“Las zorras tienen madrigueras y los
pájaros, nido,
pero el Hijo del Hombre no tiene
donde reclinar la cabeza”
30
DE JUNIO
XIII
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ©
1ª Lectura: Libro
primero de los Reyes 19,16b.19-21
Salmo 15: “Tú, Señor,
eres el lote de mi heredad”
2ª Lectura: Carta de San
Pablo a los Gálatas 4,31b-5,1.13-18
PALABRA
DEL DÍA
Lucas
9,51-62
“Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al
cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por
delante. De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle
alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto,
Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: -Señor, ¿quieres que
mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? El se volvió y les regañó.
Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: -Te seguiré
adonde vayas. Jesús le respondió: -Las zorras tienen madriguera y los pájaros,
nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. A otro le
dijo: -Sígueme. El respondió: -Déjame primero ir a enterrar a m padre. Le
contestó: -Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el
Reino de Dios. Otro le dijo: -Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme
de mi familia. Jesús le contestó: -El que echa mano al arado y sigue mirando
atrás, no vale para el Reino de Dios”.
Versión
para Latinoamérica, extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al
cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén. Envió mensajeros
delante de él, que fueron y entraron en un pueblo samaritano para prepararle
alojamiento. Pero los samaritanos no lo quisieron recibir porque se dirigía a
Jerusalén. Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: «Señor,
¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?»Pero Jesús se
volvió y los reprendió. Y continuaron el camino hacia otra aldea. Mientras iban
de camino, alguien le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.»Jesús
le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo
del Hombre ni siquiera tiene donde recostar la cabeza.»Jesús dijo a otro:
«Sígueme». El contestó: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi
padre.»Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Tú ve a anunciar el Reino de Dios.»Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero antes
déjame despedirme de mi familia.»Jesús le contestó: «El que pone la mano en el
arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.»
REFLEXIÓN
El centro del evangelio de hoy está en las tres perícopas
finales, que giran en realidad sobre un mismo eje y una misma idea central.
Lucas nos trae tres casos de posibles candidatos al
discipulado, candidatos que fueron tratados con cierta dureza por Jesús, pero
que, dentro de su contexto literario, representan posturas no suficientemente
purificadas en aquellos que quieren seguir a Jesucristo.
El primer caso. Entusiasmado por la fama de Jesús, “uno”
se decide a seguir a Jesús a cualquier parte. Jesús, en una respuesta un tanto
ambigua acerca de la intención que animaba a ese hombre, le respondió
tajantemente. “Nada tengo para ofrecerte”, pareció decirle “al menos, nada que
a ti te interese”. “En todo caso, solamente puedes compartir mi pobreza, ya que
si tengo una casa para alojarte”.
En la respuesta de Jesús, está, una vez más, juna
invitación a interiorizar nuestra fe, a buscar los motivos sociológicos o
políticos que impide descubrir la desnudez de la cruz.
El segundo caso. El segundo candidato fue llamado por
Jesús con el característico “Sígueme”. El hombre acepta pero pone una condición
sumamente razonable y lógica: que antes pueda enterrar a su padre recientemente
fallecido. Pero Jesús se muestra intransigente y responde con una frase
desconcertante: que los muertos se encarguen del muerto. En cambio, “tú, vete a
anunciar el Reino de Dios”.
Seguir a Jesús no solamente cuesta; también cuesta
entenderlo…
En este caso Jesús apela a la paradoja, expresión
literaria desusada en occidente pero muy del gusto de la filosofía y literatura
oriental.
¿Qué fue lo que fastidió a Jesús? Que mientras le hablaba
a aquel hombre de seguirlo a él, la Vida nueva, se encuentra con que quiere
enterrar a un muerto.
Aquí puede estar la clave del pensamiento de Jesús:
detrás de ese “enterrar al padre muerto”, Jesús parece descubrir el espíritu de
ese posible candidato al discipulado: su apego al pasado, a un pasado que está
definitivamente muerto porque ha llegado el Reino de Dios, reino de vida y de
cambio.
“Que los muertos entierren a sus muertos” puede
significar: que el pasado se ocupe del pasado, pues no se puede colocar vino
nuevo en odres viejos ni un remiendo nuevo en un vestido gastado.
Ser cristiano es cortar con lo viejo. No se puede perder
el tiempo en enterrar a tantos muertos que nos ligan con el pasado; muertos que
están dentro de uno mismo y que nos aprisionan sutilmente.
El tercer caso. Tampoco el tercer candidato recibió la
llamada de Jesús, pero tiene pensado seguirlo siempre que pueda antes
despedirse de los suyos. Jesús no acepta dicha condición, pues es incompatible
con la entrada al Reino de Dios.
Se trata de un caso similar al anterior: a aquel hombre
le faltaba decisión para romper con su pasado, sobre todo con su pasado
afectivo. Jesús no se opone al cuarto mandamiento, que exige honrar a los
padres, pero nos hace descubrir que toda la antigua ley debe ser reinterpretada
desde Jesús mismo. De aquí en adelante toda la ley antigua caduca y, para el
discípulo, Jesús es la única ley, como también es el centro de la nueva familia
del creyente.
Jesús no anula lo que tiene de valedero nuestro pasado,
pero nos exige que aprendamos a mirar la vida desde un criterio absoluto.
La fe cristiana cambia radicalmente la vida del hombre.
Es un punto de vista totalmente nuevo y original a la luz del cual debemos
replantear toda nuestra existencia, aun en aquellos elementos que nos sean más
queridos e íntimos.
Sólo así la fe, es cambio de vida y, en consecuencia,
entrada al Reino de Dios, cuyos criterios el hombre acepta para interpretar la
vida y para encontrarle sentido.
ENTRA EN TU INTERIOR
El
seguimiento de Jesús exige decisión,
mirada clara y hacia adelante y estar en camino.
Seguir
a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más
importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas
escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de
que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.
Jesús
emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias.
No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin
reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias.
Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿qué relación queremos
establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?
Primera
escena. Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes
de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: “Te seguiré adonde vayas”. Jesús
le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: “Las zorras tienen
madrigueras, y los pájaros nido”, pero él “no tiene dónde reclinar su cabeza”.
Seguir
a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar.
No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es “vivir de camino”,
sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión.
Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor
que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.
Segunda
escena. Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la
obligación sagrada de “enterrar a su padre”. A ningún judío puede extrañar,
pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La
respuesta de Jesús es desconcertante: “Deja que los muertos entierren a sus
muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios”.
Abrir
caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea
más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o
frenar. Los “muertos”, que no viven al servicio del reino de la vida, ya se
dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de
Dios y su justicia.
Tercera
escena. A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús
le dice: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino
de Dios”. No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir
caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del
Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para
caminar tras los pasos de Jesús.
José
Antonio Pagola
ORA EN TU INTERIOR
“Sígueme”, nos dice Jesús. Sin condiciones, sin trampas,
sin mentiras.
Al comulgar, nos encontramos con ese Jesús que hoy nos ha
trazado un camino claro y decidido. Comulgar es aceptar al Cristo de la fe,
rubricando nuestro compromiso bautismal.
“Vete a anunciar el Reino de Dios”… Esta es la orden de
Jesús. No perdamos el tiempo en largas despedidas con un pasado que está muerto
ni en cuestiones que no interesan al hombre de hoy. El tiempo urge y el
evangelio debe ser anunciado con hechos claros y concretos.
ORACIÓN
Purifica, señor, nuestra fe para que, abandonando toda
forma de egoísmo, vivamos en la libertad y en el amor en constante servicio del
Reino de Dios.
Expliquemos
el Evangelio a los niños.
Imágenes proporcionadas por Catholic.net