martes, 10 de diciembre de 2013

15 DE DICIEMBRE: TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. DOMINGO "GAUDETE"



"Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.
 
15 DE DICIEMBRE

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

DOMINGO “GAUDETE”

DOMINGO DEL GOZO

1ª Lectura: Isaías 35,1-6ª.10:

“Dios viene en persona y os salvará”.

Salmo 145: Ven, Señor, a salvarnos.

2ª Lectura: Santiago 5,7-10:

“Manteneos firmes, porque la venida  del Señor está cerca”.

PALABRA DEL DÍA

Mateo 11,2-11

“Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!”. Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver?, ¿un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta: él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti”. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:  

"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".

Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:

los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino.
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él 

REFLEXIÓN

            Nos gustaría un mundo nuevo y lleno de vida y lo vamos destruyendo inexorablemente, reduciendo los bosques tropicales a madera y cultivos, contaminando el aire que respiramos y envenenando el don precioso del agua, cada vez más escasa. Querríamos una familia unida y solidaria y unas relaciones humanas respetuosas y afables, y nos encontramos con las rupturas, la envidia, la ambición destructiva, el rechazo y el desprecio. Queremos ser felices y seguir a Jesús y su Evangelio y nos desanimamos fácilmente y olvidamos los criterios que él nos ha transmitido en las bienaventuranzas.

            No podemos caer en el desánimo y la decepción. Tenemos que pedir que el Espíritu de Dios mueva nuestro corazón a sentir la alegría y el gozo de ser amados. Somos hijos de Dios. A pesar de todas las dificultades, nuestra vida es un don de Dios. Tiene sentido y vale la pena vivirla.

            Nuestra vida puede ser una fiesta. Es una fiesta. La tierra yerma y el desierto están de fiesta porque el Señor nos salva, nos libera. Está claro que nuestro mundo tiene las heridas del pecado, pero también tiene la luz resplandeciente del resucitado que todo lo renueva y lo empapa de esperanza y de consuelo.

            No tengamos miedo de nosotros mismos. No nos acobardemos ante el reconocimiento de nuestras debilidades, porque podemos reencontrar otra vez la energía de la fe en el seguimiento de Jesús. No tengamos miedo a enfrentarnos a la realidad de egoísmo y de injusticia de nuestro mundo. El Señor, como le gritamos en el salmo, vendrá a salvarnos, porque él hace justicia al oprimido. Y la hace a través de las personas, y a través de tantas instituciones y asociaciones de toda clase que luchan incansablemente por un mundo más justo y fraternal. El anuncio del profeta ya lo hace realidad el anuncio de Jesús, su vida, su testimonio: los ciegos ven…, los inválidos andan…, los sordos oyen…

            Queremos formar comunidades vivas que alimenten la fe e impulsen la acción misionera, queremos mantener con renovado esfuerzo nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres. Avanzar en el diálogo ecuménico… cuidad la creación, la casa de todos… Trabajar con todas las personas de buena voluntad en la construcción del reino.

            No podemos vivir en la decepción sino anclados en la esperanza. Jesús elogia al profeta. Elogia a Juan. Aquel que es consciente de su papel  de preparar caminos. Aquel que no se decepciona de Jesús y su testimonio. Aquel que sabe descubrir signos de cambio. Y signos de un futuro presente ya en gérmenes de nuevas comunidades, de nuevas iniciativas solidarias, de gestos de reconciliación, de conciencia de que los bienes del planeta deben repartirse con equidad y respeto. que el don de la fe es un don para el servicio generoso, gratuito y pacificador. Y que se cumplirá el deseo de dDos: “En cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán”.

            En la eucaristía celebramos ya el gozo de su presente, el don de su amor entregado en la vida y en la cruz. Retornamos al centro de nuestra vida que es Jesús. No tengamos miedo. La estepas florece y nosotros nos podemos sentir agraciados por este amor de Dios que todo lo renueva.

ENTRA EN TU INTERIOR

MÁS CERCA DE LOS QUE SUFREN

Encerrado en la fortaleza de Maqueronte, el Bautista vive anhelando la llegada del juicio terrible de Dios que extirpará de raíz el pecado del pueblo. Por eso, las noticias que le llegan hasta su prisión acerca de Jesús lo dejan desconcertado: ¿cuándo va a pasar a la acción? ¿cuándo va a mostrar su fuerza justiciera?

Antes de ser ejecutado, Juan logra enviar hasta Jesús algunos discípulos para que le responda a la pregunta que lo atormenta por dentro: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro» ¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a alguien más poderoso y violento?

Jesús no responde directamente. No se atribuye ningún título mesiánico. El camino para reconocer su verdadera identidad es más vivo y concreto. Decidle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Para conocer cómo quiere Dios que sea su Enviado, hemos de observar bien cómo actúa Jesús y estar muy atentos a su mensaje. Ninguna confesión abstracta puede sustituir a este conocimiento concreto.

Toda la actuación de Jesús está orientada a curar y liberar, no a juzgar ni condenar. Primero, le han de comunicar a Juan lo que ven: Jesús vive volcado hacia los que sufren, dedicado a liberarlos de lo que les impide vivir de manera sana, digna y dichosa. Este Mesías anuncia la salvación curando.

Luego, le han de decir lo que oyen a Jesús: un mensaje de esperanza dirigido precisamente a aquellos campesinos empobrecidos, víctimas de toda clase de abusos e injusticias. Este Mesías anuncia la Buena Noticia de Dios a los pobres.

Si alguien nos pregunta si somos seguidores del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.

Primero, ir caminando hacia una comunidad curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y consolados, más presente en las desgracias de la gente.

Segundo, no construir la comunidad de espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.

Una comunidad de Jesús no es sólo un lugar de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de muchas maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien necesita hogar.

José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            A medida que avanza el adviento, la Palabra de Dios se vuelve más exigente, pero al mismo tiempo más clara y precisa.

Ya sabemos que adviento es la espera del Reino de Dios. Hoy se nos aclara que este reino es la implantación en el mundo de la liberación total del hombre.

Muchas preguntas nos podemos hacer: ¿Qué significa liberación? ¿Cuál es el alcance de la liberación de Cristo? ¿Qué nos exige esta tarea liberadora?. Preguntas que no tendrán respuesta, fuera de la oración.

Esta celebración litúrgica es una magnífica oportunidad para que busquemos entre todos las respuestas o, al menos, para que intentemos dar alguna respuesta, pero también una magnífica ocasión para hacer oración la vida.

Hace miles de años que la humanidad busca la tan deseada respuesta… ¿Per maceremos nosotros indiferentes?

Ciertamente que no; por eso vamos a la eucaristía y por eso hemos dispuesto nuestro corazón a la palabra de Cristo, que ha resonado con toda claridad.

ORACIÓN

Señor, Jesús, que respondiste a la pregunta de Juan mostrando los hechos concretos en pro de los oprimidos como signo de que contigo había llegado el reino de dios, que también nosotros sepamos decir con hechos y acontecimientos lo que hemos dicho con palabras.

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes proporcionadas por Catholic.net

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16 DE DICIEMBRE

LUNES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

PALABRA DEL DÍA

Mateo 21,23-27

“En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos Sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:

-“¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”

Jesús les replicó:

-“Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto.

El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?”

Ellos se pusieron a deliberar:

-“Si decimos “del cielo”, nos dirá: •Por qué no le habéis creído?” Si le decimos • de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta”

Y respondieron a Jesús: -“No lo sabemos.”

Él por su parte, les dijo: -“Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.”

REFLEXIÓN

El bautismo de Juan, era un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, no era un bautismo de purificación como los demás. Significaba una conversión del corazón, un compromiso radical por Dios, una disponibilidad abierta a los tiempos nuevos y definitivos.

Nadie es tan sordo a la palabra de Dios como el que no quiete oírla. De esta clase de personas eran los dirigentes judíos que, mientras Jesús enseñaba en el templo, le preguntan: •¿Con qué autoridad haces esto? Se referían sin duda, no sólo a la enseñanza, sino también a hechos recientes, como la entrada en Jerusalén y la purificación del templo.

Sí Jesús definió a Juan como más que profeta y el mayor de los nacidos de mujer. Se realizó aquí la afirmación del maestro sobre el saber de los sencillos, como su Padre, tampoco él revela sus secretos a los que no se abren con humildad al misterio de lo alto.

ENTRA EN TU INTERIOR

Señor, tú viniste a los tuyos y no te recibieron. Vienes a mí, y muchas veces tampoco te acepto.

Cámbiame, Señor, pon dentro y a pesar mío, según la táctica de tu misericordia y tu ternura, para que sea capaz de sorprenderme cada día de tu acción incontrolable y de tu presencia inaudita.

Con la liturgia de la misa de hoy te digo: “Ilumina, Padre, las tinieblas de mi espíritu con la gracia de la venida de tu Hijo.”

ORA EN TU INTERIOR

Juan no se cansa de predicar la conversión. Ha nacido para eso, para preparar a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, para allanar los caminos del Mesías. Si Dios espera la conversión de todos, cuanto antes entre en mi interior y comience a cambiar mi vida, a convertirme de verdad, antes vendrá.

ORACIÓN FINAL

Por el bien de tu pueblo, Señor, multiplicas la alegría. Se eleva en el cielo tu estrella y resuena en la tierra la buena noticia.

Prosigue hoy la obra de tus manos: que tu Iglesia sea profeta de un futuro nuevo en el que brille ya la claridad eterna de tu gloria. Amén.

 

TERCERA ETAPA DE ADVIENTO

OCTAVA ANTERIOR A LA NAVIDAD

“EL TIEMPO DEL ALUMBRAMIENTO”

A partir del día 17 de diciembre, la liturgia abandona, si procede, la serie de, los días numerados según las semanas de adviento, para celebrar una octava de preparación inmediata a la Navidad. En la liturgia de las horas, esa octava está marcada por el canto de las antífonas mayores, admirables textos litúrgicos en los que forman concierto los más bellos símbolos de la espera mesiánica.

            Por ejemplo:

            “Oh sol que naces de lo alto,

resplandor de la luz eterna

y sol de justicia,

ven y alumbra

a los que yacen en tinieblas

y en sombra de muerte”.

            El leccionario de la misa ha recogido estas antífonas como aclamaciones al evangelio. Por otra parte, a partir del 17 de diciembre la liturgia de la Palabra está basada en los relatos evangélicos; se trata de los “relatos de la infancia”. Merece la pena considerarlos con especial atención.

            Los evangelios de la infancia revelan un profundo conocimiento de Cristo. Ni Lucas ni Mateo se propusieron escribir una biografía de Jesús niño, sino que ambos quisieron decir, cada uno a su manera, “quién” es este niño: nuevo Moisés, Hijo de David, Hijo de Dios. Cada uno escribió lo que la fe, alentada por el Espíritu, le había hecho descubrir a la Iglesia. En efecto, después de Pascua ningún discípulo miró ya a Jesús como antes; en adelante, cada uno podía contemplar su misterio y entender su misión. Así pues, los evangelios  de la infancia encierra toda una cristología.


17 DE DICIEMBRE

MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

FERIA MAYOR

(Las ferias del 17 al 24 de Diciembre, inclusive, tienen la finalidad de preparar más directamente la Navidad)

PALABRA DEL DÍA

Mateo 1,1-17

“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.

Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.

David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amós a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos cuando el destierro de Babilonia.

Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquím, Aquím a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David  fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías, catorce”.

REFLEXIÓN

            Mateo comienza su evangelio con la genealogía de Jesús. Con esto se indica que Jesús es el hombre nuevo, la clave que permite entender la historia de la salvación.

Pero el hombre nuevo no deja de pertenecer al linaje de los hombres mortales.

Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, se convierte así en el molde y la horma del ser humano, para él es el hombre nuevo. Debido a eso, “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio de la Palabra hecha carne. Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir. Cristo, el nuevo Adán, es la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta plenamente que es el hombre al propio hombre, descubriéndole la altura de su vocación.” (L.G. 22)

Al prepararnos a celebrar la encarnación de Cristo, creemos en la humildad de Dios para la divinización del hombre; pues el Hijo de Dios se hace hombre para que éste se convierta en hijo de Dios.

ENTRA EN TU INTERIOR

            El Hijo de Dios, hecho carne de nuestra carne, no deja de pertenecer al linaje de los hombres.

            Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, se convierte en el molde y la horma del ser humano, pues él es el hombre nuevo. Debido a eso, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio de la Palabra hecha carne. Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta plenamente qué es el hombre al propio hombre, descubriéndole la altura de su vocación. Al prepararnos a celebrar la encarnación de Cristo, creemos en la humanización de Dios para la divinización del hombre; pues el Hijo de Dios se hace hombre para que éste se convierta en hijo de Dios.

ORA EN TU INTERIOR

Tras el temblor opaco de las lágrimas, no estoy yo solo.

Tras el profundo velo de mi sangre, no estoy yo solo.

Tras la primera música del día, no estoy yo solo.

Tras la postrera luz de las montañas, no estoy yo solo.

Tras el estéril gozo de las horas, no estoy yo solo.

Tras el augurio helado del espejo, no estoy yo solo.

No estoy yo solo, me acompaña, en vela, la pura eternidad de cuanto amo.

Vivimos junto a Dios eternamente. (Himno litúrgico).

ORACIÓN

            Te pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, el hombre nuevo, en solidaridad con la humanidad pobre, necesitada y amada por ti en su misma limitación y pecado. Tal es el amor inverosímil y gratuito que nos tienes.

            Hacemos nuestro el deseo de la liturgia de hoy: Oh sabiduría, que brotaste de los labios del altísimo, abarcando del uno al otro confín del mundo y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación. Amén.


18 DE DICIEMBRE

MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

FERIA MAYOR

PALABRA DEL DÍA

Mateo 1,18-24

“…Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.

“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por el Profeta: “Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significas “Dios –con-nosotros”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”.

REFLEXIÓN

Si ayer se mencionaba a san José en el árbol familiar de Jesús, como descendiente de David, hoy adquiere su figura un relieve especial en la liturgia de la palabra. Es de las contadas veces que aparece san José en los evangelios. Si éstos hablan poco de María, menos todavía de José. No obstante, ambos son mencionados en el llamado “evangelio de la infancia” de Jesús, donde Mateo da relieve a la figura de José y Lucas a la de María.

Hoy se nos dice que por medio de José entra Jesús en el linaje davídico, y se cumple en Cristo el oráculo mesiánico del profeta Jeremías: el vástago de David se llamará “Dios-es-nuestra-justicia”, es decir, nuestra salvación. Salvador es precisamente el nombre que José pondrá al niño que nacerá de María, su esposa, que ha concebido por obra del Espíritu Santo, como le explica “en sueños el ángel del Señor” a José. Es la expresión bíblica para designar una revelación de Dios a una persona.

La acción creadora del Espíritu es decisiva para dar paso al Emmanuel (Dios-con-nosotros), que encabeza un nuevo pueblo y una humanidad regenerada. Mas, para realizar este plan de salvación, Dios cuenta también con la colaboración humana de María como madre natural, y de José como padre legal del vástago legítimo que viene a tomar posesión del trono de David: Jesús el Mesías.

¿A qué podía obedecer el reparo de José? Conociendo a María, su mujer, ¿cómo dudar de ella? ¡Imposible! Además, sin duda que María, le había puesto al corriente de lo que sucedía. Su reparo, por tanto, no se refería a María, sino a sí mismo. No quiere interferir en los planes del señor, a los que él no da alcance. ¿Cuál era su papel como futuro marido de una mujer a quien Dios había tocado con su Espíritu?

La palabra del ángel del Señor vino a darle seguridad, luz sobre su misión y confianza en Dios. Sería el padre “legal” del hijo de María, venido del Espíritu Santo para salvar al pueblo de sus pecados. La duda fue vencida por la obediencia de la fe. Así es como san José conecta con la dinastía mesiánica: no sólo por razón de  genealogía, sino, y sobre todo, por el dinamismo de la obediencia de su fe, que le impulsa a aceptar una misión oscura y sin brillo especial, pero muy importante en los planes de Dios sobre la salvación humana.

ENTRA EN TU INTERIOR

            “¡José, hijo de David, no temas!” Pero ¿qué podría temer aquel “justo”. No vamos a imaginar que desconfiara de su esposa y sospechara quién sabe qué infidelidad suya… José es un justo, es decir, un hombre que lleva consigo el pensamiento de Dios, la fidelidad de Dios. Lo único que teme es ocupar, junto a María y Jesús, un lugar que sólo correspondería a Dios. El niño viene del Espíritu santo, pero la fidelidad de Dios exige que sea también “hijo de David”…”¡No temas, José! ¡Emprende tu vida al lado de María! ¿Impón un nombre al niño y sé un padre para él!”.

            Sin ceder a la tentación del abandono, el justo José se adentró en la radiante oscuridad del misterio de Dios. Su talla humana se agiganta desde la fe que lo animó. Por eso su figura aparece en el adviento como un prototipo y modelo bíblico de la fe. La vida de cada uno de nosotros, como toda vida, es vocación, proyecto y prueba de Dios; y debe ser también respuesta incondicional al mismo, sin pedirle evidencias, sino fiándonos plenamente de él. Como hizo el bueno de José.

ORA EN TU INTERIOR

            ¿Qué es un padre para un niño, sino una relación vivida día a día, una adopción mutua nunca terminada, un amor en el que pacientemente se forja la libertad del futuro adulto? Jesús experimentó esta relación. Y su nombre mismo la implica: Jesús quiere decir: “Dios-salva”, o también Emmanuel, es decir, “Dios-con-nosotros”. ¿Dios podría estar con nosotros y salvarnos sin pasar por nuestra historia y por nuestras vicisitudes? Jesús no es salvador a golpe de milagro; lo es por su verdadera humanidad. Y, a ese nivel, el lugar de José es insustituible en la historia de la salvación. José… el hombre que adoptó al Hijo de Dios. Esta es su justicia. Esta serán también la nuestra cuando, en el corazón mismo de nuestros amores y de nuestras dudas, vivamos la historia de Dios-con-nosotros, Emmanuel.

ORACIÓN

            Te pedimos por los pabres de la tierra, para que acojan a sus hijos como un don de tu gracia.

            Te pedimos por aquellos a quienes llamas a tu servicio, para que se comprometan con fe y con sencillez.

19 DE DICIEMBRE

JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

FERIA MAYOR

PALABRA DEL DÍA

Lucas 1,5-25

“Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: “no temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenaré de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto”. Zacarías replicó al ángel: “¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento”. Días después concibió Isabel, su mujer y estuvo sin salir cinco meses, diciendo: “Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar su afrenta ante los hombres”.

REFLEXIÓN

            Mientras la asamblea del pueblo permanece en oración en el atrio, el sacerdote ha entrado en el Santuario a ofrecer el incienso delante de Dios. ¿Habrá quizá Dios esta tarde? “¡Ah, si rasgaras los cielos y bajases!”• Pero Dios permanece en silencio desde hace mucho tiempo, y parece que la oración de los hombres no asciende a lo inaccesible. El pueblo es estéril: entonces, ¿cuándo volverá la tierra a dar su fruto? El sacerdote es anciano, y se le va la vida sin haber tenido un hijo. Cae la tarde. Pronto se presentará la muerte. Ante el altar, el anciano sacerdote calla.

            “Zacarías, tu mujer Isabel te va a dar un hijo…” ¡Tanta es la turbación del anciano que el ángel tiene la posibilidad de hacer de antemano el elogio del niño que va a nacer! Pero cuando, al fin, toma la palabra Zacarías, lo hace para formular su objeción: “¿Cómo va a ser posible…?” “Verás, Zacarías, todo se hará como Dios acostumbra a hacer, que él hace fecundo el desierto y renueva el corazón del hombre. Dios ha escuchado la oración de su pueblo, pero responde a ella a su manera, conforme a la dimensión de su gracia. El niño se llamará Juan, es decir, “Dios se ha compadecido”. En cuanto a ti, sacerdote escéptico, permanecerás mudo el tiempo que tarde en cumplirse todo según la palabra de tu Dios”.

ENTRA EN TU INTERIOR

            Dios ha roto su silencio. La noche va a dar paso a la luz. Pronto se alzará una voz en el desierto para preparar el camino a la Palabra hecha carne. El dios que mora en las alturas se ha inclinado hacia los pobres, y he aquí lo que hace: “asienta a la estéril en su casa, madre de hijos jubilosos” (Sal 112). El hombre incrédulo queda reducido al silencio, pues, cuando Dios se compadece, sólo la fe puede entonar el canto vespertino. El canto de la salida del sol que se eleva por encima de la noche.

ORA EN TU INTERIOR

            Para recibir el don de Dios hay que abrirse a él con fe generosa y alegre confianza. Ese don de lo alto suscita alegría, y ésta se debe notar en el corazón y en la vida del hombre y de la mujer que son destinatarios de la benevolencia del Señor; un gozo que es el carisma testimonial que hoy necesita nuestro mundo sin esperanza y frustrado en su hambre de felicidad por los falsos sucedáneos de la misma.

            Con el testimonio práctico y efectivo de nuestra fe y conducta hemos de mostrar el camino que conduce a Cristo, para que no se verifique en nosotros la acusación del Bautista a los judíos de su tiempo. “En medio de vosotros está uno a quién no conocéis”.

ORACIÓN

            Que nuestra oración se eleve en tu presencia, Señor, como el incienso, y nuestras manos como la ofrenda de la tarde.

            Habla de nuevo a nuestro estéril corazón, y que suceda con nosotros conforme a tu gracia en la mañana que nos das como el nuevo día, alumbrado en nuestra de.

 
20 DE DICIEMBRE

VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

FERIA MAYOR

PALABRA DEL DÍA

Lucas 1,26-38

“En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: -“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?” El ángel le contestó: -“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: -“Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.” Y la dejó el ángel”.  

REFLEXIÓN

Escuchamos ya anuncios inmediatos de la Navidad. Nos llegan ecos llenos de entusiasmo y emoción no contenida. Se van concretando lugares del gran acontecimiento esperado.

Todo tiene que estar a punto, termina el tiempo de espera y empiezan las promesas a cumplirse. Hemos ya encendido las cuatro velas de la corona de Adviento, pero me pregunto, si están nuestras lámparas encendidas.

La Anunciación es un misterio que meditamos siempre con asombro. La escena está muy bien pintada y elaborada por Lucas: el mensaje del ángel, las respuestas de María.

Aquí es Dios el que está buscando un templo, no es David el que quiere construirle uno, Dios quiere construirse un templo a su gusto. Quiere construir una casa para su Hijo. Los materiales los encontrará en una joven de Nazaret. Materiales como, disponibilidad, apertura al don de Dios, fidelidad, generosidad, estos materiales solo los puede manejar el Espíritu Santo.

Y esta joven siente en un momento la experiencia de Dios. Un misterio que la quema y la abaja, una palabra que la ilumina y la gratifica.

Eres una pobre esclava, pero yo quiero que sea mi hija. Eres virgen, pero yo quiero que tengas un hijo. Eres humana, pero tu hijo será divino.

¿Qué cómo será eso?.

Basta que creas, que te abras a la gracia y a la acción del Espíritu. No temas. Dios lo puede todo.

Sí, Padre. Soy tu esclava. Hágase en mí.

Soy pequeña, tengo miedo. Pero Sí.

Me da vergüenza, estoy prometida. Pero Sí.

¿Por qué te has fijado en mí? Hay tantas mujeres que son mejores y más preparadas. Pero Sí.

¿Podré yo responder como Tú quieres? ¿Sabré ser lo que me pides? Pero sí.

Si, María, Madre mía. Tu Sí cambió mi vida, tu Sí cambió la historia, tu generosidad cambió la historia e hizo posible que el cielo se uniera con la tierra en un abrazo luminoso y salvífico.

ENTRA  EN TU INTERIOR

El sí de María fue su opción radical, su compromiso total y personal con el Señor. Aceptó el plan salvador de Dios sin reserva alguna y en medio del claroscuro de la fe, pues en aquel momento no podía conocer en toda su complejidad las consecuencias de su “hágase”. El paso de los años y de los acontecimientos de la vida de Jesús le irá mostrando al detalle la voluntad de dios; pero su decisión primera fue irrevocable.

            El “hágase” de María de Nazaret es un “sí” para el hombre nuevo, para la nueva humanidad, salvada por Dios en Cristo; y nos muestra a nosotros, cristianos de hoy, el modo de optar definitivamente por el evangelio y asumir compromisos de presencia en el mundo y en la sociedad en que vivimos.

ORA EN TU INTERIOR

El silencio de María se hace aceptación, obediencia y fe. Permitirá que el fruto de Dios crezca en su interior, aportando ella la única participación que Dios puede bendecir: una fe total, humilde y bañada en alegría. David, el antepasado, soñaba con una morada magnífica, gigantesca, digna del Infinito. Pero Dios derriba a los poderosos y despide vacíos a los ricos. Quiere tener su morada entre los pequeños y los humildes. Confía su palabra a quien ha amado el silencio lo bastante como para no confundir dicha palabra con su propio parloteo. Dios necesita nuestro silencio, porque quiere realizar para nosotros lo imposible. ¿Sabremos nosotros acoger a su Espíritu con tanto recogimiento interior como María, la virgen fiel, cuando dijo: “Hágase en mí según tu palabra”?

ORACIÓN

Bendito seas, Señor, en María, la virgen, pues su silencio acogió la inmensidad de tu palabra. Tu Espíritu hizo una alianza con ella, y ella concibió en su corazón al que sostiene el universo.

Disponible al misterio que preparabas desde hacía siglos, ella entregó su vida para servir a tu palabra. Por eso ante ti, oh Dios que exaltas a los humildes, nuestro corazón se desborda de alegría y te bendecimos sin fin.

Bendito seas, Dios y salvador nuestro, pues tu amor engendra al Esperado y nuestra tierra da su fruto en Jesús, tu Hijo. Concédenos conservar estas cosas en nuestros corazones hasta el día en que podamos darte gracias sin fin por los siglos de los siglos. Amén.

 
21 DE DICIEMB RE

SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

FERIA MAYOR

PALABRA DEL DÍA

Lucas 1,39-45

-“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”

“Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuando Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

-“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

REFLEXIÓN

Este texto, ya lo proclamábamos el viernes de la tercera semana de Adviento, lo encontramos de nuevo, en el 4º Domingo, pero esta visita de familia, de María a su prima Isabel, siempre tiene algo nuevo que decirnos, no sólo como Palabra de Dios que es, siempre lluvia suave que viene a empapar la aridez de nuestro corazón para que algo bueno crezca en él, sino por la estampa magnífica que nos ha transmitido el evangelista Lucas en sus relatos de la infancia de Jesús.

Nos presenta el texto un encuentro excepcional, espléndido, de una gran riqueza; un encuentro lleno de fe, de amor y de ternura. Es el icono de todos los encuentros impregnados por el Espíritu. ¡Qué calidad de vida interior, es el encuentro de María con su prima Isabel! ¡Qué felicidad y qué alegría rezuman sus palabras, su abrazo y sus rostros!. Es el encuentro de dos primas.

Fijémonos en cómo nos lo presenta Lucas: Isabel escucha el saludo de María y su hijo –Juan Bautista- salta de alegría en su vientre; Isabel, llena del Espíritu, dice a María: “Bendita tú entre las mujeres…” Y lo dice “a voz en grito”. ¡Qué retrato nos hace el evangelista!

¡Qué alegría! ¡Qué felicidad! ¡El grito, la voz firme, el abrazo! Las dos esperan un hijo –el Hijo de Dios y su Precursor- las dos han sido especialmente agraciadas por Dios. Las dos mujeres celebran la alegría divina y el hijo de Isabel se apunta a la fiesta de la felicidad saltando de entusiasmo dentro del vientre de su madre. ¡Qué encuentro más maravilloso!

Las palabras de Isabel, inspiradas por el espíritu, han pasado a formar parte del Ave María, después de las palabras de ángel también dirigidas a María. Son unas palabras que hemos repetido muchas veces. Que nos ayuden también a nosotros a sentir la alegría de la fe. Digámoslas con el mismo espíritu que Isabel. Imaginemos la expresión de estas dos mujeres santas y el júbilo de su corazón.

Ojalá que la experiencia cristiana de sentirnos amados por Dios llene de júbilo nuestro corazón, un júbilo que sepamos transmitir a los demás.

Tengamos muy fija la mirada de nuestro corazón en estas dos mujeres. María experimenta en sus entrañas esta viva presencia de su Hijo y espera con ánimo su nacimiento. El corazón de María nos ayuda a esperar a Jesús y desearlo ardientemente. Con Isabel digámosle también: “¡Bendita tú entre las mujeres…!.

ENTRA EN TU INTERIOR

Este Hijo de las entrañas de María es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador. Y viene a nosotros con vestido de humildad y de ternura. Él es nuestra paz, como dice el profeta Miqueas: “éste será nuestra paz”.

Deseemos su venida. Esperémoslo con todo el alma. Esforcémonos en hacer la voluntad de Dios, preparemos nuestro corazón para poderle acoger mejor. Esto es el Adviento, esto es la Navidad. Esperémoslo con el deseo de María. Pidámosle a María que nos ayude a esperarlo.

La carta a los Hebreos pone en labios de Jesús estas palabras: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Digámoslo también nosotros. Digámoslo con Jesús. Sepámoslo decir en cualquier circunstancia. Nuestra vocación cristiana es agradar al Padre del cielo con un canto de agradecimiento.

ORA EN TU INTERIOR

Ahora podemos acercarnos a María, la que lleva en su seno a Jesús, y descubrir por qué es proclamada feliz, la más feliz, por su prima Isabel, otra pobre de espíritu que supo abrir su seno estéril al proyecto del Señor.

María, mujer pobre materialmente y pobre en su corazón humilde, no es solamente la “madre del Salvador”. Hoy la liturgia nos la presenta como el prototipo del hombre creyente que espera al salvador; un salvador que no viene de fuera, sino que nace en ese Belén interior que escucha el oráculo del profeta: Porque de ti, aunque pequeño y humilde, saldrá el salvador… cuando la madre dé a luz…

Belén y María se unen porque están bajo el mismo signo de la humildad y de la pobreza de corazón…, esa pobreza que es fuerza para hacer cosas grandes.

También nosotros, los atormentados hombres del siglo veintiuno, vivimos un momento de oscuridad y desazón, pero no podemos cruzarnos de brazos “para que Dios obre”. O Cristo nace dentro de la comunidad, comunidad que se hace Cristo, o no habremos entendido nada lo que significa celebrar Navidad después de más de dos mil años del nacimiento histórico de Jesús en algún lugar de Palestina.

 

ORACIÓN

Con el gozo de los sencillos, como Isabel y María, queremos alabarte, señor, cada día con júbilo nuevo. El ejemplo de fe de María nos impulsa a decirte con los apóstoles: Señor, auméntanos la fe. Necesitamos también compartir esa fe, como ella, pues todo gozo compartido es felicidad doblada.

Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos. Visítanos con tu salvación, “oh sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y sombra de muerte”.

“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa: “Dios – con – nosotros)”

     
      
 
 



 

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