martes, 28 de mayo de 2013

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR


“Dadles vosotros de comer”.

2 de Junio
SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO
Y SANGRE DEL SEÑOR
(DÍA NACIONAL DE CARIDAD)
1ª Lectura: Génesis 14,18-20
Salmo 109: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
2ª Lectura: 1 Corintios 11,23-26
PALABRA DEL DÍA
Lc 9,11-17
“Jesús se puso a hablar a la gente del reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle: “Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado”. Él le contestó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comparar de comer para todo este gentío”. (Porque eran unos cinco mil hombres). Jesús dijo a sus discípulos: “Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta”. Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos, para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos”.
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios


“Pero la gente lo supo y partieron tras él. Jesús los acogió y volvió a hablarles del Reino de Dios mientras devolvía la salud a los que necesitaban ser atendidos.
El día comenzaba a declinar. Los Doce se acercaron para decirle: «Despide a la gente para que se busquen alojamiento y comida en las aldeas y pueblecitos de los alrededores, porque aquí estamos lejos de todo.»
Jesús les contestó: «Denles ustedes mismos de comer.» Ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados. ¿O desearías, tal vez, que vayamos nosotros a comprar alimentos para todo este gentío?»
De hecho había unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: «Hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta.»
Así lo hicieron los discípulos, y todos se sentaron.
Jesús entonces tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los entregó a sus discípulos para que los distribuyeran a la gente.
Todos comieron hasta saciarse. Después se recogieron los pedazos que habían sobrado, y llenaron doce canastos”.

REFLEXIÓN
                Celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor. Y lo hacemos con reconocimiento y gratitud inmensa. Celebramos el misterio de nuestra salvación. La mesa está aquí, en el centro de nuestra reunión. El pan partido y el cáliz rebosante están significando muchas cosas: hay recuerdos, hay presencia, hay banquete, hay común-unión, hay anuncio, hay compromiso, y, sobre todo y en todo, hay un amor misterioso, un amor propio de Dios.
            Esta mesa está aquí, en el centro, pero está también en el centro de la Iglesia, está también en el centro del mundo. Es un centro que expande energía liberadora en todas direcciones y en todos los niveles. A esa mesa pueden acudir todos los que tienen hambre y sed, todos los que sienten frío, todos los que sufren de soledad y tristeza, todos los desesperanzados, los que no encuentran sentido a su vida, todos los acobardados, todos los que están excluidos o carecen de libertad, todos los que no se entienden o no se quieren, todos los que están cargados y agobiados, todos los que, de una u otra manera, están heridos.
            Pero a esta mesa deben acercarse también los que están llenos de luz y esperanza, los que se sienten bendecidos y queridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que tienen ansias de crecimiento y de frutos, los que quieren servir mejor y comprometerse, los que desean más amistad y más comunión.
            Esta mesa es lugar de encuentro no sólo para las personas, sino para los grupos, para las comunidades, para las iglesias, para los pueblos. Hay medicina, alimento y energía para todos. Ayuda a ver mejor los problemas y a superarlos, a quitar prejuicios y crecer en la unidad, a vivir más cercanos y solidarios, a olvidarse de sí y vivir para el otro o para los otros. Ayuda a crecer en libertad, en solidaridad, en comunión, en amor.

ENTRA EN TU INTERIOR
HACER MEMORIA DE JESÚS
                Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: “Haced esto en memoria mía”. Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles.
            Desde su origen, la cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos de la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.
LA ESCUCHA DEL EVANGELIO.
                Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos.
            Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.
LA MEMORIA DE LA CENA
                Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: “Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Éste es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo”.
            En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús”. Nos sentimos salvador por Cristo nuestro Señor.
LA ORACIÓN DE JESUS
                Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.
LA COMUNIÓN CON JESÚS
                Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: “Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano”.
José Antonio Pagola

ORA EN TU INTERIOR
NO SE PUEDE SEPARAR LA EUCARISTÍA DE LA CARIDAD
                La Eucaristía es acción de gracias y la caridad reconocimiento: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos.
            La Eucaristía es alabanza de las maravillas de Dios; la caridad, hace vivo el amor de Cristo: amaos los unos a los otros como yo os he amado.
            La Eucaristía es sacrificio y la caridad amor en la entrega: aunque me dejara quemar vivo, si no tengo caridad de nada me sirve, dice Pablo en 1 Cor 13.
            La Eucaristía es presencia escondida. La caridad es coherencia y sinceridad: el que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios al que no ve?.
                La Eucaristía, en fin, es fuente y cima de la vida cristiana. Y la caridad es la señal de que somos reconocidos como discípulos de Cristo: en esto se conoce que sois discípulos míos, en el amor que exista entre vosotros. Esta será la medida con la que nos medirán en el último día.
            Esperamos, por la misericordia de Dios, escuchar en aquel momento, las palabras: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino que os tenía preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve denudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis en la cárcel y vinisteis a verme”. Y tendremos que responder bendito tú, Señor, porque yo era el hambriento y me diste el pan del cielo que es tu cuerpo. Porque yo era el sediento y me diste a beber la copa de tu sangre. Y los justos irán a la vida eterna.
ORACIÓN FINAL
 ¡Oh Dios! Que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos como te pedimos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos, constantemente en nosotros, los frutos de tu redención. Amén.
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes proporcionadas por Chatolic.net
 


 



lunes, 20 de mayo de 2013

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

SE REANUDA EL TIEMPO ORDINARIO
SÉPTIMA SEMANA DEL
TIEMPO ORDINARIO



26  de Mayo

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

(DÍA PRO ORANTIBUS –CONTEMPLATIVOS)

1ª Lectura: Proverbios 8,22-31

Salmo 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

2ª Lectura: Romanos 5,1-5

PALABRA DEL DÍA

Jn 16,12-15
“Dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hacia la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir: Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
Versión para Latinoamérica extraída de la Biblia del Pueblo de Dios




“Aún tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora.
Y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad. El no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir.
El tomará de lo mío para revelárselo a ustedes, y yo seré glorificado por él.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío para revelárselo a ustedes.» 



REFLEXIÓN
Profesamos nuestra fe en Dios uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La profesamos desde nuestro bautismo, fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, hasta que morimos abrazados a la cruz. La profesamos en nuestras oraciones, signos y bendiciones, catequesis y enseñanzas, cantos y tradiciones.
            Aunque no hemos sido muy conscientes de la importancia espiritual de este misterio, hoy, por la gracia de Dios, sabemos que es fuente, marca y meta de toda nuestra vida.
·         Fuente: Tres corrientes en una, origen de toda vida y toda gracia.
·         Marca: Estamos hechos a su imagen, con dinamismo de comunión.
·         Meta: “Nos has hecho, Señor, para ti”, decía san Agustín. Caminamos hacia el abrazo trinitario.
El Padre, decía san Juan de la Cruz, es mano blanda. Blanda por la ternura y la misericordia. Pero es también mano fuerte, creadora y protectora. De sus dedos salieron las espirales de las estrellas, la vida innumerable, las figuras del hombre y la mujer, bien moldeados.
      El Hijo es “toque delicado”, carne de nuestra carne. Su toque era curativo y amistoso. Su toque era transmisión de gracias. Su toque elevaba y dignificaba. Después se dejó tocar y traspasar para redimirnos y salvarnos.
            El Espíritu es “llama viva”, que purifica y transforma, da calor y amistad, embellece y transfigura. De su llama se desprenden inflamaciones de amor. Ya nunca tendremos miedo, porque en Él estamos encendidos.
            Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidos en fuerte abrazo, viviendo la comunión perfecta, sosteniendo y recreando la vida toda, desbordando en hijos y familias, tan distintos, tan iguales, sostén y fundamento de iodo lo creado.
            Dios Padre, que es creación, amor. Dios es amor. Dios Hijo, que es el camino que tenemos que recorrer, la verdad que tenemos que creer y la vida que tenemos que vivir. Dios Espíritu Santo, que es donación, comunicación, comunión.
            ¿En qué Dios creemos?
            ¿En un Dios serio, justiciero. En un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos?

ENTRA Y ORA EN TU INTERIOR
                Yo creo:
·         En un Dios que es todo corazón, compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
·         En un Dios-Padre, fuente de vida, generosidad desbordante.
·         En un Dios-Hijo, palabra eterna del Padre por la que todo vino a la existencia, que paso por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal porque Dios estaba con él.
·         En un Dios-Espíritu Santo, llama viva, fuerza desbordante, comunión profunda, alma de la Iglesia.
·         Creo en un Dios siempre alegre, uno y trino, comunidad, familia, las tres divinas personas en comunión de vida y amor.
Creo también que este Dios bueno no quiso quedarse tanta bondad para él solo y creó al hombre: A imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó.
Tres veces repite el libro del Génesis en el relato de la creación, en un solo versículo, que el hombre es una imagen de Dios.
Por eso, también necesito creer en el hombre:
·         En un hombre que sea donación, como Dios. Aprendamos a dar y a darnos, a compartir bienes y talentos, a abrir la mano y el corazón al otro.
·         En un hombre que sea comunicación. Como dios, el hombre tiene la palabra. Porque frente a la incomunicación y a la confusión de Babel, está Pentecostés.
·         En un hombre que sea comunión. Creer en la Trinidad es optar por la comunión entre los hombres. Por eso debemos sentirnos felices cuando vivimos nuestra fe en comunidad de fe y amor en la eucaristía.
Solo Dios puede colmar la insatisfacción del hombre, solo él puede colmar nuestra sed: “El que tenga sed, que venga a mí y beba”, decía Jesús.
Tenemos sed de muchas cosas, pero solo él puede calmar nuestra sed, es lo que san Agustín expresaba tan certera y bellamente:
“Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.
Dios es pues nuestra meta. Hacia Él caminamos todos, aunque no lo sepamos. En todas nuestras búsquedas sinceras dios se hace el encontradizo.
Cuando deseamos un mundo mejor, cuando nos comprometemos con la paz y la solidaridad, estamos deseando a Dios. Cuando tenemos hambre y sed de justicia, estamos deseando a Dios. Cuando buscamos la verdad, la felicidad de los hermanos, sobre todo de los que más lo necesitan estamos deseando a Dios.
Y nos encaminamos hacia el Dios uno y Trino, cuando nos queremos, cuando formamos una familia, una comunidad unida en la fe, en la esperanza y en la caridad, cuando trabajamos por la reconciliación entre los hombres. Cuando amamos de verdad, estamos dando pasos hacia la Trinidad.
 
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágenes proporcionadas por Catholic.net
 
 
 


lunes, 13 de mayo de 2013

PASCUA DE PENTECOSTÉS



“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.

19 de Mayo
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
(DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR)
VIGILIA:
1ª Lectura: Génesis 11,1-9
Salmo 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
2ª Lectura: Romanos 8,22-27
EVANGELIO: Juan 7,37-39
MISA DEL DÍA
1ª Lectura: Hechos 2,1-8
Salmo 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
2ª Lectura: 1 Corintios 12,3-7.12-13
PALABRA DEL DÍA
Jn 20,19-23
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros” Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Versión para América Latina extraída de la Biblia del Pueblo de Dios
 

“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “La paz con ustedes” Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “La paz con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así les envío yo”. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “reciban el espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”



REFLEXIÓN
                El Espíritu Santo es como el Soplo de Dios. En hebreo Ruah significa a la vez espíritu y soplo o viento; también en griego: Pneuma.
 Parece que el soplo, el aliento, el viento es algo más espiritual, porque no se ve, pero se siente su vitalidad y su fuerza. Hay realidades que están más allá o más adentro de nuestra perspectiva. El mismo Jesús compara el Espíritu a lo que sucede con el viento: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu, le dice Jesús a Nicodemo. No vemos el Espíritu, pero oímos su voz. No sabemos definir bien el Espíritu, pero experimentamos su dinamismo creador, vivificante. Nos resulta imposible explicar, siquiera analógicamente, el origen y la misma identidad del Espíritu, pero sentimos su presencia y palpamos la multiplicidad de sus actuaciones y sus efectos. Por eso las mejores definiciones del Espíritu son descriptivas o simbólicas.
            Pero este Aliento actúa desde dentro, oxigenando nuestras neuronas, vitalizando nuestras células, como la savia de todo el organismo. No es una fuerza externa que nos obligue y nos conduzca. Es un dinamismo íntimo que nos hace ser y crecer.
            El aliento que Jesús transmite a los suyos, es el mismo Espíritu en persona: Recibid el Espíritu Santo. No reciben solamente una iluminación, una consolación, una fuerza, un don, reciben todo el Espíritu Santo, la fuente de todas las gracias y el tesoro que encierra todos los dones. No reciben una parte del Espíritu, sino todo el Espíritu.
La misión del Espíritu es llenarnos de la Vida de Jesús, asemejarnos a Cristo en todo. Él nos habla de Cristo. Él va pintando en nosotros la imagen de Cristo. Él nos recrea con la misma “genética” de Cristo.
            Donde hay Espíritu no hay miedo. Cuando llega el Espíritu se abren las puertas cerradas, se habla claro y bonito, se dicen las verdades delante de todos los públicos. Eso sí, con respeto y con misericordia, sin amenazas ni insultos.
            Donde hay Espíritu hay libertad. El Espíritu está reñido con la esclavitud, sea interior –todo lo que te ata-, sea exterior, por condicionamientos de cualquier tipo. El que tiene el Espíritu respeta, pero no se doblega ante nada ni ante nadie; no adora a los poderosos o a los líderes o a los sabios o al dinero o al ambiente cultural y social… Sólo adora a Dios.
            Donde hay Espíritu hay fortaleza y paciencia. Se asume la persecución, la cárcel, los azotes. El Espíritu conforta y consuela en la lucha, en la enfermedad, en la humillación. El Espíritu es el que unge a los mártires y a cuantos sufren por la fe y por el amor.
            Donde hay Espíritu hay generosidad. El Espíritu es Don y capacidad de donar. El Espíritu no es posesivo, sino comunicativo. Nada retiene, libre como el aire. Comparte cuanto es y cuanto tiene. Y siempre desde la gratuidad, no es interesado, es gracia.
            Donde hay Espíritu hay amor. Claro, el Espíritu se define como el Amor de Dios personalizado. Amor de Dios derramado en nuestros corazones. En el fondo, cuando hablamos de energía, de fortaleza, de libertad, de generosidad, estamos hablando de resplandores de una misma realidad, que es el amor. Desde el amor nos hacemos libres, valientes, pacientes, generosos, entregados. Desde el Espíritu podemos amar como nos amó Jesucristo.

ENTRA EN TU INTERIOR
Recibid el Espíritu
Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de pan. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior. Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la desorientación.

Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego y paz? ¿Por qué nos visita tanto la tristeza? Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad interior.

       Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente? Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir.

Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos “amor” y al placer “felicidad”, pero ¿quién saciará nuestra sed? Ven Espíritu Santo y enséñanos a amar.

En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer.

Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos exhalando sobre ellos su aliento: “Recibid el Espíritu Santo”. Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce.
José Antonio Pagola


ORA EN TU INTERIOR
Sabemos muy bien que todo lo que somos ha sido un don de Dios y, por eso, nos queremos dirigir a él con las manos totalmente vacías para acoger sus dones, los dones del Espíritu.
DON DE LA SABIDURÍA: Sabemos que Dios nos ha dado una nueva identidad, nos ha marcado con su Espíritu; por eso pedimos la fuerza necesaria para ser capaces de vivir sin temor la libertad que supone el hecho de ser bautizados.
 También queremos ofrecer nuestra capacidad de ir a fondo para descubrir la profundidad de este misterio, para conocer, madurar y saborear, cada vez más, nuestra fe.
DON DE ENTENDIMIENTO: Entendemos que Dios nos acoge siempre, para lo que pase; y por eso pedimos que en la comunidad nos acojamos también con la misma incondicionalidad.
 Queremos ofrecer nuestra espontaneidad y apertura para afrontar cualquier situación.
DON DE CONSEJO: No tenemos demasiadas cosas, pero sí un camino que recorrer, por eso pedimos no ir solos en este camino.
 Ofrecemos la voluntad de aprovechar cada etapa de nuestro crecimiento y maduración en la fe, conscientes de que, en cada momento, Dios nos sale al encuentro.
DON DE FORTALEZA: También queremos llegar muy arriba; y por eso pedimos el apoyo y la ayuda de Dios y de los hermanos, fuertemente unidos y parando los golpes que nos pueda traer la vida.
DON DE PIEDAD: También queremos pedir que la comunidad nos ayude a vivir una espiritualidad firme y sólida, a fin de escuchar la voz de Dios y poder responder a ella.
Ofrecemos nuestra necesidad de interiorización, oración y recogimiento, para experimentar silencios llenos en lugar de palabras vacías.
DON DE CIENCIA: Queremos pedir también un esfuerzo conjunto para intentar adaptarnos a los signos de los tiempos, para dar respuesta a las necesidades de hoy, fundamentalmente en las verdades de siempre.
DON DE FIDELIDAD A DIOS: La mano de Dios la encontramos en los testimonios de la comunidad por esto pedimos que los cristianos seamos siempre un ejemplo a seguir para todos. Ofrecemos nuestro compromiso y nuestra fidelidad a Dios intentando siempre, dar una respuesta de fe.

ORACIÓN
·               “Revestíos de la fuerza que brota del Espíritu y convertíos en constructores de un mundo nuevo, un mundo diferente, fundado en la verdad, la justicia, la solidaridad y el amor”. (Beato Papa Juan Pablo II  a los jóvenes, 1991).
 
Expliquemos el Evangelio a los niños
Imágnes proporcionadas por Catholic.Net