiana, jerarquía
y fieles, proclama abiertamente el evangelio de Jesús y lo testimonia desde
dentro con autenticidad, entonces casi por necesidad la Iglesia se hace
incómoda al poderoso de turno. San Pablo advertía a su discípulo Timoteo: “Todo
el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido” (2 Tim 3,12). La
persecución religiosa es una constante histórica con múltiples formas.
ENTRA EN TU INTERIOR
No hay nada más penoso como un niño
maltratado: No permitas, Señor, que siga haciéndome el distraído. Abre mi
corazón a lo que aún me resulta ajeno, pues tu Hijo supo tomar sobre sí el
rostro del niño rechazado.
Acaba con mi cómoda instalación, pues
únicamente en tu reino tengo ciudad permanente por los siglos de los siglos.
ORA
EN TU INTERIOR
Guía
para la oración personal con este pasaje
V.13-15.
Tener en la imaginación la huida a Egipto. Y
contemplar a Jesús perseguido a lo largo de su vida pública. Acompañarlo en los
conflictos que sufrió con las autoridades. Seguirlo.
V.16-18.
Ha habido millones y millones de cristianos
inocentes sacrificados a lo largo de dos mil años por seguir a Jesús y luchar
por el Reino de Dios. Admirarlos. Dar gracias. Yo también quiero ser testigo de
Cristo y luchar por su causa. Yo también quiero defender a los indefensos de
del mundo. Dame valor, Señor.
ORACIÓN
Por los niños que mueres de hambre y
enfermedad en el mundo, por los que la guerra los deja huérfanos o los separa
de sus padres, te rogamos, Emmanuel, Dios con nosotros.
Por los padres que esperan la llegada de
un hijo y por los que padecen la prueba de la soledad y el abandono, te
rogamos, Emmanuel, Dios con nosotros.
Por los exiliados en tierras lejanas y
por los que conocen la paz de un hogar, te rogamos, oh Dios que nos llamas a la
unidad.
Por los que despiertan a la aventura de
un nuevo día y por los que se encierran en sus nostalgias, te pedimos, oh Dios,
Sol naciente. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario