domingo, 10 de noviembre de 2013

17 DE NOVIEMBRE: XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (C)



“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”

            17 DE NOVIEMBRE

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA EN ESPAÑA

 
1ª Lectura: Malaquías 3,19.20ª

“Os iluminará un sol de justicia”

Salmo 97

El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

2ª Lectura: Segunda Tesalonicenses 3,7-12

“Si alguno no quiere trabajar, que no coma”

PALABRA DEL DÍA

Lucas 21,5-19

“En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: -Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. Ellos le preguntaron: -Maestro, ¿cuándo va a ser esto?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder? El contestó: -Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: “Yo soy” o bien “el momento está cerca”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida. Luego les dijo: -Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.”

Versión para América Latina, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios

“Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:

"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".

Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".

Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.

Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".

Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.

Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.

Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,

y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.

Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa,

porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.

Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.

Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.

Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.

Gracias a la constancia salvarán sus vidas.”

REFLEXIÓN

            En este domingo penúltimo del tiempo ordinario, que acabará el próximo con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, la liturgia de la misa nos habla de los obstáculos y los sufrimientos que acompañan el testimonio del cristiano, y la Iglesia nos invita a reflexionar sobre las realidades últimas del hombre. La Palabra de Dios nos presenta con carácter apocalíptico el tiempo al cual todos debemos enfrentarnos. Pero también nos habla de la recompensa que espera a los que perseveran en la fe hasta el final. En definitiva, nos invita a ser fieles en la fe.

            El profeta Malaquías nos presenta, en la primera lectura, un cuadro que es muy vivo y actual para todos nosotros. El profeta escucha a su alrededor que la gente de su época se queja de que los malos progresan cada día, mientras que los justos no ven la recompensa. Así pues, se preguntan, ¿de qué sirve cumplir los mandamientos? Con la visión de un mundo que se acaba aquí, como es la visión de buena parte del Antiguo Testamento, es una pregunta muy seria. Sin embargo, el profeta adopta una perspectiva de solución más allá de este mundo. Recuerda la promesa hecha por Dios, que siempre ha sido fiel a su pueblo.

            ¿Cuántas veces hemos tenido la misma duda y nos hemos cuestionado ante tantas injusticias y males que nos rodean? Y, ¿cuántas veces nuestra respuesta ha sido que no sacamos provecho de cumplir con la Ley del Señor? A pesar de todo, Dios asegura que llegará un día en el que la justicia brillará para todos los hombres. El fuego consumirá a los malvados y la luz iluminará y protegerá a los justos que sean constantes y fieles.

            En el evangelio hemos escuchado una página de un género que pide una atención especial para poder captar su mensaje. Quizá no está hablando sólo del fin de los tiempos, sino que a la vez se puede referir a la inminente destrucción de Jerusalén. Una catástrofe que la ciudad sufrió por segunda vez el año 70 después de Cristo. Pero por lo que se refiere a nosotros, la Palabra de Jesús es una advertencia para ser fieles y constantes discípulos.

            Jesús nos recuerda que llegará el día del juicio sobre su pueblo y sobre todo el mundo, al cual nadie podrá permanecer indiferente. Jesús nos anuncia algo muy serio, y a la vez misterioso. Un final que nos concierne a todos.

            Vamos hacia un fin del mundo y a un juicio universal, pero este final y este juicio se juegan ya ahora y aquí para cada uno, en la vida personal de todos nosotros. Todos estamos llamados a recibir al Señor en nuestras vidas, o, al contrario, podemos rechazarlo. Nuestra decisión a favor o contra el Reino ya debemos hacerla en nuestra vida presente. Es una opción que debemos hacer a lo largo de toda nuestra vida.

            Muchas personas se quedan con aspecto secundario de esta llegada que se juega desde ahora, en el presente. Muchas dan pie a la curiosidad de cómo sucederá y cuándo llegará este momento, como algo que no les tocará, como de un futuro lejano. Sin embargo Jesús no quiere que dediquemos nuestra vida a hacer de adivinos, quiere que abramos nuestro corazón a su venida, con esperanza y con un profundo deseo de estar preparados, aunque no sepamos ni el día ni la hora.

            Jesús, lo que quiere, es que estemos atentos a su presencia. Quiere que velemos y que estemos preparados para cuando llegue con gloria. Quizá corremos el peligro de poner nuestra mirada, más que en él, en falsos mesías que prometen la felicidad ya aquí, haciéndonos olvidar la vida que nos espera junto a Jesús. Jesús quiere cambiar nuestras conciencias para que nos convirtamos a su amor. No le interesa tanto el fin del mundo como el fin de nuestra historia. Al final, el juicio que hará Dios de nuestra vida será por el amor con que habremos obrado.

            El Reino de Dios, tal como nos lo muestra Jesús, forma ya parte de nuestro presente, de nuestra cotidianidad. El reino de Dios ya está entre nosotros. Está en la medida en que lo vamos construyendo: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús”. Cada día volvemos a pedir la llegada de su reino. El reino empieza aquí y se manifiesta en la Iglesia, pero sólo llegará a su plenitud cuando Cristo esté en todos. Cada domingo alimentamos esta esperanza con la celebración de la eucaristía.

ENTRA EN TU INTERIOR

PARA TIEMPOS DIFÍCILES

 Los profundos cambios socioculturales que se están produciendo en nuestros días y la crisis religiosa que sacude las raíces del cristianismo en occidente, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.

 Llamada al realismo. En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a su Señor.

 No a la ingenuidad.   En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Éstas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.

 Centrarnos en lo esencial.  Cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría»… Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana.

 La hora del testimonio.  Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia  o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.

 Paciencia. Ésta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término original puede ser traducido indistintamente como "paciencia" o "perseverancia". Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.

 José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR

            Ojalá que el evangelio de hoy sea para todos una fuerte llamada de atención. Si vivimos en tensión por la angustia y el miedo en un momento ciertamente difícil de la historia del mundo, será bueno que prestemos atención a las palabras de Jesús: “Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.”

            Este es el mensaje final de un año litúrgico que finaliza: perseverar en la fe de Jesucristo y en la praxis del evangelio es nuestra mejor garantía de que podremos caminar aun en medio de tantas dificultades con esperanza y con alegría.

            Perseverar en la fe y recuperar el evangelio perdido es lo que necesita un cristiano que a menudo se pregunta por el sentido de su existencia en el mundo. La perseverancia en esa fe, la fe de Jesucristo, es nuestro aporte a la construcción de un orden más justo y de una paz más duradera.

 
ORACIÓN

“Cuidado con que nadie os engañe”.

Con frecuencia nos convence lo que halaga el oído.

Cuando la verdad es dura de aceptar,

buscamos escapatorias menos exigentes y más fáciles de asimilar.

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Los predicadores de todos los tiempos lo saben,

y tratan de aprovechar esa debilidad para engañarnos.

Profundizar en la realidad de nuestro propio ser,

es el único camino para escapar de las voces de sirena.

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Todas las promesas de futuro que se hacen en nombre de Dios son falsas, porque Dios no tiene futuro.

Dios no promete, da. Y se da desde siempre y para siempre.

En esa eternidad del don tenemos que entrar nosotros.

 

Expliquemos el Evangelio a los niños.

Imágenes proporcionadas por Catholic.net

 

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