miércoles, 4 de diciembre de 2013

8 DE DICIEMBRE: II DOMINGO DE ADVIENTO - SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (EN ESPAÑA)



 
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”

8 DE DICIEMBRE

DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

DE LA VIRGEN MARÍA

(La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, atendiendo una solicitud de la Conferencia Episcopal Española, ha dispensado para el presente año 2013 de la observancia de las normas litúrgicas que imponen el traslado de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción al lunes siguiente, por lo que en España se celebra este domingo dicha solemnidad. Para ello, y con el fin de no perder el sentido del domingo II de Adviento, debe observarse lo siguiente: La segunda lectura de la Misa debe ser la del II Domingo de Adviento. En la homilía debe hacerse mención del Adviento. En la Oración universal se debe hacer, al menos, una petición con el sentido del Adviento, y concluir con la Oración colecta del domingo II de Adviento)

LITURGIA DE LA PALABRA FUERA DE ESPAÑA

1ª Lectura: Isaías 11,1-10

En aquel día; brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz.

Salmo 71
 Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

2ª Lectura: Romanos 15,4-9

Cristo salva a todos los hombres.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 3,1-12
 
“Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos.”
 

“Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: -convertíos, porque está cerca el reino de los Cielos. Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: -Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente? Dad el fruto que exige la conversión. Y no os hagáis ilusiones pensando: “Abraham es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego. El tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”


Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
 

“En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:

"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".

A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.

Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.
La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro,
y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca?
Produzcan el fruto de una sincera conversión,
y no se contenten con decir: 'Tenemos por padre a Abraham'. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham.
El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible".
 
REFLEXIÓN
No sabemos ni cuándo ni cómo fue. Un día, un sacerdote rural llamado Juan abandonó sus obligaciones del templo, se alejó de Jerusalén y se adentró en el desierto de las inmediaciones del Jordán, buscando silencio y soledad para escuchar a Dios.
            No llegaban hasta allí las intrigas de Pilato ni las maquinaciones de Antipas. No se oía el ruido del templo ni los negocios de los terratenientes de Galilea. Según Isaías, el “desierto” es el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Según el profeta Oseas, es en el “desierto” donde Dios “habla al corazón”. ¿Es posible escuchar hoy a este Dios del “desierto”?.
            En el “desierto” solo se vive de lo esencial. No hay lugar para lo superfluo; se escucha la verdad de Dios mejor que en los centros comerciales. Tampoco hay sitio para la complacencia y el autoengaño: casi siempre el “desierto” acerca a Dios más que el templo.
            Cuando la voz de Dios viene del “desierto”, no nos llega distorsionada por intereses económicos, políticos o religiosos. Es una voz limpia y clara que nos habla de lo esencial, no de nuestras disputas, intrigas y estrategias.
            Lo esencial siempre consiste en pocas cosas, solo las necesarias. Así es el mensaje de Juan: “Poneos ante Dios y reconoced cada uno vuestro pecado. Sospechad de vuestra inocencia. Id a la raíz”. Todos somos de alguna manera cómplices de las injusticias y egoísmos que hay entre nosotros. Todos y cada uno de los creyentes tenemos algo que ver con la infidelidad de la Iglesia al Evangelio.
            En el “desierto”, lo decisivo es cuidar la vida. Así proclama el Bautista: “Convertíos a Dios. Lavaos de vuestra malicia y comenzad a reconstruir la vida de manera diferente, tal como la quiere él”. Es nuestra primera responsabilidad. Si yo no cambio, ¿qué estoy aportando a la transformación de la sociedad? Si yo no me convierto al Evangelio, ¿cómo estoy contribuyendo a la conversión de la Iglesia actual?.
 
            En medio de la agitación, el ruido, la información y difusión constante de mensajes, ¿quién escuchará la “voz del desierto”?, ¿quién nos hablará de lo esencial?, ¿quién abrirá caminos a Dios en este mundo? (José Antonio Pagola. El Camino abierto por Jesús ed. PPC)
 
ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
              


NO OLVIDAR LA CONVERSIÓN


"Convertíos porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad profética, a orillas del lago de Galilea.

Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta.

Esta conversión no consiste en hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva, orientada a acoger el reino de Dios.

Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta final en torno a su mesa".

No nos hemos de resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino de Dios. No nos está permitido a seguir a Jesús sin acoger su proyecto. El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género humano.

Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.

No es suficiente cuidar en las comunidades cristianas la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.

Por eso, animado por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.

José Antonio Pagola

 
ORA EN TU INTERIOR
                “Lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale”: Nos torcemos cuando nos desviamos de la verdad, cuando vivimos en la mentira, cuando nos dejamos seducir por los halagos del placer o del consumismo. Nos torcemos por el vicio y el engaño. Hay que enderezar nuestros caminos, vivir en la verdad, ser sinceros, transparentes. Hay que evitar los engaños de la seducción, que nos desvían más. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.
  • Que se eleven los baches del subdesarrollo y la pobreza.
  • Que desciendan los montes de la injusticia y el egoísmo.
  • Que se enderecen las curvas de la mentira, las marginaciones y los prejuicios.
  • Que se allanen los senderos de la relación entre los hombres.
  • Que se superen los peligros del odio y la violencia, y se limpien de rencores y desencuentros.
  • Que se igualen y suavicen todos los caminos de los hombres.

“Y todos verán la salvación de Dios”.

ORACIÓN

                “Y todos verán la salvación de Dios”. Ver bíblicamente es lo mismo que acoger y participar. Si los caminos se allanan, tú salvación, Señor Dios, llegará hasta nosotros y nos regalará su gracia y su amor. Tú vienes siempre por los caminos rectos de la humildad, de la paz, de la pobreza y del amor.
            Tu salvación Señor, es Cristo, tu Hijo. Si nos abrimos a él, nos inundará la salvación y la paz. Si le escuchamos, si le aceptamos, si le amamos, el Mesías nos amará y entrará en nuestra casa y cenará con nosotros, y ya se quedará con nosotros para siempre. AMEN.
 
 



LITURGIA DE LA PALABRA EN ESPAÑA

1ª Lectura: Génesis 3,9-15

Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.

Salmo 97

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

2ª Lectura: Romanos 15,4-9

Cristo salva a todos los hombres.

PALABRA DEL DÍA

Lucas 1,26-38

“A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: -“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Y María dijo al ángel: -“¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?” El ángel le contentó: -“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible”. María contestó: -“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.- Y la dejó el ángel”.

Versión para América Latina, extraída de la biblia del Pueblo de Dios

“En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.

Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".

María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".

El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.”


REFLEXIÓN

            A lo largo de los siglos la Iglesia ha tomado conciencia de que María, “llena de gracia” por Dios (Lc 1,28), ha sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el papa Pío IX: “La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”.

Esta “resplandeciente santidad del todo singular” de la que ella fue “enriquecida desde el primer instante de su concepción” (LG 56), le viene toda entera de Cristo: ella es “redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo” (LG 53). El Padre la ha “bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1,3) más que a ninguna otra persona creada. Él la ha “elegido en él, antes de la creación del mundo para ser Santa e Inmaculada en su presencia por el amor” (Ef 1,4). (Catecismo de la Iglesia Católica, 491-492).

El misterio de la Inmaculada  Concepción quiere decirnos que María fue preservada de toda caída. Dios la llevó siempre sobre sus alas (Dt. 32,11). Ningún bandido la despojó de sus vestiduras y de su dignidad. ¡Tanto amó Dios a su pequeña esclava! María tuvo siempre la fe vigilante y despierta, el amor entregado. María era en todo un fruto del Espíritu.

Podemos decir que en María Adán se levanta por primera vez. Adán empieza a ser restaurado y dignificado en María, hija suya, de su misma naturaleza. En cierto sentido podemos decir que María levanta a Adán.

María está bien levantada. ¿Hasta dónde? Hasta donde Adán quería, hasta el mismo cielo, hasta el mismo Dios. Adán cayó precisamente porque quería ser Dios por sí mismo.

Tropezó en su soberbia, y la caída fue espantosa. Ahora María, y con ella Adán, llega hasta Dios, pero de la mano de Dios, por el camino de la docilidad y la humildad. Cuando ella más se abajaba, Dios más la subía. Cuanto Dios más le pedía, ella más le obedecía.

Pero en este segundo Domingo de Adviento, que en España celebramos la Inmaculada Concepción de la Virgen María, es también el día del desierto, tiempo de prueba y de cambio.

El desierto puede ser este tiempo que nos tomamos para escuchar, leer, callar, visitar, compartir, acoger, admirar…, pero también puede ser un desierto la irrupción en nuestra vida de un hecho inesperado, como la muerte de un ser querido, una circunstancia adversa, un cambio súbito. El desierto rompe nuestros esquemas y nos sitúa en otro horizonte, en otro plano.

Ir al desierto significa asumir un riesgo. Dejar cosas. Frenar los deseos. Deshabituarnos de lo que nos parecía imprescindible y que, de hecho, es absolutamente secundario o superfluo; de idea y sentimiento que nos pueden engañar o esclavizar.

¿Cómo lo podemos hacer para no retroceder ante todo lo que nos empuja a vivir en la mediocridad o a instalarnos en el pesimismo? ¿Cómo abrir nuevas rutas en el camino de la vida? El Bautista nos dice: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Aunque también nos dice otras cosas… que la conversión no se puede dar sin austeridad, sin un estilo de vida nuevo, que repose en los valores del evangelio.

Nos dice que no podemos presentarnos a los demás como “orgullosos salvadores”, sino como servidores y discípulos humildes.

Vivimos instalados en la cultura del poseer y del consumir, y tenemos que cambiar hacia la cultura del ser y del vivir sobriamente. No sólo porque el planeta se degrada y cambia el clima, sino porque esta manera de vivir no da la felicidad a los ricos y condena a los pobres a una vida indigna y a una muerte prematura.

Juan el bautista nos deja el ejemplo del verdadero testimonio, aquel que no sirve a la propia causa sino a la causa del Maestro. Vive austeramente. Vive de la esperanza y del amor de los que se hacen servidores de los demás.

Dejémonos llevar por el Espíritu de Dios, como María, Espíritu que transforma nuestras vidas y alimenta nuestra esperanza.

ENTRA  EN TU INTERIOR

UN ANUNCIO SORPRENDENTE

 Lucas narra el anuncio del nacimiento de Jesús en estrecho paralelismo con el del Bautista. El contraste entre ambas escenas es tan sorprendente que nos permite entrever con luces nuevas el Misterio del Dios encarnado en Jesús.

 El anuncio del nacimiento del Bautista sucede en «Jerusalén», la grandiosa capital de Israel, centro político y religioso del pueblo judío. El nacimiento de Jesús se anuncia en un pueblo desconocido de las montañas de Galilea. Una aldea sin relieve alguno, llamada «Nazaret», de donde nadie espera que pueda salir nada bueno. Años más tarde, estos pueblos humildes acogerán el mensaje de Jesús anunciando la bondad de Dios. Jerusalén por el contrario lo rechazará Casi siempre, son los pequeños e insignificantes los que mejor entienden y acogen al Dios encarnado en Jesús.

 El anuncio del nacimiento del Bautista tiene lugar en el espacio sagrado del «templo». El de Jesús en una casa pobre de una «aldea». Jesús se hará presente allí donde las gentes viven, trabajan, gozan y sufren. Vive entre ellos aliviando el sufrimiento y ofreciendo el perdón del Padre. Dios se ha hecho carne, no para permanecer en los templos, sino para «poner su morada entre los hombres» y compartir nuestra vida.

 El anuncio del nacimiento del Bautista lo escucha un «varón» venerable, el sacerdote Zacarías, durante una solemne celebración ritual. El de Jesús se le hace a María, una «joven» de unos doce años. No se indica donde está ni qué está haciendo. ¿A quién puede interesar el trabajo de una mujer? Sin embargo, Jesús, el Hijo de Dios encarnado, mirará a las mujeres de manera diferente, defenderá su dignidad y las acogerá entre sus discípulos.

 Por último, del Bautista se anuncia que nacerá de Zacarías e Isabel, una pareja estéril, bendecida por Dios. De Jesús se dice algo absolutamente nuevo. El Mesías nacerá de María, una joven virgen. El Espíritu de Dios estará en el origen de su aparición en el mundo. Por eso, «será llamado Hijo de Dios». El Salvador del mundo no nace como fruto del amor de unos esposos que se quieren mutuamente. Nace como fruto del Amor de Dios a toda la humanidad. Jesús no es un regalo que nos hacen María y José. Es un regalo que nos hace Dios.

 José Antonio Pagola

 


  ORA EN TU INTERIOR

            Adán sigue cayendo, por culpa propia o ajena. Cae cuando rechaza a Dios y se endiosa a sí mismo, cae cuando se deja llevar de la violencia o cuando sufre la violencia de los otros, cae por el desamor y la envidia, cae cuando agoniza en la miseria y el subdesarrollo, cae cuando no encuentra trabajo; y cae por la enfermedad, por la soledad, por la depresión y el fracaso; cae por el alcohol, la droga y el sexo, por el dinero y el juego, cae por los accidentes y desgracia, y por la muerte, por toda clase de muertes.

            Cristo está siempre cerca del caído, para acompañarle y levantarle. Y María también está ahí, transmitiendo su energía superadora y su calor maternal ¿No hemos sentido nunca, cuando estábamos en el suelo, la mirada compasiva y la mano delicada de la madre? Ella sigue levantando a Adán con su intercesión y su ayuda, con su cercanía misericordiosa.

María, levanta a tus hijos caídos. Levántame a mí cuando caiga. Tiéndeme tu mano, como Jesús la tendió a Pedro en el lago. Y dame capacidad y corazón para que yo pueda levantar a los demás.

            María nunca tuvo que llorar estas lágrimas amargas, aunque sí tuvo que llorar -¡y sigue llorando!- muchas lágrimas. Las suyas no fueron lágrimas de arrepentimiento, porque nunca gustó de la tristeza radical del pecador. Las suyas fueron –y son- lágrimas cálidas, compasivas. Precisamente, la mejor manera que tiene María de consolar a Eva es llorar con ella. María llora con todos los hijos que lloran, y cuando hace suyas las lágrimas, ellos dejan de llorar.

María es la consolada con el dulce consuelo del Espíritu. Desde el principio Dios la sonríe y la bendice con bendición entera y radical. Escucharemos los ecos de esta bendición:

“Alégrate. María”.

“Bendita tú… y bendito el fruto de tu vientre”.

“Dichosa tú, que has creído”

”Dichosa me dirán todas las generaciones”.

            Esto es lo que hace de María la madre del Adviento, el fruto bendito de su vientre, su fe: “Dichosa tú, que has creído”, su fidelidad, su cántico de júbilo y su generosidad, a toda prueba.

 
ORACIÓN

 “Decir el fíat y entregar el seno. Cantar agradecida en la montaña, para todos los vientos de la historia, el gozo de los pobres libertados. Y ya callar detrás del evangelio… y darle al mundo el Redentor humano y devolverle al Padre el Hijo. ¡Dios te salve, María!, Madre de la Palabra en el silencio”. (P. Casaldáliga)
 
Expliquemos el Evangelio a los niños.
Imágenes proporcionadas por Catholic.net
 
 
SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO
 

 
 


9 DE DICIEMBRE

LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

PALABRA DEL DÍA

Lucas 5,17-26

“Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar.

Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo:

-“Hombre, tus pecados están perdonados.”

Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar:

-“¿Quién es éste que dice blasfemia? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?”

Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó:

-“¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir “tus pecados quedan perdonados”, o decir “levántate y anda?

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados –dijo al paralítico-: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa.”

Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.”

REFLEXIÓN

Es curioso, que al enfermo que viene pidiendo curación, Jesús le diga: “Tus pecados están perdonados” Pero más curiosos y escandalizados, se debieron sentir los fariseos y maestros de la ley que estaban allí.

El hecho de que el paralítico cogiera su camilla y se fuera a su casa, bendiciendo a Dios, es signo de que sus pecados habían sido perdonados. Para la mentalidad judía, toda enfermedad era fruto del pecado personal o heredado de los padres.

Jesús cura perdonando, y perdona curando. La escena es un relato de manifestación divina. Jesús es Dios, se revela como Dios, pero como el Dios que perdona, que tiene poder para perdonar, porque para eso vino, no para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él

ENTRA EN TU INTERIOR

Me gustaría, Señor, poder experimentar la alegría del paralitico, al verse libre tanto de la enfermedad física como la enfermedad del alma. Tú, Señor, sanas las dos, pasaste por el mundo haciendo el bien, y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba contigo. Pasa por mi vida, Señor, y haz que nazcan flores en mi desierto interior.

ORA EN TU INTERIOR

Gracias, Señor, porque estoy viendo tus maravillas, tu misericordia, tu perdón. Gracias porque estoy experimentando, que tú no quieres la muerte del pecador sino que cambie de conducta para que vivas. Gracias, porque sé, que no has venido a condenar sino a salvar, a dar la vida en rescate por todos.

ORACION FINAL

Quiero reconciliarme contigo, Señor. Quiero reconciliarme con mis hermanos. Te doy gracias, porque me lo pones en bandeja, porque al ofrecerme tu perdón, me das la oportunidad de perdonar, no una, sino setenta veces siete. Amén

“Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: -“Hoy hemos visto cosas admirables.”

10 DE DICIEMBRE

MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

PALABRA DEL DÍA

Mateo 18,12-24

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-“¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja Las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.”

REFLEXIÓN

En Dios fuerza, poder y cariño, van juntos. Dios es el Dios de la ternura. Es la ternura que sale en busca de la oveja perdida.

Para Dios todos somos importantes, todos somos amados, no importa que nos perdamos a veces, somos alguien importante para él.

Ese Dios grande y poderoso que podemos contemplar en el A.T., en zarza que arde sin consumirse, en columna de fuego, en mar que se abre, es al mismo tiempo el Dios de la ternura, de la misericordia y de la compasión, el que no margina ni rechaza a nadie, como los fariseos y letrados, en el fondo el motivo de esta parábola, más claro en Lucas: “Al ver los fariseos y letrados que los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo, murmuraban entre ellos: Este acoge a los pecadores y como con ellos” (Lc 15,2ss).

Pero precisamente para ellos vino: “No necesitan médicos los sanos sino los enfermos”

ENTRA EN TU INTERIOR

Creo, Señor, que nunca he sido consciente de tu ternura, creo que nunca he sido consciente de qué aún caminando por cañadas oscuras, perdido y desesperado, tú sales en mi busca. ¿Por qué no he descubierto antes que tú no quieres que me pierda? ¿Por qué no he descubierto antes la alegría que tú sientes cuando me arrepiento?

La verdad es, que si llego a descubrir tu ternura, tu misericordia, me habría perdido intencionadamente, para experimentar como sales en mi busca, me encuentras y me cargas amorosamente sobre tus hombros.

ORA EN TU INTERIOR

“Consolad a mi pueblo, dice Dios”. Sí, Señor, tú consuelas a tu pueblo. ¿Me he parado a pensar en tu ternura? Tú no quieres que uno solo de tus humildes se pierda; como un pastor apacientas tu rebaño. La Escritura nunca dejó de expresar lo inexpresable, tu ternura, maravillosamente unida a tu poder. Sí, Señor, ahora sé que el Dios que viene y que alza victorioso su callado, es también el Pastor que lleva en brazos los corderos y cuida las ovejas.

ORACIÓN FINAL

Sí, Padre, te alabo, te bendigo, te doy gracias, mis labios cantan las maravillas que haces en mí. Tú cuidas de la tierra, tú llenas los abismos que separan a los hombres, tú trazas y abres caminos, los caminos que llevan a la vida, en este laberinto de soledades en el que estamos. Abre tu mano, Señor, y sácianos de tus favores. Amé

 

11 DE DICIEMBRE

MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

PALABRA DEL DÍA

Mt 11,28-30

“En aquel tiempo, exclamó Jesús:

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón,

y  encontraréis vuestro descanso.

Porque mi yugo es llevadero

y mi carga ligera.”

 

REFLEXIÓN

“El da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del débil”. Nos recuerda el profeta Isaías en la primera lectura. Y haciendo eco al profeta, Jesús habla para todos los que están alejados de Dios. Los escribas, al haber hecho extremadamente pesada la ley del Sinaí, prácticamente habían alejado de ella a la gente sencilla, que ya no podía encontrarse a sí misma. Jesús va a lo esencial, y descarga de obligaciones inútiles a los humildes. Su mandamiento es sencillo y por tanto, la carga que resulta de él es ligera.

El alcance de la invitación evangélica de hoy por Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados”, se extiende también más allá del cumplimiento de su ley moral. Cansados y agobiados son todos los que sufren en la vida por cualquier causa, es decir, somos todos.

Es necesario a veces hacer un alto en el camino y tomarse un tiempo de descanso en el trabajo diario que nos agobia.

ENTRA EN TU INTERIOR

Me gustaría, Señor, cargar con tu yugo suave y experimentar la ligereza de tu carga para poder ir a ti. Ciertamente estoy cansado, agobiado, pero ¿de qué? ¿de quién? No sé, Señor, no sé.

Pero porque tu yugo es llevadero y tu carga ligera, acudo a ti con el corazón abierto a la esperanza para que me colmes de gracia y de ternura, porque hoy más que nunca, necesito tu aliento y consuelo.

ORA EN TU INTERIOR

Quiero percibir, Señor, el dolor de los demás, los sufrimientos de los demás, para que me pesen menos mis propios dolores y sufrimientos. Ven, Señor, para aquellos que sufren, para los cansados, los agobiados, los doblados y vencidos por la vida, para los desesperanzados y descorazonados por el peso de las cargas, para los alejados de ti por el pecado. ¡Ven, Señor Jesús!

ORACIÓN FINAL

Por los hombres aplastados por el peso de su miseria, ven, Jesús, manso y humilde de corazón.

Por los hombres desanimados por el peso de la ley, ven, Mesías de los humildes y los sencillos.

Por los hombres alejados de Dios por despecho y hastío, ven, Jesús, rostro del  Padre. Amé.

 


2ª ETAPA: EL TIERMPO DEL PRECURSOR

DEL MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA AL DOMINGO

TERCERO DE ADVIENTO

            El segundo tiempo de Adviento está marcado por la figura de Juan Bautista. Todas las perícopas evangélicas están relacionadas con él, sin que las primeras lecturas hayan sido elegidas en función de los evangelios. Esto sucede de vez en cuando, pero se siguen leyendo amplios extractos de Isaías.

            Hablar de Juan Bautista es hablar de la espera escatológica. Esta esperanza, hija de la ideología monárquica, tenía sus raíces en la fe en la fidelidad de Yahvé. Para el hombre de la biblia, Dios es ante todo la roca, el refugio hospitalario, el escudo que cubre al fiel; pero, por otra parte, la obra escatológica aparece también como una réplica del acto creador. Yahvé va a crear “un cielo nuevo y una tierra nueva”; va a restituir al hombre la primitiva gloria de Adán. Pero antes el pueblo habrá conocido un nuevo éxodo: en efecto, como una larga marcha a través del desierto había precedido a la conquista de la tierra prometida, así también un último retiro en la soledad deberá abrir el tiempo del fin.

            Pero ¿quién vendrá a inaugurar la era escatológica? ¿Dios o su Mesías? En todos los grupos judíos se debatía esta cuestión, y cada uno de ellos estaba convencido de que, de haber Mesías, éste no podía nacer más que en su seno. Desde, los fariseos a Juan Bautista, cada cual tenía su propia idea acerca del enviado de Dios.

            Juan se sitúa en el abanico formado por esas distintas agrupaciones. Pero, como muy bien advierte Lucas, el Bautista fue, ante todo, un don de Dios.

 


12 DE DICIEMBRE

JUEVES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

PALABRA DEL DÍA

Mateo 11,11-15

“El más grande de los nacidos de mujer….”

“Dijo Jesús a la gente: “Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan, él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche”.

REFLEXIÓN

            El santo de Israel, el Dios de la ternura, repatriará a los israelitas desde la cautividad babilónica. Para eso obrará maravillas a favor de su pueblo, convirtiendo el desierto en vergel y la estepa en manantial, donde podrán beber hasta saciarse los pobres e indigentes. También en el desierto se alzó la voz de Juan, el precursor inmediato del mesías.

            La figura señera del Bautista comienza hoy a cobrar relieve en el paisaje expectante del adviento, hasta el punto de que será central en el evangelio diario desde hoy hasta el día 16 de diciembre inclusive. Comienza la etapa del Precursor, a quien sigue acompañando hasta ese día en la primera lectura otra figura del adviento: Isaías. Ambos profetas encarnan la espera del adviento precristiano.

            Pero la personalidad del Bautista –en el umbral mismo del Nuevo Testamento, aunque sin traspasarlo- es tan acusada que merece mención especial de Jesús: “Os aseguro que no ha nacido de mujer otro más grande que Juan el bautista”. Y luego añade: “Aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.

            “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia y los esforzados se apoderarán de él”. Esta frase enigmática, difícil de entender, recuerda a Miqueas 2,13: “El que abre camino subirá delante de ellos; lo abrirá, traspasarán la puerta y saldrán por ella; su rey pasará delante de ellos, Yahvé a su cabeza” Jesús es el rey-mesías, y los que se adhieren a él se apoderarán del reino por la fuerza.

            El Reino de los cielos sufre violencia… ¿Habrá sido para escapar a la rudeza de estas palabras evangélicas por lo que siglos enteros de insipidez espiritual han venido dándole una interpretación exclusivamente moral?... Para entrar en el reino hay que hacer muchos sacrificios… ¡sacrificios morales, interiores, ascéticos! La interpretación se queda un poco corta.

ENTRA EN TU INTERIOR

            En Isaías leemos: “Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay; su lengua está reseca de sed”. ¿No es un escándalo que la violencia de la fe sea tan lenta en socorrerlos? Porque el reino de Dios no es un salón destinado a almas piadosas; es un desierto a través del cual marcha Dios a la cabeza de los desterrados para conducirles a la libertad. ¡Qué violencia hay en él! ¿Y qué fuerza no comunica a su pueblo, insignificante “gusanito”, del que ha hecho un afilado rastrillo con el que triturar los montes y reducir las colinas a paja menuda? Dios se llama a sí mismo “redentor”, y ese título suena a anuncio de combate.

            El combate de Dios que transforma el desierto en jardín frondoso… Combate del hombre, en nombre de Dios, que transforma la indigencia del pobre en dignidad humana. Quizá en esto consista esa “violencia del reino”… Pues, si es cierto que “el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que el mayor de los profetas”, ¿no es cierto también que la dignidad que el hombre tiene a los ojos de Dios nos llama al combate del amor? ¡De un amor que nada tiene de dulzón!

ORA EN TU INTERIOR

            La violencia del reino en su lucha contra las fuerzas del mal tampoco es una guerra fuera de nuestras fronteras personales, más bien la batalla tiene lugar primeramente dentro de cada uno de nosotros. El apóstol Pablo lo constata dramáticamente: “El bien que quiero hacer, no lo hago; y el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago… Percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este ser mío, presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias” (Rom 7,21ss)

ORACIÓN

            Nos alegra, Señor, el saber que eres Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, pero también comprometido a fondo con tu pueblo oprimido.

            Hoy te pedimos por los sedientos de vida y dignidad, y por los profetas que luchan en pro de la esperanza; aumenta su fe valiente y fortalece la nuestra vacilante, apremiándonos con el ansia de tu amor y tu justicia.

            Danos la fuerza y energía del Reino para entrar en él, el talante de los esforzados que se comprometen a fondo. Así avanzaremos decididos por el camino de la conversión que tú esperas de nosotros en este tiempo de adviento.

Haznos, Señor, unos apasionados de la justicia y del amor…

 


13 DE DICIEMBRE

VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

PALABRA DEL DÍA

Mateo 11,16-19

…”los hechos dan la razón a la sabiduría de Dios”

“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

-“¿A quién se parece esta generación?

Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado.”

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ·Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores.”

Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.”

REFLEXIÓN

A cada día le basta su inquietud. Hoy duelo; mañana boda. No se puede bailar de la mañana a la noche; hay un tiempo para tocar la flauta y un tiempo para darse golpes de pecho. Un tiempo para el profeta del desierto y un tiempo para beber el vino de la fiesta. Cada día es una invitación de Dios, y su palabra es lo bastante rica para alimentar las horas de las lágrimas y las horas de la risa. Pero, debido a nuestro invencible espíritu de contradicción lo perdemos todo.

No podemos conformarnos con lo mismo, la ley del mínimo esfuerzo no vale, la ambigüedad en la cuerda floja, queriendo contentar a Dios y al mundo es la mejor manera de fracasar.

Necesitamos sacudirnos la confortable seguridad de la ambigüedad hipócrita para que, bajo el soplo del Espíritu, experimentemos en el Adviento la aventura de Dios, su llamada a la conversión, la urgencia cristiana de lo nuevo y del amor que se inaugura.

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR

Señor, tú eres el que debes venir. Yo te he buscado donde no estabas, pues quería otros signos. Pero hoy ya sé que es tu palabra la que me arrastra cada vez que me perturba y me llama a la aventura siempre nueva que acabará solo con el fin de los tiempos.

Quiero abrirme a tu gracia, y con espíritu generoso, colaborar contigo en la construcción de un mundo más humano y más fraterno.

Hoy mi oración a ti, Padre, comienza con una humilde confesión: soy sordo a tu voz, ciego a tu luz e impermeable a tu Espíritu de amor. Y lo peor es que todavía me justifico con pretextos.

Ven, Señor, a curarme de la hipócrita ambigüedad que malogra y arruina mi seguimiento de Cristo. Enséñame hoy a vivir y juzgar según tu sabiduría para evitar el capricho infantil de los descontentos.

Para vencer mi rutina, hazme experimentar la urgencia de una decidida conversión a tu Reino. Así no frustro tu designio sobre mí.

ORACIÓN

Padre Santo, déjame alimentarme con los manjares de amor que Jesús nos trae. Seré después su testigo. Repartiré amor a manos llenas. Donde haya odio, discordia, división, pondré amor. Donde haya indiferencia, frialdad, pasividad, encenderé hogueras de caridad con tu gracia. Amén.

 


14 DE DICIEMBRE

SÁBADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

PALABRA DEL DÍA

Mateo 17,10-13

“Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús:

-“¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”

Él les contestó:

-“Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.”

Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan, el Bautista.”

REFLEXIÓN

Están bajando del monte de la transfiguración, los discípulos preguntan a Jesús, como tantas veces, y Jesús responde, como tantas veces: “Elías ya vino y no lo reconocieron…” Así también el Hijo del hombre va a padecer a mano de ellos. Entonces se dieron cuenta que se refería a Juan.

La palabra de hoy es una lección para nosotros. El Adviento nos prepara a la venida de Jesús; nuestra espera es corta, comparada con la expectación mesiánica del pueblo de Dios, que no lo reconocieron cuando vino a ellos: “Vino a su casa y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11).

También hoy viene por medio de sus ·profetas”. Son los hombres y mujeres, que poseídos del Espíritu de Dios, aman a los hermanos, sirven a la renovación y al rejuvenecimiento del pueblo de Dios y viven consumidos por el hambre y la sed de justicia y fraternidad entre los hombres.

ENTRA EN INTERIOR

No hay, Señor, más fuego que el del amor. Pero debo guardarme de apagar su ardor llamando amor a lo que no es sino tibieza. Aquí tengo a un rey que dice a una muchacha: “Pídeme lo que quieras y te lo daré…” Y aquí tengo también a un hombre que dice a Dios: “No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú…” ¡Cuando el amor se convierte en debilidad y cobardía, el fuego está a punto de extinguirse! Pero el amor renace cuando un hombre se entrega a Dios con una voluntad que purifica todas las cosas en el fuego de la pasión. Quiero ser, Señor, con tu ayuda, un apasionado.

ORA EN TU INTERIOR

Reconozco, Señor, que no sé mirar con tus ojos los hechos de la vida, la historia y los acontecimientos. Ayúdame a descubrirte a ti y tu querer divino en todo, para que no te trate conforme a mi antojo.

Pon, Señor, en mis labios la verdad de tu palabra; y enciende en mi corazón el fuego de la pasión con que Cristo entregó su vida por amor a mí para enseñarme lo que cuesta amar con sinceridad.

Despiértame, Señor, para que cuando llegue Cristo me encuentre velando en oración y cantando tu alabanza.

ORACIÓN

Pon, Señor, en mis labios una palabra de verdad, fiel hasta el final.

Pon en mi corazón el fuego de la pasión con la que tu Hijo Jesús entregó su vida para hacerme saber el nombre y el precio del amor. Amén.

 

 

 

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